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Mitología polinesia

De Inciclopedia
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Cada vez que alguien lo lee, Dios mata un gatito.
Los Rapa Nui dejaron estas cabezas gigantes para que los turistas tuvieran algo que fotografiar mientras destruían la isla.

La mitología polinesia es el conjunto de historias sobre dioses surfistas, monstruos marinos y guerreros con nombres impronunciables que creían los habitantes de las islas del Pacífico antes de que llegaran los misioneros con sus biblias y enfermedades venereas.

Cuando los polinesios navegaron por medio océano en canoas que parecían palillos de dientes (véase Moana), se llevaron consigo sus dioses, que al igual que ellos, eran expertos en navegar pero pésimos para quedarse quietos en un solo lugar. Los polinesios se consideraban los mejores navegantes del mundo y tenían razón, porque lograron poblar islas que ni siquiera sabían que existían hasta que se estrellaron contra ellas.

Un solo océano, mil pueblos diferentes

El triángulo polinesio: la zona más grande del mundo poblada por gente que prefería vivir en islas perdidas antes que en continentes normales.

Hablar de mitología polinesia como si fuera una sola cosa es como decir que todos los europeos son iguales porque viven en el mismo continente (y es correcto). La realidad es que la Polinesia abarca desde Hawái hasta Nueva Zelanda y desde la Isla de Pascua hasta Samoa, lo que significa que hay más agua entre estas culturas que entre España y Japón. Cada grupo de islas desarrolló sus propias versiones de los mitos, adaptándolas a su clima, sus recursos y su nivel de paranoia respecto a los vecinos.

Los hawaianos tenían a Pele (la diosa, no el jugador) como la estrella principal porque vivían literalmente sobre volcanes activos. Los maoríes de Nueva Zelanda preferían historias sobre Maui pescando su isla porque les gustaba presumir que vivían en el lugar más grande que había pescado alguien. Los habitantes de Tahití se especializaron en dioses del amor y la fertilidad porque tenían tanto tiempo libre que no sabían qué hacer con él. Los de Rapa Nui se obsesionaron tanto con sus ancestros que construyeron cabezas gigantes para recordarlos, aunque se les olvidó incluir los cuerpos.

La tierra prometida que nunca existió

Hawaiki según las descripciones: el lugar perfecto para jugar.

Todos los polinesios hablaban de Hawaiki, la isla madre de donde supuestamente venían todas las tribus y a donde regresaban las almas después de la muerte. Era como el paraíso terrenal, pero versión isleña y con mejores playas y todo incluido. El problema es que cada cultura polinesia tenía su propia idea de dónde estaba Hawaiki y cómo era, lo que sugiere que nadie sabía realmente de qué estaba hablando.

Para los maoríes, Hawaiki era el lugar donde vivían sus ancestros antes de llegar a Nueva Zelanda en sus waka. Para los hawaianos, era una isla mítica en el oeste donde residían los dioses. Para los tahitianos, era el hogar original de donde partieron sus primeros navegantes. Básicamente, Hawaiki era cualquier lugar que sonara mejor que donde estaban viviendo en ese momento.

Los navegantes más aventurados siempre prometían que iban a encontrar Hawaiki en su próximo viaje, pero curiosamente nunca regresaban para contar cómo era. Esto podía significar dos cosas: o realmente habían encontrado el paraíso y decidieron quedarse allí para siempre, o se habían perdido en el océano y los tiburones se los habían comido. La mayoría apostaba por la segunda opción pero seguían buscando por si acaso.

Hawaiki también funcionaba como el lugar perfecto para depositar todo lo que no se podía explicar. Si alguien tenía poderes especiales, venía de Hawaiki. Si aparecía una planta nueva en la isla, había llegado flotando desde Hawaiki. Si alguien tenía una pesadilla muy rara, había visitado Hawaiki en sueños. Era muy conveniente tener un lugar mítico donde echar toda la culpa de lo inexplicable.

La leyenda de la creación del mundo

Papa y Rangi se abrazaron fuertemente, la parte de abajo está censurada porque estaban más conectados que lo que se ve.

Los polinesios tenían una teoría bastante claustrofóbica sobre el origen del mundo. Según ellos, al principio existían dos dioses llamados Rangi (el Cielo) y Papa (la Tierra) que se la pasaban abrazados tan fuerte que no dejaban espacio para nada más. Sus hijos vivían aplastados entre estos dos gigantes cariñosos y ya estaban hartos de no poder ni respirar y de ver cosas que ningún hijo debería ver. Después de varios intentos fallidos de psicología familiar, decidieron separar a sus padres a la fuerza.

Tane, el dios de los bosques, fue quien finalmente logró empujar a su padre hacia arriba con los pies, creando el espacio entre el cielo y la tierra. Rangi se puso a llorar de la tristeza por separarse de su esposa, y sus lágrimas se convirtieron en lluvia, mientras que Papa suspiraba tanto que creó las nieblas matutinas (ese apego no era normal ni saludable). Los otros dioses aprovecharon para decorar el nuevo espacio con montañas, ríos y todo lo necesario para que los humanos tuvieran donde vivir y quejarse del clima.

