Lista de tribus urbanas
|
Este artículo está dedicado a la memoria de <inserta tu nombre aquí> |
En este artículo analizaremos varias de las diferentes subculturas que podemos encontrar en nuestras ciudades y la red actualmente. Sirve además como resumen e introducción a las páginas dedicadas a cada tribu en nuestra Inciclopedia.
¿Qué son?
¿Te has topado con un grupo de personas vestidas exactamente igual, como si hubieran salido de una fábrica de estilo en serie? ¡Felicidades! Has descubierto una auténtica Tribu Urbana.
Mini clase de latín exprés: “Trivia” significa cosas sin importancia, y “Urbi” se refiere a la ciudad o a una multitud. ¿El resultado? Gente reunida por gustos extraños, pero compartidos.
¿Por qué existen estas bandas tan peculiares? La ciencia tiene sus teorías:
- Crisis de identidad: “No sé quién soy… pero si me tiño el pelo de verde y me pongo diez piercings, tal vez me encuentre.”
- Publicidad poderosa: Alguien les convenció de que usar capucha es una forma de ver el mundo.
- Falta de estilo propio: Es más fácil copiar que crear.
Sus costumbres son todo un espectáculo:
- Uniforme oficial: Para identificar a los del team y evitar infiltrados.
- Reuniones rituales: Se congregan en plazas o centros comerciales para sentirse menos raros… en grupo.
- Señales de humo digitales: Usan redes para coordinar sus “raids” (léase: juntarse a tomar algo y filosofar sobre la vida).
¡Ojo! No confundas tribu con ideología. En una sola pueden convivir:
- Anarquistas que viven con mamá
- Justicieros del WiFi
- Alternativos de derecha
- Y hasta fans del canibalismo (esperamos que solo sea metafórico)
En resumen: si quieres ser único, únete a los que son únicos… todos igualitos.
- ¡Larga vida a las tribus!
Tribus Urbanas
Grunges
Hoy en día, nadie sabe con certeza si siguen entre nosotros o si se extinguieron junto con Kurt Cobain. La teoría más aceptada es que los ejecutivos discográficos los mandaron al reciclaje tras descubrir que eran una fotocopia mal impresa de los shoegazers. Originarios de Seattle (alias Gringolandia), los grunges nacieron del romance ilícito entre el señor Punk y la señora Indie. Como su nombre lo sugiere (grunge = mugre), tienen una relación complicada con el jabón, el agua y cualquier producto que huela a limpieza. Su perfume oficial: resina vieja y sudor vintage.
Morfología estándar
- **Pelaje largo y grasiento:** No es cabello, es una declaración de principios.
- **Camisas de franela a cuadros:** Sirven como abrigo, pijama y manta emocional.
- **Pantalones rotos:** No por estilo, sino por desinterés absoluto.
- **Zapatillas Converse:** Tan desgastadas que podrían contar historias… si tuvieran suelas.
Sonido característico
- Su música suena como un resfriado mal curado con eco. Algunos de sus himnos vienen de:
- Nirvana
- Mermelada de Perla (Pearl Jam)
- Alicia en las Cadenas (Alice in Chains)
- Juventud Sónica (Sonic Youth)
- El Huerto Sonoro (Soundgarden)
Ideología
- La filosofía grunge se resume en una sola consigna: **resistencia activa a la higiene personal**. El existencialismo les parece demasiado comprometido.
Tendencias violentas
- No son agresivos… salvo que alguien se acerque con una esponja y jabón. En ese caso, la escena se vuelve digna de una película de terror clase B.
Adicciones
- Heroína (como tributo cultural, no como moda)
- Polvo acumulado debajo de la cama
- Existir sin propósito, pero con mucha distorsión
Metaleros, Jebis o Metachos
Emergieron con estruendo en los años 70, ganándose el Récord Guinness como la “Especie Urbana Más Antigua y Persistente”. Como cucarachas nobles, sobreviven a todo: desde dictaduras hasta sus propias malas decisiones. Compensan su alarmante déficit de sabiduría, humildad e higiene con un volumen capaz de perforar tímpanos. Se autoproclaman la tribu más ruda y peligrosa… al menos en sus propios pósters. En la práctica, su filosofía se resume en: “Vive y deja morir… de envidia por mi chaqueta”.
Sus subespecies incluyen:
- Thrashers: confunden la ducha con una leyenda urbana.
- Blackers: adolescentes góticos que juran ser la encarnación del mal, pero aún viven con mamá.
- Industriales: sueñan con ser cyborgs, pero se apagan si llueve.
- Metalcore: los "poperos" del metal, con breakdowns y peinados estilizados.
- Aggros: un experimento fallido de mezclar riffs con rap y rabia.
Morfología
- Cabellera desordenada (o calvicie orgullosa), barba que funciona como despensa portátil, armadura de cuero o mezclilla con picos (ideal para abrir latas de cerveza), camiseta de banda desgastada y pantalones que muestran más rodilla que dignidad. En los pies: botas militares o tenis que han pateado más amplificadores que pelotas.
Música
- Heavy Metal en todas sus mutaciones. Desde los clásicos como *Iron Maiden* y *Black Sabbath*, pasando por los que suenan a discoteca demoniaca (*Rammstein*) hasta los que suenan a batalla épica (*Dragonforce*) o a garage infectado (*Sodom*). Su banda favorita siempre será aquella que más moleste a los vecinos.
