Tenochtitlan
Lema | Píntame así, como si no me diera cuenta |
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Establecida | 1325 |
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Tipo de Gobierno | Ciudad-Estado |
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Alcalde | Moctezuma Xocoyotzin |
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Situación | Sobre una isla en el lago de Texcoco |
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Población | Más de 20 millones de habitantes orgullosos de sus tortas de tamal |
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Gentilicio | Tecnochcas o tecnomexicas |
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Himno | Amo el canto del cenzontle (robada a Texcoco) |
Tecnochtitlan o CDT (Ciudad de Tenochtitlan) es la capital de los Estados Unidos de Aztlán, una nación que se formó después de que los aztecas les dieran una patá en los cojones a los españoles en la batalla de Otumba en 1520 y los enviaran de nuevo a sus casas a seguir muriéndose de hambre, peste y cristianismo. Se localiza en el centro del país y es famosa por sus pirámides posmodernas donde se venden tacos de Xoloitzcuintle, sus terremotos con tsunamis, gracias a su poco, algo, muy contaminado lago que la circunda y su violencia simbólica que es mayormente literal. Es envidiable en movilidad pues tiene diferentes líneas de trajineras, que son como el metro pero con agua y sin aire acondicionado, y que conectan los distintos barrios de la ciudad tanto dentro del lago como con toda la gentuza más allá de él. Su lugar más importante es el Zócalo, el centro histórico y político de Tecnochtitlan, donde se encuentra el Templo Mayor, la sede del gobierno y el palacio del inútil del tlatoani. Allí se celebran las ceremonias religiosas, las fiestas patrias y los sacrificios humanos televisados para comodidad del espectador.
Cuando menos en Tierra B es así. En nuestra realidad Tenochtitlán es un montón de ruinas que hay que pagar por ver en el Centro de la Ciudad de México. De hecho las pirámides ya ni existen porque sus piedras se vendieron para hacer cosas medianamente útiles pero mayormente costosas como el Palacio de Gobierno de México, la Catedral y el Prostíbulo del Virrey/Arzobispo, que si bien son obras muy famosas, no tiene la excentricidad de una pirámide con imágenes de calaveras y dioses desmembrados.
Historia
Fundación
La mayoría de las fuentes pueden haber o no indicado que los mexicas eran originarios de Tuvalu Ulterior (llamado Aztlán por los historiadores menos serios) más allá de los nopales donde se hace del baño. Huitzilopochtli, un dios con problema de ira y endiabladamente bromista, ordenó a su pueblo marcharse de ahí hacia nuevas tierras donde hubiera otros pueblos para conquistar y tuvieran corazones más deliciosos (un estofado cardíaco en insuperable). También les ordenó que dejaran de llamarse aztecas porque esos eran otro pueblo y comenzaron a llamarse mexicas, pero en la actualidad tú te confundiste y les sigue llamando aztecas, porque se escucha más pro.
Siguiendo las órdenes de Huitzilopochtli, los mexicas deambularon por varios lugares, viajaron de Bahrein hasta Beirut, fueron desde el Polo Norte hasta el Polo Sur y no encontraron ojos así como los que tienes tú, lo que sí encontraron fue la señal, un águila devorando una serpiente posada sobre un nopal, y para sorpresa de todos, gracia de algunos y desconcierto de ingenieros y arquitectos, esto fue en medio del mayor lago del centro de Mesoamérica. A partir de ahí, luego de matar al estegosaurio que vivía en Texcoco, se fundó la ciudad entre albañiles mojados y sangujielas anales, cuyas referencias no encontrarás en ningún otro artículo de historia porque sólo nosotros investigamos tan a fondo.
