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Incilibros/50 sombras de Grey

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Plantisexo.jpg PELIGRO: Este artículo tiene un alto contenido sexual

Leerlo sin tomar precauciones aumenta el riesgo de contraer
enfermedades venéreas o volverse ciego. Vaya con cuidado

Dora 50 Shades of Grey.jpg
¡Doble mierda! Este artículo trata sobre 50 sombras de Grey

Te recomendamos encarecidamente salir de esta página y empezar a leer literatura erótica de calidad, como la Biblia.

Pero si te obsesionan las corbatas grises, crees que morderse el labio después de cada frase es sexy o si tu ideal de feminismo es ser la prostituta privada de un millonario trastornado, el Sr. Grey te recibirá ahora...
Esposas corazón.jpg


Ojalá el libro tuviera algo que ver con ella.

50 sombras de Grey (Filthy Shits of Gross) es una horrible novela basada en un horrible fanfiction basado en una horrible novela de vampiros basada en los horribles sueños húmedos de una horrible fanática religiosa obsesionada con los emovampiros (y no hablamos precisamente de Anne Rice). La trama, para todos nuestros lectores ignorantes o mayores de 60 años que no sepan de qué se trata, gira en torno a Anastasia Steele, una joven estudiante de preparatoria, virgen e ingenua que se transforma en la esclava sexual de Christian Grey, un psicópata sádico, posesivo y obsesivo. Lo que podría parecer un típico capítulo de Mentes criminales se ha convertido en uno de los best-sellers "románticos" más exitosos de la historia, debido a que el psicópata es guapo y tiene dinero esta es una novela que por fin se atreve a tratar sin tapujos el tema del sadomasoquismo. Y eso que apenas han pasado 2 siglos desde la muerte del Marqués de Sade.

"Yo le he provocado más orgasmos a tu novia que tú."

¡Hola, amigas (y amigos que se han visto obligados a leer mis libros)! Me llamo E. L. James, también conocida como Snowqueens Icedragon y Ebony Dark'ness Dementia Raven Way. Uno de los beneficios de ser una ama de casa frustrada sexualmente es que me da mucho tiempo para fantasear con hombres que no se acostarían conmigo ni aunque les pagara, así como de navegar en internet por horas y horas. En una de esas largas noches sin sexo, descubrí un sitio donde adolescentes hiperhormonadas y viejas insatisfechas como yo saciaban sus tristes fantasías de ser penetradas por personajes literarios.

La verdad es que hacía ya tiempo que yo misma me había encontrado fantaseado con un libro que encontré debajo de la cama de uno de mis hijos: Crepúsculo. ¡Nunca había leído literatura de tanta calidad! Se los digo, Stephenie Meyer es la Jane Austen.... ¡no! ¡es la Shakespeare (¿lo he escrito bien?) de nuestra generación! Los libros de Coelho y Deepak Chopra nunca me excitaron tanto como esta hermosa historia de amor. Y el culpable era uno solo: Edward Cullen... ¡mierda jodida! ¡de sólo leer su nombre sentía que mis ovarios implosionaban! Ay, sólo Dios sabe cuántas veces me encerré en el baño para leer la saga completa sosteniendo el libro con una sola mano... (la otra mano la usaba para comer helado).

Sin pensarlo, decidí escribir una de mis fantasías recurrentes, esas que las jovencitas llamaban fanfictions, y la publiqué en el sitio. Llevaba por título Master of the Universe, en homenaje a esa serie animada homoerótico-sadomasoquista que mi esposo veía en los '80. Los protagonistas de la misma eran mi amado Edward Cullen, que dejó de lado su siglo de celibato para volverse un vampiro sádico sexual, y Bella Swan, ahora convertida en ama de casa cuarentona con sobrepeso (después tuve que cambiar eso por presiones editoriales). El relato fue un gran éxito (y eso que no incluí escenas yaoi entre Edward y Jacob), así que me dije a mí misma, en voz alta como una loca: "E. L., ¿y por qué no ganar dinero con esto de los fanfictions, como lo hizo el mocoso que escribió Eragon?"

Pero cuando los abogados de Stephenie Meyer amenazaron con demandarme por plagio vi que las 1.500 páginas que había escrito bastaban para defenderse por sí mismas como una trilogía, tuve que darle a "Buscar" y "Reemplazar con..." en Word para modificar los nombres de los personajes.... ufff... ¡me tomó casi 5 minutos completos! Fue una verdadera tortura. Ahora Bella y Edward se llamarían "Anastasia Steele" (era el nombre que iba a usar cuando pensé en hacerme actriz porno, jiji) y "Christian Grey", respectivamente.

Llevé los tres libros a Vintage Books (una editorial que quedaba justo detrás de un cine para adultos) y a los pocos meses, a pesar de la cara de asco que puso el editor cuando leyó mis manuscritos por primera vez, se vendieron como pan caliente. ¡Bingo! Ahora soy millonaria.

Después de recibir un buen incentivo por parte de uno de sus inciclopedistas, les traigo, en exclusiva, el primer bosquejo de lo que más tarde se convertiría en el mayor fenómeno literario del siglo (ay, siempre quise decir eso): 50 sombras de Grey.

Capítulo 1

Cita3.pngQue la azoten.
A ella le gusta que la azoten.Cita4.png

Intento someter mi cabello con el cepillo y veo, ceñifruncida, cómo la chica pálida y ojiazul del espejo pone los ojos en blanco y se muerde el labio. Odio mi maldito cabello. Odio mi maldita cara. Odio que mi maldita compañera de cuarto, Kate Kavanagh, se cogiera una maldita gripe justo el día en que debía entrevistar al enigmático gerente general de Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co., para el maldito periódico escolar de la maldita Universidad de Washington. Odio las malditas actividades extracurriculares.

Kate está en el sofá, acurrucada, con una copia de Luna nueva en la mano.

—Lo siento, Ana (Nota de la autora: "Ana" es diminutivo de "Anastasia". No crean que hay otro personaje llamado Ana). ¿Cómo iba a saber que dormir desnuda frente al aire acondicionado sería una mala idea? Tenía mucho calor.
—Anoche estaba lloviendo.
—No me culpes, acababa de ver Crepúsculo por sexagésimaoctava vez. Ya sabes cómo me pone Edward de calentona —dice, riendo maliciosamente.
—No, no lo sé. Soy virgen, ¿recuerdas? —digo, poniendo los ojos en blanco.
—¿Y? ¿Acaso nunca has sentido deseo sexual por un hombre? —pregunta, sonriendo maliciosamente.
—¿Deseo sexual? ¿Qué es eso? —digo, mordiendo mi labio.
—Me estás jodiendo, ¿no?

¿Cómo será Christian Grey? Cada vez que hago una búsqueda de imágenes en Google encuentro fotos desenfocadas o cubiertas por una espesa bruma. Es curioso que yo sea la única chica que jamás ha podido ver la cara del segundo hombre más fotografiado en la Tierra, después de Tio1.jpg. Me avergüenza lo poco que sé de mi futuro entrevistado, ignoro si tiene 30 o 90, aunque si tiene dinero eso da lo mismo. Vuelvo a la realidad justo a tiempo para escuchar a Kate mientras intenta darme un curso express de periodismo:

—Es simple: tú preguntas, él te responde.
—Ajá —asiento, poniendo los ojos en blanco.
—Esta es una grabadora. Sirve para grabar. Este es el botón para grabar. Lo presionas y ya, no tienes que hacer nada más. Cuando termine la entrevista, lo presionas de nuevo para dejar de grabar.
—Ya —respondo, mordiendo mi labio, abrumada por tanta información nueva a la vez.
—Y, por favor, no te muerdas el labio ni pongas los ojos en blanco.
—¡Te he dicho que no lo haré, por el amor de Dios! —digo, mientras pongo los ojos en blanco y me muerdo el labio por la frustración.

Capítulo 2

Kate es lo suficientemente amable como para prestarme su viejo Lamborghini Diablo 2026 y así no tener que castigar a Wanda, mi querido Volkswagen verde del '34, que tiene la mala costumbre de sobrecalentarse si voy a más de 20 kilómetros por hora. Casi me hace sentir culpable por haber escupido en su sopa de pollo. Salgo de Portland y llego a Seattle en un plis-plás (Nota: averiguar si la gente aún dice eso). Me estaciono sin problemas justo frente a la inmensa e intimidante torre fálica de 500 pisos que alberga las oficinas de Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co. Lo sé gracias al letrero que dice "GREY", en enormes letras grises. Vaya ingenio.

Estoy adentro. Pulso el botón del último piso. Salgo del elevador y caigo torpemente al suelo. Mi pase de visitante se sale volando desprendido de mi blusa y le corta la yugular a un ejecutivo que pasa por ahí. La secretaria, rubia y perfecta, me ve con la misma cara de vergüenza ajena que pondría yo en su lugar. Me pongo de pie y me aproximo a ella, pero cada vez que doy un paso vuelvo a tropezar, y al intentar sostenerme de algo, hago pedazos un antiguo jarrón chino de 3.000 años que, hasta mi llegada, adorna aquel níveo vestíbulo gris de cristal y acero. ¡Mierda, qué estúpida soy!

