Nicks de Messenger
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Este artículo es más largo que el Quijote. Hasta Cervantes dividió su obra en partes. ¿No es hora de hacer lo mismo? Véase: Inciclopedia:Tamaño de los artículos |
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El autor de este artículo se ha olvidado de poner fotos, o las que hay no son suficientes. Sé buena persona y ayúdanos colocando un par de ellas para la causa. Que la academia te lo premie. |
¡Ah, los nicks y estados! Verdaderas obras maestras de introspección juvenil. "Soltero/a pero no disponible" para el filósofo frustrado, "Viviendo la vida loca" para el que se quedó en casa viernes pasado, y frases motivacionales para quien claramente NO ha tenido un lunes. Una guía infalible para detectar especies en su hábitat digital.
Los que quieren llamar la atención a toda costa
Oh, claro! Porque nada dice "soy interesante" como publicar un dramático: “Siento un dolor… tan grande… en mi corazón…” seguido de un emoji roto que parece haber sido diseñado por un adolescente en su peor crisis existencial. ¿Qué sigue? ¿Un casting para protagonizar la próxima telenovela del mediodía? O mejor aún, ahí está el clásico: “Soy satánica y solo Lucifer me quiere”. ¡Bravo! Nada más atractivo que anunciar al mundo tu romance con el mismísimo señor de las tinieblas mientras presumimos nuestra rebeldía comprada en una tienda de disfraces de Halloween.
Y no podemos olvidar el golpe maestro: “A que ni sabes qué me pasó, tuve un accidente y estoy mal, pero no tengo tiempo de contarte”. Traducción: *Mírame, siente pena por mí, pero no esperes detalles porque esto es exclusivamente para que te preocupes*. Es como si estuvieran compitiendo por el premio Nobel de la manipulación emocional barata.
Todo esto, por supuesto, con un objetivo claro: confundir tanto a sus contactos que terminen atrapados en discusiones absurdas dignas del mejor clickbait. Porque nada une más a las personas que debatir sobre problemas inexistentes o tragedias fabricadas con emojis tristes. ¡Bien jugado, campeones del drama innecesario!
Los agitadores políticos
¡Bienvenidos al circo político de las redes sociales, donde el analfabetismo militante tiene su propio desfile! Aquí encontramos a los rebeldes del autocorrector, filósofos del “Biva la hanarkia!! 💣” y poetas del “Asta la bictoria cienpre”. Son como Che Guevara, pero sin haber leído un libro ni saber ortografía. Su arma principal: emojis explosivos que gritan revolución mientras probablemente están en pijama comiendo Doritos.
Pero no todo es izquierda barata; también tenemos a los héroes de la derecha, esos estrategas geopolíticos que declaran: “Yo a todos esos rojos mugrosos ¡Me los cargaba a tiros! Guait Pawer Ochentiocho.” Claro, porque nada inspira respeto como amenazar con frases traducidas por Google mientras presumen músculos de teclado. Y si eso falla, siempre tienen su as bajo la manga: “¡Mejor pónganse a trabajar o estudiar!” Sí, claro, dicho por alguien que pasó tres horas escribiendo eso entre videos de gatos.
Y luego están los genios del drama inverso, anunciando: “Mi amigo Alberto está peleando en Ucrania del lado ruso.” Ah, Alberto, ese Rambo multitarea que lucha contra tanques mientras actualiza su estado. Todos ellos nos bombardean con propaganda falsa, memes incómodos y discursos cursis que parecen escritos por un adolescente enamorado del caos. ¡Bravo, camaradas del absurdo! Han logrado convertir debates serios en un show digno de MTV… o de un psiquiatra.
Los presumidos
¡Ay, los presumidos de las redes sociales! Esos grandes filósofos modernos que han convertido su vida en un reality show barato. Porque claro, nada dice "éxito" como subir capturas de conversaciones donde alguien te llama "loca deliciosamente insaciable" (¿?) o publicar fotos borrosas de fiestas donde parece que estás rodeado de modelos… pero en realidad son tus primos disfrazados.
Y qué decir de esos mensajes tan profundos: “Cariño, me tienes loca 💘”. ¿Loca de amor o loca porque no paras de escribir pavadas? Porque si realmente existiera esa pasión desbordante, tal vez sería mejor guardarlo para la intimidad y no hacer un anuncio público. Pero bueno, el ego hay que alimentarlo aunque sea con migajas de atención.
Y luego están los reyes de la noche, esos guerreros de la pista de baile cuyo mayor logro es haber ido al "Ibiza Club" (nombre ficticio para cualquier antro). Publican selfies con filtros hasta las cejas mientras aseguran haber vivido una experiencia legendaria con “extrangeras” (sic). Claro, porque todos sabemos que lo más emocionante de tu semana fue compartir espacio con turistas perdidas y pagar 20 euros por una bebida aguada o mezclada con refrigerante de autos para un mejor sabor.