Consolidación
Los mexicas pronto se dieron cuenta de que vivir en una isla en medio de un lago era muy práctico, porque no se iban a morir de sed. Pero resulta que sí se iban a morir porque el agua era salada ya que Huitzilopochtli había dejado caer el salero al lago como una broma adicional (hoy sabemos que se puede consumir esa agua si se tiene una dieta rica en grasas trans que equilibre el organismo, que en ese tiempo no existían, ni las grasas ni los trans). Por lo que tuvieron que construir un largo y para nada barato acueducto desde un lugar donde bien hubieran podido haber hecho su ciudad pero que por sus cojones no quisieron. Lo mismo ocurrió con su agricultura cuando intentaron sembrar sus primeros elotes y si no se los comían los habitantes del fondo del lago con los que había rencillas, simplemente no crecían porque resulta que a las plantas no les gusta el agua fea. Se ideó hacer lanchas, ponerles tierra encima traída del lugar donde hubieran podido haber hecho su ciudad pero que por sus cojones no quisieron, que era muy fértil, y echarle agua dulce Se llamaban chinampas, que eran como las islas flotantes de los incas, pero más chiquitas y con más verduras..
Una vez solucionado el problema del agua, la comida y el sepso semiacuático, ahora sí se pusieron a hacer lo que les dijo su dios: matar y esclavizar en nombre de la civilización y el progreso (en algo se parecían a los católicos). Así se fueron a hacerle la guerra a medio mundo, aunque literalmente era a todo el mundo conocido y les dijeron que si no se querían morir a garrotazos de obsidiana debían pagarles tributo, así lo hicieron, pero de todos modos mataron a algunos ya que no habían fabricado sus armas sólo para posar con ellas. Con ese dinero, algunos esclavos, conocimiento tecnológico y buena suerte construyeron cosas que toda ciudad importante debe tener: casinos y baños públicos mixtos, pero también canales, puentes, templos y palacios, todos pagados con los impuestos de los tlaxcaltecas que ya se estaban cabreando de trabajar para hacer ricos a otros. Los tributos eran en forma de oro, en cacao que era más valioso que el oro, plumas que eran más valiosas que el cacao, tlaxcaltecas y chicles que valían más o menos lo mismo entre sí.
Los habitantes de Tenochtitlan eran muy religiosos y adoraban a varios dioses, entre ellos Huitzilopochtli, el dios del sol y de la guerra, que los había llevado a fundar una ciudad en esa horriblemente geolocalización; Tláloc, el dios de la lluvia y del trueno quien siempre les mojaba las trusas ceremoniales; Quetzalcóatl, el dios de la sabiduría y del viento que había amenazado con regresar para destruir todo porque era enemigo de la ciudad ya que no creía en la arquitectura moderna; y Tezcatlipoca, el dios del destino y de la noche, porque si no lo adoraban ya no habría fiestas nocturnas. Además de los impuestos en dinero, los dioses también querían su parte porque eran unos corruptos, y había que ofrecerles danzas, juegos de pelota y sacrificios humanos, que era lo que la gente esperaba toda la semana para ir a ver en familia los domingos. Consistían en arrancar el corazón de un un voluntario, generalmente un prisionero de guerra o un esclavo que había hecho una señal afirmativa (cuando le ofrecían agua tras una semana sin beber), y dárselo al dios correspondiente. Así alimentaban al sol y evitaban el fin del mundo. Los restos de los sacrificados se usaban para hacer caldo de huesos, abono para las plantas o ropa para los pobres.
La ciudad a principios del siglo XVI
Tenochtitlan era una ciudad muy rara para los españoles. Era tan grande que cabían muchas ciudades europeas dentro de ella como Bydgoszcz, Fucking y Estambulopla y aún quedaba espacio para un pueblucho como Madrid. Lo más destacado es lo único que conocemos la mayoría, que estaba construida sobre un lago, sobre todo para evitar pagar los impuestos de construcción y para poder hacer caca en la orilla sin tener que abrir letrinas. Además había saunas públicos donde los mexicas se bañaban todos los días con agua dulce que traían de lejos, y usaban plantas como jabón, perfume y papel higiénico. Los españoles no entendían nada de eso, y se asustaron por las construcciones y tradiciones bárbaras y satánicas de estos pueblos alejados de dios y su mugre divina.
