Inquietante cabello, perenne bigote, negras vestiduras, cuerpo intoxicado y alma atormentada.
Estas son las señas de identidad de este escritor maldito, reflejo esperpéntico del lado oscuro del ser humano con pinta de inspector de Hacienda de provincias. En su obra sentó las bases de toda la literatura de terror que ha llegado hasta nuestros días, y nadie ha retratado como él las miserias animales del espíritu humano (salvo algunos programas de televisión). Su voz se hace presente en los crujientes aleteos de los cuervos, en los chillidos estridentes del murciélago, en la cola de la pescadería. Su muerte fue sólo el principio. Este es el escritor, el animal y el hombre: