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Martín Fierro

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Este artículo trata de un tema local de Reino Argento,
pero para entenderlo no hace falta tramitar la visa.
Si lo va a editar, por favor, asegúrese de que se mantenga así.
Pintura de Fierro sobre su caballo. Se rumoreaba que el animal también hacía ballet, por haberse mantenido tanto tiempo en dos patas, mientras el pintor hacía su trabajo.
Cita3.pngSí, señor Hernández, tiene que dejar de tipear un poco: no querrá que un día de éstos le de una total e irreversible tenditis... ¡Oph! Demasiado tarde...Cita4.png
Doctor sobre la condición manual de José Hernández, luego de haber escrito el libro.
Cita3.png¿Martín Fierro? Ah, sí... Ese premio que se les entrega a los famosos de la televisión argentina, ¿no?Cita4.png
Cualquier ignorante argentino sobre Martín Fierro.

Martín Fierro fue un gaucho[1] argento cantante, peleador callejero, soldado del Gobierno y prófugo de la Justicia argentina; como también benévolo padre de familia, justiciero y buen consejero, hacia los años de 1870. Su vida fue tan conocida por todo el país, inclusive en el exterior, que un escritor llamado José Hernández lo llevó a la fama, al publicar en libro sus andanzas. Éste no confió mucho primeramente en Hernández, ya que no entendía demasiado de negocios. Pero, al oir Dinero y Pulpería[2] en la misma oración, aceptó sin pensarlo dos veces (Sin haberlo pensado, realmente). Hernández publicó una primera parte, en 1872, llamada El Gaucho Martín Fierro y una segunda, en 1879, llamada Martín Fierro, reloaded: the Comeback. Ambas publicaciones con ventas suficientes como para no ser objeto de burla.

Historia

Advertencia: Esta sección contiene detalles de la trama y el argumento; si eres tan rarito que prefieres leer el libro o ver la película antes, no te recomiendo que leas esto.

El gaucho Martín Fierro (La ida)

Primeros años en la frontera

Así se veían los alrededores del fuerte donde Fierro fue condenado confinado a servir a su patria.

Martín Fierro vivía en felicidad, junto a su familia en una estancia en el campo. Era muy popular por ser buen hombre, esposo, padre, vecino, boleador (Y no hablo de esas bolas), jinete y por ser el único en el pueblo que podía comerse todo un asado entero, bajándolo sólo con tinto en doce minutos treinta y ocho o menos.

Es reclutado para combatir a los indios, en la frontera de los territorios entre ambos bandos, siendo convencido de que iba a un retiro de servicios de damas de pulperías. Pero no fue así. Y se frustró tanto que, al haber tenido que dejar a su familia en la pobreza por irse a cumplir sinsentidos patriales y quejarse de las injurias que era víctima, fue uno de los primeros afortunados en recibir el estreno del estaqueadero. Pasó tres años allí dentro, haciendo ninguna otra cosa más que sufrir y trabajar a sobremanera. Tanto que, cierta noche, decide mandar todo al Diablo y escaparse. Al llegar a su casa, se enteró por boca de otros que sus hijos debieron tarabajar como peones, que debieron vender la casa y que su esposa se fue con otro tipo.

Su vida de vago

Así, entonces, decide hacerse matrero [3]. Cierto día, entrando a su lugar favorito a hacer su actividad favorita, muchos amigos se contentaron con su presencia, pues había pasado mucho tiempo que no se veían desde su última parranda grupal. En ese momento, la vida quiso que Fierro tome más de lo debido o que entre una dama exageradamente corpulenta acompañada por un moreno. Sea lo que sea, era inevitable la burla para ambos por parte de Fierro. Para resumir, sólo digamos que a ese moreno se le dio por conocer al Creador (contra su voluntad, claro). Escapó.

Luego, otro día, en otro boliche (qué sorpresa), fue provocado por un gaucho-mascota que el gobierno usaba. Como a nadie le gusta oir injurias o verdades no ciertas de uno, Fierro respondió y salieron lejos de una solución pacífica. Cabe decir que éste gaucho también conoció a San Pedro. Y, una vez más, Fierro huyó.

