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Vicente Huidobro

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Huidobro cuando se quedó atrapado en su máquina de escribir

Vicente Huidobro Altazor Paracaídas fue un escritor y luciérnaga chileno, grande entre cien enanos, entre los poetas como Neruda, Mistral y un pájaro que no era un dromedario. Escribía raro como si le pagaran por hacer que , o la Virgen que se siente sobre una lechuga, nos volviéramos locos, tontos. Exponente directo del creacionismo tuvalí.

Prefacio

Nací a los 33 años, cuando era muy pequeño para ser un viejo, nací entre las chuletas y los pingüinos, el cielo ennegrecido y el amor. Yo tenía un profundo mirar de lunático y ni el conde de mi barrio me quería abrazar, mi padre era lechero (como consecuencia, todos somos hijos de lecheros).

En Chile, las manos del arcoíris se llaman Universidad, entré inconsciente a muchas de ellas, estudié todos los géneros de la poesía y sólo practico el que no me enseñaron. Escribí 1000 páginas de incendios, al principio eran poemas, pero la belleza está cuando se queman. El hambre me llegó como un cuchillo cortando una guirnalda, después comprendí a las madres y a los sabios, ya no escribí fuegos y vendí palabras a los más ricos compradores de composta.

Me pagaron con centavos y langostas, los guardé en mi bolsillo descocido[1], publiqué dos libros que gustaron, yo seguía haciendo hogueras, pero ahora con Cervantes y hadas muertas que encontré bajo mi cama.

Canto II. El viaje en paracaídas

Huidobro en Río

Mis amores llegaron sin corbata, un retoño de algún Bello me tocó ciertas cositas, yo era pobre y ella tenía toneladas de caballos, por ello sus padres me sacaron a patadas de Chile, del mundo y de su hija. Lo mismo sucedió con mis 30 siguientes esposas[2].

Una tarde, cogí mi paracaídas y me dije: mmmm, paracaídas, me aventuré a volar entre esqueletos, estrellas y más mercados que trajeran más langostas, Vicente, cae a la ciudad de la furia, cae a las tabernas de Madrid, cae en un queso roquefort gigante, cae y no vuelvas a romperte la boca como siempre.

Soy un escritor que quema escritos, soy el que conoció a una persona hecha de cubos, a una pipa que no era una pipa y me pude llevar bien con ellos. Publiqué dos o tres libros, y prendí fuego a mis amigos que se volvieron fénix de palabras.

Me dormí en mi paracaídas, y desperté de nuevo, colgado de las Torres de Colón ¿En dónde estás Vicente? Los toros y los días pasan como coches descompuestos. Hice entrevistas con Eva Hache, donde preguntaron por las langostas que colgaban de mi pene ombligo. Libros, escritos, doscientos o trescientos, lo importante es que tomé vino chileno (antes no estaba hecho en China) con Unamuno, que olía a niebla de cannabis.

Luego de experimentar las mil burbujas de jabón hechas de sombra, teatro de Lorca hablando de poetas cavando Nueva York, mi paracaídas salió en vez de alas, arrastrándome por encima de una botella que encerraba el mar deshidratado, entre el sueño y hacer del baño, escribí Altazor, y me puse a reír como un muerto el día del estreno de su tumba. Gané tres melocotones y llené mi sostén con nobels olvidados por zapatos de madera.

Canto III. Chile se vuelve oliendo mi trasero esencia

Si Huidobro no va a Chile, Chile va a Huidobro, llegó mi país con su weá aristocrática volando en aeroplanos escamosos, alguna vez prendí brazas a mi nación querida y me fui a dar una vuelta alrededor: alpacas, locura, muerte, entendieron las palabras que mi paracaídas iba escupiendo en sus chimeneas. Neftaly me salvó de los políticos con costillas de acero, escondiéndome bajo su falda de palabras [3].

Luego Neruda se puso rojo, yo me puse transparente de nostalgia, hasta que personas de palabras (Carpentier, Vallejo y otros que por más que encendiera no explotaban) nos dieron desnudas patadas en las bolas, ya no seguimos peleando, pero quisimos ir juntos en mi paracaídas (ya estaba viejo, por eso era más grande y le salieron bocas) caímos a ayudar a los hermanos cuando un cabrón se quedó con la gente y con sus gatos (mató toros, caballos y gente de caricatura con bombas que dejaban caer patos explosivos).

Canto IV

Ya viejos los dos: yo me volví paracaídas, y paracaídas se volvió Huidobro. Nos sentamos a esperar la muerte, pero la muerte era de palabras y sentía ser quemada por mi mano. El viento relinchaba adentro del espejo, y me tocó salir del closet de poetas ¡soy un poeta, por fin lo he decidido! (Después de decir esta frase, Vicente Huidobro se sentó a ver televisión y sólo se ha parado al baño una vez cada semana).

Obras de Huidobro que sobrevivieron a mis manos

Huidobro con unas amigas, pero misteriosamente, el de enmedio no es Huidobro.

Altazor

Altazor es la gran obra de Vicente Huidobro, el libro tenía tapa verde a veces, le daban alpiste para comer cuando ya no había uñas, se envió a los planetas volando como un cometa. Altazor no fue escrito para ser leído, fuimos escritos para ser quemados. Altazor no cuenta historias de verdad, ni siquiera historias de no verdad. Nuestro libro, se va desmoronando en el camino, la belleza está en las palabras, no en las frases, mucho menos en las historias y mucho menos en Tio1. Altazor está perdido, nadie encuentra ni cuentos suyos, las bibliotecas no lo conocen porque ese libro era el diablo. Recordaron esa obra como un milpiés cuando se vuelve mariposa, y sigamos leyéndolo antes de que él nos lea a nosotros. Altazor ganó la mano perdida del manco de las plumas.

Estilo

Estilo que leer daba comezón en la nariz
un vegetal abriendo una carnicería
ni <inserta tu nombre aquí> hubiera leído tanto
si una tarta de chocolate le tapara los ojos
El estilo se mide con un pez dorado
estilo de sábanas viejas
estilo de orejas perforadas
pan de estilo
estilo de tilo

Opiniones de la crítica especializada sobre Huidobro

Aa aaa aaa
ia ia ia aia ui
Tuvalí
Lali lalá
Asdf
Montesur en lasurido
Monesvol
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Inciclo
Inci

Referencias

  1. Las langostas me apretaban los cojones
  2. A Vicente le gustaba enamorar doncellas ricas para que sus padres pudieran cazarle con un palo
  3. Sus calzones también eran de palabras, le coloqué una langosta porque le agradecía

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