Ernest Hemingway
Nacimiento Defunción | Illinois (una mañana muy fea) Idaho (una tarde muy fea) |
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Estado actual | Como queso suizo |
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Lugar de residencia | En la biblioteca de cada borracho |
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Sobrenombres | Papa, Capitán o Le Grande Capitan |
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Se dedica a | Suicida (escritor y guerrillero en su tiempo libre) |
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Origen | La Guerra Civil Española |
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Hazañas logradas | Ser uno de los grandes izquierdosos de Estados Unidos y que John Edgar Hoover no se le adelantó a matarlo. |
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Relaciones | Fidel Castro y los rojos |
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Enemigos | Siempre fue él mismo su mayor enemigo, se le pudo escapar mucho tiempo pero no para siempre |
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Obras | El Viejo y el Mar y otras obras menores |
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El Miguel de Cervantes del inglés. Famoso suicida estadounidense que al parecer también escribía cosas.
El origen del trauma: Nacimiento
Ernie nació un día de Julio de 1899 en algún lugar de yanquilandia. Su venida al mundo fue toda una sorpresa: al parecer, ya desde muy feto, Hemingway practicaba maneras de hacerse el muerto, por lo que casi no se movía, razón por la que hasta ese momento su madre no había notado nada extraño, exceptuando algo de barriga que atribuyó al hecho de haberse tragado un globo (su padre también se sorprendió, pero por otros motivos que ahora no vienen al caso). Fue un parto difícil, ya que, de algún modo, el chaval se las había ingeniado para enrollarse el cordón umbilical alrededor del cuello, aunque al final consiguieron frustrar este primer intento y salvarle la vida.
A causa del malentendido con su marido, la señora Hemingway, que también estaba un poco pa'lla se inventó una trola increíble que consistía en que el joven Ernie era en realidad la hermana gemela de una hija que habían tenido hace un año y medio y que había quedado olvidada por ahí dentro; El marido, que por fortuna no tenia demasiados conocimientos de anatomía humana y no conocía personalmente al butanero, acabó tragando, y así es como empezaron a llamar al bebé Ernestine y a vestirlo de rosa y con falditas, algo que marcaría su vida y obra en adelante.
Infancia y Juventud
Aunque su madre, una neurótica cantante de ópera frustrada intentó despertar en el joven Ernest el interés por la música, este estaba mucho más interesado en los hobbies de su padre: cazar, pescar, hacer cámping y cargar bombonas de butano, aunque eso no le impidió desarrollar un inusitado interés en hacer experimentos con la resistencia de las cuerdas de piano y el peso que podían soportar sin romperse. Días más tarde, y preocupados porque el chavalín estaba cada vez más afónico, decidieron llevarlo al médico, quien les aconsejó que dejara el mundo de la música y lo llevasen a algún sitio donde pudiese gozar del aire libre.
Gozar, lo que se dice gozar del aire libre no es que lo hiciera mucho, ya que a sus padres se les ocurrió llevarlo a una casa de campo que estaba justo al lado de un lago profundo, y Ernest se pasó todo el verano practicando el buceo a pulmón libre, de manera tan entusiasta y concienzuda que incluso se ataba los pies a un pedrusco gordo para mejorar su marca, algo que nunca pudo conseguir por culpa de su sobreprotectora familia.
Más mayor y aún vestido como una nena, Hemingway acude al colegio, donde muy pronto hace un gran número de amiguitos que le ayudarían a forjar su espíritu. Y su jeta, ya que, entre otras cosas, le aficionan al boxeo, demostrando un gran talento como saco. Como no todo podía ser diversión, Hemi decide hacer algo de provecho y acudir a algunas clases de inglés, interesado en aprender a redactar bonitas notas de suicidio.