Finalmente alcanzo mi objetivo.

—Hola, soy... soy del periódico de la Universidad de Washington. Por el asunto de la entrevista. Vengo en reemplazo de Katherine Kavanagh —digo, mordiendo mi labio.
—¿Nombre?
—Anastasia Steele.
—Su verdadero nombre.
—Anastasia Steele.
—¡Seguridad!
—¡Espere, por favor! —le suplico mientras saco mi identificación de la cartera.

Al comprobar mi identidad, dice:

—Vaya, no tiene pinta de actriz porno.

Me siento a esperar, mordiendo mi labio. Pongo los ojos en blanco para mis adentros, intentando relajarme. Cálmate, Steele. Tras 30 segundos de larga espera, mis nervios pueden más, así que me levanto para buscar algo de hagua del dispensador.

Justo al lado del dispensador se encuentra la sala de reuniones. La puerta está convenientemente abierta. Se puede ver un montón de viejos para nada sexys sentados en hilera en una mesa enorme. Quien preside la junta es nada más y nada menos que Christian Grey. A pesar de ser de día, una sombra cubre sus facciones, así que no puedo ver su rostro. Todos hablan apresuradamente, uno después de otro, en una jerga que no comprendo. Todos, excepto Grey. Muerdo mi labio, pongo los ojos en blanco, e intento oír disimuladamente qué asunto es más importante que yo:

—Bla bla bla negocios bla bla bla activos bla bla bla.
—Bla bla inversiones bla bla bla.
—Bla bla bla fusión bla bla.
—Bla bla bla riesgos bla bla ¿Qué opina, Sr. Grey?

Después de 10 minutos de silencio expectante, Grey dice, con voz imponente, misteriosa y extremadamente varonil:

Sí.

La sala estalla en aplausos.

—¡Brillante, Sr. Grey! ¡Le ha generado a la empresa una ganancia total de 550.000.000.000.000 billones de dólares y de paso ha resuelto el problema del hambre en África!
—¡Es usted un genio de las finanzas, Sr. Grey!
—¡Sí, sin duda alguna, Sr. Grey!
—¡Cómo quisiera ser usted, Sr. Grey!

Grey no responde. Cuando se incorpora, la sombra sigue ocultando su rostro.

Me vuelvo a sentar rápidamente para que no me vea, pero cuando mis glúteos se reacostumbran a la comodidad de la silla, aparece nuevamente la secretaria.

—El Sr. Grey la recibirá ahora.

Capítulo 3

"Y sólo por mirar por esta ventana me pagan el triple de lo que ganarás en toda tu vida."

Me pongo de pie, mordiendo mi labio, intentando suprimir mis nervios. Recojo mi cartera, abandono el vaso de agua y avanzo torpemente hacia la puerta de la oficina privada de Christian Grey. Está semiabierta, como si me esperase.

Empujo suavemente la puerta y... otra vez me tropiezo, cayendo de cabeza dentro de la oficina. ¡Mierda, pero qué jodidamente torpe soy! ¡Casi parezco un personaje creado por una pésima escritora que es incapaz de no caer en clichés de comedia romántica!

¿Se encuentra bien, señorita Kavanagh?

Es la intimidante y a la vez irresistible voz de Christian Grey, quien extiende su enorme y firme mano de dedos alargados y uñas perfectamente cuidadas para ayudarme a levantarme otra vez.

La habitación está inexplicablemente cubierta por una espesa niebla así que apenas distingo su cara, pero se ve muy joven. Y guapo. Sus ojos grises me desnudan completamente... en sentido figurado, claro. Está bien que ya estemos por el capítulo 3, pero todavía falta para el primer polvo.

Christian Grey viste impecablemente un elegante traje gris que combina a la perfección con las paredes de su inmensa oficina, también grises, y que me avergüenza aún más por lo mal vestida que voy. Parezco la abuela de Heidi, mientras que él se ve como el fruto de una orgía entre Ryan Gosling, Brad Pitt y George Clooney. Y Robert Pattinson, obvio. Y Christian Cooke. Y Garett Hedlund. Y Charlie Hunnam... Ah, y Matt Bomer (el guapetón de White Collar) si no fuera gay. Sus músculos perfectamente definidos amenazan con desgarrar su traje con cada movimiento por milimétrico que sea. Aunque no abre la boca, sé que sus dientes son casi tan blancos como su fina camisa de lino. Pero lo que más me sorprende es lo joven que aparenta ser. ¿Treinta años? Seguramente su padre tiene treinta años.

Muerdo mi labio a la vez que me incorporo, ayudada por el un poco menos misterioso Sr. Grey. Siento una corriente eléctrica cuando nuestros dedos se tocan, así que aparto rápidamente la mano, avergonzada. Sería la estática del lugar.

—Umm... de hecho... yo... la señorita Kavanagh... está... indispuesta y... m-me envió.... espero q-que no le mo-moleste... Sr. Grey —digo, mordiendo mi labio.
Por favor, llámeme "Amo y Señor". ¿Y usted es...? —dice, sin mover la boca.
Anal... quiero decir... Anastasia Steele.
Señorita, no tengo tiempo o sentido del humor para bromas. Dígame su verdadero nombre o tendré que ponerme... duro. —Después de mostrarle mi identificación, prosigue—: Ya veo. Lo siento, señorita Steele, me temo que no he visto ninguna película suya, ya que ordené bloquear el acceso a páginas XXX en todas las computadoras del edificio, incluyendo la mía.
—No, yo... —digo, poniendo los ojos en blanco, pero me interrumpe cuando empiezo a babear incontrolablemente:
¿Empezamos?
—Este... lo lamento. No estoy acostumbrada a entrevistar multimillonarios. O a hablar con hombres. O a hablar... —digo, mordiendo mi labio.
Tómese todo el tiempo que necesite, señorita Steele. Después de todo, soy sólo uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo. No es como si tuviera que trabajar o algo así.
—Está bien, discúlpeme... Antes de empezar, quería saber si Kate... umm... la señorita Kavanagh, le explicó el rocambolesco motivo de esta entrevista.
Sí. Es para que aparezca publicado en el periódico de su Universidad, puesto que este año yo seré el que entregue los diplomas a los graduados. Ya que apenas soy el hombre más importante del estado y mi tiempo está a disposición de cualquiera.
—Lo siento... umm... primera pregunta...
¿No va a tomar notas o grabar la entrevista?

¿En serio las mujeres somos tan estúpidas?

Mis dedos buscan torpemente la grabadora dentro de mi cartera. Entonces recuerdo que la he dejado en el auto. ¡Mierda!

—N-no hay problema... tengo... ehh... memoria fotográfica —digo, deseando que la oficina no tenga una cámara oculta.
De acuerdo... —dice, intentando reprimir el fantasma de una sonrisa. O alguna respuesta emocional. O mover algún músculo facial.
—La primera pregunta es... ¿Qué... qué se siente tener tanto dinero?
Se siente bien. En fin, eso sería todo, señorita Steele. Soy un hombre ocupado y me gusta cuidar mi privacidad. Que tenga un buen día.
—Umm... gracias por la...
El placer ha sido todo mío —dice, mientras cierra su puerta en mi cara.

Capítulo 4

Me siento peor que una estúpida, cosa que mi cerebro no cesa de repetir camino al elevador. Otra putisecretaria de Grey, rubia y perfecta por supuesto, se despide de mí con una sonrisa que no le correspondo. Pongo los ojos en blanco y me entrego a esperar eternamente mi medio de escape... Hablo del elevador, no es que tenga una cápsula de escape o algo por el estilo. ¿Cómo he podido arruinar así una entrevista que a esa perra de Kate le costó 9 meses conseguir, incluso después de haberse tirado a todos los relacionadores públicos de Grey? Nunca me lo perdonaría.

Estúpida, estúpida, estúpida, estú...

¿Tiene un abrigo, señorita Steele?

Doy un respingo.

—¡Mierda! Digo... ¡Sr. Grey! ¡Por Dios, no lo oí venirse... digo, venir! —se podría freír un huevo en mis mejillas ruborizadas.— ¿S-se asegura de que llegue a la puerta? ¡Qué considerado de su parte!
No. Debo tomar el ascensor para despedir algunos empleados.
—Vaya... Umm... ¿Y no tiene otros intereses fuera del trabajo?
Tengo intereses variados, señorita Steele. Muy variados... —dice, sonriendo maliciosamente sin mover los labios.
—¿Para qué son el látigo, el antifaz y las esposas? —pregunto, reparando recién en los extraños accesorios que lleva puestos.
El jefe debe imponer respeto. Hablando de aquello, mis falsos padres me enseñaron que el respeto y la educación van de la mano, y no he sido muy cortés al despedirme de usted. Anastasia Steele. Sólo recuerdo su nombre porque su gafete de visitante terminó en la tráquea de Evans.
—¡Oh, por Dios!
Tranquila, pensaba despedirlo hoy de todas maneras. Siempre quise escuchar llorar a su ahora viuda. En fin. Cuando usted estaba en mi oficina buscando su grabadora, noté que llevaba en la cartera una copia de La huésped. ¿Le gusta leer, señorita Steele?
—Mucho. De hecho, estudio literatura inglesa en la Universidad de Washington. —Y pregunto sin pensar—: ¿Cuál es su libro favorito, Sr. Grey?
Son tres: Historia de O, Justine y Tess de los d'Urberville. Los conoce, supongo.
—Lo siento, sólo he leído a Stephenie Meyer, Emily Brontë y Thomas Hardy.
Tess de los d'Urberville es de Hardy.
—...