Al final, estos personajes son como carteles luminosos de neón: mucho brillo, poco contenido y siempre tratando de convencernos de algo que ni ellos mismos creen.
Los "soy tonto, ¡Admírenme!"
¡Damas y caballeros, presentamos a los genios de la era moderna: los adolescentes de 12 a 16 años! Esos expertos en convertir tonterías en tendencia global. Porque claro, nada dice “soy un líder nato” como emocionarte con el capítulo de Peppa Pig donde se rompe el juguete de George, o perder neuronas viendo realities donde el mayor conflicto es si Patti se puso el vestido de fulana sin pedir permiso. ¡Increivle! (Sí, lo escribieron así a propósito, para que sepas que son demasiado cool para las reglas básicas del idioma).
Y luego están los autoproclamados “bellas idiotas,” esos grandes pensadores que han patentado la técnica de ser superficiales pero con estilo. Porque obviamente, decir “soy idiota” en tu estado es mucho más profundo que, no sé, estudiar algo o desarrollar una habilidad útil. ¡Pero cuidado! No cualquiera puede lograrlo. Tienes que practicar frente al espejo esa expresión de “no me importa, pero quiero atención,” idealmente mientras usas tres filtros y luces dignas de un quirófano.
Lo mejor de todo es que esta estrategia funciona. Sus amigos, igual de impresionables, los admiran como si fueran Einstein después de descubrir la relatividad. Pero en lugar de ecuaciones complejas, estos genios publican memes mal traducidos y frases pseudo-profundas que ni ellos entienden. Así que ahí los tienes, reinando en su reino de ridiculez, convencidos de que cambiar su foto de perfil cada tres días los hace inmortales. Bravo, humanidad. Bravo.
Los descriptivos y/o apurados
Vaya, vaya, parece que algunos tienen el don de teletransportación o quizá son clones secretos del gobierno. ¿Cómo explicar sino a esos genios que pueden estar "bajando al perro" justo cuando están "cenando lomo con patatas"? ¡Qué nivel! La multitarea llevada al extremo existencial.
Porque claro, nada dice "vivan mis horas libres" como compartir cada segundo irrelevante de tu vida, esperando desesperadamente que alguien te diga algo… cualquier cosa… aunque sea "qué aburrido eres". Y sí, lo mejor es atacar con la misma moneda: "Aquí tocándome la oreja izquierda mientras la derecha se siente ignorada" o "Mirando al techo y preguntándome si alguien notará que existo".
O mi favorito: "Mojando una galleta en leche con chocolate porque no tengo amigos pero al menos sé apreciar las pequeñas cosas". Aunque siempre puedes ser directo: "Está solo y necesita compañía". Pero vamos, si tanto anhelas amor y conexión humana, deja de usar el estado y descárgate Tinder, que para eso existe. Así evitas desperdiciar nuestra valiosa atención en tus dramas cotidianos.
Los Musicales
Ah, los estados de WhatsApp: el escaparate donde todos somos artistas frustrados y críticos musicales autoproclamados. Aquí, en este santuario digital del egocentrismo auditivo, encontramos una fauna peculiar que define su personalidad según la música que exhibe como si fuera un tatuaje sonoro.
Primero están *Los Comunes*, esos héroes del algoritmo que nos recuerdan cada día que “la música es universal”… siempre y cuando sea lo que está sonando en TikTok. Su estado es un reflejo perfecto de las listas de reproducción patrocinadas por corporaciones multimillonarias. ¿Un éxito viral? Ahí estarán ellos, orgullosos defensores de la mediocridad masificada, compartiendo clips pixelados mientras se creen revolucionarios culturales. ¡Bravo!
Luego vienen *Los Elitistas*, esos seres superiores que presumen su supuesta sofisticación con piezas de jazz incomprensibles o bandas indie desconocidas cuyos nombres ni siquiera puedes pronunciar. Claro, porque nada grita "intelectual" como escuchar a un grupo austriaco tocando flautas andinas mientras te tomas un café sin azúcar. Pero, oigan, incluso John Coltrane necesitaba pagar el alquiler, así que no finjan superioridad moral.
En el rincón más rudo del ring tenemos a *Los Machos*. Estos gladiadores modernos demuestran su hombría poniendo canciones de Heavy Metal con títulos como "Cosmic Destruction" o tracks de Hip-Hop cargados de insultos creativos. Sus estados son básicamente exhibiciones auditivas diseñadas para intimidar. ¿Qué mejor manera de demostrar fortaleza emocional que bombardeando a tus contactos con guitarras distorsionadas?