Ideología
- Antiautoritarios, rebeldes y expertos en evadir responsabilidades (léase: **PEREZOSOS**). Su credo: alcohol, caos y el volumen al tope. Son un campo minado ideológico: los *Alt-right* los seducen con el señuelo de “ser rudos”, una estrategia tan efectiva como domar un rinoceronte con una flauta. Otros se inclinan a la izquierda, demostrando que su única postura coherente es la incoherencia.
Tendencias violentas
- Inofensivos si están sobrios (estado mitológico). Peligrosos si están ebrios (su estado natural). Pueden mutar en “Ángeles del Infierno”, con cascos prusianos comprados en línea. Los metaleros *Alt-Right* podrían golpear a un SJW, pero sólo si se interpone entre ellos y el baño.
Adicciones
- Alcohol (su gasolina), tabaco, marihuana, cocaína, heroína… y la más peligrosa de todas: la ilusión de que su solo de guitarra imaginario es digno de estadio.
Jipis
Brotan principalmente en Estados Unidos, como hongos alucinógenos tras la lluvia. Hay dos especies dominantes: los **Fósiles Crótalos**, que aún buscan Woodstock en Google Maps con la esperanza de que una zoomer les dé like, y los **Neo-Jipis**, la misma lata pero con mejor cobertura 5G y cuenta de TikTok. Da igual: es ley cósmica que por cada jipi que se extingue, otro nace oliendo a patchouli y hablando de chakras. Se rumorea que se necesitan 1001 jipis para cambiar una bombilla: uno la enrosca, y los otros mil se sientan en círculo a canalizar la “energía lumínica” mientras culpan al capitalismo de que se fundiera.
Morfología
- Visten como si un loro hubiera explotado sobre un costal de arroz. Gafas redondas (para ocultar los ojos tras un viaje astral), melena que desafía la gravedad y las tijeras, y sandalias que proclaman amor por la Tierra y odio por los juanetes. El Neo-Jipi conserva la esencia, pero la compra en una tienda “eco-chic” con precios que harían llorar a Adam Smith.
Música
- Su banda sonora va desde *Jimi Hendrix* incendiando el himno nacional hasta un tema de 45 minutos de *Grateful Dead* que suena como si el universo estuviera afinando. Los Neo-Jipis agregan electrónica “para meditar”, folk nacional cuidadosamente curado (nada que huela a banda de pueblo), y playlists con nombres como “Vibras Cósmicas para el Equinoccio”.
Ideología
- Pacifistas, siempre que no les quites el último brownie de marihuana. Su filosofía se sostiene sobre dos pilares: la experimentación química (rebautizada como “expansión de conciencia”) y el amor libre (preferiblemente en grupo, para ahorrar en renta). El Neo-Jipi ha incorporado el vocabulario “progre” para explicar por qué su estilo de vida es más ético, más consciente y más caro que el tuyo.
Tendencias violentas
- Nulas. En los 60, la policía los apaleaba por tener flores en el pelo. Hoy, las leyes los protegen y su agresividad se limita a un “¡qué mala vibra, hermano!” si les pisas la chancleta. El marcador de violencia está tan zen como ellos.
Adicciones
- Desde la marihuana (su desayuno continental) hasta el LSD (su doctorado en cosmología), pasando por hongos que te hacen ver colores que ni Pantone ha catalogado. Básicamente, cualquier sustancia que convierta una alfombra en una nave intergaláctica.
Mods
Surgieron en el Londres de los años 60 con una misión sagrada: ser más modernos que el futuro. Y vaya si lo lograron. Su grupo insignia, *The Who*, les dedicó un himno para gritar “Hope I die before I get old” mientras se peinaban con precisión quirúrgica. Son tan modernos que su época dorada ya tiene placa de patrimonio cultural.
Morfología
- Parecen contables de día que por la noche se transforman en caballeros del asfalto sobre una Vespa. Llevan el cabello tan engominado que ni un huracán lo despeina, trajes entallados que harían llorar a un sastre clásico y una parka militar que los protege del clima gélido de la pista de baile. Su amor por las scooters *Vespa* y *Lambretta* es tan profundo como su terror a rayarlas.
Música
- Su soundtrack es puro refinamiento sesentero: *The Who*, *The Small Faces* y todo lo que combine ritmo negro con guitarra blanca. Su playlist es un museo de buen gusto, curado en vinilo y con portada impecable.
Ideología
- Liberales clásicos. Creen en el individuo, en el estilo como declaración política y en que la mejor filosofía se debate con una cerveza artesanal en mano (cuanto más exclusiva y difícil de pronunciar, mejor).
Tendencias violentas
- Sus archienemigos naturales son los *Rockers*, adoradores del cuero y las motos que rugen. Fuera de las batallas campales en Brighton, son pacíficos… salvo que critiques su peinado o derrames algo sobre su parka. Entonces, prepárate para una guerra de miradas y sarcasmo.