Gracias a Dios en ese momento se abre el elevador.

Hasta que nos encontremos de nuevo, señorita Steele —dice en tono de amenaza.

Yo no respondo. Ni siquiera articulo una sonrisa. Mientras muerdo mi labio, no puedo quitar mi vista de sus ojos grises y de sus pectorales que de alguna manera parece que se quieren salir de su camisa.

Anastasia.
—Christian.

¿Christian? ¿¡En serio le he llamado "Christian"!? ¿¡Pero qué co-

¡Burro!

Capítulo 5

Llego a la planta baja, salgo corriendo del elevador con el corazón acelerado, como si me hubiera robado las joyas de la Corona, y vuelvo a tropezar. Me voy de bruces contra el suelo de arenisca pero me reincorporo antes de que el guardia de seguridad empiece a perseguirme. Me enfrento a la lluvia, intentando respirar calmadamente mientras escupo un par de dientes. Nunca en mi vida un hombre me había afectado tanto como Christian Grey. ¿Por qué? ¿Era su riqueza? ¿Poder? ¿Su rostro apolíneo? ¿Su musculatura? ¿Su riqueza? ¿Lo bien que se vería en ropa interior? ¿Su riqueza? Mierda. ¿Qué ha sido eso? ¿Así es como se sienten los hombres al quedarse pegados contemplando un par de tetas?

Dejo atrás Seattle y su lluvia, pensando en qué excusa le daré a Kate por haber jodido su trabajo. Me lleno de vergüenza mientras reproduzco mentalmente la "entrevista", sorprendiéndome con la cantidad de burradas que suelto en tan poco tiempo. Hacer el ridículo es decir poco. ¿Por qué mierda no investigué antes? No me costaba nada buscar algo de información sobre Grey en Wikipedia. Saco mi smartphone y hago precisamente eso:


Christian Grey

Christian GAY en 2010.
Christian Trevelyan Grey1 (*Detroit, Míchigan, Estados Unidos; 18 de junio de 1983)2 es un empresario y filántropo estadounidense, fundador y gerente general de Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co., compañía multinacional dedicada al sector de hola :D ghsdjggafhghhjghghfghghgffdfdfgddfd 8=======D
es un putoooooooooooooo

Por otra parte, creo que ha sido mejor así.

Al menos no le pregunté si era gay. Ni siquiera yo soy tan estúpida. ¡Maldita Katherine Kavanagh!

Intento distraerme. Enciendo la radio del Lamborghini y me encuentro con una vieja canción de Beyoncé que ha sido reciclada (ahora es más lenta y sensual) para salir en la banda sonora de una película seudoerótica protagonizada por Jamie Dornan y la hija de Melanie Griffith. Una película muy anticipada, pero terriblemente machista y fantasiosa. Me asquea tanto que cambio de estación y llego hasta una de indie rock pop genérico. Me doy cuenta que, estando en la carretera, puedo ir tan rápido como se me de la gana. Piso el acelerador hasta estrellarme contra el frontis del apartamento que comparto con Kate, pero nadie se sorprende. A fin de cuentas, soy una mujer conductora.

—¡Ana, has vuelto! ¡Cuéntamelo todo!
—Estuvo... bien, supongo —digo, poniendo los ojos en blanco.
—¿Te ocurre algo?
—¿Por qué no me dijiste que él era tan... joven... intenso... misterioso... y guapo? ¡Caray! Hablaba como un viejo pero parecía de veintitantos.
—27. Tiene 27 años, es famoso y vive en Seattle. Es un milagro que no se haya chutado una sobredosis o pegado un escopetazo a estas alturas.
—¿Por qué no me diste al menos una reseña biográfica para prepararme? Fui prácticamente desnuda a la entrevista —le increpo, mordiendo mi labio.
—¿Desnuda? No con ese traje de vendedora de biblias que llevas puesto, hermana.
—Pasé la vergüenza de mi vida y todo es tu culpa.
—Está bien, Ana. Lo lamento. Debo empezar a transcribir la entrevista. ¿Dónde está la grabadora?
—En el auto. Puedes metértela por el culo, apuesto que ya ha estado allí antes.
—¡Lo del micrófono fue sólo una vez!
—¿Has tomado tu sopa? —pregunto, para cambiar de tema.
—Sí, y no sé qué le pusiste pero estaba más deliciosa que de costumbre. Me siento mucho mejor.

Miro mi reloj. ¡Mierda, debo ir a trabajar!

Capítulo 6

Debo ser la única chica universitaria norteamericana que no trabaja en un club de strippers. Soy empleada de la pequeña ferretería Clayton's desde hace cuatro años, aunque irónicamente no puedo martillar un clavo sin sacarle un ojo a alguien. En mi casa todo lo arreglaba mi papi/esposo número cuatro de mamá, Bob, mientras yo me hacía bolita junto a la hoguera, leyendo la saga Crepúsculo. No me apasiona el empleo, pero me alegra poder concentrarme en algo que no sea Christian Grey.

—Llegas tarde —me dice la señora Clayton.
—Lo sé. Lo siento, estaba en Seattle entrevistando a Christian Grey.
—Ajá, sí, de acuerdo. Yo también abrí tarde porque estaba chupándosela a Leonardo DiCaprio. Ahora ve a la bodega y cuenta todos los tornillos que tenemos, uno por uno. Y date prisa.

La semana, afortunadamente, transcurre entre mi aburrido trabajo y los exámenes finales de la Universidad. Mientras Kate trabaja en la entrevista realizada a Christian Grey, tratando de descifrar las atropelladas notas sobre Christian Grey que escribí en el Lamborghini camino a casa, yo termino mi tesis: un ensayo sobre las diferencias entre la novela Eclipse y su adaptación cinematográfica. No hablamos más de Christian Grey.

A la séptima noche, mientras hundo la cabeza en la almohada para no pensar en Christian Grey, sueño con ojos grises y corbatas. Muchas corbatas. En eso suena el teléfono. Frunzo el ceño al comprobar que el tono de llamada no es parte de mi sueño. Son las 4 a.m.

—¿Hola?
—¿Ana? Mi instinto maternal de furcia devoradora de hombres me dice que has conocido a alguien. ¿Es guapo? ¿Tiene dinero?
—No, mamá. Déjame dormir.

Mamá vive en Georgia y se ha casado tropecientas veces. Es todo lo que hay que saber sobre ella realmente.

Clayton's. Día sábado, la pesadilla de todo trabajador de ferretería no judío. Mientras frunzo el ceño terminando de pulir una por una las tuercas que tenemos en el mostrador, como me lo ha ordenado la señora Clayton, siento la intensidad de una mirada que me atraviesa la espalda.

Señorita Steele. Qué sorpresa tan... agradable.

Por favor díganme que lo que chorrea de entre mis piernas es sudor.

—S... s... señ... Gr...
Sé que debería estar en Seattle trabajando, o esquiando en Aspen, o algo así, pero casualmente pasaba por el área y necesitaba reabastecerme de algunos... artículos.

Insuficiencia cardiaca.

Y, bueno. En lugar de enviar a uno de mis empleados a comprar en una cadena de ferreterías con mayor variedad de productos o mejor prestigio, decidí entrar personalmente a esta pequeña tienda, justamente en la que que usted trabaja. Vaya coincidencia, ¿no lo cree?

Intento modular algo, lo que sea, pero que mis palabras salgan por mi boca y no por el culo como ahora. ¡Por Dios! Es imposible pensar frente a esa intensa mirada de ojos grises, de asesino en serie que me somete a escrutinio sin parpadear. Mis ideas y mis funciones vitales se desordenan bajo mi piel. Me muerdo el labio. ¡Mierda! ¡No sólo es guapo: es el epítome de belleza masculina imaginado por una cuarentona sexualmente insatisfecha!

—M-mi nom-bre es-es A-Ana... ¿En q-qué puedo se-servirle, Sr. Gr-Grey?
Tengo una lista de productos que necesito para reabastecer mi stock.

¡Demonios, es tan atractivo!

¿Tiene cinta adhesiva?

¿Cinta adhesiva? ¿Quién compra cinta adhesiva en una ferretería?

Tomo aire, me muerdo el labio, frunzo el ceño y finjo que sé lo que hago, por primera vez en cuatro años.