El robo del fuego

Los humanos vivían como cavernícolas comiendo pescado crudo y frutas, hasta que Maui, el dios más travieso y problemático del panteón, decidió que ya era hora de que tuvieran fuego para cocinar. Maui era el tipo de dios que siempre metía la pata pero al final las cosas le salían bien por pura suerte.

Se fue volando hasta el inframundo para robarle el fuego a su abuela Mahuika, que tenía fuego en las uñas de los pies y las manos porque en realidad es el hongo que le crece a los dioses. La abuela, que era una viejita consentidora, le regaló una uña con fuego, pero Maui, que era un idiota, la apagó en el primer río que encontró para ver qué pasaba. Regresó por otra uña, y otra, y otra, hasta que la abuela se dio cuenta de que su nieto la estaba viendo la cara y se encabronó tanto que le aventó la última uña encendida.

Maui salió corriendo con el trasero en llamas y para salvarse prendió fuego a todos los árboles que encontró. Cuando la abuela se calmó, decidió que el fuego se quedaría para siempre en la madera, para que los humanos pudieran sacarlo frotando palos (y ya no perder más uñas), pero que tuvieran que trabajar para conseguirlo como castigo por tener un dios tan baboso.

El héroe más sobrevalorado

Maui intentando pescar Nueva Zelanda, que resultó ser más grande de lo que pensaba.

Maui es el héroe más famoso de la mitología polinesia, aunque sus hazañas parecen más travesuras de niño malcriado que actos heroicos. Era un semidiós que nació tan pequeño y feo que su madre lo tiró al mar envuelto en su propio cabello, pero sobrevivió porque los dioses del océano lo adoptaron porque también eran feos y le enseñaron magia fea.

Sus hermanos mayores, que eran pescadores profesionales, no lo dejaban ir con ellos porque era un estorbo. Maui se vengó escondiéndose en su canoa y cuando estuvieron en alta mar, sacó su anzuelo mágico hecho con la mandíbula de su abuela (que también se la regaló, era demasiado consentidora) y pescó toda Nueva Zelanda de una sola tirada. Sus hermanos se emocionaron tanto que empezaron a saltar en la canoa, haciendo que la isla se partiera en pedazos, por eso Nueva Zelanda tiene esa forma tan rota.

También se le ocurrió la brillante idea de hacer más lento el sol porque pasaba muy rápido por el cielo y no daba tiempo de hacer nada durante el día. Esperó al sol en su guarida con una cuerda hecha del cabello púbico de su abuela y cuando Ra (o Tamanuiterā como lo llamaban los maoríes) salió, le amarró las patas y lo golpeó hasta que prometió ir más despacio. Por eso los días duran más tiempo, aunque el sol quedó medio cojo y por eso se tambalea cuando se oculta.

La muerte de Maui

Maui decidió que iba a conquistar la muerte porque ya se había aburrido de todas las demás cosas. Se fue a buscar a Hine-nui-te-po, la diosa de la muerte, que dormía con la boca abierta en el inframundo. Su plan era meterse por la boca, salir por el otro lado y así demostrar que había vencido a la muerte.

Le dijo a los pájaros que lo acompañaban que no hicieran ruido mientras él se metía en el cuerpo de la diosa. Todo iba bien hasta que vieron los pies de Maui saliendo por el trasero de Hine-nui-te-po y les dio tanta risa que empezaron a cantar y chillar. La diosa despertó, cerró las piernas y partió a Maui por la mitad, condenando a los humanos a ser mortales para siempre. Los pájaros siguen cantando hasta hoy porque les sigue dando risa.

Panteón de dioses navegantes

Los pesados principales

Los dioses polinesios posaban para las cámaras como si fueran modelos de revista masculina.
  • Ku: es el dios de la guerra y de partir madres, equivalente al Ares griego pero con mejor bronceado e igual de encuerados. Los guerreros le ofrecían sacrificios humanos antes de las batallas, y si ganaban le ofrecían más sacrificios para celebrar. Si perdían, obviamente ya no podían ofrecerle nada porque estaban muertos. Era un dios muy práctico.
  • Lono: dios de la fertilidad, la paz y la agricultura, básicamente todo lo contrario a Ku. Durante su temporada se prohibían las guerras y se dedicaban a plantar, cosechar y hacer niños. Cuando regresaba Ku, volvían a las andadas. Era como tener dos personalidades en una sola sociedad.
  • Kane: dios del agua dulce y de la vida, que tenía la importante tarea de asegurarse de que no se murieran todos de sed en medio del océano. También creó al primer hombre, que salió medio defectuoso porque se le olvidó ponerle branquias para vivir bajo el agua.
  • Kanaloa: dios del océano y compañero de Kane, especialista en hacer que las canoas no se hundieran y los navegantes no se perdieran. Tenía forma de pulpo, lo que era muy conveniente para agarrar varias cosas a la vez cuando estaba trabajando.
  • Pele: la diosa de los volcanes más temperamental de toda la Polinesia. Vivía en los cráteres de Hawái y cuando se enojaba hacía erupción y destruía pueblos enteros. Su hobby favorito era pelear con su hermana Namaka, diosa del mar, porque ambas querían el mismo novio. Sus peleas causaban tsunamis y terremotos, pero a ellas no les importaba porque estaban muy ocupadas siendo dramáticas.
  • Tangaroa: el jefe supremo del océano en la mitología maorí, que controlaba todo lo que vivía en el mar. Era el padre de todos los peces, mariscos y monstruos marinos, y decidía si los pescadores regresaban a casa con la canoa llena o vacía.