Imagen de Martín Fierro muerto en una fundición de oro. Se dice que ésta imagen inspiró al premio que se galardona a las estrellas de la TV argenta cada año.

Dead before caged (según su tatoo en su espalda)

Se la pasaba vagabundeando, pero siempre cerca de la pocilga que llamaba casa. Cierta noche, acampando, pegó su oído al suelo (pues era medio lombriz) y oyó venir a un grupo de jinetes. Eran policías que venían a llevárselo. Lo que menos estaba dispuesto a hacer era entregarse, así que los invitó a que se lo lleven por la fuerza. Eran unos cuantos los que atacaron grupalmente a nuestro amigo, mas él sabía cómo mantenerse lo más vivo posible. Pero quiso el momento que uno de esos soldados pudiera herirlo y Fierro cayó. Pero, de la nada, el sargento que estaba a cargo de la aprehensión y que se encontraba viendo el espectáculo, vio la valentía del matrero y, harto de injurias que vivía por ser poli, se le unió y ambos combatieron juntos al resto de los soldados. Cruz, como se llamaba el ahora desertor de la policía, y Fierro hicieron el trabajo de la Parca y, una vez acabados todos, huyeron de allí, dirigiéndose a lo que quedaba de el rancho de Fierro a enfriar la garganta.

Nueva amistad y camino a otros lugares

Martín Fierro se dispone a escuchar la historia de vida de su nuevo amigo, Cruz, pues éste necesitaba descargarse, tanto mentalmente como de la orina qe se venía aguantando. Le contó sobre su mujer y el ser gaucho, el cómo conoció al Comandante (el superior que lo puso en misiones de policía). Resulta que éste lo tenía mandándolo de un lado para otro y casi nunca le pagaba (¿dije "casi"? Retiro lo dicho). Pero, un día, volviendo antes de lo esperado de ser mandado a hacer un largo viaje como "mandado" para el Coronel, lo encontró abrazado a su "china"[4]. Éste temió lo que el gaucho pudiera hacer, así que hizo un vano pero gracioso intento por querer matarlo a espada, mas el ágil gaucho pudo esquivarlo fácilmente y lo golpeó. Un guardia que venía con el Comandante intentó acabar con Cruz; pero bien puesto el "intentar", éste se le acercó y le dio un boleto sólo de ida al mismo Infierno. Cruz huyó con los harapos que él llamaba ropa y se marchó para siempre de su casa.

Cierto día, y después de haber armado lo que un argento llama quilombo (cuéntese como una pelea contra más de uno en un bar), el Juez de Paz (pseudoautoridad regional, tan viejo como corrupto), le propuso ser soldado de la policía, para limpiar de malvivientes la zona. Aceptó pero, luego de su misión contra el infeliz de Martín Fierro, decide desertar.

Luego de que Cruz terminó su historia, se retiran al campo y deciden alejarse a tierras indígenas; pues las autoridades los buscaban, estaban hartos de sus patéticas vidas y creyeron que la poligamia con las idias les iba a calmar su infelicidad. Cruzaron la frontera y Fierro lloraba al ver el pueblo, pues le había dado u pequeño episodio de melancolía. Siguieron su rumbo, adentrádose al desierto.

Martín Fierro, reloaded: the Comeback (la vuelta)

Dos gauchos en medio de la indeada

Fotografía mostrando a Fierro y a sus hermanos no reconocidos, Gero y Ramón.

Fierro y Cruz atraviesan el desierto y la frontera, entrando a las tierras de los indios. Se quedaron en la primera toldería (campamento de indígenas, usado principalmente para vivir y muchas otras actividades en grupo) que encontraron, mas éstos (los indios) creían que los eran enviados del F.M.I. o del Gobierno; así que, durante dos años, fueron separados e interrogados precavidamente, pudiendo aclarar la inocencia de los nuevos miembros de la tribu. Contaba, sobre los indios, que eran desalmados y fríos en sus actividades como, por ejemplo, salir a cazar (tanto animales como gente), secuestrar, etc.; mientras le dejan el trabajo sucio a sus mujeres[5].

