Antonio Salieri
![]() |
Este artículo forma parte del ciclo temático que se está desarrollando actualmente, sobre el Anímate y participa creando artículos que tengan relación con el ciclo temático. |
Nacimiento Defunción | Italia Viena |
---|
Estado actual | Recordado solo como el tipo que envidiaba a Mozart. |
---|
Lugar de residencia | La Viena imperial. |
---|
Sobrenombres | El santo patrón de los mediocres. |
---|
Se dedica a | Intrigante y compositor. |
---|
Origen | Un pueblo de paletos. |
---|
Hazañas logradas | Conocía recetas de plantas que hacían dormir para siempre. |
---|
Relaciones | Envidiosas, siempre. |
---|
Enemigos | Wolfgang Amadeus Mozart, que le había hecho la ofensa de existir. |
---|
Obras | 39 óperas que a nadie le importan, entre otras. |
---|
Antonio Salieri (Col Legnago, 1750, Viena, 1825) fue un envidioso que ejerció la envidia a través de la música. Envidió a otros compositores de música clásica, música sacra y ópera y como profesor también se distinguió por tener destacados alumnos a los que también envidiaba.
Muy popular en su tiempo por tener en alto grado, a pesar de su carácter envidioso, el talento más importante en un compositor de éxito: su habilidad para mover hilos y tejer un entramado clientelar de relaciones interpersonales le llevó a ser nombrado director de la ópera italiana por la corte de los incestuosos y degenerados Habsburgo y más tarde maestro de capulla en la corte imperial. Igualmente sus contactos le permitieron estrenar obras en los teatros de París, Roma y Venecia.
Una vez que se le fueron acabando los contactos en los puestos clave (en parte porque él mismo, por envidia, buscaba la perdición de los mismos) su música fue desapareciendo del repertorio hasta llegar a la irrelevancia más absoluta. Solo a fines del siglo XX tuvo un cierto renacimiento por el morbo que suscitaba compararla con la de Mozart tras la película Amadeus, basada en una obra de teatro previa y a su vez en una ópera previa y a su vez en otra obra de teatro previa. Estas obras se hacían eco de los rumores seguidos tras la muerte de Mozart según los cuales Salieri había envenenado al genial salzburgués por celos, rumores probablemente infundados a pesar de que a Salieri en más de una ocasión le apeteciera estrangularlo.
Una vida mirando de reojo y con saña
Primeros envidiosos compases
Salieri nació en un pueblo italiano, al pie de la montaña. Su padre era un zapatero que sentía auténtica envidia por los demás zapateros del reino y su madre, Anna María, sentía envidia del pene. El pequeño Salieri, por su parte, sentía envidia de su hermano mayor, Francesco, pues éste sabía música y él no. Así que los padres obligaron a Francesco a enseñar música al pequeño Antonio, para que se callara y dejara de dar la turra, pero nunca se tomaron en serio sus aspiraciones musicales. Su padre a menudo le reprendía por escaparse de casa porque envidiaba las casas de los otros niños y por no saludar a un sacerdote local respetuosamente. Salieri respondió a la reprimenda diciendo que le disgustaba el órgano del sacerdote y así, al menos, logró que el padre no le enviara más a misa y que, a su vez, partiera la cara al sacerdote. Por razones no aclaradas, y no necesariamente porque nadie les envenenara, cuando Salieri contaba unos trece años, fallecieron sus padres y así nadie pudo oponerse a que él continuara sus estudios musicales. Haciendo gala de su innato maquiavelismo y autopromoción, de la noche a la mañana Salieri pasó a ser protegido de la poderosa y bien relacionada familia Mocenigo quienes le facilitaron estudios con el compositor Giovanni Battista Pescetti. Tras la repentina muerte de éste (que no se confirmó que fuera por envenenamiento) pasó a estudiar con Ferdinando Pacini, a quien envidiaba en secreto pero a quien usó de trampolín para pasar a ser alumno del flatulento compositor Florian Leopold Gassman, quien lo sacó de ese poblacho de paletos donde había nacido para llevárselo a Viena, donde terminó de formarlo musicalmente, mientras en secreto Salieri continuaba aprendiendo todo lo que hay que saber sobre sustancias tóxicas extraídas de las plantas.