—Por aquí, por favor.
Gracias. Y necesito también organizadores de cables.

¿Organizadores de cables? Esto es sospechoso...

Y overoles. Llevaré un par de overoles. No me gustaría manchar de rojo alguno de mis costosos trajes.
—¿Está pintando su casa de rojo, Sr. Grey?
Algo así... Y cuerdas. Necesito cuerdas. Como las que usaría por ejemplo para atar a alguien.
—¿De qué tipo? Tenemos sintética y natural de filamento, trenzada... de cable... pordioshazmetuya...
Llevaré cuatro metros de pordioshazmetuya, gracias. Y finalmente quisiera unos látigos.
—Lo siento, se nos agotaron.
Ya veo.
—Estem... Sr. Grey, si no es mucha impertinencia...
Lo es.
—Lo sé, perdóneme... Es que... ya que el día de la entrevista olvidé tomarle fotos, quisiera saber si podría presentarse a una sesión fotográfica para el periódico. Si no le incomoda...
¿Qué clase de fotografías quieres, Anastasia?

Una de tu enorme miembro, como las que me envían esos árabes mugrosos que me agregan en Facebook.

—No... no lo sé.
Toma. Mi tarjeta.
—Este es un Joker.
Perdón, mi otra tarjeta. Aquí tienes. Mi número de celular está anotado al reverso. Debes llamar antes de las 10 de la mañana para ponernos de acuerdo con el asunto de las fotos. A las 10:00:01 ya no atiendo ni a mi madre, ¿entendido?

En ese momento, alguien grita mi nombre. Es Paul Clayton, el hijo del encargado de la tienda y uno de los tantos personajes secundarios y planos que están sólo para rellenar, y que poco aportan a la narrativa.

—¡Paul! ¡Dios mío, qué gusto me da hablar con alguien normal y aburrido como tú!
—Hola, soy Paul.

En cuanto devuelvo mi vista al rico, poderoso, asombroso y extremadamente atractivo y controlador Christian Grey, noto que su mirada gris se ha vuelto fría, casi de odio. Si estuviera loca, diría que son celos. Pero nah, apenas me conoce.

—Paul, estoy con un cliente que creo que debes conocer. Sr. Grey, él es Paul. Estudia algo en Princeton, pero eso da igual.
—Hola, soy Paul.
Hola, Paul. Christian Grey. Mucho gusto —dice, con una expresión cortante más que evidente.
¿Hola, soy Paul?
Bien, eso es todo. Ahora debo irme.
—Son 43 dólares —digo, mordiendo mi labio.

Me da un billete de 5 dólares.

Guarda el cambio —dice, antes de desaparecer en su jet privado.

Capítulo 7

—Kate, por favor, ya hemos hablado miles de veces sobre Christian Grey —digo por teléfono durante mi descanso de 5 minutos del trabajo, mientras frunzo el ceño y pongo los ojos en blanco.
—No lo suficiente. Y me parece que no me has dicho todo lo que piensas sobre el, ejem, "Sr. Grey".
—¿Como qué? —pregunto, mordiendo mi labio.
—Pues creo que por fin un hombre ha sido capaz de cautivarte.
—¿A mí? ¿Cautivarme un tipo millonario, poderoso, misterioso, seguro de sí mismo, joven y atractivo? Por favor, no seas ridícula. Además, seguro que ya tiene miles de novias, a menos que los rumores sean ciertos y realmente sea... gay.
—Tú misma me has contado cómo te mira con esos ojitos grises de perro siberiano. Me parece que tú también le gustas.
—Sí, claro —repongo escépticamente, poniendo los ojos en blanco.
—Quién sabe. Quizás termines siendo su novia... o su esclava sexual.

Ambas nos partimos de la risa por lo estúpidamente absurda de esa idea.

—Pero ya en serio, Ana. ¿No te parece sospechoso que de todas las ferreterías de Portland, él entre a la tuya?
—Él sólo estaba de paso cerrando un trato con la Universidad.
—Sí, pero... ¿por qué entró a la pequeña tiendita del horror en la que trabajas tú, si no era para verte? Estoy segura de que si trabajaras en una sex-shop, él igualmente hubiese pasado a "comprar".
—Estás loca. ¿Aún quieres las fotos de Grey?
—¡Maldición, sí! ¿Puedes comunicarte con él?
—Me dio su número de celular.
—¡Uuuuuuuuuuuuuuyyyyyyyyyyyyyy!

Cuelgo.

José.

Para abaratar costos, decidimos usar como fotógrafo a mi buen amigo étnico José Luis Manuel Miguel Rafael Rodríguez Hernández Fernández Zapatero Díaz de Vivar, Jr., un apasionado de la fotografía. El padre de José, por una de esas coincidencias rebuscadas de la vida, sirvió en la misma unidad del ejército que Ray, uno de mis 800 padrastros, lo cual nos hace automáticamente los mejores amigos. Sé que él me ve como algo más que una amiga, pero para mí es como el hermano que nunca tuve. Jamás podría pasar nada entre nosotros. Es que es tan... moreno. Y pobre. Ugh.

Tenemos todo listo para la sesión de fotos. Todo menos Christian Grey. Tras mucha insistencia de Kate, me armo de valor y decido contactarlo. Antes de presionar el botón de llamar, escucho una voz contenida y fría del otro lado de la línea:

Grey.
—Eh... Sr... Anastasia...
Señorita Steele. Qué bueno saber de usted.

Siento que un par de gotas de leche caen de mis pezones.

—Eh... ¿Sesión... fotos... mañana... dónde?

Casi puedo escuchar su sonrisa a través del teléfono. No me pregunten cómo, sólo pienso eso y ya.

Me quedo en el Heathman de Portland. Digamos... ¿a las 9 y media de la mañana?
—Eh... s-sí... bueno...
Estaré esperando, señorita Steele.

Mi útero parece una caldera al rojo. Kate me observa anonadada del otro lado de la habitación.

—¡Anastasia Rose Steele! ¡Te gusta! ¡Nunca había visto a nadie mayor de edad comportarse tan... tan... estúpidamente al teléfono! ¡Y estás más ruborizada que la portada del Manifiesto comunista!
—Kate, no seas ridícula. Ya sabes que siempre me ruborizo. Tengo alergia a los teléfonos. Debe ser el silicio o algo...

¿¡Esa es mi mejor excusa!? Madre mía...

Me muerdo el labio.

No puedo dormir bien en toda la noche por estar soñando con ojos grises y overoles y cosas así. Dios, hasta mis sueños son estúpidos. A la mañana siguiente, Kate y José (mi miembro de una minoría favorito) tienen todo listo para la sesión de fotos en la pijísima suite del hotel Heathman. En eso, aparece él.

¡Oh, mierda! Parece una portada de GQ andante, vestido como siempre de riguroso gris y con el cabello rebelde, desordenado y bien peinado aún húmedo por la ducha. ¡Por Dios, es tan jodidamente sexy! Uno de sus guardaespaldas resbala y se rompe el coxis por culpa del río de baba que estoy dejando en el suelo de la suite.

Señorita Steele, nos encontramos de nuevo.
—Yo...

Aproximándose a Kate, dice:

La tenaz Katherine Kavanagh. Es un placer —al pronunciar la palabra "placer" vuelve la mirada hacia mí. Me sangra la nariz...

Y al ver a José, le da una moneda:

Tome, buen hombre, y no se lo gaste en licor. Ahora, si me disculpa, tengo una sesión de fotos. Cuando terminemos, lleve mi equipaje de la habitación 237 a la limusina gris que está aparcada en frente.
—¿Pero qué chingados...?
—N-no, Sr. Grey, él es J-José Rodríguez. Mi amigo, el fotógrafo... —logro decir, y muerdo mi labio.

La inexpresión de Grey cambia mucho al oír esto.

Su... amigo. Ya veo. Señor Rodríguez —dice, estrechando su mano con inusitada fuerza. Casi siento crujir los dedos de José.

¿Celos? Nah. Insisto, sería algo muy estúpido que sintiera celos por una desconocida.

Christian Grey se para casi desafiante ante la cámara de José y pone esa mirada sensual "blue steel" como la de Zoolander, pero sin sonreír ni mostrar expresividad. Eso me derrite completamente, por... alguna razón.

—Ándele, señor. ¿Qué tal si me regala una sonrisa, eh? —sugiere José.
>:|
—Pos vale.

Capítulo 8

José anuncia con su acento gracioso el final de la sesión. Parece respirar aliviado. Le estrecha la mano a Grey, pero la mirada de éste se posa en mí. Y se aproxima, abriéndose paso entre sus aduladores y los asistentes de José. Se acerca rápida e implacablemente como una avalancha de testosterona de la que no puedo (o no quiero) escapar.