Fierro le sacaba el cuero[6] a más no poder a cualquier indígena: su vida, sus quehaceres, haraganerías, etc. De un día para otro, sin saberse por qué, apareció de la nada una viruela negra y, como gente en campos de concentración, los salvajes empezaron a diezmarse. Fierro y Cruz tenían ganas de irse, pues temían que les suceda el mismo destino que sus caseros sin paga; aunque se quedaron, pues uno de sus amigos que allí conocieron -Un que les proveía bastantes cosas para pasar el rato- quedó muy enfermo y murió al poco tiempo. Cuando ya estaban por irse, la señora encapuchada y anoréxica vino también en busca de Cruz. Fierro, entonces, se sintió más solo que Bin Laden en la montaña (qué metáfora de mierda, ¿no?) y, entonces sí, decidió irse. No sin antes ayudar a una maltratada mujer que sufría las injurias de los indígenas que le costó la vida de su hijito; en fin...

Escape y reencuentro con sus hijos

Fierro sosteniendo en sus brazos a Cruz, cuando éste estaba en sus últimos agónicos segundos de vida por la enfermedad que había contraido. O, al menos, es lo que más o menos se puede ver en éste triste intento de cuadro.

Atravesaron el desierto a caballo, justo después de que Fierro se hubiera encargado de un indio que les negaba su escape. Luego de haber llegado a lo que se denominaba "civilización" entonces, dejándola en una estancia, él y su compañera se despiden y se separan. Luego, al acercarse a otra estancia, se encuentra con un viejo amigo y éste le dice que no iba a poder creer suertudo que era al saber que el Juez que lo puso en el ejército ya había muerto, que sus crímenes quedaron en el olvido y que el Gobierno ya no lo buscaba. Puteó a más no poder al maldito Juez que le quitó 10 años de su vida y, entonces, al enterarse de que había una carrera de estancieros, se fue para allí. Se enteró allí de que su esposa había muerto por la miseria (y eso que estaban muy lejos del 2001) y, mientras tomaba junto a sus amigos (quienes, por cierto, lo veían decrépitamente deteriorado) Fierro se reencuentra con sus dos hijos[7].

El hijo mayor

El hijo mayor de Fierro comenzó a contar su historia. Contó lo miserable y la soledad en que vivía, pues ¿quién rayos se acerca a un pobre sin dinero? Entonces, comenzó a trabajar de peón para un patrón que hacía su vida lo contrario que ocurre en cualquier familia felíz: el patrón era un sádico que hace de su vida un calvario (más de lo que ya era). Pero, un día, muere un animal de la estancia[8], y lo culpan del acto, junto con dos compañeros más. Los tres van a parar a la cárcel, pues su defensa ante la justicia nunca pudo concretarse... es más, ni sabían que tenían derechos; como sea... Allí pasó en soledad por un tiempo, condicionado totalmente, en soledad absoluta, sin más compañía que su amigas, Manola y Manuela. Luego, una vez que terminó su patéticamente corta historia, el hijo mayor le dio lugar a su hermano menor para que cuente su historia.

El hijo segundo

Comentó que vivió muchos años entre extraños, hasta que una tía lo adoptó. Ésta le daba de todo, lo malcriaba peor que un político a sí mismo; aunque no duró mucho, pues cierto día muere la vieja y es nombrado heredero universal de sus bienes. Tampoco duró mucho, pues como era menor de edad, un Juez confiscó éstos bienes en su bolsillo hasta que sea mayor y le nombró un tutor.

El tutor era conocido como "Vizcacha", un hombre mayor con la peor fama de la zona y reputación de renegado, salvaje y ladrón. En resumen, fue el peor tiempo que pasó con el mencionado tutor, pues siempre andaba borracho y mal aconsejaba al muchacho[9], era maleducado y no tenía respeto por nada ni nadie, exactamente lo contrario de lo que el Juez le había dicho. Cierto día, Vizcacha cae enfermo y empeora, por lo que el chico lo lleva a una curandera, pero ésta le dice que ya es demasiado tarde. El muchacho piensa "¡Por fin me libero de éste maldito viejo!", mientras le dice a la curandera "Oh, es lamentable oirlo."