Plásticos
(véase:Americanistas, Metrosexuales, Pijos (España), Fresas (México), Chetos (Paraguay, Argentina y Uruguay), Gomelos (Colombia), Cuicos o Pelolais (Chile), Pitucos (Perú), Sifrinos (Venezuela), Pipis (Costa Rica), Pelucones (Ecuador), Jevitos (República Dominicana), Yeyés (Panamá), Preppies y Valley Girls (Estados Unidos), Posh (Gran Bretaña), Caqueros (Guatemala).)
Han existido desde que una ameba se puso la primera corbata. Su evolución darwiniana es impecable: antes fueron patricios romanos, luego señores feudales, y hoy son influencers con el dinero de papá y el ego de un CEO. Su aspecto es tan pulcro que parecen recién desenvueltos, con etiqueta y código de barras incluidos.
Nomenclatura
- Se llaman *Kevin*, *Brittany* o *Guillaume*. Sus apellidos suenan a castillo con foso y mayordomo. Es su forma de advertir: “Llevo generaciones sin tocar un plato sucio”.
Teología
- Su santísima trinidad: el Dólar, el Euro y el Copyright. Veneran a *Justin Bieber* en sus altares y ven a China como el anticristo con pandas. Rezan para que el tipo de cambio les favorezca en Ibiza y que el WiFi del yate no falle.
Morfología
- Parecen estatuas griegas, pero con spray autobronceador y filtro de Instagram. Visten ropa tan cara que duele mirarla (aunque sea idéntica a la del bazar, pero con un logo que grita “estatus”). El iPhone es su cetro; el Apple Watch, su corona. Si no brilla, no vale.
Ideología
- Capitalismo neoliberal en estado puro. Creen que “el pobre es pobre porque quiere” y que la meritocracia empieza en la cuna… de oro. Algunos se apuntan a la *alt-right* para blindar su privilegio; otros se hacen *woke* para lavar culpas y sumar likes. Su ideología es tan flexible como su tarjeta platinum.
Música
- Pop comercial, reguetón de boutique, tumbados para el brunch y K-Pop de catálogo. Su playlist es como un anuncio de Coca-Cola: brillante, vacío y globalmente reconocible.
Tendencias violentas
- Solo si les cortan la tarjeta *black*. Entonces desatan su arma más letal: el berrinche de adolescente consentido con acceso a abogados.
Adicciones
- Compras compulsivas, likes como oxígeno, cocaína de diseño y el dulce sonido de su cuenta corriente engordando. Viven en una versión low-cost de *El Lobo de Wall Street*, pero con menos talento y más ayuda paterna.
Punks, Punkies o punketos
Irrumpieron en el Reino Unido de los 70, no con un golpe, sino con un escupitajo. Son la prueba viviente de que la anarquía huele a ropa que lleva semanas fermentando en un squat. Hoy son especie en peligro de extinción, mutando en skaters que prefieren el jugo verde al filete y el activismo digital al cóctel molotov. Su resurrección en los 2020s es pura nostalgia: como los *flip phones*, pero con más tachuelas y peor humor.
Morfología
- Su cresta funciona como antena para captar malas vibras. Visten cuero (o su versión plástica que raspa igual), botas militares ideales para patear el sistema… o una farola. Los piercings parecen un intento fallido de blindaje facial. Su estética es una declaración de guerra contra el buen gusto y la dermatología.
Música
- Un grito sordo de rabia contra todo, especialmente contra las melodías agradables y los acordes afinados. Sus ídolos: *Sex Pistols*, *La Polla Records* y *GG Allin*, el único que convirtió el escenario en zona de desastre biológico. Si suena limpio, no es punk.
Ideología
- Anarquistas, okupas y antisistema. Su programa político cabe en una pintada: “¡Destruir!”. Lo de construir es un detalle burgués que se discute después… si queda algo en pie. Su biblia es un fanzine fotocopiado y su constitución, una servilleta manchada de cerveza.
---
Tendencias violentas
- Su deporte favorito. Consideran una discusión filosófica como un intercambio de golpes. El marcador violencia/calma siempre está desbordado del lado rojo. Si hay paz, es sospechosa.
Adicciones
- Todo lo que se fume, se inyecte o se esnife. Desde la hierba hasta el basuco, pasando por solventes que podrían disolver el sistema… y sus neuronas. Su lema: “Si no te mata, te hace más punk”.
Hípsters
Emergieron en Europa Occidental en los años 90 como una tribu urbana de culto alternativo, y en la década de 2010 lograron secuestrar el imaginario global. Abominan lo popular (“mainstream”) y rinden culto a lo alternativo, lo orgánico y lo independiente. En resumen: una legión de clones que se visten igual, escuchan lo mismo y se jactan de ser únicos. Gobernaron la estética y la conversación cultural de los 2010 hasta que el COVID y Putin, en un acto de justicia poética brutal, les arrebataron el protagonismo y los devolvieron a las catacumbas del olvido. Se ignora si aún respiran o si son solo un holograma de nostalgia. El virus y el presidente ruso fueron crueles, sí, pero ecuánimes.