Según llegaron a Viena, Gassmann metió a collejas a Salieri en una iglesia y allí improvisó un extraño ritual según el cual consagraba a Dios la enseñanza a su alumno y ponía las futuras obras del mismo al servicio del Altísimo. Salieri quedó profundamente impactado y convencido de que su maestro no tenía todos los patitos en fila, pero no obstante no quiso separarse de él, ya que tenía dinero y estaba bien relacionado, circunstancias que Salieri envidiaba y deseaba para sí. Gassmann ciertamente fue un buen maestro para Salieri: le enseñó un montón de idiomas (lo cual le fue útil en el futuro para tejer su red de intrigas profesionales) y además le formó en la música vocal siguiendo tratados de bajo cifrado y contrapunto que en la época ya eran bastante rancios. Salieri guardó siempre un recuerdo nítido de estos años de formación, lo que le llevó a destruir la mayor parte de sus obras de este periodo.
Pero lo interesante es que Gassmann, entre deglución de alubias y deglución de coles, introdujo a Salieri en las actuaciones de música de cámara donde a su vez tomaba sus garbanzos el emperador José II. La música de Salieri le pareció al emperador ideal para pillar el sueñecito después de la comida y ahí se estableció una relación profesional entre ellos que duraría hasta la muerte del monarca. En este tiempo Salieri conoció a otras personas como Metastasio, cuya influencia se extendía como un cáncer en los círculos culturales y Christoph Willibald Gluck, el mayor compositor de ópera de su tiempo, por quien Salieri sentía unos acendrados celos, pero de quien logró hacerse pasar por amigo y confidente ya que veía que podía servirse de sus influencias para difundir su obra, cosa en la que no se equivocó. Fruto de estas cultivadas relaciones, mientras Salieri también cultivaba en secreto sustanciosas plantas, obtuvo su debut en la ópera, con un modesto éxito: su cla de mamporreros pagados por Gluck pudo imponerse a la apatía general.
Más envidias a pesar del éxito
Tras un par de óperas bufas más, envidió a los compositores de ópera seria, y se propuso hacer una. Compuso Armida, obra que representa una historia de amor y deber en conflicto bajo el telón de fondo de la primera cruzada. En otras palabras, un coñazo. Esta es la razón por la que la llevó por los teatros alemanes. Como el humor prusiano es un tanto particular, tomaron Armida por una ópera bufa y tuvo un éxito completo, lo que consolidó la reputación de Salieri como un gran bufón.
Tras su cuestionable paso por la ópera seria se volvió a la ópera bufa, con La Fiera di Venezia, obra compuesta en tres idiomas cuya gracia consiste en que nadie entiende lo que se canta mientras muchos coros berrean y una soprano interpreta a una chacha que canta arias a las bravas. El populacho, en una época donde el CGI estaba poco desarrollado, se quedó fascinado ante tanta excentricidad, que para ellos eso era algo que ni hoy el cine 3D y Salieri fue muy imitado en lo sucesivo en todas estas trapisondas. Esto causó gran envidia a Salieri, ya que siendo él mismo el original, no podía robarse a sí mismo sus propias innovaciones, como sí podían hacer otros, lo que le llevó a albergar gran rencor hacia ellos.
También incursionó en esta época en la música instrumental, que diversos críticos y estudiosos han considerado insulsas y anodinas. Compuestas en un estilo galante, parece que estas piezas no constituyen las mejores galas del autor, el cual sintió, desde este momento, una gran rabia hacia los compositores que dominaban este tipo de géneros instrumentales.
Pero no obstante corrían buenos tiempos para Salieri. Su maestro Gassmann, que le permitía vivir de gorra en su casa, murió ese mismo año, casualmente y sin que hubiera pruebas de que había sido envenenado, año en que Salieri se casó con Therese Helferstorfer, hija -y heredera- de un financiero y funcionario de la tesorería de la corte recientemente fallecido también sin pruebas de que hubiera sido envenenado. Así fue como la nueva y acomodada pareja se quedó a vivir en el chamizo del viejo maestro, sin tener que aguantarle, mientras disfrutaban del dinero del fallecido suegro. Para celebrar su fortuna Salieri compuso un Aleluya para coro y orquesta.