Al cabo de unos días, Vizcacha pasa el velo y, como el chico sentía miedo de quedarse (pues ya todo le resultaba tétrico), se marchó, llevándose cuanto podía. Se reencontró con el Juez, mas éste lo echó a la calle, pues (según) "Era de mala educación hacer apurar a un funcionario para ayudar a arreglar su emancipación". Así que, luego de un fallido romance con una viuda, anduvo de vago, luego de que se quite la brujería que ésta cierta vez le hizo. Y, así, el hijo segundo de Martín Fierro terminó su historia.

Luego, entre tragos y fiesta, aparece un forastero que se hacía llamar Picardía. Y, como era más que sabido, el tipo quería contar su historia. Todos se dispusieron a escuchar, pues no había pelea alguna como para distracción alternativa.

El hijo de Cruz

Picardía, cantando su historia al son de la guitarra. Nótese la falta de calidad de la fotografía, primer modelo de HD.

Se crió sin conocer a su padre y su madre andaba en otras, por lo que tuvo que aprender a cuidarse solo de chico; exactamente lo contrario a cualquier mandatario del gobierno. Tuvo un trabajo no muy bueno, pero se fugó porque no era lo que él deseaba (no el trabajo en sí, sino tener que trabajar) y se fue para Santa Fe, provincia al Norte de Buenos Aires. La cosa es que también le fue mal y, cuando estuvo a punto de fugarse de la fuga (?), unas tías lo adoptaron.

Ellas lo obligaban a rezar, mas él era ateo-hereje-ortodoxo, por lo que no soportó mucho y volvió a huir, aunque le haya dolido que con ellas la pasaba de haragán y mantenido. Andaba de pobre y, en cuanto tuvo algo, se volvió a "Güenosaire'" (llamado así a Buenos Aires por cualquier gente de campo) y se enroló contra su voluntad en la Guardia Nacional. Al mismo tiempo, comenzó a trabajar de timbero para el dueño de un casino-hotel de media estrella, jugando cartas y peleando a la gente.

Hacía trampa a los clientes y éstos caían más rápido que piano que cae sobre cualquier tipo en viernes 13, como es costumbre. Nadie lo descubrió, hasta que, cierto día, un policía de nariz chata sí lo hizo. Luego de que más adelante se hubieran dado encontronazos (ya sea porque Picardía se burlaba de su chiste de nariz o porque le robó a la chica que estaba interesado), se le declaró enemigo.

Fue mandado a la frontera, luego de que "el Ñato" (como Picardía lo llamaba, entre tantos otros pseudónimos amigables) lo hubiera metido en problemas por cuestiones electorales. El Comandante en Jefe del contingente en la frontera era un bastardo como cualquier militar lo es e insultaba a los novatos. En eso, empezó a hablarle de lo haragán timbero que era como su padre, a pesar de que Picardía no lo conocía.

Así que se puso a investigarlo y descubrió que su padre era nada menos que el sargento Cruz, y decidió rendirle honor enmendando todas las cagadas que había hecho (o, al menos, no seguir cagando a la gente), pues estaba muy descarriada la oveja negra ésta. Siguió, entonces, sirviendo en la frontera, azotado por los malos tratos que le daban y a muchos otros, como siempre fue costumbre de la mierda que es y será el Gobierno, sin paga ni reconocimientos.

Y, como es historia sabida, ningún infelíz soporta tanto dolor y sufrimiento (ni siquiera un gaucho) y, por ésto, el hijo de Cruz se escapó como pudo. No sin antes mandar a todos al mismísimo Diablo[10]

Déjà vu

Una vez que el hijo del fallecido ex-sargento Cruz, Picardía, terminó su historia, fue invitado por Fierro y sus hijos a que los acompañe a refrescar la garganta. Y, al rato, de la nada, aparece en el bar un tipo medio raro. Y no me refiero a que sea raro, raro o raro; sino por lo que nunca antes había sido visto por los lugares. Era un moreno, presumido de gran payador y rapero gangsta. Y, tomando la guitarra, fu evidente que se quería batir a duelo con armas de canto improvisado. Todos dejaron de murmurar y, como la plaga de chusma que eran, se pusieron a escucharlos.