Morfología**
- Vestirse como abuelo con estilo es el uniforme oficial: chalecos que huelen a naftalina, pantalones que presenciaron el nacimiento del gramófono y zapatos que parecen haber limpiado establos. Complementos imprescindibles: Converse mugrientos (cuanto más rotos, más “auténticos”), camisetas de bandas que ni Spotify reconoce, bufandas en pleno verano y peinados que gritan “¡socorro!”. El bigote o barba de leñador urbano es obligatorio para los chicos; las chicas, por su parte, padecen una compulsión estética por fotografiar sus pies con esmalte “rojo zorra”. Ambos géneros deben portar un iPhone, indispensable para tuitear su desprecio al capitalismo mientras lo consumen.
Música
- Su dieta sonora se limita a cualquier cosa con el prefijo “Indie-”: Indie-Rock, Indie-Folk, Indie-Pop, Indie-Electro, Indie-Estreñimiento. La producción debe sonar como grabada en una lata oxidada. Veneran bandas que juraron nunca venderse, hasta que lo hicieron; entonces las desprecian con teatral desdén. Ejemplos clásicos: Radiohead, The Smiths, y similares. Prefieren el vinilo, no por su calidad sonora, sino por el ritual snob de soplarle el polvo con aire de superioridad.
Ideología
- Su credo es el desprecio al mainstream. Practican un elitismo estético que los lleva a ver series “refinadas” (tan malas como las demás, pero en blanco y negro). Muchos se autoproclaman woke, predicando justicia social entre sorbo y sorbo de café orgánico a 10 dólares la taza.
Tendencias violentas
- No golpean, evangelizan. Su arma es el sermón condescendiente 24/7 sobre por qué el resto somos primates ignorantes. Esta actitud suele culminar en una paliza verbal —o literal— por parte de oyentes hartos de tanta superioridad moral.
Adicciones
- Marihuana (para pensar), heroína (para sufrir con estilo), tabaco de liar (por supuesto), café orgánico cultivado por duendes tibetanos y alcohol artesanal. Todo lo que sea orgánico, aunque sepa a tierra mojada.
Raperos o Hiphoperos
Emergieron en los suburbios de Yankilandia en los años 80, cuando el Hip-Hop era un club exclusivo de afroamericanos. Pero la fiebre del ritmo, la rima y el grito de “¡yo!” cada dos segundos se volvió pandémica, contagiando a latinos, blancos, musulmanes, europeos, rusos, asiáticos y hasta al cartero. El reguetón le robó algunos samples, pero es un primo lejano con acento tropical. Su verdadero hijo rebelde es el Trap, nacido en los 2000 tras una noche tóxica entre el Hip-Hop y un sintetizador pasado de copas. Hoy están en todas partes, desde el metro hasta la boda de tu tía.
Morfología
- Especie que evoluciona con los pantalones a media asta, desafiando las leyes de la física y mostrando el calzoncillo como si fuera una declaración ideológica. Visten con ropa tres tallas más grande, como si hubieran saqueado el armario de su padre. Complementos esenciales: gorras ladeadas, joyería que grita “¡MIRA MI DINERO!”, tatuajes que parecen acertijos, y suficiente *bling-bling* como para cegar a un satélite de la NASA. La cadena con el símbolo “$” es obligatoria, aunque en la cuenta bancaria solo haya 50 centavos (que, por cierto, es uno de sus ídolos).
Música
- Su santoral incluye a 50 Cent, Notorious B.I.G., Eminem, Tupac, Dr. Dre, G-Unit, Missy Elliott, Nach Scratch, Snoop Dogg, Santa Grifa, Cypress Hill, Beastie Boys, El Cartel de Santa, entre otros. El beat es su evangelio, y el autotune su confesionario.
Ideología
- Su misión: demostrar que son los más duros del barrio, aunque su mayor enemigo suele ser el espejo. Políticamente son una incógnita con gorra, pero protestan contra “el sistema”, sea cual sea. Su arte se manifiesta en graffiti sobre trenes, muros y autobuses, y su danza ritual es el breakdance, que suele terminar en esguince lumbar y orgullo herido.
Tendencias violentas
- No es que sean violentos… es que consideran la delincuencia un deporte extremo. Algunos lo practican como si fuera skateboarding, pero con menos casco y más antecedentes.
Adicciones
- Para los de presupuesto ajustado (generalmente suburbanos), crack y metanfetamina. Para los más gourmet, marihuana acompañada de pizza con papas fritas extra, todo mientras suena un rap que narra lo duro que es el barrio, aunque lo escuchen desde un sillón de cuero sintético.
Rocanroleros, Greasers o Rockabillys
- Artículo principal: Greaser
Especie que se niega a aceptar que el rock & roll ya tiene más arrugas que Mick Jagger. Se aferran al siglo pasado como si fuera su ex tóxica, adorando ritmos que Spotify esconde bajo la categoría “nostalgia geriátrica”.
Morfología
- El tupé es su torre Eiffel personal: una obra de ingeniería capilar sostenida por vaselina, fe y negación. Lo acompañan patillas que podrían albergar fauna silvestre, chaquetas de cuero que han sobrevivido más peleas que un ring de lucha libre, y jeans tan ajustados que podrían cortar la circulación a futuras generaciones. Las chicas usan vestido y peinados de los 50.
Música
- Suena a Elvis, Chuck Berry y otros próceres del vinilo. Lo curioso es que esta tribu, nacida en los 50, sigue rodando por el mundo como si fueran parte de una gira eterna patrocinada por el fantasma de Buddy Holly.