El cronista Bernal Díaz del Castillo en su Historia Verdulera de la Conquista de la Nueva España describe a la ciudad así:
Tenochtitlan era una ciudad tan grande y tan chida que tenía tres calles principales que la conectaban con el resto del mundo: al norte estaba la que te llevaba a Tepeyacac, donde podías ver a la Virgen de Guadalupe antes de que fuera famosa; al poniente estaba la que te llevaba a Tlacopan, por donde nos escapamos los del ejército de Cortés cuando nos dieron una buena madriza; y al sur estaba la que te llevaba a Ixtapalapa, donde podías comprar unos ricos tamales y unas aguas frescas. Al oriente no había calle porque ahí estaba el lago Texcoco, donde podías tomar una lancha para ir a visitar a las cariñosas de Texcoco. Cada una de estas calles tenía un nombre muy distinguido y fácil de pronunciar, como Cuauhquihuac, Chichimecapan, Tepantzinco, Acatlán y Tlamacoyan.
Se organizaban en altépetl, que eran como ciudades-estado, adentro de una ciudad estado y cada uno tenía sus calpullis, que eran como barrios o colonias. Los cuatro calpullis más importantes de Tenochtitlan eran Cuepopan, donde vivían los más guapos; Atzacualco, donde estaban los más listos; Moyotla, donde celebraban los más fiesteros; y Zoquiapan, donde se relajaban los más tranquilos. Y después se les unió Tlatelolco, que era como el hermano menor de Tenochtitlan. Cada calpulli tenía su propia onda, y se la pasaban compitiendo entre ellos para ver quién era el mejor en todo: en el arte, en los tacos, en la guerra, etc. Todavía hoy en día hay algunos lugares en la Ciudad de México donde se siguen llamando calpullis a las organizaciones que se forman alrededor de las iglesias, y siguen echando relajo entre ellos.
El mercado de Tlatelolco era tan grande y tan impresionante que hasta el mismo Hernán Cortés se quedó con la boca abierta cuando lo vio. Él escribió en una carta al rey:
Esta ciudad tiene muchas plazas donde se hace mucho “bisne” y “cotorreo”. Tiene una plaza tan grande como dos Salamancas juntas, mucho Sala y poco manca. La plaza está llena de portales donde hay más de sesenta mil almas al día, “chachareando” y “chambando”. Hay de todo lo que se os antoje: “jale”, “güaraches”, “chucherías”, “chácharas”, “códices”, “animalitos”, “plantitas”, etc. Y no son cosas de “naca”, son cosas de mucha “onda”, fechas con oro, plata, piedra, hueso, concha, caracol y pluma.
Se vende cal para fazer casas, piedra labrada para fazer “monos”, adobes y ladrillos para fazer paredes, madera labrada para fazer muebles y por labrar para fazer fogatas. Hay una calle de caza donde se venden todas las aves que hay en el mundo, desde gallinas y perdices hasta gallifantes. Y no solo se venden las aves vivas, también se venden los cueros con su pluma y sus cabezas y picos y uñas. Así podéis fazeros un “sombrerote” muy “fresa” o un “collarón” muy “chingón”.
En fin, que en este mercado se venden todas las cosas que hay en la tierra, y muchas más que yo no sé ni cómo se llaman ni para qué sirven. Cada cosa se vende en su calle, sin que se mezclen con otras cosas. Y todo está muy ordenado y muy bien puesto. Es el mejor mercado que he visto en mi puta vida.
Caidación
Hacia 1502, los mexicas se habían consolidado como el pueblo más fuerte de Mesoamérica, habiendo ganado la Copa de Fútbol varias veces seguidas para vergüenza de otros pueblos, como los yopes, los totonacas, los tlaxcaltecas y los purépechas que nunca había sido campeones. En ese mismo año murió el tlatoani Ahuízotl, porque se cayó a la olla del pozole al querer probarlo antes de que estuviera listo. Moctezuma Xocoyotzin le sucedió en el cargo tras unas agitadas elecciones donde se repartieron Tortastl y Frutsitls. Mientras tanto, Cristóbal Colón había llegado a América hacía once años aunque el mismo navegante insistía a los nativos que eran chinos, y en Europa, principalmente en España, Portugal y el Imperio de Andorra, ya se preparaban expediciones con el fin de conquistar cristianizar los nuevos territorios, lo que sería salvación a cambio de oro.