Los dioses de reparto

Laka enseñando hula a sus primeras alumnas, que obviamente pagaron por adelantado.

Como en toda mitología que se respete, los polinesios tenían dioses para cada cosa específica, desde el dios de los cocos hasta el dios de los callos en los pies.

  • Laka: diosa del hula y de mover las caderas de manera hipnótica. Inventó la danza hawaiana para que las mujeres tuvieran algo que hacer mientras los hombres se iban a pescar por semanas. También era patrona de la vegetación selvática, porque alguien tenía que cuidar las plantas mientras todos estaban bailando.
  • Haumea: diosa de la fertilidad que tenía el útero más productivo del Pacífico. Podía dar a luz a islas enteras y regenerar su cuerpo después de cada parto. Sus hijos salían por diferentes partes de su cuerpo según el humor que tuviera ese día.
  • Poliahu: diosa de la nieve que vivía en las montañas altas de Hawái, donde hacía frío suficiente para que existiera nieve en medio del trópico. Era la rival eternal de Pele y sus peleas creaban el contraste entre el fuego de los volcanes y la nieve de las cimas.
  • Hi'iaka: hermana favorita de Pele y diosa de la danza hula, que tenía el trabajo de calmar a su hermana cuando se ponía muy violenta. Era experta en diplomacia familiar y en evitar que Pele destruyera Hawái cada vez que se enojaba por algo.
  • Rata: héroe navegante que construyó la primera canoa gigante para viajar largas distancias. Su canoa era tan grande que podía llevar a toda una tribu completa, con provisiones, animales domésticos y hasta los suegros molestos.

Criaturas que dan pesadillas

O que por lo menos te hacen pensar dos veces antes de meterte al mar.

He Purapura - Te Taniwha Me Te Poraka (28006983045).jpg Taniwha
Dragones de agua que protegían las tribus y comían a los visitantes indeseados. Muy convenientes para el control de población.
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Tiburón gigante que se creía muy gracioso asustando a los navegantes hasta que se hizo amigo de un pulpo y se volvió vegetariano.
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Menehune Bank from 1946.png Menehune
Duendes hawaianos que construían cosas por las noches y desaparecían al amanecer. Los primeros trabajadores de construcción con horario nocturno.
Mo'o
Lagartos gigantes que podían transformarse en mujeres hermosas para seducir hombres y después comérselos. Las primeras femme fatale del Pacífico.
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Pouakai.jpg Pouakai
Águilas gigantes que cazaban humanos como si fueran conejos. Se extinguieron cuando se acabaron los humanos de tamaño snack.
Kauhuhu
Rey tiburón que vivía en una cueva submarina y decidía cuáles surfistas se merecían ser mordidos.
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Nightmarchers.jpg Caminantes nocturnos
Fantasmas de guerreros muertos que caminaban por las noches buscando pelea con cualquiera que se cruzara en su camino.

De lo oral a lo escrito

El problema con la tradición oral es que dependía completamente de la memoria de personas que a veces se emborrachaban con kava o se distraían viendo pasar ballenas. Si un kumuhula se moría antes de enseñar todas las historias, esa información se perdía para siempre. Si se le olvidaba un detalle importante, la próxima generación se quedaba sin saber por qué Maui tenía exactamente siete hermanos y no seis.

Cuando llegaron los misioneros europeos en el siglo XVIII, se horrorizaron al descubrir que estos pueblos no tenían libros sagrados ni escritura. Decidieron que era su deber cristiano escribir todas estas historias paganas para después quemarlas más eficientemente. Muchos misioneros documentaron los mitos polinesios, pero los filtraron a través de su mentalidad cristiana, convirtiendo a los dioses en demonios y las ceremonias en rituales satánicos.

Hoy en día, los estudiosos intentan separar lo original de lo añadido, pero es como tratar de sacar los huevos de un pastel ya horneado. La mitología polinesia escrita que conocemos es probablemente diferente de la original, pero es lo que tenemos y tendremos que conformarnos.

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