Ideología
- Su santísima trinidad es Cerveza, Chicas (o chicos) y Rock & Roll. Adoran autos que rugen más que una tía enojada y consumen gasolina como si el cambio climático fuera un mito inventado por los hippies.
Tendencias violentas
- Odian a los Mods por razones que ni Wikipedia recuerda. Son pacíficos... hasta que alguien insinúa que Elvis no fue el verdadero rey. Ahí sí, prepárate para una guerra de peinados.
Adicciones
- Sexo, Drogas y Rock 'n' Roll. El lema original, antes de que lo convirtieran en camiseta de fast fashion.
Rude Boys o Skatos
Originarios de Jamaica y Reino Unido, estos personajes adoptaron el look ajedrezado como si fueran piezas de tablero humano. Su apogeo fue en los 2000, cuando creían que el ska salvaría al mundo. Luego fueron absorbidos por una mezcla rara de punks, surfers, skaters e hípsters, quedando más perdidos que el botón de “siguiente capítulo” en una novela de Kafka.
Morfología
- Trajes negros tan apretados que parecen hechos con papel aluminio, sombreritos de gángster versión cereal sorpresa, y gafas oscuras que usan incluso para leer el menú en fondas mal iluminadas. En modo “casual”, se transforman en conos de tránsito humanos con camisetas fosforescentes y jeans que gritan “me rebelé contra el plan dental”.
Música
- Si la banda empieza con “Ska-”, ya es oro puro. No importa si tocan con flautas o con cucharas, mientras diga “ska”, es canon. Ska-P, Skalariak, Ska-lo-que-sea... son como Pokémon, hay que atraparlos todos.
Ideología
- Están contra todo lo que esté en contra de algo. Son antifascistas, anticapitalistas, antiaburrimiento y antiplano dental. Pero eso sí, profiesta, prohierba y proconversaciones eternas sobre cómo el sistema oprime al cactus.
Tendencias violentas
- Dicen ser pacíficos, pero con esa pinta de “me peleé con el espejo” y ese traje que parece gritar “¡deténganme!”, uno mejor cruza la calle.
Adicciones
- Hierba gourmet. No la del parque, sino la que te hace ver el universo en una pelusa y debatir con una piedra sobre Karl Marx.
Pelaos o Skins
Vienen en tres sabores: fachas, rojos y anarkoperros. Los naziskins son como los villanos de caricatura: gritan mucho, golpean más y creen que el mundo se arregla con patadas. Los rojos y sharps son más cool, pero también te acomodan un puñetazo con discurso marxista. Los anarkas, aunque parecen más buena onda, te incendian el kiosko si les niegas el reciclaje.
Morfología
- Cabeza pelada estilo huevo duro recién hervido, botas que podrían demoler una pared, pantalones que gritan “odio el sistema” y chamarras de cuero sintético que sudan más que el portador. Mirada perdida, como si acabaran de leer el manifiesto comunista en arameo. Las chicas igualitas, pero con mechón estratégico para no parecer el clon de su novio.
Música
- Los rojos y anarkas escuchan Oi!, Punk y Ska como si fueran vitaminas. Los fachas prefieren RAC (Rock Anti-Café con Leche), música marcial para sentirse gladiadores, y Oi! con letras que ni Google Translate se atreve a tocar.
Ideología
- Nazis, comunistas o anarquistas, pero todos con certificado de autenticidad. Detestan a los Alt-right de TikTok, a los woke de Netflix y a los anarquistas que creen que revolución es dejar propina.
Tendencias violentas No hacen violencia. Ellos *son* la violencia. Si los ves venir, cruza la calle... o el país.
Adicciones
- Todo lo que venga en polvo, pastilla o líquido. Y si es legal, también.
¡ALERTA! Ser skinhead puede causar alopecia, paranoia y ganas de pelear con postes.
Goticos o Siniestros
Su estética es “cementerio chic con presupuesto de estudiante”. No le temen a la muerte; más bien, la invitan a cenar cada noche con velas negras y sopa de lágrimas. Viven en la oscuridad porque la luz natural es una traición al delineado perfecto. La felicidad les parece una grosería, como poner reguetón en un funeral. Parecen cadáveres, pero con más flow que un maniquí de vitrina. Su comunicación se basa en memes depresivos y discusiones filosóficas tipo: “¿La desesperanza sabe a café frío o a pizza con piña?”
Morfología
- Maquillaje estilo “me atropelló un vampiro glam”, cadenas para sujetar el alma rota, ropa negra que grita “odio todo” y medias de red rotas porque el caos también tiene estilo.
Música
- Vaujaus, Rajoy División, Xuxe an de Bansis, Jonathan Death, Soporte Técnico Eterno, De Cutre, Tu Hocico Apestoso, El Mono Despechado, The S-mints, Syliton, La Cremosa, Paraplegia Permanente, Los Últimos Días de Jesús, Dame Guerra Baby... y Todos Van a Morir, por si alguien se estaba divirtiendo.
Ideología
- Su filosofía es no tener filosofía. Si no eres borde y no miras con desprecio, te expulsan del club. Sus ídolos: Calamardo, Rick Sánchez, Igor y Moe, los verdaderos gurús del “me da igual”.
