Anton Webern
Nacimiento Defunción | Austria Austria |
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Estado actual | Muerto por fumar. |
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Lugar de residencia | Viena |
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Sobrenombres | SATOR AREPO TENET OPERA ROTAS |
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Se dedica a | Compositor. |
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Origen | De la nobleza (venida a menos) |
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Hazañas logradas | Llevó la música dodecafónica a su madurez y demostró, en sus propias carnes, que fumar es un vicio que mata. |
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Relaciones | Arnold Schönberg, Alban Berg |
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Enemigos | El tabaco, aunque él no lo sabía. |
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Poderes | La creación de palíndromos ahí donde menos te lo esperas. |
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Objetos | Papel pautado, piano, palíndromos. |
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Anton Friedrich Wilhelm "Pocholo" von Webern (1883-1945) Fue un compositor y director de orquesta austriaco, aunque nació en aquella época en la que si escuchabas que había partido y jugaba Austria-Hungría preguntabas contra quién. Junto con su condiscípulo Alban Berg fue secuaz de su maestro y mentor Arnold Schwarzenegger Arnold Schönberg en poner patas arriba y para siempre la música clásica, formando el letal Trío Calavera, más conocido en ámbitos académicos como Segunda Escuela de Viena (segunda, y sin que hubiera propiamente una primera, ellos eran así de excéntricos).
La música de Webern es, si cabe, la más radical de entre las de ellos, se caracteriza por su concisión, apetañamiento, racanería de medios y densidad de contenidos. Por poner el símil, es como si la Preysler fuera a mudarse de Villa Meona y metiera todos los muebles en un Seat Panda, y le quedasen además ordenaditos y bien plegaditos.
En vida su música fue primero polémica y después prohibida (a los Nazis les gustaban las mariconadas almibaradas tardorrománticas y no las depuradas abstracciones webernianas, que les parecían degeneradas, los cabrones tenían bastante cuajo). Pero tras su muerte se convirtió en toda una celebridad y los compositores de la generación posterior, como Pierre Boulez, Karlheinz Stockhausen o György Ligeti se ponían palotes con sus contrapuntos. Así de injusta es la vida.
Unos inicios de lo más románticos
Webern nació en Viena, la ciudad de la música. Sus padres eran de una familia de origen noble pero así venidos a menos. Fue bautizado con muchos nombres pero solo usaba el primero, porque era un tipo sencillo, así que se llamaba Anton von Webern. Cuando llegó la Primera República Austriaca le quitaron el "von" porque no les gustaba cualquier cosa que apestara a noble, y tres cojones le importó, se quedó como Anton Webern, con lo que su nombre se volvió más sencillo, sintético y aséptico, al igual que su música.
Su padre era un funcionario aburrido y su madre cantante y pianista, y fue a quien, sin duda, hemos de culpar por la vocación musical del chiquillo. De niño le gustaba estar en la casa del pueblo leyendo poemas y haciendo cosas cursis, y aun cuando su padre vendió la casa que allí tenían todavía volvía de visita y se le podía ver a menudo paseándose entre las tumbas del cementerio, por lo que los lugareños le tomaban por un pervertido.
Como era buen estudiante y sacaba muy buenas notas sus padres decidieron premiarle llevándole al Festival de Bayreuth a presenciar las descomunales óperas de Richard Wagner. Esto le causó tal trauma que decidió que cuando fuera compositor la más larga de sus obras duraría diez minutos, y que como tenía mucho que contar, habría que resumir y constreñirlo todo.
Así poco a poco fue creciendo e ingresó en la Universidad de Viena, donde realizó los infames estudios de Musicología. Al finalizarlos hizo su tesis sobre un compositor renacentista del que le interesaban los palíndromos y las pocas notas que usaba, elementos que más tarde incorporaría a su propio lenguaje musical. Webern era un AMANTE de las cosas palindrómicas y se podía pasar el día diciendo sin venir al caso cosas como "¿Acaso hubo búhos acá?", "Dábale arroz a la zorra el abad", "Roma ni se conoce sin oro, ni se conoce sin amor " o "¿Son mulas o cívicos alumnos?", lo cual hacía que los que le rodeaban dudaran no pocas veces de su salud mental.