Finalmente, aparecen *Los Bizarros*: esa mezcla caótica entre Dalí y tu lista después de una noche de insomnio. Hoy comparten baladas románticas lloronas; mañana, black metal satánico. Nadie sabe si sufren de bipolaridad, tienen gustos eclécticos o simplemente quieren confundirnos hasta la locura. Son especialmente comunes entre fanáticos del rock progresivo y el K-pop, dos mundos que probablemente deberían haberse quedado en dimensiones paralelas.
En resumen, los estados musicales de WhatsApp son la prueba irrefutable de que vivimos en una era dorada del narcisismo artístico. Así que adelante, sigue actualizando tu estado con ese tema de 8 minutos de sintetizadores estridentes. Después de todo, ¿para qué sirve la música si no es para anunciar al mundo qué tan especial eres?
Los poetas fracasados
En el vasto y profundo océano de los estados de WhatsApp, encontramos al poeta fracasado moderno: un ser que cree que su existencia cobra sentido si escribe frases incomprensibles o pseudo-profundas para impresionar a desconocidos. Estos bardos digitales no necesitan público ni aplausos; solo un puñado de emojis y algún contacto que les dé like por lástima.
Está el filósofo frustrado que anuncia: “¡Me miro a mí mismo sin mirar!”. Cervantes estaría tan orgulloso de esta genialidad que probablemente dejaría de escribir novelas para dedicarse a reenviar memes. Luego aparece la romántica obsesiva con su clásico: “Si pudiera llamar tu atención…”. Spoiler: ya lo hizo, y también llamó la atención de la policía porque nadie aguanta 200,000 mensajes en cadena. ¿Acaso creías que el acoso era arte?
También está el nihilista de andar por casa, quien reflexiona sobre la fragilidad de la vida mientras pasa sus días chateando sin parar. Quizás su vida sea frágil porque se la pasa sentado, ignorando el mundo real. Y cómo olvidar al existencialista del clóset, atrapado en una metáfora tan literal como absurda. No, no hace falta explicarlo más. Todos entendemos que esa frase grita “terapia”.
Pero el premio mayor se lo llevan los góticos adolescentes que juran tener el alma oscura y original. “Tu mirada es una daga nocturna…” suena bonito hasta que te das cuenta de que copiaron la frase de un Tumblr de 2009. Finalmente, llega el poeta culinario: “Si tus nalgas fueran sartén…”. Este verso épico proviene directamente de las mentes brillantes que descubrieron WhatsApp durante la pausa del almuerzo. Seguro piensan que Homero (el griego) estaría celoso.
Así es el universo lírico de WhatsApp: un lugar donde las palabras pierden todo significado, pero ganan muchos corazones virtuales.
Los desactualizados
Hay personas que parecen haberse quedado atrapadas en una cápsula del tiempo dentro de WhatsApp. "K se nos kasa l principe felipe" suena como un chisme de la Edad Media, aunque Felipe ya ni es rey. Y lo de "Francia Campeón 98'"... ¡amigo, despierta! Ya no estamos en los tiempos en que Zidane era el héroe nacional (aunque, bueno, él sigue siendo leyenda).
Quienes mantienen un "Feliz año 2012" probablemente siguen pensando que Lady Gaga todavía lleva carne cruda como vestido, y los fans de Obama seguramente creen que Joe Biden es solo un abuelito simpático y no un supervillano. ¿El problema? O viven desconectados del mundo, o tienen tanto miedo al cambio que ni siquiera saben cómo actualizar su estado. Tal vez piensan que tocar ese botón romperá su teléfono o algo así.
También existe la posibilidad de que esos estados sean reliquias históricas porque te bloquearon hace años pero tú nunca lo notaste. Al final, estos usuarios son como tesoros arqueológicos: inmóviles, cubiertos de polvo y viviendo en un pasado muy, muy lejano.
Los minimalistas
Ah, los minimalistas de WhatsApp, esa especie en extinción que parece haber nacido sin el gen de la creatividad digital. Si te encuentras con un “Carlos” o una “María”, prepárate para presenciar un unicornio de la simplicidad: tan raro como un político devolviendo dinero o encontrar calcetines emparejados en el cajón.
Pero cuidado, porque detrás de ese aura de sofisticación puede esconderse una trampa. Ese estado virginal, limpio y puro, podría mutar en cuestión de segundos a algo como “Viviendo la vida loca 🎉😎”. Sí, amigos, lo que parecía un ser superior resulta ser solo alguien que aún no ha descubierto los memes.
Estos especímenes suelen ser adultos mayores, esos que piensan que WhatsApp es una agenda telefónica mágica, o jóvenes tan cool que decidieron que poner “Esc” ya era suficiente mensaje existencial. Son personas prácticas, sin tiempo para adornos ni cursilerías, aunque sospechamos que en realidad solo tienen miedo de equivocarse al escribir algo divertido. Y así, entre nombres planos y estados ausentes, nos recuerdan que la verdadera originalidad está sobrevalorada… o tal vez solo les da flojera.