Tendencias violentas
- Solo en luna llena, lanzan patadas estilo Iori Yagami, pero siempre fallan... porque el blanco es su propia existencia.
Adicciones
- Tabaco, alcohol y antidepresivos. El combo gourmet para sobrevivir otro lunes sin sentido.
Rastafaris o Rastas
Procedentes, en teoría, de Etiopía, un día se plantaron en Jamaica y decidieron que les gustaba el sitio. Al principio el club era solo para negros, pero ahora la membresía está abierta a blancos, latinos y quien sea, siempre que proclame el "poder negro" y la esclavitud que, supuestamente, sufrió su pueblo… aunque ellos mismos tengan pinta de no haber sufrido más que la resaca de ayer.
Aspecto general
- Llevan el pelo hecho un estropajo con rastas, con un look que oscila entre "naufragio voluntario" y "no he visto un peine en décadas". Complementan con gorros de lana teñidos con los colores de un semáforo en huelga. Los ojos, permanentemente vidriosos, y un aroma personal que mezcla incienso barato con nota de porro apagado.
Música
- Su banda sonora es el reggae. Bob Marley es su Mesías, profeta y rey del caramelo. También veneran a otros gurús como Peter Tosh o Gregory Isaacs, cuyas letras entienden… bueno, las que logran descifrar entre tanta humareda.
Ideología
- Anhelan con fervor volver a su tierra prometida, Etiopía, pero llevan 50 años sin encontrar la salida de la hamaca. Su filosofía es un batiburrillo de anarquía, liberalismo y ganas de que no les molesten mientras encienden el siguiente porro.
Tendencias violentas
- Cero. A no ser que les entre un bajón de hambre que les haga asaltar la nevera, o que se les acabe el "sacramento" cannábico y entren en un síndrome de abstinencia que los transforme en seres irracionales… por lo general, durante unos 10 minutos.
Adicciones
Emos
Criados en los suburbios nice de Estados Unidos y alimentados por la diabólica maquinaria de MTV y sus secuaces. Ven la vida como una telenovela eterna: todo se trata de emociones, por eso jamás te acerques si uno está con ganas de ir al baño, podría llorar por el retrete. Su filosofía se resume en frases como “¿Por qué me dejó?” o “Nadie me entiende”, que repiten más que los comerciales de shampoo. Lloran cada cinco minutos (cronómetro incluido) y miran las estrellas como si fueran el call center del universo. Brillaron en los 2000 como glitter en concierto, pero se extinguieron con la crisis del 2008, cuando la tristeza dejó de ser estética y se volvió económica. Su retiro dejó el terreno fértil para los Hípsters, esos seres que creen que el café sabe mejor si cuesta el triple. En los 2020s surgieron sus descendientes: los Doomers (depresivos con WiFi) y los Edgys (rebeldes con causa... pero sin argumento).
Morfología
- Frankenstein entre Gótico, Punk y Plástico (léase Pijo, Fresa o Gomelo).
Ideología
- Pesimismo gourmet, emocionalismo extremo, straight edge de ocasión y anarquismo de Wikipedia.
Tendencias violentas
- Solo en el pit, donde lanzan golpes al aire como si pelearan con sus traumas. Spoiler: los hardcore old school les daban sus zapes.
Adicciones
- Autocompasión intravenosa y atención ajena en dosis letales.
Lolailos, Flaites, Ñeros ,Canis o Nacos
Aunque dicen que vienen de Rumanía, más bien parecen salidos de una telenovela mal escrita y con presupuesto de tianguis. Se reproducen como stickers de WhatsApp: hay uno para cada ocasión, todos igual de escandalosos.
Morfología
- Depende del país, pero el patrón es claro: ropa fosforescente, peinados que desafían la gravedad y maquillaje que parece aplicado con brocha de pintura. Si hablan como si fueran poetas de TikTok con frases tipo “te amo más que al WiFi”, estás frente a uno.
Música
- Reggaetón, corridos tumbados y cualquier cosa que suene fuerte y tenga autotune. Algunos se creen alternativos y escuchan K-Pop, Metal o Rock, pero igual terminan bailando “Gasolina” en las fiestas.
Ideología
- ¿Ideo-qué? Su misión es destruir el español con horrores ortográficos y frases que harían llorar a Cervantes. Son enciclopedias ambulantes de chismes, memes, reality shows y videos virales. Caen redonditos en trampas de políticos que usan TikTok como carnada.
Tendencias violentas
- Se activan contra los Fresas y Hípsters, o si no les das dinero. Pero basta con un guardia o un zapateo fuerte para que se calmen.
Adicciones
- Compras a crédito, telebasura, TikTok, memes y alcohol. Algunos coleccionan sustancias como si fueran estampitas del álbum del caos.
Frikiss
Originarios de los templos sagrados del WiFi: garages, bibliotecas y clubes de ajedrez donde el olor a pizza fría y sudor intelectual es ley. Se reproducen más rápido que los bugs en una app mal hecha. Su destino suele ser soporte técnico, programador de apps que nadie usa o doctor en celulares con pantallas rotas. Algunos sueñan con ser Elon Musk, pero terminan siendo el Elon del ciber café. Cargan mochilas con más libros de rol que útiles escolares y juegan partidas que duran más que una relación estable.