¿Puede caminar conmigo, señorita Steele?
—Claro, p-pero después debo llevar a mis amigos a la Univ...
¡TAYLOR! —grita, haciéndome saltar.
—¿Sí, Sr. Grey? —responde uno de los miembros del séquito. Tiene el aspecto de uno de esos matones de la mafia que les quiebran las piernas a los deudores. Quizás lo fuera.
Lleva a la señorita Kavanagh y a Pancho Quesadilla...
—José —le corrijo, frunciendo el ceño y mordiendo mi labio.
Lleva a la señorita Kavanagh y al fotógrafo de vuelta a la Universidad, por favor.
—En seguida, Sr. Grey.
Taylor es uno de mis sirvientes de confianza y mi chofer privado. A veces hasta le pago. Tus amigos están en buenas manos.

¿Qué es esto? ¿Qué quiere de mí?

Mierda... ¿Qué hice mal?

Me preguntaba si me acompañarías a tomar una taza de café.

Creo que mi corazón tiene una erección y termina de un salto en mi garganta, ahogándome. ¿Christian Grey me está pidiendo una cita? ¿A , una Mary Sue con la personalidad de una servilleta? Me tardo unos segundos en asimilarlo y balbuceo una respuesta:

—¿N-no será mucha molestia?
De ninguna manera —dice, mostrando una deslumbrante, descontrolada, natural y gloriosa sonrisa mostrando los dientes. Y le creo.

¡Oh, Dios mío!

—P-pues entonces... pase usted.
Después de usted, señorita Steele.

Voy a tomar un café con Christian Grey. Y odio el café.

Capítulo 9

Salimos juntos del hotel. Lo extraño es que no hay curiosos ni paparazzis ni nada de eso. Nadie parece reconocer al hombre más rico y poderoso que ha pisado esta ciudad. Frunzo el ceño.

Caminamos varias cuadras y me toma la mano. Nadie me había tomado la mano antes, ni siquiera mis padres. Trato de parecer relajada y natural, pero me veo como una niña en su primer día de clases. Me siento mareada. Me muerdo el labio para reprimir una mueca ridícula de felicidad.

Llegamos a la cafetería. Él me suelta la mano para abrir la puerta, porque de lo contrario yo no hubiese sido capaz. Nunca sé cuando hay que tirar y cuándo empujar. Nos sentamos y realmente ninguno de los presentes parece darse cuenta de que mi acompañante es Christian Grey. ¿Serán hipsters o ciegos?

¿Qué deseas tomar?

A ti.

—Umm... Un té negro. Por favor.
¿No café?
—No. No café —le confirmo, frunciendo el ceño.
Vas a tomar café.
—No, a mí...
Señorita. Dos cafés, por favor —le dice a la mesera.

Y me observa con esos ojos grises, como un depredador que estudia a su presa. Yo agacho la mirada mordiendo mi labio. Realmente no sé qué decir.

Al rato llega la mesera sirviéndome aquella porquería que no pedí.

¿Azúcar?
—No, gracias.
Toma tu azúcar. ¿Uno o dos cubitos? —pregunta, mientras me echa tres.
—Pero...
¿Algo para comer?
—No... por favor, yo...
Toma, come —dice, ofreciéndome un pastelillo que ha tomado del mostrador.
—¡Dios! No sabes aceptar un "no" por respuesta.
Estoy acostumbrado a hacer las cosas a mi manera. Por eso soy lo que soy. Aparte de porque soy blanco.

Me siento humillada y pisoteada por Christian Grey. Y me encanta. Esos hombros anchos, mmmmm...

¿Es tu novio? —pregunta de repente, dándole un sorbo a su café kopi luwak.

¿Qué?

—¿Quién?
El fotógrafo, Antonio Banderas...
—¿José?
José. ¿Es tu novio?
—¡No! xD José es sólo mi mejor amigo. Es casi como mi hermano.

Grey asiente satisfecho y creo leer la palabra "friendzone" en sus labios gruesos y besables.

¿Y el sujeto de la ferretería? ¿Es tu novio?
—¿Paul? No, también es un amigo. ¿Por qué me preguntas eso?
Y esa tal "Mamá" con la que hablaste el martes pasado, ¿es tu novia?
—¡No, ella es mi...! ¿Cómo sabes que hablé con mi madre el martes pasado?
Pareces nerviosa.
—Creo que eres... intimidante.
Deberías encontrarme intimidante, señorita Steele. ¡Ahora come!

Salimos de la cafetería. Llevo en la mano una manzana roja que pienso comer más tarde. Pero la que está verdaderamente roja soy yo.

—¿Tienes novia?

¡Maldita sea! ¡Lo dije sin pensar! Olvidaba que él es el único que tiene derecho a interrogarme sobre mi (inexistente) vida amorosa. ¡Soy una estúpida incurable!

Él sonríe sin sonreír.

No, Ana. No tengo novia.

¡Oh, mierda! ¡Entonces significa que sí es gay! Estoy tan absorta en mis pensamientos que vuelvo a tropezar, uuuna vez más...

¡Mierda, Ana!

Me sostiene con sus gruesos brazos justo cuando pasa frente a mí la furgoneta de Tyler Crowley una niña en scooter. ¡Dios, si no fuera por la divina intervención de Grey, por poco muero atropellada! Todo pasa tan rápido que en un segundo estoy en su pecho, jadeando, respirando el aroma de su cuerpo, que huele a ropa de lino recién lavado y a algún carísimo gel de baño. Inhalo. Pongo los ojos en blanco. ¡Dios, es embriagador! La manzana que tenía en la mano cae entre las de Christian, igualito que la portada de Crepúsculo. De hecho, todo esto es igual que Crepúsculo. ¿Qué tal si...

¿Estás bien? —susurra, y creo que tengo un orgasmo ahí mismo, a juzgar por la cara de la señora de la cafetería que pide de comer la misma manzana que yo llevaba en la mano.

Capítulo 10

¡Bésame, idiota! ¿Acaso él jamás ha visto una comedia romántica en su vida? Trato de decírselo yo misma, pero me quedo paralizada, mirando fijamente la exquisitamente esculpida boca de Christian Grey. Él me devuelve la mirada con sus ojos oscurecidos, como de estrangulador a punto de ahogar el último grito de su víctima. ¡Estoy en tus brazos, conchetumare, bésame!

Anastasia, debes mantenerte alejada de mí.

¿Qué? Frunzo el ceño.

—¿Es porque dejé tu camisa llena de baba? Lo s-siento, yo...
No sólo por eso. No soy el hombre adecuado para ti. Mejor búscate un vampiro de 100 años que parezca de 20 o algo así. Ah, y suerte con tus exámenes.

Y me deja caer. Christian Grey desaparece entre la multitud sin llamar la atención, como si no fuera el multimillonario y soltero codiciado que es.

No me lo puedo creer. ¿Por qué me ha dicho eso? ¿Tengo mal aliento?

Abandono la escena todavía en shock, con la adrenalina fluyendo como un río desbordado. Una vez bajo las luces fluorescentes del frío y oscuro estacionamiento del hotel, lloro. Lloro como aquella IP anónima a la que le borran su primer artículo en Inciclopedia. Lloro desconsoladamente, intentando no ahogarme con mis propios mocos. Pero, ¿por qué? Lo de los mocos tiene explicación, pero ¿por qué estoy llorando? Lloro por la pérdida de algo que jamás tuve. Qué ridículo. Sí, hasta yo misma me doy cuenta de lo absurda de mi situación.

Nunca había experimentado esta sensación en mi vida. El rechazo. Es casi peor que cuando aquella zorra del cine olvidó que debía darme una Coca-Cola mediana en lugar de una pequeña cuando fui con Kate a ver Recuérdame (esa en la que Robert Pattinson muere en las Torres Gemelas) por séptima vez. Y es que nunca nadie, jamás, había despertado tanto mi interés como el maldito Christian fucking Grey.

Llego a casa. Kate casi muere del espanto al encontrarse de repente con mis ojos rojos, hinchados, y con mi peor cara de culo posible.

—¡Oh, por Dios! Ana, ¿has estado fumando drogas?

Ay, no. Lo que me faltaba...

—No.
—Ana, ¿te pasa algo? Estuviste llorando.

¿Cómo lo supo?

—¿Qué te hizo ese cabrón hijo de puta? ¡Te juro que lo mataré y escribiré un testamento falso para que quedes como su única heredera!
—No, Kate. No me hizo nada.
—¿Entonces por qué has estado llorando? Eso es algo que sólo hacemos los humanos. Tú nunca lloras —dice, como quien se da cuenta de algo por primera vez.
—Es que... estuve a punto de morir atropellada hoy —digo para tranquilizarla.
—¡Por Dios, pero cómo no me di cuenta! Si basta con ver nada más cómo quedó tu cara. Pobrecita, espero que no quedes desfigurada de por vida... ¡Ay, lo siento! ¡No debí decir...!
—No se trata de eso. No me pasó nada. Christian me salvó...
—¿Lo ves? ¿No te digo que es el hombre perfecto? Tendrías que ser una idiota para dejarlo ir. Es obvio que le gustas, Ana. De lo contrario jamás hubiese salvado tu vida.
—Ya no. Y no lo volveré a ver. Supongo que él está un poco... fuera de mis posibilidades.
—Ana... ¿Estás bromeando? ¿Sólo porque él es asquerosamente rico, poderoso y gloriosamente bien parecido, y tú eres... una chica sin nada en especial? ¡Están hechos el uno para el otro, por el amor de Dios!
—Kate, por favor. Debo ir a estudiar.
—Ya terminé el artículo. ¿Quieres verlo?
—Claro —respondo, mordiendo mi labio. Justo lo que necesitaba: más Christian Grey.