El Friki minimalista
Ah, los frikis minimalistas, esos seres que decidieron que su verdadera identidad es demasiado aburrida y optaron por renacer como personajes de ficción. En lugar de llamarse Juan o Ana, ellos son “Kratos” o “Samus Aran”, porque aparentemente nacieron con un mando en la mano o una nave espacial en el garaje.
Estos especímenes caminan por la vida como si fueran el protagonista de su propia saga épica, aunque en realidad probablemente pasen más tiempo eligiendo su alias que derrotando a un ejército de dioses nórdicos. Y claro, no pueden evitar añadir ese toque nerd a su estado: un enlace a su blog sobre teorías de Marvel, un fanart de Luffy o tal vez un “En mi base de Runescape todo esto no pasaría”. Porque nada dice “soy normal” como promocionar tu cuenta de Twitch mientras hablas del tiempo.
Lo curioso es que, bajo esa capa de referencias geek, aún conservan algo del minimalista clásico: mensajes simples y directos, como “Hola, ¿qué tal?” o “Voy a por café”. Pero, ojo, ese café probablemente sea bebido en una taza con la cara de Darth Vader. Al final, son una mezcla perfecta de frikismo y funcionalidad, como una katana con wi-fi y 5G incorporados.
Los vendedores
Ah, los mercachifles de WhatsApp, esos poetas del capitalismo salvaje que convierten sus estados en un bazar interminable. Son como el infomercial de la medianoche, pero sin el glamour ni la banda sonora épica. Aquí nadie tiene nombre propio; todos son “El Rey de las Ofertas” o “Tu Mejor Oportunidad”. Y claro, venden de todo, desde cosas útiles hasta objetos que ni siquiera sabías que existían (ni que querías saber).
¿Memoria RAM de 16 Mega-BisT? ¡Claro que sirve para Windows 11! Bueno, al menos eso dice el vendedor, quien probablemente aprendió lo que es una computadora viendo memes. ¿Boletos para Olivia Rodrigo? Seguro tienen “buen lugar”, aunque sospecho que estarás tan lejos del escenario que verás mejor a la cantante por YouTube. ¿Y una cibercam para cybersexo? Porque nada dice romance como una cámara que también hace zoom a tus problemas personales.
Pero no nos olvidemos de los clásicos: tamales calientitos con publicidad digna de un himno nacional culinario, o los recolectores de chatarra que te compran hasta el alma si les cabe en una carretilla. Y cómo ignorar los calzones comestibles, ese producto que nadie pidió pero que todos ahora sabemos que existe. Al final, estos especímenes son como Pokémon: nunca sabes cuándo aparecerán, pero cuando lo hacen, dejan huella (y spam) en tu vida.
Los adictos a los emojis
¡Los adictos a los emojis en WhatsApp son como un carnaval ambulante de exageración digital! Sus estados parecen el resultado de un ataque de epilepsia en una tienda de pegatinas: corazones que laten como si fueran un concierto de reggaetón, caritas que ríen hasta parecer dibujos de un manicomio y símbolos esotéricos que ni un arqueólogo egipcio descifraría. Son los mismos que piensan que “❤❤❤❤❤❤” es una declaración seria y que un “🎶✨🎉🔥” sustituye con creces a una conversación coherente.
¿Necesitas saber que Susi es una “Diva”? ¡Tranquilo, que te lo recordará con 17 corazones y una lluvia de estrellas que parecen cortadas de un PowerPoint de los 2000! Y qué decir de los que usan emoticones para parecer “cool”: combinan caritas de payaso con calaveras y cerditos, como si su vida fuera un *collage* de un adolescente en crisis existencial.
Pero el colmo son esos genios que transforman su nombre en jeroglíficos dignos de un templo azteca y emojis que gritan “¡mírame, soy místico!”, cuando en realidad solo están ocultando su identidad bajo una montaña de basura digital. Al final, son como un *spam* con personalidad: demasiado esfuerzo para decir, en el fondo, nada. ¿Su legado? Un mundo donde hasta el aire se siente saturado de corazones rotos y caritas vomitando arcoíris.
Los copiones
Ah, los estados de WhatsApp… ese espacio donde la creatividad va a morir. Un santuario de frases tan gastadas que hasta Chuck Norris las rechazaría con una patada giratoria. ¿"Que pasó que pasó vamos ahí!!!"? ¡Claro! Porque no hay mejor forma de demostrar tu ingenio que repitiendo lo mismo que todos los demás desde hace años. Y ni hablar del niño mítico que flota sobre cabezas y desintegra autos con rayos láser… porque, obviamente, eso es algo que pasa en nuestra vida cotidiana.