Morfología
- Gafas nivel “Harry Potter versión presupuesto”, camisas blancas o camisetas con estampados de series que solo ellos entienden, calculadora y bolígrafo como si fueran armas secretas, jeans eternos y tenis que han visto más convenciones que lavadora. Android rooteado y smartwatch que mide cuántos pasos dan entre el baño y la PC. Los frikis-metaleros: mezcla explosiva entre Gandalf y Iron Maiden.
Música
- Power Metal, Folk Metal, Metal Sinfónico y J-Pop para llorar en japonés. También bandas sonoras, música electrónica hecha en su laptop y hasta K-Pop si nadie los está viendo.
Ideología
- Religión Jedi, idioma Klingon y fe Tolkeniana. Fanáticos de Marvel, DC y cualquier cosa con superpoderes y trajes ridículos. Se autocomplacen más que influencer frente al espejo. Algunos escriben textos como este. Aunque se creen genios, caen fácil en trampas políticas con memes y referencias nerd.
Tendencias violentas
- Puñetazos torpes, sables láser de plástico y katanas compradas en Mercado Libre. Si gritan “¡Kamehameha!” corre. Los metaleros pelean con palos, los gamers con joystick y los extremos… con armas pixeladas.
Adicciones
- Videojuegos, internet, libros, matemáticas, rol, series, hentai y estudiar cosas que nadie pidió.
Otakus
Cuando un friki promedio prueba el néctar sagrado del anime y manga, digievoluciona en Otaku: criatura capaz de sacrificar su dignidad por corregir la fecha exacta del primer capítulo de “Naruto” o “One Piece”.
Morfología
- Igualito al friki común, salvo cuando hay convención épica. Ahí aparece con disfraz que parece hecho por su abuelita con retazos de cortina. Cree que es Gokú, pero parece Pikachu deprimido.
Música
- Bandas sonoras de anime y J-Pop. Si las canta, prepárate para el apocalipsis auditivo. Cree que gritar “Dattebayo” es arte.
Ideología
- Japón es el Olimpo. Cree que el anime supera a Shakespeare, Kubrick y hasta a los tacos al pastor. El japonés es idioma divino y ver tu serie favorita tres veces al día es como rezar. Reconoce cualquier escena con solo oler el opening. Su mente es un archivo ZIP de personajes, tramas y teorías conspirativas. Caen fácil en redes políticas si les hablas de waifus o ideologías con nombres raros.
Tendencias violentas
- Se activa si criticas su anime favorito. Solo otro Otaku se atrevería. A veces cazan Hípsters, Fresas y Nacos como si fueran Pokémon salvajes. Pero si les hablas en japonés, se calman.
Adicciones
- Anime, manga, videojuegos, autocomplacencia y soñar con vivir en Tokio sin saber japonés.
Gamers
Para muchos frikis, los videojuegos son tan gloriosos que decidieron convertirlos en religión, estilo de vida y excusa para no salir de casa. No son simples jugadores: son enciclopedias con pulgares veloces. En resumen, son adictos con Wi-Fi.
Existen diversas especies
- Gosu: Los semidioses del gaming. Juegan en modo “infierno” mientras bostezan.
- Progamers: Viciosos con nómina. Si no ganan, al menos monetizan el rage.
- Retrogamers: Arqueólogos digitales que veneran consolas con más polvo que memoria RAM.
- Específicos: Se casan con una plataforma. Hay Peceros, Sonyers, Micros y Nintenderos. También por género: deportistas, tiradores, peleadores, espías, terroríficos, simuladores, plataformeros, estrategas, RPGeros, corredores… y uno que solo juega Tetris.
Morfología
- Camiseta gamer, jeans resistentes al crunch y celular gama alta para jugar en el baño.
Música
- OST de sus juegos, rock, electrónica, K-pop y lo que suene bien mientras matan zombis.
Ideología
- Los videojuegos son arte, ciencia y terapia. Aman lo complejo y odian lo casual. Tienen un código de honor más estricto que el de los samuráis. Y sí, los políticos los quieren reclutar como si fueran Pokémon raros.
Tendencias violentas
- Solo cuando alguien hace trampa o el servidor se cae. A veces pelean con los fresas por culpa de la “violencia digital”.
Adicciones
- Gameplays, logros inútiles y la dulce dopamina de un combo perfecto.
Electrónicos
Nacieron en los ochentas, cuando la tecnología permitió que músicos apretaran botones y salieran sonidos que ni los extraterrestres entienden. Lo que empezó como música terminó en rituales sociales donde humanos bailan como si les hubieran hackeado el sistema nervioso, potenciados por alcohol, drogas o pura energía cósmica (algunos solo toman agua, raros pero existen).
Se dividen en dos especies
- Clubbers: Superficiales nivel espejo. Solo les interesa lo que está de moda. Van a antros a presumir, ligar y mostrar su celular más caro que su educación.
- Ravers: Místicos del beat. Aman la música electrónica como si fuera filosofía. Van a raves a bailar hasta que el cuerpo diga “ya basta”, convivir y (a veces) probar sustancias que ni la ciencia ha clasificado. Son buena onda y medio hippies.
Morfología
- Los Clubbers parecen salidos de catálogo: ropa cara, peinado de salón y celular que cuesta más que un riñón.