José II había pensado en Gassmann para el puesto de director de la compañía de la ópera italiana, pero como ahora estaba muerto dio el puesto al que andaba más cerca, esto es, a Salieri. La gestión de Salieri fue modélica, si la tomamos como modelo de todo lo que no se debe hacer, queremos decir, ya que la compañía quebró solo tres años después ya que Salieri despedía fulminantemente y sin antes buscarles reemplazo a todos los trabajadores de la misma a los que tenía envidia. Así José II se decidió a fomentar más la ópera en idioma alemán, por lo que Salieri se planteó buscar nuevas oportunidades por ahí.
Envidiando cosas por Italia
Fue por entonces que Gluck recibió una oferta muy importante para componer la ópera inaugural en el teatro de La Scala de Milán, lo cual le valió la tirria de un Salieri a quien resquemaba por dentro no haber recibido la oferta él. No obstante, José II llamó a capítulo a Gluck y le dijo "Yo sé que lo que te propongo es renunciar a un encargo muy jugoso para tus intereses, pero míralo fríamente que todo son ventajas: se lo damos a Salieri, se larga una temporada para Italia y nos lo quitamos de encima". De esta manera, con la connivencia de Gluck, el emperador ofreció a Salieri tanto el encargo como una gira italiana tan larga como él quisiera.
Así Salieri compuso L'Europa riconosciuta, ópera que versa sobre precisamente su propia gira y la envidia que espera que se despierte por ello en sus colegas. Durante el viaje compuso otras tres óperas así como quien no quiere la cosa (que así le saldrían, ya que escribir con pluma en pentagrama cuando uno viaja en coche de caballos hace que el pentagrama tiemble más que los cristales de la lámpara araña en un sobreagudo de soprano y a saber qué notas pones). La última de ellas, llamada La escuela de los celosos, es un ingenioso estudio autobiográfico que anima a los jóvenes compositores a convertirse en pequeños salieris. Salieri ganó un montón de dinero gracias a este viaje, pero envidiaba no obstante a Gluck por haberse quedado junto al emperador José, ya que la cercanía al mismo siempre era un puesto de privilegio para tejer intrigas.
Vuelve a Viena... y entonces llega ESE
Al finalizar la gira, Salieri vuelve a Viena donde vuelve a ocupar su puesto a la diestra del emperador José II, que está muy preocupado por la enfermedad de la emperatriz María Teresa. Salieri se comportó como un auténtico hermano para el emperador y no se separó de la cabecera de la cama de la emperatriz. A menudo le llevaba bebidas e infusiones para que ella se refrescara, las cuales, por supuesto, nadie pudo probar que estuvieran envenenadas. Como resultado de la muerte de María Teresa, Salieri compuso y estrenó un Requiem que apuntaló finalmente su prestigio. Era el compositor más exitoso de Viena y de Europa y nadie le hacía sombra, pero...
...decide instalarse por aquel entonces en Viena un tal Wolfgang Amadeus Mozart. Salieri muestra un gran interés por conocer la música del compositor salzburgués y hemos de decir que queda realmente fascinado por la misma. En otras palabras: en lo sucesivo le odiará tanto como se puede odiar.
Y a lo tonto, a lo tonto, empieza un auténtico pique entre ellos, en el que se van lanzando diversas óperas a la cara. El pique culmina con un concurso en el que ambos han de componer y presentar una ópera sobre el mismo tema. Salieri aprovecha todas sus dotes musicales para tratar de vencer a toda costa y, gracias sobre todo al dinero de la herencia de su mujer y a los beneficios de su gira italiana, con los que soborna a los jueces imparciales (amigos suyos desde hace más de veinte años, pero aun así imparciales) logra hacerse con la victoria... y no obstante envidia la belleza de la música de Mozart y se dice que sigue poniéndole palos en las ruedas, moviendo todos los resortes a su disposición para boicotear el éxito de Don Giovanni . Sin embargo no hay pruebas de esto y son maledicencias. Salieri estaba en París cuando se estrenó la obra. Que todos sus lacayos estuvieran a la puerta del teatro diciendo a los transeúntes que no entraran a ver esa puta mierda de ópera no prueba que él les hubiera enviado allí. Y sin embargo este hecho hizo sospechar a Mozart defintivamente que el italiano tal vez no le quería bien, qué mal tomada es la gente.