Me muestra su computadora. La página está en blanco.

—Tus notas son una mierda, Ana.
—¿Pero entonces qué pasará con el artículo?
—Tendré que rellenar con las fotos que tomó José. Bah, como si realmente alguien leyera las entrevistas.

Capítulo 11

Trato de no pensar en Christian Grey. Trato de no pensar en por qué no me besó. Trato de no pensar en por qué decidió repentinamente que (ya) no me quería. Seguramente es virgen y se está guardando para alguien especial. Alguien que no eres tú, me dice la cabrona de mi Diosa Interior. Sí, tengo una Diosa Interior, pero ya hablaré de ella más adelante. Esa noche, después de llorar hasta conseguir quedarme dormida, sueño con ojos grises y hojas verdes flotando en la leche. Me pregunto si será por el golpe que me dí en la cabeza contra el concreto cuando Christian me soltó.

Bajo mi lápiz. Terminado. Mi examen final está terminado y siento cómo mi súbita sonrisa de gato de Cheshire me parte los labios. Creo que es la primera vez que sonrío en... mi vida. Mierda. Debería dejar de imitar tanto a Kristen Stewart, empezando por la estupidez de morderme el labio cada 5 minutos. Frunzo el ceño y pongo los ojos en blanco. No puedo permitir que otros pensamientos me nublen: he terminado mis exámenes finales y es viernes. Es sólo significa una cosa...

Hoy me toca noche de lectura en casa.

Al llegar a nuestro apartamento, Kate se percata de que hay un paquete en la puerta.

—Ana, hay un paquete en la puerta.

¿Un paquete? Y está dirigido a la señorita Anastasia Steele, o sea, yo. Qué raro, no he comprado ningún poster de Taylor Lautner sin camisa por Amazon últimamente. Debe ser un error. No hay dirección de remitente. ¿Será que volvieron a ponerse de moda los ataques con ántrax?

—Probablemente sea de mis padres.
—¡Ábrelo! —dice Kate, casi chillando.

Me muerdo el labio. Abro el paquete y compruebo que en su interior hay cuatro libros encuadernados de forma artesanal, arrugados y manchados con algo que no logro identificar, pero huele muy mal. Encima de los libros hay una nota en cursiva, escrita con tinta gris:

Cita1.pngEl chico guapo ahora contemplaba su bandeja mientras desmigajaba una rosquilla con sus largos y níveos dedos. Movía la boca muy deprisa, sin abrir apenas sus labios perfectos.Cita2.png

Está tachada. Al reverso de la hoja hay otra frase:

Cita1.pngLo siento, Bella —murmuró ferozmente—. Exponerte de este modo ha sido estúpido e irresponsable por mi parte. ¡Cuánto lo siento!Cita2.png

Reconozco las citas: son de Crepúsculo. Estoy aturdida por la ironía de que apenas esta mañana pasé tres horas escribiendo sobre aquella saga de novelas para mi examen final. ¿O es más que una simple casualidad?

Inspecciono los libros más de cerca. Oh, mierda. No me lo puedo creer...

Crepúsculo, Luna nueva, Eclipse, Amanecer... ¡Son los manuscritos originales que los asqueados editores de Stephenie Meyer tiraron a la basura! ¿Quién los pudo haber...?

—¿Grey? —dice Kate en tono de pregunta retórica.
—O Bill Gates, pero a él no lo conozco así que... sí, es lo más probable.
—¿Qué significa la nota?
—No sé, creo que es una especie de amenaza advertencia.

¿Advertencia de qué? No lo entiendo. ¿No me dijo que yo no era para él? ¿Que no era el hombre adecuado? ¿Entonces por qué me envió estos libros? ¿Es bipolar o sufre de Alzheimer?

—No puedo aceptar estos libros, Kate. Me los quedaré, pero le enviaré una nota para decirle que los tengo repetidos y que no puedo aceptarlos.

Que se los meta por el culo, más bien. ¿Qué cree que soy? ¿Una prepago? ¿Una cualquiera que se vende por una mugrosa taza de café y unos libros virtualmente imposibles de conseguir y que costarían una fortuna en eBay? Pues no, Sr. Grey. Tan sólo con el café usted podía haber hecho lo que quisiera conmigo.

Capítulo 12

Alguien golpea la puerta. Observo por el ojo mágico. Justo cuando estoy por llamar a la policía, me doy cuenta que el frijolero que pretende invadir nuestra residencia es José. Trae una botella de tequila en la mano.

—¡Quiúbole, señoritas! ¿Están listas para una noche de mucho bueno fiesta? ¡Ándale, ándale! ¡Arriba, arriba! ¡Yeeeepa!

Decidimos salir los tres a un bar para celebrar. José aún no se gradúa, pero para él todos los fines de semana son 5 de mayo. El bar está lleno de universitarios ruidosos y borrachos. Creo que yo misma ya estoy borracha. El champagne añejo de Kate más el tequila de José están empezando a hacer efecto. No lo sé, jamás me he emborrachado. Ni siquiera había probado el alcohol hasta hoy. Es casi como si nunca hubiera pasado por la universidad.

—¿Y ahora qué, señorita? —me pregunta José, envolviendo mi cintura con su brazo.
—Bueno, ahora Kate y yo nos mudaremos a Seattle por... alguna razón.
—Órale. Pero estarás de vuelta para asistir a la exposición fotográfica de tu carnal José, ¿no? —pregunta, acariciando mi cuello.
—Por supuesto, José. Eres mi amigo, ¿no? Para eso están los amigos. Tú sabes que te quiero mucho, amigo.
—Significa mucho para mí que estés allí, señorita Ana —me susurra, casi lamiendo mi oreja.
—¡Debo ir al baño!

Me libero del agarre de José y avanzo a tropezones entre la multitud de ebrios, tambaleándome. Se siente raro entrar a un baño público sin Kate. Tomo mi celular y reviso el registro. José, Kate, Mamá, Mamá, Mamá, Mamá, Mamá... y hay un número misterioso que no conozc... ah, claro, Grey, por supuesto. Debe estar durmiendo a esta hora. Me río tontamente sin motivo. Marco.

¿Anastasia?
—La mishma que vishte y calzha, shenior Grish. Já.
¿Anastasia? ¿Estuviste bebiendo?
—¡Ding ding ding! ¿Gué tedemosh pada él, Johnny? ¡Ahhhhh, ya shé! ¿Gué tal unosh librosh de Shtefnie Meier? Ashí comprobaremosh el mito urbano que dishe que el shenior Grey no esh tan shenior como nosh quiede hasher creer Risa.gif
¿Dónde estás?
—En... en un.... baaaaar Sonreír.PNG
¿Qué haces bebiendo en un bar un viernes por la noche? ¿En cuál bar?
—En el bar "besha mish nalgash, shenior gontrolador" Burla.gif
Iré a buscarte.

Clic.

¡Já! Siempre tan dictatorial ese Grey. Y ni siquiera me dijo algo por los libros. Frunzo el ceño. Vaya si estoy borracha. Bueno, supongo que ese era el objetivo de esta noche, ¿no? Emborracharse como si no hubiera mañana. Pues entonces misión cump...

Acabo de llamar a Christian Grey.

Mierda. ¡Mierda reputísima y santísima! ¡Y vendrá a recogerme! Mi corazón late con fuerza. Esperen. No, es imposible que un tipo importante como él viaje desde Seattle hasta Portland sólo para sacarme de un bar. Además ni siquiera sabe en qué bar estoy. Sólo trata de jugar juegos mentales, atormentarme y hacerme sentir asfixiada, por alguna razón. Hmm... tequila.

Vuelvo a la barra para pedir un tequila, mientras bajo una cerveza.

—¿Dónde estabas? —pregunta Kate. Está coqueteando con un tipo que no conozco.
—Eshtaba en la fila del banio. Shaldré a tomad un poco... de aire.
—Debilucha.
—Perra.

Me abro paso entre la multitud, de nuevo. Estoy mareada, tengo náuseas y me siento aún más torpe de lo normal. El aire congela mi cara y seca mi nariz. Lo veo todo doble y borroso. No puedo aguantar las ganas de vomitar.

—¿Señorita Ana, estás bien?

José. Debe haberme seguido.