¿Y qué tal el clásico "WHAAAZAAAAAAAAA"? Tan original como un meme de 2010, pero con el mismo encanto que una alarma a las 5 a.m. Y claro, no puede faltar el toque dramático: “Esto se va a descontrolaaaaaar”. Tranquilos, nadie sospecharía que estás anunciando el fin del mundo mientras buscas likes. Ah, y por supuesto, la frase épica: “Pintamos toda la casa sin derramar una gota de pintura”, porque nada dice "responsabilidad adulta" como presumir de tus habilidades de decoración en un estado de WhatsApp.
Lo peor de todo es cuando alguien combina estas joyas literarias. Es como ver un batido hecho con memes viejos, sarcasmo recalentado y un poco de desesperación social. Pero bueno, al menos están contribuyendo a la ciencia del humor involuntario1. ¡Bravo!
Los noticiarios ambulantes
Ah, el WhatsApp moderno: ese santuario de periodismo ciudadano donde todos tus contactos se convierten en reporteros expertos. Aquí, la prensa escrita no tiene cabida porque tu cuñado ya cubrió todo lo importante. ¿Quieres saber si ganó tu equipo? Tranquilo, te lo gritarán en mayúsculas sin que lo pidas. ¿Un avión secuestrado en Japón? Obvio, como para no enterarte antes que CNN, gracias al primo que copia y pega desde sitios dudosos.
Y claro, no puede faltar el duelo nacional por "La Celebridad Zutana de Tal", cuya muerte es trending topic en tu chat familiar. Pero espera, ¡también está el clima! Porque nada dice “profesionalismo” como recibir un pronóstico meteorológico con emojis de nubes enviado por alguien que ni siquiera sabe qué son los chubascos aislados.
Pero el verdadero thriller es la saga del asesino en serie: primero lo capturan, luego escapa (porque obviamente), y finalmente termina siendo entrevistado por Laura en su programa matutino —todo narrado en tiempo real por Tía Rosaura, quien parece tener fuentes dentro de Interpol. Y cuando creías que ya habías visto todo, te llega la triste noticia: murió el “canaca”, ese amigo que nadie recordaba pero que ahora merece homenajes dignos de un héroe nacional.
Y cómo olvidar las investigaciones de campo, como la vecina de arriba recibiendo visitas sospechosas cada día. Agatha Christie estaría orgullosa. Así que no, realmente no necesitas bajarte ninguna app de noticias; con estos cronistas improvisados tienes más drama, tragedia y suspenso del que jamás pediste.
Estados-Tablones
¡Alerta máxima en WhatsApp! El servicio de inteligencia de tus contactos más chismosos ha emitido nuevos boletines:
- ¡ÚLTIMA HORA!** María, agente secreta de la mermelada, debe infiltrarse en el supermercado antes del desayuno. Su misión: evitar el colapso nacional por falta de pan con dulce. Se sospecha que el emoji 😉 esconde un código cifrado.
- EN DESARROLLO:** Paco, el mensajero real, transportará una memoria USB de *incalculable valor* (probablemente memes de 2012) a la "ksa" del jefe. Se rumorea que el contenido podría revelar… bueno, nadie sabe, pero suena épico.
- S.O.S. TECNOLÓGICO:** Un ciudadano anónimo lucha por instalar *El Kémador de Devedés* (sí, con "k"), herramienta clave para preservar la cultura de las películas de piratas en DVD. Se ofrece recompensa: un tutorial de YouTube que dice "Haz clic aquí, tont@".
Y así, queridos espectadores, mientras el mundo se pregunta por qué seguimos usando estados como tablón de anuncios de pueblo, la teoría más sólida es que todos quieren ser famosos en su propia telenovela. ¿Necesidad de privacidad? ¡Ja! Prefieren que sepas que compraron mermelada, no que salvaron al mundo… o algo así.
Insistentes
Los insistentes de WhatsApp, esos héroes anónimos que convierten una simple app de mensajería en un escenario de teatro absurdo. Tienen preguntas existenciales como: "¿Quién sabe qué día viene mañana Camilo al Centro Musical?" (spoiler: viene *mañana*, genio). O los blogueros frustrados que bombardean con estados tipo: "Actualicé mi blog, pasen" (y uno piensa: "¿Tu blog? ¿Existe eso en el plano físico?").
No olvidemos a los desesperados del trabajo escolar: "¿Quién hizo lo de biología?" (como si fuera un misterio universal). Y los cronistas innecesarios: "Me fui a comprar enfrente, vuelvo en 5, no me extrañen". ¡Wow! ¿En serio alguien iba a notar tu ausencia entre tus 50 contactos? Tranquilo, nadie estaba planeando una búsqueda masiva.