- Los Ravers parecen salidos de una película cyberpunk: peinados raros, camisetas de DJ’s, jeans y tenis. Su celular probablemente esté rooteado y con fondo de pantalla psicodélico.
Música
- Los Clubbers escuchan lo que suena en TikTok. Los Ravers escuchan lo que suena en Marte. Si no entiendes los nombres, no eres del club.
Ideología
- La electrónica es religión. El Tomorrowland es misa. Los Clubbers viven para el postureo. Los Ravers para el trance espiritual. El género está siendo invadido por fresas, raperos, metaleros y TikTokeros que quieren su pedazo del beat.
Tendencias violentas
- Solo si les borras el playlist o les niegas el Wi-Fi. En general, pacíficos mientras no se les provoque.
Adicciones
- Clubbers: alcohol, likes y compras.
- Ravers: todo lo que venga en pastilla, polvo o líquido.
Alianzas y enemistades
Anotaciones
- Todos los liberales tienen bronca con los conservadores, sin importar si son hippies, gamers o coleccionistas de Funko Pop.
- Las relaciones del Heavy se tornan en batalla campal con alcohol de por medio (lo cual es casi siempre), excepto con plásticos, hípsters, emos, skinheads nazis y nacos/canis/flaites, con quienes ya hay pleito desde la sobriedad.
- La relación metalero-raver mejora si el raver demuestra que no solo sabe mover la cabeza, sino que aprecia el dubstep y el drum and bass.
- Algunos metaleros y otakus se llevan como pan con Nutella (véase los AMVs con Slayer de fondo). Si el otaku es fan del shonen y el seinen, la amistad se sella con headbangs y gritos en japonés.
- La relación emo-emo se vuelve tensa si aparecen cuchillas: nadie quiere terminar en drama de telenovela gótica.
- La relación hípster-emo mejora si el emo sabe quién es Bright Eyes y no confunde a Death Cab for Cutie con una funeraria.
- Metalero y gamer se entienden bien si el gamer disfruta disparos, terror, guerra y música que no suene a reguetón.
- Los raperos, por default, están en conflicto con todos, empezando por otros raperos. Es como una batalla de gallos, pero sin ritmo.
- Los emos eran golpeados por casi todos, incluso por fresas con suéter rosa. No por conflictivos, sino por ser el blanco fácil.
- Los hípsters también acaban golpeados, pero por andar presumiendo que descubrieron el café antes que los etíopes.
- Los Mods entran en modo berserker si alguien los llama “Modernillos”.
- Skin vs Skin se vuelve lucha libre ideológica si uno es fascista y el otro anarquista o comunista.
- Gamers, frikis y otakus entran en guerra digital si uno es liberal y el otro conservador. Fin del juego.
Análisis
- Los *hippies 2.0* y *ravers digitales* siguen abrazando a todos con glitter y beats, pero no todos quieren ese abrazo pegajoso de paz y MDMA.
- Nadie soporta a los *plásticos* (ahora llamados “influencers de cartón”) excepto los hippies, que creen en el amor universal, y los *clubbers*, que solo quieren acceso VIP. El plástico solo se lleva bien con su reflejo y con quien le dé likes.
- El *gótico* sigue siendo una sombra con WiFi. No le importa nadie y nadie se atreve a importarle. Rechaza ser liberal, conservador o siquiera funcional antes del mediodía.
- El *skinhead*, aún quiere repartir golpes como si fueran stickers, pero se detiene ante otro skin, un plástico con escolta, un metalero con chaleco de púas o un rapero con más seguidores.
- El *naco/cani/flaite* ahora tiene TikTok, pero sigue peleando con los *plásticos* y *hipsters* por territorio estético (los hípster los aman pero solo de forma irónica). Fuera de eso, solo actúa si lo provocan o si hay reggaetón y tumbados de por medio.
- Los *Mods*, esos nostálgicos del vinilo y la Vespa, siguen siendo indiferentes a casi todo, excepto a los *rocanroleros*, con quienes tienen problemas desde 1963, y a los *Ska*, que les hacen mover el pie sin querer.
- El *friki*, ahora con más merchandising que autoestima, es ignorado por casi todos excepto por hippies, góticos, metaleros, gamers, ravers y otakus. Si se junta con un metalero, es para que lo proteja y el metalero tenga excusa para romper algo. Si hay mezcla friki-metalero-otaku, el metalero manda por tener más cuero y menos vergüenza.
- Los *plásticos/fresas* odian a los *gamers* por sus juegos violentos, pero sobre todo por envidia: los gamers ganan por habilidad, no por comprar skins con la tarjeta de papá.
Animalista • Basado • Bohemio • Borroka • Cani • Chairo • Chad • Cholo • Estudiante de informática • Fangirl • Flaite • Fresa • Friki • Emo • Gamer • Gomelo • Gótico • Greaser• Heavy • Hippie • Incel • Indie • Informático • Johny • Modernillo/Hipster • Naco • Neonazi chileno • Niña rata • Niño rata • Normies • Neo punk • Ñero • Otaku • Panafresco • Papulince • Pijo • Pituco • Pokemón • Posser • Potaxie • Punk • Puta • Rasta • Skinhead • Surfero • Villeros • Visual • Yonki