Esta formación literaria le será de gran ayuda cuando, ya salido del colegio entra a trabajar en un periódico, el Kansas City Star, como escritor de necrológicas y esquelas. Aunque solo trabaja allí algunos meses al ser despedido por atascar repetidamente la imprenta con su obsesión por imprimirse vivo, durante el resto de su vida usó la guia de estilo aprendida: "No te enrolles y ve al grano"
Primera Guerra Mundial: Con faldas y a lo loco
Aprovechando que en Europa se había montado un pitote de narices, Ernie intentó alistarse al Ejercito de los EEUU con la sana intención de ver las balas de cerca y, con suerte, llevarse varias de recuerdo, pero desafortunadamente, no pasó el examen médico debido a un problema de visión. Efectivamente: el médico, que era miope, lo confunde con una mujer y lo envía al cuerpo de enfermeras de la Cruz Roja, lo que de hecho tampoco preocupa demasiado a Hemingway, ya que esto de ponerse faldas no le viene de nuevo.
Una vez llegado a Europa y entusiasmado con todo lo que allí ocurre, conoce a un montón de gente, la mayoría de ellos cadáveres, e intenta estar lo más cerca posible de los combates, incluso metiéndose en medio de algún fuego cruzado. Sin embargo, con que al ir vestido de mujer los soldados de ambos bandos dejan de disparar (por educación), pronto se aburre y en adelante solo salió a pasear por la calle durante los bombardeos, con la única protección de un paraguas, tipo Mary Poppins. Se cree que en su búsqueda de emociones fuertes, incluso llegó a participar en el desembarco de Normandia, del que salió completamente ileso, ya que se equivocó de día y de guerra y ahí no había nadie.
Cuando finalmente resulta herido, es por culpa de un resbalón tonto con unos sesos que alguien había dejado olvidados por ahí, y a causa de la caída sufre una rotura fibrilar en los isquiotibiales de la pierna derecha, lo que pone fin a su carrera como enfermera.
Durante su convalecencia, con muy poco que hacer y sin armas de fuego ni objetos punzantes a la vista, Hemingway decide darle a la botella, con la esperanza de así joderse el hígado. En el hospital donde está ingresado conoce a una enfermera llamada Agnes von Curoatouquisqui, una moza con algo de pelusilla sobre los labios y cara merluzil que, sin embargo, en sus ojos tiene el aspecto de Sandra Bullock (recordemos que el hombre iba algo cargado), y surge el amor. Por desgracia (o por fortuna para el pollo este) la relación no dura mucho, lo que se atribuye a varias causas, entre ellas que a Hemingway se le acabó el whisky y que la tipa se largara con una camionera italiana.
Buscando combustible y primer matrimonio
Una vez acabada la guerra (que al final tampoco fue para tanto), vuelve a su país y se encuentra con un panorama totalmente desolador: todos sus compatriotas se han convertido en integrantes de una secta que, entre otras cosas, prohibe la ingestión de alcohol; la ley seca lo llaman. El problema es que a raíz de su estancia en el hospital, el organismo de Ernest ha cambiado radicalmente, y ahora es incapaz de metabolizar cualquier bebida que tenga agua (a excepción del aguardiente). Durante un tiempo, malvive como puede autolesiónandose y cortándose las venas día si día también para que el médico le ponga alcohol en las heridas, pero abandona este proceder cuando un día casi le provocan un choque anafiláctico al tratarle con agua oxigenada. Poco tiempo después de este traumático episodio, y temiendo morir de sed (algo paradójico, teniendo en cuenta las ganas que tenia de pasar al otro lado, pero el alcohol es lo que tiene), decide largarse a Canadá, donde le han dicho que hay bebercio de sobras.
Con que los canadienses son gente muy amable pero hasta un cierto punto, en los bares acaban cansándose de ese borrachuzo gorrón que se pasa el día autoinvitándose a una copa, y le vetan la entrada. En pos de mejorar su liquidez, Ernest entra a trabajar en el Toronto Star, un periódico de por allí que le han dicho que tiene una rotativa muy potente. Todo va bien los primeros cinco minutos, pero al final todo el mundo acaba tan harto de sus performances suicidas, que le envían de nuevo a Estados Unidos como corresponsal, con la promesa de que no vuelva nunca.