En 1519, Hernán Cortés llegó a Tenochtitlan, la capital del imperio azteca. Allí lo esperaba Moctezuma, el emperador, que lo recibió con honores y le regaló un montón de cosas, como oro, plumas y chocolate, con la esperanza de que no fuera un codicioso, cosa que sabemos que sí era. El líder mexica pensaba que Cortés era el dios Quetzalcóatl, que según la leyenda había prometido volver algún día muy cabreado por razones que sólo los dioses emplumados entienden. Lo que no sabía Moctezuma es que Quetzalcóatl se había olvidado de la promesa de la destrucción por razones que solo los dioses serpientes saben. Así que, aprovechando la confianza del indígena, Cortés lo secuestró muy fácilmente con 15 hombres, superando a los cinco mil soldados aztecas que se quedaron viendo unos a otros pensando "¿qué le pasa a éste?", y lo convirtió en su títere. Moctezuma no se resistió, porque creía que era parte del plan divino. Aunque los revisionistas históricos aluden a que al tlatoani le daba pereza gobernar y prefería ver Netflix en su cautiverio.
Cuando Cortés se divertía en Tenochtitlan con juegos de azar y malinchezuela, en Cuba había un hombre muy enojado. Se llamaba Diego Velázquez (que no era pintor, sino gobernador). Él había mandado a Cortés a explorar México, pero no a conquistarlo. Cortés se fue de pata de perro de Tenochtitlán a agarrarse a trompadas con Narváez, que venía a regañarlo por órdenes de Velázquez. Cortés le puso una "madriza" y lo convenció de que se hiciera su amigo para conquistar México. Pero entre los hombres de Narváez había un esclavo con viruela, que sería un arma biológica involuntaria.
Mientras esto pasaba, los mexicas celebraban a sus dioses Tezcatlipoca y Huitzilopochtli, que les gustaba comer corazones en su cumpleaños. Pedro de Alvarado, que se había quedado al mando de los españoles, no estaba invitado a la fiesta. Y eso le molestó mucho. Así que hizo lo que a ti se te habría ocurrido si también estuvieras loco: atacar a los mexicas mientras bailaban y cantaban. ¿Por qué hizo eso Alvarado? Nadie lo sabe con certeza. Tal vez pensó que los mexicas estaban planeando una trampa. Quizá no le gustaba la música ni el baile. Posiblemente tenía envidia de los dioses aztecas y quería ser el centro de atención. Probablemente tenía hambre y quería comerse el pastel él solo. O tal vez era un malvado que disfrutaba matando gente inocente. Lo cierto es que Alvarado desató una masacre que enfureció a los mexicas y los hizo rebelarse contra los españoles.
Los mexicas estaban muy cabreados por la fiesta que había arruinado Alvarado, y querían sangre porque eran medio vampiros. Cortés le pegó un tortazo a Alvarado, y le dijo que fuera a buscar a Moctezuma para que calmara a la gente. Pero Moctezuma ya no pintaba nada ni nadie le hacía caso. Cuando salió al balcón para hablar con los mexicas, le tiraron piedras y le rompieron la tablet donde veía Netflix. Moctezuma murió de aburrimiento poco después. Entonces los mexicas eligieron a otro emperador, llamado Cuitláhuac que era el más macho que pudieron encontrar, y organizó al ejército para echar a los españoles. El 30 de junio de 1520, los mexicas con su tecnología prehispánica hicieron hologramas de los puentes a tierra firme para que los españoles creyeran que podían escapar, pero cuando se acercaron se cayeron al lago donde fueron atacados por Caiburones (mezcla de caimanes y tiburones) entrenados para saborear a la gente con barba. Cortés fue salvado por los pelos, literalmente, cuando uno de sus hombres le jaló de la barba para escapar sobre un tlaxcalteca que nadaba a 100 km/h. Y así empezó la Noche Triste, una de las noches más felices de la historia.