Lo gracioso es su nivel de perseverancia. Repiten y repiten sus estados hasta que logran lo impensable: hartar a todo el mundo. Al final, terminan siendo bloqueados, eliminados o ignorados como un meme pasado de moda. Pero ellos siguen firmes, creyendo que son el centro del universo digital. ¡Qué tiempos!
Los que lo usan como aplicación de diario o calendario
Ah, los artistas del WhatsApp-agenda, esos seres especiales que convierten una aplicación de mensajería en su diario personal, calendario y tribuna pública. Porque claro, todos necesitamos saber que "caSo de resAka q teNgo" o que hay una fiesta épica en casa de un tal Nelther (¿quién demonios es Nelther? ¿Un superhéroe de barrio?). Y no nos olvidemos del viaje de estudios a Norteamérica, anunciado con emojis como si fuera la octava maravilla del mundo.
Pero lo más glorioso es la cuenta regresiva para el cumpleaños. Sí, amigos, porque seguro que nadie se acordaría sin ese recordatorio diario (ni Facebook, ni Instagram, ni el perro del vecino). Así que, para evitar una crisis existencial, esta persona te lo recuerda dos veces: "¡Faltan 45 días! ¡Faltan 44 días!" Gracias, alma bondadosa, ahora nuestra vida tiene propósito.
Y qué decir de las felicitaciones automáticas que recibirán. Mensajes tipo "felicidades!! 🎉👏" que alimentarán su ego hasta hacerlos sentir amados por la humanidad entera. Claro, porque nada dice "amistad verdadera" como copiar y pegar un emoji de pastel. Qué tiempos aquellos cuando los calendarios solo servían para mirar fechas y no para inflar egos en grupo.
Los primerísimos
Ah, los maestros del espacio en blanco, esos genios del minimalismo que sacrifican letras por popularidad virtual. A fuerza de apretar la barra espaciadora más veces que un gamer profesional, logran escalar al triste pedestal de "(30 espacios) Manuuu". Claro, porque nada grita "soy interesante" como ser el primero en una lista de contactos gracias a un truco que hasta un niño de primaria podría hackear. Pero ahí están, pavoneándose como si fueran celebridades, esperando que el mundo les rinda pleitesía mientras sus estados se multiplican como plagas bíblicas. Spoiler: nadie notó tu esfuerzo, pero tranquilo, tu ego sigue intacto... o eso crees.
Crípticos
Ah, los eruditos del WhatsApp, esos intelectuales de pacotilla que transforman sus estados en jeroglíficos modernos para que el resto de los mortales nos sintamos como Jane Goodall descifrando el lenguaje de los chimpancés. ¿Quién no ha visto a algún alma en busca de profundidad existencial citando frases en alemán de filósofos de pacotilla? *"Die Dunkelheit des Waldes…"*, escribe el vecino Emilio, convencido de que su reflexión sobre la oscuridad del bosque lo hace parecer un poeta maldito. Spoiler: solo parece alguien que usó un traductor automático después de ver *El señor de los anillos*.
Y qué decir de los maestros del japonés *light*: *"知ることと演技ることは…"*, publica Laura, segura de que su "sabiduría oriental" la hace trascender. ¿El problema? Tradujo "actuar" como "演技" (que es *actuar* en el teatro), pero su perro, al que llama *"小さな犬"*, no es un "samurai de eterno fulgor", sino un caniche con alopecia. Pero claro, ella sigue creyendo que su estado es un haiku milenario.
Los hay que apuestan por el esperanto, el klingon o el élfico, como si fueran Tolkien reencarnado en un chat grupal. *"|º|-|33|2 |\/|41 1337…"*, escribe Kevin, orgulloso de su "élite" habilidad para teclear con los codos. ¿El resultado? Un código que ni Alan Turing descifraría, pero que él jura que dice *"Teme a mi poder en Minecraft"*.
Y no olvidemos a los minimalistas del emoji: *"😀🐶🌳"*, que según su creador significa *"Paseando a mi perro bajo el árbol de la vida"*, pero que el 99% de los contactos interpreta como *"Me comí un helado frente a un parque"*.
Al final, todos estos artistas del lenguaje críptico comparten un mismo sueño: que alguien, en algún lugar, los admire por su *profundidad*. Pero la realidad es más triste que un emoji de caca en un grupo de familia: nadie les pregunta qué significa su estado. Simplemente los ignoramos, como se ignora a alguien que grita *"¡Miren lo culto que soy!"* en un idioma que ni él entiende.