En Chicago, se casa con una tal Hadley Richardson, otro callo de tía 8 años mayor que él. Con que la señora tenia algo de pasta, eso le permite abandonar el hospicio donde pasaba las noches y se trasladan a vivir a un nuevo hogar, una casa alejada y tranquila donde Ernest pretende empezar su carrera de escritor.
No se sabe si algo raro tendría la casa o es que en aquella época le daba demasiado a la ginebra de garrafón, pero nuestro hombre empieza a ver cosas raras: concretamente a dos niñas gemelas que le piden que juegue con ellas, una señora en aparente estado de descomposición que se le insinúa (luego resultó ser la suegra) y un barman que siempre le tiene una copa preparada. Todo esto afecta a su trabajo, entra en el típico bloqueo del escritor y solo puede escribir páginas y más páginas con la misma frase: Mucho trabajo sin diversión hacen de Ernest un hombre aburrido. Por si fuera poco, su matrimonio tampoco iba muy fino desde el día que persiguió a su mujer con un hacha, y al final ocurre lo inevitable: se mudan de domicilio.
París y primeras novelas
Para cambiar de aires, Ernest decide largarse con la parienta a París con la intención de hacer realidad uno de sus grandes sueños: tirarse de la Torre Eiffel. Desafortunadamente, una vez allí, los franchutes, que como siempre son unos metomentodos, se lo impiden. Al menos conoce a un grupo de emos con aficiones similares, que se autodenominaban La generación perdida, porque todo el mundo quería perderlos de vista de lo raros que eran. Entre ellos hace amistad con la escritora Gertrude Stein (más conocida como "La Gertru"), un vejestorio en el que Hemingway ve una figura materna y con la que seguramente tuvo algún rollete, porque también era bastante fea.
En 1924, empieza a publicar libros de historias cortas (algunas tan cortas que solo tienen el título) y que se caracterizan por su estilo minimalista: la mitad de las páginas están en blanco. Por fin, en 1926 y después muchas noches de borrachera, Ernest escribe su primera novela: Fiesta, un plagio de El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, con quien hace poco había tenido un desengaño amoroso. Esta versión está escrita en clave semi-autobiográfica, cambiando el sentido de las frases para que estén llenas de referencias fálicas. Ya se sabe como son estas locas despechadas.
Pero bueno, dejemos de hablar de libracos, que al fin y al cabo esto de la escritura no deja de ser algo anecdótico en la vida de Hemingway y pasemos a lo que interesa: los temas sórdidos. Hemingway se divorcia en 1927 de su esposa (claro, no será de su perro) y se casa con otro cardo: Pauline Pfeiffer (nada que ver con Michelle), también mayor que él, para no perder la costumbre. Resulta difícil saber de donde sacaba a estas individuas, hay quien dice que simplemente tiraba alpiste en el parque y pillaba a las que se acercaban a comer.
De vacaciones por España
La tragedia sacude a Hemingway en 1928 cuando su "padre" muere por una intoxicación de plomo, provocada por una bala que se había alojado él mismo entre ceja y ceja. Se ve que al parecer el pobre hombre había atado cabos acerca del verdadero origen de su hijo (29 años le había llevado al fiera). Poco después, uno de sus amigos de París también decidió cambiar de barrio de la misma manera y otro tipo, que siempre le estaba dando la tabarra con que se convirtiera a su religión murió en un ritual extraño con varios cientos de seguidores, al ingerir lejía por error (la lejía estaba en mal estado). Por si fuera poco, su perro se tiró voluntariamente al paso de un camión de la basura.