Cantaron sobre varios temas al son de la guitarra, como: sus vidas, sus oportunidades, sus affairs con los comandantes en la frontera, la enemistad que había entre blancos y negros, la religión, la política, la naturaleza y varios qués y porqués, tales como por qué creó Dios la cantidad, por qué hizo a los blancos blancos y a los negros negros, qué significaba el tiempo y el peso... mas Martín Fierro contestó todo, pues tenía un doctorado de estudio avanzado en ignorancia, pues todo lo que sabía lo sabía por no ser lo que llamaban instruido.

El moreno supo que no tenía oportunidad de ganar, así que se dio por vencido y, justo antes de irse, le hizo saber quién rayos era. Su hermano era el moreno que estaba acomañado por la dama obesa, cuando estaba en un bar con sus amigos al haberse escapado de el fortín donde cumplía ese raro servicio que llamaban Servivio militar.

Unos consejos antes de la despedida

Fierro, con sus hijos y Picardía, en un picnic antes de que vuelvan a separar caminos.

Fierro se dio cuenta de quién era, mas no le importó. Y, luego de saludar a sus colegas, los cuatro salieron de la pulpería, dirigiéndose al campo. Lamentablemente, como uno estaba más pobre que otro, decidieron separarse. Pasaron la noche, acampando, reunidos al rededor de una fogata (justo después de que los bomberos les hayan dicho que no lo hagan), viendo las estrellas y pasando el rato.

A la mañana siguiente, Fierro le da una serie de consejos a sus hijos y al de Cruz, tales como: que sean buenos con sus hermanos y que los cuiden, que sean personas de bien, que luchen por sus sueños, que comprueben bien que no les den billetes falsos, que procuren contratar prostitutas sanas, etc. Luego de éstos y unos cuantos consejos más, se despiden con la última sugerencia por parte de Fierro: que cada uno se cambie el nombre, para que los fantasmas del pasado no vuelvan para hostigarlos y para no verse envueltos si a la policía se le ocurre reabrir sus respectivas causas penales.

Luego de ésto, se saludan y toman caminos separados. El relator del relato termina de relatar la historia y dice esperar nunca falte felicidad y compañía en el corazón de los infelices y solitarios gauchos, como también para el resto de la humanidad.

Fama y estrellato

Hablándole a alguien más duro que una pared de concreto

Hernández (barbudo de la foto) sugirió a Fierro que cuente su historia y la publique. Juntos harían buena amistad, tanto en el trabajo de edición y publicación como en los pasatiempos yendo de juerga. (nótese su parecido con Julio Verne).

Cierto día, un tal José Hernández (escritor en decadencia) oyó la historia de Martín Fierro y se le ocurrió una idea que ayudaría a ambos: decidió sugerirle a Fierro contar su historia publicada en libro; para que así la gente conozca la vida de uno de tantos miserables gauchos y, mucho más importante para Hernández, poder sacar algo de dinero con lo publicado a costillas de otro y no perder su casa hipotecada, la custodia de sus hijos y su cuarto matrimonio ya casi fallido.

Así, entre chamuyo y chamuyo (véase significado), Hernández logra convencer a Fierro. Pero, para la redacción de la historia, iba a ser todo un tema, pues Hernández sugirió que se haga en rimas estilo rap. Ésto disgustó mucho a Fierro, pues no entendía lo que el otro hablaba y en una contra, sugirió que se haga estilo payador (aunque no sea mucha diferencia; pues era lo que él era, entre otras cosas). Hernández se resignó y aceptó, pues no estaba dispuesto adejar escapar una oportunidad tan grande ni a fracasar... otra vez.

Primera edición

Así, entonces, luego de largas discusiones entre ambos, Martín Fierro da la orden para que José Hernández comience la publicación. Entonces, en 1872, sale la primera edición de la vida del gaucho, llamada "El Gaucho Martín Fierro", no pudiendo ocurrírsele un título mejor (o lo menos tonto posible). Tuvo gran cantidad de números, con un estreno satisfactorio. Aunque... le hubiera gustado que las ventas le hubieran igual de bien. Todo no se puede en la vida. En fin, la llamada "primera parte" no fue un éxito total como se esperaba, pues se vio a Hernández fanfarroner sobre su libro, diciendo que era mejor que la Biblia y el personaje era "mejor que Jebús"[11].