—Shí, eshtoy... eshtoy... bien.
—Órale, yo también. ¿Necesitas ayuda?
—Te dije gue esht.... ¿Gué eshtásh hashiendo? —exclamo, haciendo la cobra, cuando José pretende unir sus tercermundistas labios a los míos.
—Señorita Ana, tú sabes que me gustas muy requetemucho. Y, pos, nomás te pido un besititito, ¿vale? Ándale, por favor, no seas gacha.
—No, Joshé, detente...
—Ándale, cariña. No seas malita, wey.
Hey, Juan Valdez, creo que la señorita ha dicho que no.

Tan sólo con oír la voz firme y masculina de Grey, los testículos de José caen rodando por sus pantalones. El pobre sale corriendo a lo Speedy González hasta perderse de vista.

Mierda. Doble mierda. Está furioso.

—G-Grey —digo, sorprendida, pero un chorro de vómito sale disparado de mi boca.

Todo se pone negro.

Capítulo 13

Está muy silencioso. Es de día. ¿Dónde estoy? Abro bien los ojos y me descubro en una cama amplia, cálida y cómoda, pero ajena, aunque extrañamente familiar. La habitación es enorme y lujosa. Siento que la he visto antes, pero ¿dónde? Mi cerebro palpita mientras hago un esfuerzo por recordar. Creo que estoy en un hotel.

Mierda. Estoy en el Heathman... en una suite. ¡Oh, mierda! Estoy en la suite de Christian Grey.

Descubro con una mezcla de pudor, horror y desconcierto que estoy en ropa interior. Ni rastro de mis jeans o al menos mis calcetines. Mierdísima mierda.

En eso aparece Christian Grey. Está en pantalones grises, sin camisa y con una toalla alrededor del cuello. Ha estado haciendo ejercicio. Pasa su mano a través de su cabello rebelde y húmedo por el sudor.

Sudor de Christian Grey.

Buenos días, Anastasia. ¿Cómo te sientes?

Sin esperar mi respuesta, hace aparecer de la nada un vaso enorme de agua helada.

Bebe —me ordena.

Tomo un sorbo. Siento cómo mi lengua seca se despega del paladar.

¡Bébelo todo!

Obedezco.

—¿Cómo... cómo llegué aquí?

Se sienta en la cama lo suficientemente cerca como para poder verlo. Y tocarlo. Y olerlo. Oh... el sudor de sus axilas es embriagador. Mucho mejor que un trago de champagne añejo mezclado con tequila y cerveza.

Llegaste inconsciente. Después de que te desmayaste, no me quise arriesgar a que ensuciaras con vómito la tapicería de cuero de unicornio de mi Corvette llevándote todo el camino a tu apartamento, así que mejor te traje aquí.
—¿Y me... desvestiste?
Sí.
—¿Y... nosotros... no...?
Nunca me gustó mucho la necrofilia, Anastasia. Además, si hubieras sido mía, ahora no te podrías sentar en una semana...
—Ahh. No entiendo.

Se dibuja una ligera mueca de frustración en su cara.

Tuviste suerte. Imagínate qué hubiera pasado contigo si te hubieras quedado en aquel bar, divirtiéndote con tus amigos, en vez de ser abducida por un desconocido que rastreó tu celular para poder ubicarte.
—Espera. ¿Rastreaste mi celular?
Sí.
—No tenías que hacerlo —digo, y ni yo me lo creo.
De no haberlo hecho, ahora estarías en la cama con Marc Anthony...
—José.
Estarías en la cama con el fotógrafo, gestando un "bebé ancla" para que en 9 meses más el bastardo pudiera postular a una green card.
—No lo creo. Anoche estaba con Kate.
No, anoche la señorita Kavanagh estaba ocupada flirteando con mi hermano, Elliot.

¿Kate y el hermano de Christian? Ay, Dios. Ya se la debe estar follando.

Además, ¿olvidas lo que intentaba hacerte el fotógrafo?
—José sólo se pasó de la raya.
Bueno, estoy seguro de que no lo volverá a hacer. A esta hora ya debe estar por Tijuana.
—Eres muy duro. Disciplinario.
No tienes ni idea... —dice, mientras intenta sonreír o algo parecido.

¿Por qué es tan jodidamente atractivo?

Iré a tomar una ducha. El desayuno estará listo en 15 minutos o en lo que tarde en masturbarme.

Me recuesto en las sábanas. El desayuno estará listo en 15 minutos... esas palabras despiertan una reacción extraña dentro de mi cuerpo, una sensación desconocida hasta ahora. Es el único hombre que me ha provocado esto y todavía no sé por qué. No sé si es su inestabilidad emocional, o que me regale libros de 20 mil dólares sin apenas conocerme, o que me rastree como un acosador y no me permita divertirme con mis amigos. Me muerdo el labio intentando reprimir una sonrisa pícara. Deseo. Esto es deseo. Ahh, así que así es como se siente...

¿Dónde está mi ropa?

Capítulo 14

Con mucho esfuerzo logro levantarme de la cama. Siento en la cabeza una especie de bolita que me sube y me baja ¡ay! que me sube y me baja. Empiezo a buscar frenéticamente mis pantalones. Podrían estar en cualquier parte, en una habitación tan amplia. Empiezo a hurgar en los cajones. Siento un calor en la parte baja del vientre cuando decido revisar en su cajón de la ropa interior. Lo abro...

Corbatas. Docenas de corbatas. Abro otro cajón. Más corbatas. Abro el armario. Muchas más corbatas. Abro una maleta a medio hacer. Muchísimas más corbatas, todas grises, todas del mismo diseño y del mismo material sedoso. Escucho que se cierra la llave de la ducha y antes de poder volver a saltar a la cama para esconder mi semidesnudez, aparece Christian Grey, tan sólo envuelto en una toalla. Oh, mierda. El David que esculpió una de las Tortugas Ninja (¿Miguel Ángel, creo?) no tiene comparación con él.

Si estás buscando tus pantalones, se los doné a los niños de Darfur. Estaban manchados con vómito. Taylor te traerá otro par y también unos zapatos.
—Umm... Tómame en la ducha... digo.. t-tomaré una ducha.

Estoy en la mesa, desayunando con Christian Grey. Estoy vestida solamente con una toalla. De mi cabello, también envuelto en una toalla, gotea agua que moja mis waffles porque fui incapaz de encontrar el secador en ese inmenso baño que, por sí sólo, podría considerarse una suite.

Come. Anoche vomitaste la mitad de tu peso corporal.
—No, gracias. Estoy bien.

¿Por qué no me besó? ¿No le gusta el sabor a vómito? ¿Por qué no intentó aprovecharse de mí anoche, como lo han hecho absolutamente todos los hombres que he conocido? (Paul, José... esos son todos, creo). ¿Será virgen como yo? ¿O es que soy muy repelente? ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Debe ser la galina porque pensé en algo parecido cuando le calentaba la sopa de pollo a Kate... Maldición, Kate.

—Debo llamar a Kate.
Ella ya sabe que pasaste la noche aquí. Le envié un mensaje de texto a Elliot.

O sea que sí se lo tiró. Kate, esa perra.

—¿Por qué estoy aquí, Christian?
Porque yo te traje anoche. Porque tus padres tuvieron sexo 9 meses antes de que nacieras. Pero si te refieres a lo que pienso que te refieres, pues... estás aquí porque soy incapaz de alejarme de ti.
—Entonces no lo hagas —susurro, mordiendo mi labio.
¿Hacer qué, acosarte o alejarme de ti?

No sé qué diría una persona normal, así que respondo con otra pregunta:

—¿Por qué me enviaste los libros, Christian?
Sentí que te debía una disculpa, por salvarte la vida y eso. Anastasia, escucha... no me interesa el romance. No soy un tipo de flores y corazones.

Claro, nada de flores y corazones. Pero sí me regalaste unos libros rarísimos que valen más que un corazón humano en el mercado negro...

Deberías alejarte de mí.

¿Alejarme? ¡Si tú eres el que me regala libros y rastrea mi celular!

Mis gustos son muy... singulares. No lo entienderías.
—Ilústrame entonces.
No, aún debemos aplazar esto por un par de capítulos más.

Capítulo 15

Christian Grey seduciendo a tu hermana.

Nos sentamos mirándonos el uno al otro como idiotas.

Encuentro totalmente irresistible y fascinante tu falta de personalidad —dice por fin.
—Y yo encuentro totalmente irresistible y fascinante tu falta de simpatía.

Dios mío. El sentimiento, por llamarlo de alguna manera, es mutuo.

Supe que tú y la señorita Kavanagh se mudarán a Seattle.
—¿Cómo lo supiste?

No contesta, sólo sonríe de manera muy perversa.

Estarás más cerca de mí. ¿Qué harás después de graduarte? ¿Has enviado una aplicación para trabajar en mi compañía?
—Umm... no. ¿Qué tiene que ver tu compañía con la liter...?
¿Acaso no te gusta mi compañía?

Y además es ingenioso.

Termina tu desayuno.
—Gracias, pero no doy más.
Come. Anastasia, tengo un problema con la comida desperdiciada, come...
—Necesito líquidos, estoy deshidratada. La resaca, ya sabes...
Come lo que está en tu plato, Anastasia.
—No puedo comer todo esto.
Maldita sea, ¡come!