Animado por todas estas muertes, Ernest decide acabar una vez más con su vida arrojándose por las escaleras de su casa. Tras tirarse 25 veces (era un primer piso), no solo no logra su objetivo si no que además se carga a la señora de la limpieza al pillarla debajo justo cuando estaba por allí pasando el mocho para quitar la sangre del señorito. Para evitar tener que responder a preguntas tediosas sobre este tema, decide largarse a España a probar suerte, ya que allí están en plena temporada de guerra.
Con que ha echado barriga cervezera y no le cabe el uniforme de enfermera de la anterior guerra, acude al conflicto como reportero, narrando en su acostumbrada forma objetiva como hay dos bandos, por un lado los que matan gente y por otro los republicanos, que reparten flores y abrazos. Ni que decir tiene que a él le interesaban los que disparaban, ya que siempre se sintió atraído por los hombres malotes con una buena arma. Como de costumbre, y a pesar de todos sus intentos (incluso se metió con la madre de un extremeño), en esta etapa solo consiguió algunas lesiones menores, a saber: dolor de muelas, laceraciones y almorranas.
Una vez acabada la guerra, Hemingway volvió diversas veces a España, al principio por la sangría y luego por los sanfermines. La primera vez que vio un encierro, se le pusieron los ojos como platos y se le abrió el cielo: creía que era imposible que alguien pudiera salir vivo de una manada de toros desbocados. De hecho, la típica frase "es que los de fuera no saben correr" se acuño en esa época, ya que Ernest siempre se dejaba pillar por las reses.
Segunda Guerra Mundial
Hemingway empieza mal la década de los 40, ahora era un viejo que odiaba el Mar, tanto que un día se enfrento a Muerte contra un pez espada. Un día, cuando la mujer que le hacía de madre su esposa decide divorciarse de él de manera inesperada y sin motivo aparente, ya que a parte de ser un borrachuzo suicida con problemas de identidad sexual, Ernest era un tipo bastante simpático. Afortunadamente, un par de semanas y varias cajas de whisky borran todas las penas, y muy pronto se liga a otra pardilla, una periodista llamada Martha Noseque.
Un año más tarde, y para gran alegría del escritor, Estados Unidos decide apuntarse a eso de la II guerra mundial, más que nada porque confunden Europa con Australia y se sienten obligados a ir a ayudar a sus compatriotas californianos y proteger a los pingüinos del ejército confederado (si, algo muy raro, pero ya se sabe como son esta gente con la geografía). De alguna manera (probablemente sobornando a un montón de gente) Hemingway consigue por primera vez en la vida que le acepten en el ejercito, y es asignado a un barco con la misión de pescar, a pulmón libre, submarinos alemanes en el Lago Michigan. Submarinos no se sabe si pilló demasiados, pero lo que es borracheras, unas cuantas.
Después de hundir el barco al perforar el casco en sus repetidos intentos de pasarse por la quilla, los Hemingway se largan a Europa como reporteros, donde su matrimonio sufre una grave crisis cuando su esposa le roba el uniforme de enfermera y se larga con unos soldados muy machotes. Ante todo esto, decide entrar en combate y libera, en París, varios bares ocupados.
Tras la guerra, el escritor decide casarse de nuevo, y es que después de las botellas de ginebra, lo que más pasa por sus manos son esposas, probablemente porque siempre necesitó a alguien sobrio a su lado para servirle un trago.
Últimos años antes de espicharla
En 1953 consigue el premio Pulitzer, y en 1954 se le concede el Nobel. Al menos eso es lo que decía él, porque nadie lo recuerda y lo que tenia expuesto como tal eran dos chapas de cerveza de la barata. De cualquier modo, como toda ocasión es buena, decidió celebrarlo intentando suicidarse con una avioneta, que era algo que hasta ahora no había probado. Sin embargo, tras dos intentos solo consiguió romperse el brazo de sostener la botella, joderse la pierna derecha, perder un ojo, quedarse medio sordo, aplastamiento de vértebra, rotura de hígado (que el pobre ya no estaba para muchos trotes) y cuatro quemaduras de nada. La depresión provocada por no poder sostener ni un vaso de whisky, hace que en menos de un mes el tipo decida volver a las andadas, esta vez intentando sofocar un incendio forestal (que probablemente había provocado él mismo) con su cuerpo. Como siempre, esto tampoco sirvió de nada y sobrevivió a ello sin problemas, aunque, eso si, quedó un poco más crujiente que antes y el olor a tostada le acompañaría el resto de su vida.