Como todos los que estudian Musicología y quieren entender algo de Música, Webern hubo de buscar un compositor en condiciones que le instruyera. En un primer momento acudió a Hans Pfitzner, pero salió espantado por su ranciedad y conservadurismo, así que probó con el todavía relativamente desconocido Arnold Schönberg a ver qué pasaba. Y mal no fue la cosa, solo hay que ver el progreso de Webern entre su cursi Im Sommerwind (En el viento del Verano, inspirada en una poco opotuna fabada veraniega) y su Passacaglia Op.1 (inspirada en las señoritas que pasaban la calle) que hizo ya bajo la tutela de este maestro, quien le fue inculcando sus excentricidades. Fue entonces cuando conoció también a Alban Berg, el tercero de la terna de trapisondistas.
¡Que viva el atonalismo libre!
Como Berg y él hacían gala de seguidismo y adoración perruna respecto a su maestro, cuando éste abandonó la tonalidad ellos para allá fueron detrás, realizando piezas atonales que recibieron una calurosa acogida del público. Calurosa porque les apetecía calentar a hostias a sus autores. El caso es que Webern era tan audaz y espabilado que a veces se adelantaba a su maestro y hacía cosas todavía más osadas y excéntricas, lo cual le acarreo la admiración y hasta un poco de envidia por parte de este último. En una constante en las canciones de Webern de estos años el tema del vagabundo, alejado o perdido que busca su casa. Menudas kurdas que se debía pillar. Fueron años muy locos, tanto que se casó con su prima y todo, y sin importarle que los hijos pudieran salirle idiotas.
En los años posteriores a la I Guerra Mundial Webern fue secuaz de Schönberg en la organización de una Sociedad de Conciertos de Moderneces Musicales, dedicada a ensayar meticulosamente y presentar al público, sin que mediaran críticos hostiles (es decir, todos los críticos) o personas gustosas de organizar escándalos, las obras más excéntricas que se estaban produciendo en el momento. Se presentaron obras de compositores como Mahler, Debussy, Satie, Strauss, Stravinsky y el propio Webern. En definitiva, cualquiera. Cuando llegó la época de la hiperinflación Schönberg, Berg y Webern intentaron salvar la sociedad presentándose desnudos frente al público, pero ni por esas lo consiguieron.
Tras esto Webern consiguió trabajar en una "Sociedad Coral de Hombres Machos" pero fue expulsado (renuncia voluntaria, lo llamaron) por contratar a una cantante judía. No obstante lo readmitieron al convencerles el argumento de Webern para justificar su contratación: que ella era de lo más masculino.
Hablemos de dodecafonismo, cojones ya. El dodecafonismo va a llegaaaarrr
Empeñado en hacer con Schönberg igual que los japoneses con la tecnología (fusilar sus ideas descaradamente para después mejorarlas y dejarle en ridículo), Webern adoptó también el dodecafonismo, método compositivo plagiado a su vez inventado por su maestro.
Ya habíamos dicho que era un obseso de los palíndromos. Pues aquí ya se descocó del todo con ese tema. Su música está llena de simetrías, de melodías que suenan igual por el principio que por el final, por arriba que por abajo, por delante que por detrás, series de doce notas divisibles en grupos de tres que son a su vez retrogradaciones, inversiones y perversiones unas de otras. Todo esto se combina con un tratamiento de la orquestación en el que desarrolla la llamada Melodía de Timbres, porque en ella utiliza timbres de bicicleta.
En total solo hizo 31 obras y cortísimas, pero no es porque fuera un vago, como tú, sino porque las que hacía estaban llenas de relaciones tan complicadas entre las notas que ríete de los sudokus, y tenía que pensar mucho para que al final sonara "chis, pun ploink, tirirí".
¿Pero era nazi o no lo era?
Sus relaciones con el nazismo fueron más ambiguas que la sexualidad de David Bowie. Webern venía de una familia en la que eran todos medio fachos y aun su propio hijo resultó ser un nazi recalcitrante y atrabiliario (Webern y su mujer eran primos, recuerden, así que se explica). Pero por otra parte él se movía en ambientes artísticos donde por lo general abunda más la gente de carácter progresista, mentalidad abierta y sexualidad difusa. Y entre estas dos aguas se movía él.
A inicios de los años treinta era un entusiasta del nazismo, cosa que Adolfito le recompensó prohibiendo su música en Alemania, por considerarla degenerada y bolchevique (ellos, los nazis, eran más de músicas nacionalistas zafias e imitaciones baratas y vulgares de Wagner). El muy imbécil aun después de esto siguió enamorado fascinado por la figura de Hitler, a quien consideraba "ese hombre único", si bien el hecho de que tras la anexión de Austria su música fuera prohibida y tuviera que ganarse la vida como copista y corrector en una editorial, trabajando para ello en un sótano de mala muerte en el que compartía espacio con las ratas, sirvió para ir aclarándole poco a poco las ideas, y al final lo nazi se le fue quitando.