Parafraseadores
¡Ah, los parafraseadores de WhatsApp! Esa élite intelectual que usa estados como si fueran pergaminos sagrados, donde cada frase robada a un filósofo muerto o a un meme de X es una prueba irrefutable de su genio. Son los curadores de un museo de frases hechas, donde Platón y Paul McCartney se codean en una orgía de profundidad barata. ¿Leíste *El Alquimista* una vez? ¡Felicidades! Ahora eres un gurú cósmico que reparte sabiduría en 15 segundos, como un coach motivacional que cobrara por caracteres.
Y qué decir de los heraldos del Apocalipsis 2.0: esos que te inundan con versículos bíblicos como si Jesús fuera su community manager. Si no te convierten, al menos te aburren hasta la salvación. ¿Y los de las sectas? Sus frases suenan a manual de instrucciones de una lavadora espiritual.
Pero el *crème de la crème* son los artistas del absurdo: los que citan a Yoko Ono como si fuera poesía y no el sonido de un gato atrapado en una licuadora, o los que confunden a Darth Vader con un filósofo (“Luke, soy tu padre” es el nuevo “Pienso, luego existo”). Sin olvidar a los minimalistas: “LOLPENIS” —un manifiesto existencialista de 4chan.
En este circo de la superficialidad, hasta El Chavo del 8 suena profundo. Al final, todos ganan un premio: el derecho a hacer que Sócrates, desde el Hades, se pregunte: “¿En qué fallé?”. Pero tranquilo, universo: ya les llegará la factura de la humildad… en forma de *visto* sin respuesta.
Los demasiado sociales
Ahí están, los reyes del *spam afectivo*, esos seres que dedican estados como si fueran testamentos sociales. ¿Un mensaje? No: un *collage* de nombres tipo *“PaKo,mErI,JuLy,iRi,jOa,MaNu,pAkIlLo…”* —una sopa de letras que parece el teclado de un teléfono en modo *‘Vibrar’*. ¿Qué tal un *“k WapO oI l InsTi vRdad NeRe?”* traducido al español humano? “¿Qué onda, oye, la institución verdad, Nere?” ¡Claro! Porque nada dice “amistad” como escribir como si un gato caminara sobre tu celular.
Son los mismos que etiquetan a medio universo en una foto de su desayuno, como si el mundo necesitara saber que *Cindy, Luxy, Almu, Viky y Friends™* comparten su café con *“FoReVer!”*. Cinco menciones mínimas, porque ¿qué es la vida sin un *“k nOXe Vdd DaVi?”* (traducción: “¿Qué no, verdad, David?”). Aquí, la amistad se mide en *tags* por minuto: si no apareces en su muro, ¿existes?
¿Su lema? *“Si no lo subes, no pasó”*. Publican hasta el aire que respiran, aunque sospechamos que sus amigos son avatares de un videojuego. ¿Tienen vida social real? Obvio: sus *“five amigos”* son probablemente su reflejo en el espejo, el perro y tres contactos de WhatsApp que dicen *“online”* pero nunca contestan.
En resumen: son los influencers de la amistad *barata*. Y tú, que lees esto, seguro tienes uno en tu lista… o *¿k mE eXpLiCaS?* 🙃
Los caídos en las redes de Cupido
¿Alguna vez has abierto WhatsApp y sentido que entraste sin querer a un concurso de *“¿Quién es más ñoño?”*? Bienvenido al mundo de los estados románticos, donde el amor se vende al por mayor, como churros en una feria: grasiento, repetitivo y con un regusto a culpa.
- Las protagonistas** (porque sí, ellas dominan este *reality*): Mujeres que usan su estado como un megáfono para gritar al mundo que su novio es *“el amor de su vida”*… hasta que les toque la *“vida de su amor”* en la próxima temporada. Frases como *“Sin ti, mi sol, mi cielo, mi todo”* suenan tan falsas que hasta Cupido se cambia de acera para no saludarlas. Y mientras, el resto de los contactos pensamos: *“¿Este tipo le robó el perro o qué? ¿Por qué tanta desesperación?”*.
- Los hombres**: Los machos alfa de los estados prefieren compartir memes de *“Fútbol y cerveza”* o proclamar su *“libertad”* con frases como *“No soy pisado, soy un varón obediente”*. Spoiler: Eres un pisado. Un pisado con títulos universitarios en lavar platos y sonreír mientras te quitan el último pedazo de pizza.
- Los solteros en modo “pandilla power”**: Si no tienen pareja, no importa. ¡Siempre quedan los amigos! Estados tipo *“¡Feliz jueves, familia hermosa!”* seguidos de una lista de 50 nombres que ni siquiera sabías que existían. *“¡Los quiero más que a mi vida!”*, dicen, mientras en privado te escriben: *“¿Me prestas 20 dólares?”*.
- El peor infierno**: Cuando tu *“amigo”* le da la contraseña del celular a su pareja, y esta convierte su estado en un altar de miel y cursilería. *“¡Mi rey, mi alma gemela, mi eterno amor!”*, lee el mundo, mientras él piensa: *“¿Y si le digo que me duele la cabeza?”*.