Poco después Salieri empieza a componer música para un libretto llamado Così fan tutte, pero pronto lo deja de lado porque siente envidia de la gran habilidad literaria del autor del texto, Lorenzo Da Ponte. Es Mozart entonces quien retoma el proyecto y pone música a la obra de Da Ponte, obteniendo un enorme éxito, lo cual hace que Salieri esté dos semanas sin salir de su cuarto ni tan siquiera para hacer deposiciones. El propio emperador José alabó la obra de Mozart, pero curiosamente falleció al poco tiempo, sin que nadie pueda aportar pruebas de que había sido envenenado.
No obstante la reconciliación con Mozart llegaría pronto. El ahora exitoso austriaco compuso una fabulosa comedia La flauta mágica, e invitó a Salieri al estreno, pelillos a la mar, para que viera que por su parte no había rencores. La ópera le encantó a Salieri y cubrió a Mozart de elogios. En otras palabras: fue aquí cuando el salzburgués cavó definitivamente su propia tumba.
Al poco tiempo Mozart murió, dejando inconcluso su Requiem, sin que nadie pudiera probar si había sido envenenado.
La escuela del celoso
Tras el fallecimiento del emperador José II le sucedió su hermano Leopoldo II, quien no parece mostrar mucho interés por la música y fallece al poco tiempo de forma repentina, corriendo rumores de que ha sido envenenado. A este le sucede su hijo Francisco que da un golpe en la mesa y manda fuera de palacio a músicos y demás ministriles como si fueran vagos y maleantes antes de que Salieri pueda invitarle a tomar un miserable té para hablar las cosas. Por lo que en lo sucesivo se tuvo que buscar la vida.
Fue en estos años cuando Salieri se convirtió en un docente muy respetado en Viena. Comenzó tutelando a Franz Xaver Wolfgang Mozart, hijo de su otrora rival. ¡Qué delicia convertir él en un célebre compositor al vástago de su némesis, y que éste le debiera todos sus éxitos!... el problema es que esos éxitos nunca llegaron. Sin embargo sí tuvo más suerte con otros discípulos como Ludwig van Beethoven, y más adelante Franz Schubert y Franz Liszt. Cuánta admiración le despertaba el talento de sus jóvenes aprendices... ¡y cuánto les odiaba, secretamente, por sus dotes musicales, sus éxitos y su juventud! Más ahora que sin la protección de su bienamado emperador su música ya no la interpretaba ni el Tato ¿quién le mandaría a él especiar tanto sus bebidas?
Como el mal corroe por dentro, además de afilar los rasgos, el viejo Salieri terminó por enloquecer y se jactaba a gritos de haber envenenado a Mozart. Para su desgracia, lejos de creerle, sus pocos allegados le metieron en un manicomio, donde más adelante murió sentado sobre sus propias heces.
Obra
Compuso 39 óperas, pero a nadie le importan. Y sus obras en otros géneros vocales e instrumentales le importan a menos gente todavía.
Alban Berg • Alessandro di Guardia Diverdi • Alexander Scriabin • Anton Bruckner • Anton Webern • Antonio Salieri • Antonio Vivaldi • Arnold Schönberg • Béla Bartók • Carlo Gesualdo • Christian Cannabich • Claude Debussy • Domenico Scarlatti • Edgard Varèse • Ennio Morricone • Familia Keppen De Jo • Felix Mendelssohn • Francisco Tárrega • Franz Joseph Haydn • Franz Liszt • Franz Schubert • Franz Stuckenpeef • Frédéric Chopin • Georg Friedrich Händel • Giacomo Puccini • Giambattista Diverdi • Gustav Mahler • György Ligeti • Igor Stravinsky • Johann Sebastian Bach • Johann Sebastian Mastropiero • Johannes Brahms • John Cage • John Williams • Karlheinz Stockhausen • Lili Boulanger • Ludwig van Beethoven • Manuel de Falla • Modest Mussorgsky • Muhammad Ben Al Parrush • Nicola Vicentino • Perotín • Philip Glass • Pierre Boulez • Pyotr Ilyich Tchaikovsky • Ramuf Atam • Richard Strauss • Richard Wagner • Robert Schumann • Rosemary Brown • Siegfried Wagner • Wolfgang Amadeus Mozart