Schönberg, en lugar de hablar con Webern con franqueza y mirándole a los ojos, intentó en plan cotilla y de tapadillo utilizar intermediarios para que le preguntaran por sus simpatías nazis, y claro, estos temiendo herir los sentimientos del maestro le mentían y le decían que Webern de nazi nada, qué va, por Dios, cómo se te ocurre pensar tal cosa. Pero Schönberg tonto no era y se olía la tostada, lo cual le distanció de su discípulo. Eso y que se dio el piro (por la cuenta que le traía) a Estados Unidos, y claro, eso supuso bastante distancia. Webern por su parte decidió quedarse en Austria aun a pesar de que su música no pudiera ser exhibida allí y tuviera que componer prácticamente en secreto. Tenía mucho apego por las montañas y por sus pantalones tiroleses, y eso le tiraba mucho (quizás si le hubieran ajustado mejor los pantalones le tiraran menos). Hay que decir que no era particularmente antisemita (bueno, un poco sí) y protegió a algunos judíos como Jorgito Schönberg, hijo de su maestro. El tal Jorgito, a diferencia de su padre (y a pesar de la cuenta que le traía) se quedó en Austria, se ve que muchas luces no debía tener. Webern consiguió ocultar a Jorgito y su familia en la casa de los Webern ahí en el pueblo (otra distinta de la que había vendido su padre, tenían muchas). Cuando por fin acabó la II Guerra Mundial fue Webern el que se marchó de la casa del pueblo por piernas antes de que llegaran los Aliados (por lo que pudiera pasar) y estos descubrieron allí a Jorgito, en un chalecito decorado con todo tipo de esvásticas, cuadros nazis y posters de Hermann Göring en tanga. Ya iban a pasar al tar Jorgito por las armas por nazi cuando éste les mostró la estrella amarilla de David cosida en su solapa, con lo que los aliados se descojonaron bastante de risa y, tras darle dos collejas, le dejaron tranquilo. Al final Jorgito se quedó de "invitado" en el chalecito durante décadas, que las hijas de Webern le decían que se largara, pero no se iba el tío ni con agua caliente.
Fumar puede matar
Al concluir la guerra Webern se había reunido con toda su familia y estaban todos muy contentos. hijas, yernos a su vez concuñados, unos más nazis, otros menos nazis... imagínate lo que tenían que ser las cenas. Su yerno le regaló unos puros que había conseguido en el mercado negro, y como se dedicaba al contrabando sabía que esa noche los americanos iban a arrestarle, pero le daba igual, e incluso le venía bien: el calabozo era un buen sitio para seguir haciendo negocios y trapicheos, dedicándose a la compraventa de tabaco, café o incluso su propio ano. Así que todo era algarabía. Acostaron a los niños y se bebieron un vinazo, y a esperar el arresto. Cuando llegaron los americanos Webern decidió apartarse del jaleo -se avergonzaba un poco de su yerno- y salió a la terraza con su encendedor de plata a fumarse un puro. Un soldado que se había quedado fuera vio la silueta de Webern aparecer por la puerta principal y al ver el brillo del encendedor pensó que era una pistola, así que, fiel a la costumbre de los americanos de disparar primero y preguntar después, le descerrajó tres tiros. Recordad, amigos, fumar mata. Cada vez más.
Dicen que el soldado, un tal Bell, después se sentía muy culpable y andaba muy deprimido por haber matado por error al gran compositor. Y eso que nunca había escuchado la música de Webern. O tal vez por eso.
Legado e influencia posterior
Si bien la música de Webern había estado prohibida durante el nazismo, tras su muerte encandiló a la generación más joven de compositores y la línea por él iniciada se volvió hegemónica en la vanguardia europea y parte de la americana. Boulez, demostrando su particular concepción de la tolerancia estética y creativa incluso tachaba de inútil a aquel que se atreviera a tirar por otros caminos y movía hilos para condenarlo al ostracismo. Pero todo esto Webern no llegó a verlo porque estaba criando malvas. Así que ya sabes, si eres un fracasado siempre te queda la oportunidad de obtener un gran reconocimiento póstumo, lo cual es ser doblemente pringao, porque para entonces ya te va a dar igual. Jaja.
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