Los españoles se aliaron con más pueblos indígenas enemigos de los aztecas a los que les prometieron libertad y menos impuestos, pero luego los esclavizaron (libertarismo se le llama). También el rey Carlos V de Chocoespaña envió más hombres y carpinteros para hacer barcos en el lago de Texcoco con cañones, banderas pirata y todo lo que caracteriza a la Armada Española y le copiaron a los moros la manera en que conquistaron Constantinopla, porque además eran copiones. Con ello cortaron el agua dulce, les destruyeron el maíz, les cañonearon las casas, pero soportaron todo, hasta que el esclavo africano fue mandado para estornudarle en la cara a Cuitláhuac matándolo de inmediato con viruela, haciendo que el cuerpo del emperador mexica estalle inmediatamente y donde sus pedazos caían, otros indígenas también estallaban, dejando indefensa a la ciudad en 12 segundos. Cuahutémoc Blanco que estaba jugando un partido de fútbol lejos del epicentro de la ciudad fue nombrado nuevo emperador, porque era el único sobreviviente, él no sabía donde estaban los tesoros (de hecho no sabía que los aztecas tuvieran tesoros) y fue torturado para revelarlo de todos modos, haciendo las primeras tostadas de pata del Nuevo Mundo.
Economía y sociedad
La economía se basaba en la agricultura y el comercio, dos actividades que les encantaban porque les permitían comer y comprar cosas. El sistema agrícola se centraba en el cultivo de maíz y frijoles, que eran la base de sus flatulencias su dieta. Complementaban con otros productos como calabaza, melón, chía, camotes, chiles, aguacates y tomates, que les servían para hacer ensaladas, guacamole y salsas picantes para hacer retos virales de TikTok contra los incas. Los italianos se robaron el tomate para sus pizzas, pero no tuvieron los cojones para ponerle chile. Se introdujeron las “chinampas”, islas artificiales flotantes, para aumentar la productividad y para tener un lugar donde esconderse cuando los españoles llegaran.
El comercio se llevaba a cabo principalmente a través de trueques y se utilizaban monedas de cuenta como semillas de cacao y plumas de Quetzal para igualar intercambios. Por ejemplo, un perro valía 100 semillas de cacao, una manta valía 65 plumas de Quetzal y una esposa valía 200 semillas de cacao o 130 plumas de Quetzal (según si era maya, totonaca, tlaxcalteca o de algún otro pueblo bárbaro, y por eso los aztecas eran tan queridos por las demás civilizaciones).
Se practicaban 32 oficios diferentes, desde emperador hasta diseñador gráfico o vendedor de agua salada para timar tontos. La tributación era una parte esencial de la economía como en un principio ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Los pueblos sometidos proporcionaban impuestos en especie y servicios a los aztecas, lo que incluía alimentos, vestimenta y sus traseros si no tenía nada más. Cada nueva anexión territorial significaba más dinerito. Los aztecas eran muy generosos y les dejaban a sus vasallos una parte de sus cosechas y bienes para que no se murieran de hambre o de frío y pudieran seguir pagando, era ganar-ganar (?). También les pedían que les enviaran algunos ciudadanos de vez en cuando para sacrificarlos a sus dioses y así mantener el equilibrio cósmico y desaburrirse del estrés diario de vivir en la capital.
Gobierno
Tenía un sistema de gobierno que combinaba la democracia, la aristocracia y la teocracia. O sea, que el pueblo podía elegir a sus gobernantes, siempre y cuando fueran nobles y adoraran a los mismos dioses que ellos. Y también siempre y cuando los dioses no se enojaran y mandaran una lluvia de fuego, una plaga de ranas o una invasión de españoles. El máximo gobernante era el tlatoani, que significa “el que habla”, y vaya si hablaba. No se callaba ni debajo del agua. Hablaba tanto que a veces se le olvidaba respirar y se desmayaba. Era elegido por un consejo de nobles llamado tlatocan, que significa “los que hablan” y vaya si hablaban, algunos morían de ello.
No gobernaba solo, sino que contaba con la ayuda de varios funcionarios. El más importante era el cihuacóatl, que significa “mujer serpiente”. Era como el primer ministro y administraba la ciudad mientras el otro se sacaba la sangre del prepucio para ofrecérsela a esos sádicos y pervertidos dioses. Era el sucesor natural del tlatoani en caso de que éste muriera o fuera capturado por los enemigos, por eso tenía que ser muy leal al tlatoani y no tratar de quitarle el puesto. Si lo hacía, podía ser acusado de traición o de brujería. O peor aún, podía ser acusado de ser una mujer serpiente de verdad.