La segunda es la vencida

Casi desesperanzados, Hernández volvió a contactar a Fierro[12] y, muy dificultosamente, convence otra vez al aventurero gaucho de hacer una segunda parte de su historia. Martín Fierro se negaba. Pero fue una frase del escritor lo que convenció al hombre de campo de continuar con una segunda parte. "¡Vamos! Tendremos fama, dinero... ¡Ah! Y casi olvido a las zorras...". Fierro cedió.

Segunda edición

Así, en 1879, sale "Martín Fierro, reloaded: the Comeback", con un importante número de copias vendidas. Ahora sí, tanto sacrificio había dado sus frutos. Y no como los frutos del sacrificio anterior, pues éstos no se veían podridos ni había gusanos ni agujeros de gusanos en ellos; en pocas palabras, no parecían vomitables. Éste sí era un fruto comestible. Fierro y Hernández se contentaron mucho, al punto de que éste primero se compró su propio bar (siendo él mismo su mejor y más habitual cliente) y el segundo aprovechó esa fama para escribir tres obras más.

Muerte

Tenía deudas, su amigo Hernández se había borrado y, más que obvio, estaba en la ruina. Es así como el gran Martín Fierro, el hombre más corajudo de su época, cruzaba (otra vez) por el espinoso camino de la decadencia. Andaba de vagabundo, mendigando por las casas, implorando por dinero (nunca por trabajo). Pero, sin más y de la nada, un empresario llamado Durán le ofreció un puesto en su industria minera; más precisamente en la sección de fundición de los metales. Fierro aceptó de inmediato. Pero quiso el maldito destino que, cierta tarde de verano, mientras tomaba su descanso, la muerte lo llame.

Nuestro gaucho amigo se encontraba payando, haciendo de bufón "showman" para el resto de sus compañeros. Quiso el destino, también, que no se haya fijado que, al momento de querer hacer salto bunjee extremo rudimentario en el piletón de agua, éste esté lleno de oro fundido y no de propiamente agua. Fue así que, mientras hacía un deporte extremo, Martín Fierro perdía la vida. Sus compañeros se entristecieron mucho, pues era un buen hombre; aunque no tan bueno como el dineral que les podría dejar si vendían a su ahora dorado y muerto amigo.

Muchos años después, ya a mediados del siglo 20, recién se le consideró honor al infeliz hombre, a tal punto que la hueca y superficial farándula argentina creara su versión de los premios Oscar, llamado "Premios Martín Fierro" y que, aún más, sus ediciones de aventuras hechas libros se consideren superclásicos de la Literatura argentina y de la Literatura gauchesca.

Continúe con la payada


Referencias

  1. Mestizo inadaptado que antiguamente habitaba Argentina, Uruguay y sur de Brasil. Hombre de campo, buen jinete, predispuesto para trabajos ganaderos y parrandas en bares.
  2. Pulpería:Para extranjeros e ignorantes de literatura argenta (Para así también como el mismo pueblo argento): especie de bar y centro de peleas.
  3. Otro tipo de gaucho, considerados los más peligrosos, más rebeldes, más malos y más borrachos; sí, mucho más que el resto
  4. Dícese de la esclava casera que todo gaucho tenía en casa, también conocida como "esposa".
  5. Literalmente dicho Trabajo sucio, pues eran de vivir en la mugre y la miseria.
  6. Sacar el cuero: Localismo argento que significa Hablar mal de alguien, sin que se entere ni sepa que le hecho males.
  7. Nunca se supo los nombres de los hijos de Fierro.
  8. Aún no se sabe si era por exceso o por escasez de alimento.
  9. O lo hacía estando borracho, da igual.
  10. Todo dicho en una nota, por supuesto; pues, de haberlo hecho de frente y con palabras, habría sido más que probable que se hubiera ganado un lugar VIP en el estaqueadero o en la sala de torturas.
  11. Tomado de una deformación de una nota por un grupo periodístico sensacionalista de la época.
  12. (Pues éste se había autoexiliado a las sierras de Córdoba, pues ya no podía vivir con la bolsa de papel que cubría todo su cráneo por la vergüenza que sentía porque su libro había sido un fracaso)
  • Potter ícono.png Personaje ficticio (ver todos aquí).
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