Para recuperarse del disgusto, Hemingway viaja a Cuba, donde parece que hay mal rollo y se está preparando una revolución con tiros y bombas. Sin embargo, estos cubanos son gente humilde y para su decepción, solo recibe alguna que otra pedrada. Durante esta época hace una muy buena amistad con el ron que se elabora en la isla y con un revolucionario llamado Fidel Castro a quien, por alguna razón, los yonquis yanquis le tienen manía y siempre están intentando ponerle el traje de madera. Fidel es tan buen tipo que no come ni fuma nada si no lo ha probado antes Ernest.
Hemingway va hacia la luz
De vuelta a Estados Unidos, Hemingway empieza a mostrar ciertos comportamientos extraños aún estando sobrio: continuamente ve enanos verdes diciéndole cosas raras y hay un payaso diabólico que le espía. Creyendo que sufre depresión, alucinaciones y paranoia aguda, sus médicos deciden enchufarle a la corriente eléctrica, a ver si con el susto se le pasan todas estas tonterías. Sin embargo, en vez de ayudarle en algo, esto aún perjudicó sus relaciones sociales, ya que tras varias sesiones la gente empezó a apartarse de él, por los calambrazos que daba el andoba. Además este tipo de tratamiento afecta a su salud: pierde peso, su tez se vuelve blanquecina y se le cae el pelo
El 2 de Julio de 1961, tras confundir una escopeta con unos prismáticos, parte de la cabeza de Ernest decide abandonar el resto de su cuerpo (y no, no estamos hablando de un viaje astral), cosa que desafortunadamente resulta ser incompatible con la vida. El motivo de una confusión tan tonta nunca ha acabado de explicarse del todo, hay quien piensa que la electricidad y el tequila podrían haber nublado su raciocinio, mientras otros ven raro el despiste, teniendo en cuenta que no tenía prismáticos. Aunque su última voluntad era ser incinerado, al final se decidió enterrarlo por temor a que con tal cantidad de alcohol en sangre pudiese estar ardiendo como una tea durante semanas.
Obra
- Fiesta (1926): Manual para colarse en las fiestas donde uno no ha sido invitado y beber de gorra toda la noche.
- Adiós a las armas, hola a la bebida (1929): Guia para pasar el tiempo entre guerra y guerra
- Muerte en la tarde (1932): Escrito profético del autor sobre su futuro.
- Las verdes colinas de África (1935): Diario de su periodo como corresponsal en la whiskeria África y su relación con las indígenas del lugar.
- Tener o no tener (1937): Ensayo filosófico sobre el sistema capitalista. Lo que tiene es sed, lo que no tiene es dinero.
- Por donde se doblan las campanas (1940): Extraño tratado sobre como doblar una campana de hierro para que quepa en una maleta de viaje.
- Al otro lado del río y entre los árboles (1950): El lugar donde la gente podía hacer sus necesidades cuando le visitaba a su casa de campo. Al final lo escribió para no gastar saliva.
- La vieja y el mar (1952): Relata dos de las pasiones de Hemingway, su obsesión con las señoras mayores y sus intentos de ahogo en la bañera.
Notas
- Este artículo es largo. Hemingway también escribía cosas largas. Con frases cortas.
- Como Elvis, hay mucha gente que cree que aún sigue vivo, sobretodo cuando desaparece algo de la bodega o el armario de las bebidas.
- Hay quien asegura haberlo visto vestido de lagartona en una especie de carroza del orgullo gay, pero parece ser que se referian a Papá Noel.
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