Educación
Los mexicas eran muy cuidadosos con la educación de sus hijos, pues creían que era la mejor forma de prepararlos para la vida y para el servicio a los dioses (o sea que no fueran unos brutos). Entre las formas pedagógicas heredadas del imperio mexica destacan meter a los niños en un hoyo lleno de hormigas, ponerles chile en los ojos o hacerlos respirar el humo del copal. Así aprendían a ser buenos y sabios, incluso se piensa que era una forma de hacerlos soportar la tortura sin querer.
Deportes
Tenochtitlán-Ciudad de México siempre ha sido futbolera, lo que se puede percibir porque desde hace 1300 años se jugaba un tipo de fútbol que no necesitaba piernas ni brazos, sino que con la cadera se tenía que empujar una pelota de cuero, en el más suave de los casos, a un círculo de piedra también a 15 metros de altura, difícil, sí, pero no imposible, y menos con el premio que había: te dejarían vivir mientras al perdedor lo sacrificaban, glup.
Entre los equipos más famosos estaba el de las Águilas del Tenochtitlán, quienes eran los campeones y sus seguidores eran los más populares y belicosos de los tenochtitlanos que a diario se peleaban a puño limpio por defender a su equipucho. Tenían muchos rivales, pero el más odiado era el de los Jaguares del Tlatelolco, que representaba a la ciudad hermana y enemiga. Los Jaguares eran los eternos aspirantes al título, pero siempre fracasaban. Sus partidos eran los clásicos mesoamericanos y se disputaban en la gran cancha del Templo Mayor, que tenía capacidad para miles de espectadores y estaba muy cerca la zona de sacrificios para no perder tiempo tras el final del juego.
Arquitectura
Las islas en las que se ubicaban Tenochtitlán y Tlatelolco cubrían una superficie total de unos 13 kilómetros cuadrados, lo que las hacía más grandes que el Vaticano, pero más pequeñas que Disney World. La ciudad estaba conectada al continente por cinco calzadas construidas de piedra y tierra, que eran más seguras que las autopistas actuales. Tenían varias interrupciones que estaban cerradas por puentes móviles de madera, que se podían levantar para evitar que entraran los invasores o los Testigos de Jehová. Los aztecas aprovecharon especialmente este hecho en 1521 cuando defendieron su ciudad contra los españoles, pero no les sirvió de mucho porque los españoles tenían caballos, cañones y viruela voladora.
Las calzadas, provenientes del norte, oeste, sur y una que subía desde el fondo de la Tierra para traer mercancías de China, fluían frente al Templo Mayor hacia la gran plaza principal. Esto formó el centro de la ciudad, donde se podía encontrar de todo, desde comida hasta esclavos, pasando por comida para esclavos y esclavos de la comida. Durante el transcurso de la historia azteca, alrededor de la plaza se construyeron los palacios de los gobernantes Mectezuma -I, Moctezuma 0, Moctezuma I, y Moctezuma II, porque eran los únicos que podían pagarlos. Las calles principales, que discurrían en ángulo recto entre sí, dividieron a Tenochtitlán en los cuatro distritos principales, que a su vez se dividieron en distritos más pequeños, como si fuera un sudoku gigante. El tráfico dentro de la ciudad avanzaba a lo largo de un laberinto de callejones y canales, donde se podía ir en canoa o a pie, pero no en bicicleta ni en patinete, por lo que los skaters eran sacrificados periódicamente para que no lo intentaran.
Los edificios de las clases sociales más bajas estaban densamente poblados; algunos fueron construidos como palafitos para evitar las inundaciones o los impuestos. Detrás de ellos estaban las llamadas chinampas, campos que a menudo tenían sólo unos pocos metros de ancho, pero eran muy largos en relación con su ancho, como fideos flotantes. La extensa zona del templo era de importante porque estaban templos Oxxotls y el Estadio Azteca para los sangrientos partidos de la Selección Mesoamericana de Fútbol. Tenochtitlán habría sido una de las ciudades más grandes del mundo en ese momento, y también una de las más bonitas, hasta que los españoles la arrasaron y la convirtieron en lo que hoy es Ciudad de México, una desgracia.
Véase también
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