- Conclusión**: Los estados de WhatsApp son el espejo de nuestra sociedad: un carnaval de falsa profundidad donde el amor dura lo que tarda en cargarse un video de TikTok. Y mientras, Cupido, desde su trono de likes, se ríe: su negocio no es el amor, son las *interacciones*.
Los subnormales
Obviamente, hablamos de esos genios estratégicos que usan WhatsApp como plataforma filosófica para compartir profundos pensamientos que cambiarán el curso de la humanidad. Imagínate a alguien sin un solo contacto enviando estados épicos tipo "todobuenoparatufamilia" porque obviamente todos necesitábamos esa declaración crucial en nuestra vida. O quién podría olvidar su pasión por frases crípticas como "piko.pal.k.lee", claramente un poema ganador del Nobel. Y no podemos dejar fuera su preocupación médica con "El ke lea ezto tendrah canser", demostrando su vasto conocimiento en oncología. Genios absolutos.
Los que tienen algo en la boca (o simplemente son idiotas)
¡Cuidado, señoras y señores! Tenemos aquí un espécimen de *WhatsApp Gold*: "andReA[..] >>díímee Que Zííenteez cuuanDo mee míidaazZ... 🙄". ¿Qué es esto? ¿Un estado o la lista de ingredientes de un refresco de *glamour barato*? Parece que tuvo una lluvia de ideas entre un niño de 5 años, un teclado descompuesto y la estética de un *baile de disfraces en un pueblo fantasma*. ¿"míidaazZ"? ¡Amiga, si hasta mi abuela tecleando con salchichas en el móvil escribe mejor! Esto no es *cool*, es un *collage* de letras borrachas y emojis de ojos en espiral. ¿Quién te "míidaazZ"? ¿Tu alter ego de ficción o el fantasma del teclado? Por favor, contrólate, que hasta el autocorrector está llorando en una esquina. 😂
Los Que presumen su inglés
Ah, los estados de WhatsApp en "inglés". Esa joya cultural que nos recuerda que el imperialismo lingüístico tiene su revancha. Desde el patético del salón hasta el alma más cool (o eso cree), todos se lanzan a la piscina del bilingüismo sin saber nadar. Frases como "Kolorful Lady Save to the wourld" son tan profundas que podrían competir con un meme mal traducido por Google y perder. Es poesía involuntaria, amor mal deletreado y una ofensa al diccionario todo en uno.
Claro, porque nada dice "soy interesante" como escribir "I love you little sister with all the haert" mientras el mundo llora lágrimas de sangre por el asesinato del idioma. Probablemente, Donald Trump quería construir el muro no para detener inmigrantes, sino para protegerse de estos crímenes gramaticales. Y Brexit… bueno, seguro fue solo para escapar de alguien que decía “im with more beauty than you”.
Así que adelante, ríete. Porque si algo es universal, es la capacidad humana de convertir el inglés en un meme andante.
Los patéticos
Ahí están, los reyes del teclado descolorido, esos seres que confunden una app de mensajería con un concurso de *stand-up* involuntario. Son los mismos que, con la elegancia de un elefante en zancos, convierten hasta el "hola" en un espectáculo digno de *circo*. Sus contactos, una legión de almas que creen que "IQ" es una marca de tenis, los ovacionan mientras ellos deletrean *"televisión con teclas"* y *"tablilla mágica para dibujar emojis"*.
Tomemos, por ejemplo, a *"Vainilla la Magnífica"*, cuyo mensaje más profundo es: *"GiVe A kIsS On ThE… Ja,Ja!! >>K PoNwUo? SoY La PrInCeSs De VaiNiLlA<<"*. Sí, claro, majestad. Claro que su alteza real no sabe que "vainilla" no es un título nobiliario… pero ¿qué más da? Total, en su reino de autocorrecto y mayúsculas aleatorias, hasta un "hola" suena a manifiesto existencial.
Así son: artistas del mensaje sin destinatario, filósofos del *spam* absurdo, emperadores de la banalidad. Y tú, que los aguantas, te preguntas si en verdad creen que dominan la tecnología… o si, en el fondo, sospechan que su teléfono los tolera por lástima.
Los abusivos
¡Los abusivos del estado! Cambian su estado más veces que de calcetines, dejándonos preguntando si tienen vida o solo WiFi ilimitado. Torturan al mundo con marquitas verdes y estados tan profundos como una charca. ¿La solución? Bloquearlos o silenciarlos, porque ni los memes merecen tanto sacrificio.
Ver también
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Este artículo provenía de la Frikipedia, pero se ha cambiado tanto que ya no lo reconoce ni su madre. |