Frunzo el ceño mientras trago mi comida de mala gana. Por Dios, es tan irresistible cuando se pone agresivo y autoritario...

—¿Dónde dormiste anoche?
En mi cama.
—Oh.
Sí, fue toda una novedad para mí también.
—¿No tener... sexo?

Qué rara se siente esa palabra en mi boca.

No, dormir con alguien.
—Pero si no tuvimos sexo.
Me refiero a literalmente dormir con alguien.
—Pero si tampoco dormiste conmigo. Yo estaba inconsciente.

Christian cierra los ojos como quien ha oído la estupidez más grande del mundo. Toma el periódico y me ignora durante largos minutos. Cuando termina, le envía cierta información privilegiada a su corredor de bolsa y me mira.

Muerdo mi labio.

Me gustaría morder ese labio —susurra en un tono siniestro.
—¿Por qué no lo haces?
Porque no voy a tocarte hasta tener tu consentimiento escrito, Anastasia.

¿Qué?

—¿Mi "consentimiento escrito"? ¿Qué significa eso? ¿Desde cuándo me respetas?
Lo discutiremos más tarde. ¿A qué hora sales del trabajo?

Mierda, mi trabajo. Casi lo había olvidado. Pongo los ojos en blanco.

—A las 8.
Bien. Cenaremos en Seattle esta noche.

Saca su BlackBerry gris y marca un número muy rápido.

Taylor, necesitaré a Charlie Tango esta noche. A las 8 y media. Sí, pilotearé toda la noche de Portland a Seattle.

Y cuelga. Nada de "por favor" o "gracias".

—¿Tú piloteas?
Sí. Sé hacer muchas cosas según lo requiera la situación, como Superman.
—¿La gente siempre hace lo que le dices?
Si quieren conservar sus empleos, sí.
—¿Y si no trabajan para ti?
Créeme, puedo ser muy... persuasivo —dice con una risa malvada.

Lo miro alucinada. ¿Cómo pasamos del café a un vuelo a Seattle con el capitán Grey en apenas dos citas? Si se le puede llamar "cita" a mi secuestro, claro.

Te recogeré en Clayton's a las 8 en punto y te llevaré en helicóptero a Seattle.
—¿Helicóptero?
Charlie Tango.
—Oh. Pensé que era un amigo argentino o algo así.
No tengo amigos.
—Vaya. Me pregunto por qué.
¿Quieres terminar tu puto desayuno de una vez?

Iré en helicóptero a Seattle con Christian Grey. Y él quiere morder mi labio.

Capítulo 16

¿Lista para irnos? Te acompaño al ascensor.
—Espera, mis pantalo...

Me toma de un brazo y me lleva al pasillo. Lo miro de reojo y veo que ya está vestido con su clásico traje gris. ¿Pero cómo? ¡Si apenas hace un momento estaba tan semidesnudo como yo! Las puertas del elevador se abren y entramos. Estamos solos. Muerdo mi labio.

A la mierda el papeleo —dice, y se abalanza sobre mí empujándome contra la pared.

Me toma por la cintura y con su otra mano me obliga a abrir la boca. Él también abre la suya e introduce su lengua hasta mis amígdalas. ¡Mierda! Yo jadeo pero no logro recuperar el aliento ya que su boca está succionando mi tráquea. No sé que hacer, nunca había besado a un hombre antes. Estoy completamente sometida. Me tira del cabello arrancándome un mechón y halando mi cabeza hacia atrás casi hasta desnucarme. ¡Mierda santa!

En ese momento se abre de nuevo la puerta y entran tres hombres en traje de negocios.

—Ejeje... no se detengan. Por favor, continúen... —dice uno de ellos con cara de pervertido.

Me suelta. Yo estoy color carmesí. Mi corazón late a mil por minuto. Unos segundos después los tres hombres se bajan, decepcionados, en el segundo piso.

No te cepillaste los dientes —me dice Grey con cara de asco.
—Iba a usar tu cepillo pero me dio cosa.
Oh, Anastasia, ¿qué voy a hacer contigo?

Muerdo mi labio. Oh, Dios. Eso ha sido...

¿Qué es lo que tienen los ascensores?
—¿Qué quieres decir?
No lo sé...

Subo a su limusina de 30 metros sin hacer el menor comentario sobre lo que pasó en el elevador. Creo que aún puedo sentir su saliva viscosa bajando por mi garganta.

Pone el MP3 de su BlackBerry a todo volumen. Un gordo canta como si le estuvieran introduciendo un hierro al rojo vivo por el recto. Ópera.

¿Te gusta?
—Es... maravilloso, Christian...

¡Ugh, mi cabeza! Juro que no volveré a tomar en mi vida, ni en la próxima.

Lo es, ¿no? El gran Ferruccio Tagliavini. Es el aria "Pourquoi me réveiller?" de la ópera Werther, de Massenet, compuesta en 1887, con libreto de Édouard Blau, Paul Milliet y Henri Grémont, basada en Die Leiden des jungen Werthers de Goethe. Pero supongo que eso ya lo sabías.
—Este... sí, claro, ¿y quién no?
Vaya, parece que por fin tenemos algo en común.
—¿Te gusta la música clásica, Christian?
En este teléfono tengo una carpeta de música más amplia que Spotify y aTunes juntos. Mis gustos son eclécticos. De Thomas Tallis a Muse.
—¡Me encanta Muse! Y creo que uno de mis padrastros fue a un concierto de Tallis cuando era joven.
¿Así que tu padrastro tiene 500 años de edad? Interesante.
—Ehh... no, seguramente fue otro Tallis. Su hijo, quizá... —me muerdo el labio, avergonzada.

Por suerte para mí, Christian cambia a "Supermassive Black Hole", justo cuando el gordo parece estar a punto de estallar en llanto. Oh, baby, don't you know I suffer? Oh, baby, can you hear me moan?

Una llamada interrumpe la canción.

Grey. Sí. Sí. ¡No! Bien, ¿algo más?

Y cuelga. Es tan brusco. Ningún "adiós" o "gracias". Espero que no esté considerado seriamente lo de ofrecerme trabajo en su compañía. No soportaría ser maltratada por Christian Grey.

Vuelve la música. Pasan 5 segundos. Otra llamada.

Grey. No. No. ¡Sí! Bien, eso es todo.

La música se corta nuevamente por el teléfono y aún no llegamos ni al coro.

Grey.
—"Grey"... ¡Hey, Christian, hermanito! ¡Soy yo! ¿Tuviste sexo anoche?

Es Elliot. Dios santo.

Elliot, tengo puesto el altoparlante y no estoy solo.
—¿Con quién estás?
Estoy con Anastasia Steele. Voy camino a dejarla a su casa.
—Ohhh, entonces que tuviste sexo anoche, campeón. ¿Es la nueva? Kate me ha contado mucho sobre ella. Dice que es virgen, así que me imagino cómo te...

Grey corta la llamada. No sé si está enojado o sorprendido. O ambos.

¿Virgen? ¿Eres virgen, Anastasia? ¿Por qué mierda no me lo dijiste?

No me animo a responder. Estoy tan avergonzada... Dios, mío. Me siento como una niña fingiendo que sabe fumar para impresionar a sus amigos universitarios.

Oh, Anastasia, ¡cómo te destrozaría el himen a vergazos ahora mismo!

No lo puedo creer. ¡Eso es lo más... romántico que un hombre me ha dicho jamás!

Pero lo que pasó en el ascensor no volverá a pasar de nuevo, hasta que no me des tu autorización por escrito. ¿Entiendes? Es muy importante que me la des por escrito.
—¿Tienes lápiz y papel?
Así no funcionan las cosas, Anastasia.
—Podemos usar mi sangre en lugar de un lápiz...

Frunzo el ceño pero él me ignora. Hemos llegado al apartamento. Abre la puerta de la limo para que me baje.

Recuerda, esta noche negociaremos nuestro... contrato.

¿Un contrato para follar? ¿De qué siglo salió este hombre? ¿Sería virgen también, o religioso? ¿Uno de esos caballeros medievales como Heath Ledger u Orlando Bloom? Ahora me doy cuenta que él nunca me preguntó dónde vivo, pero de alguna manera ya lo sabía. Por eso supo dónde enviar los libros. Me hace sentir tan tranquila el hecho de que un hombre así puede rastrear mi celular y tiene acceso a un helicóptero privado...

Capítulo 17

Logro convencer a Christian de que me acompañe a la puerta del apartamento justo a tiempo para sorprender a Elliot dándole a Kate como bombo apache en pleno comedor. ¡Oh, por Dios! ¡Pero qué zorra, si apenas lo conoce!

—¡Heyyy, Sr. Grey, señorita Steele! —dice Elliot cubriéndose abajo con uno de los libros que me regaló Christian.

Jamás volveré a leer Eclipse.

Reconozco en Elliot al sujeto con el que Kate estaba "conversando" anoche en el bar cuando salí del baño. Ahora que lo veo bien, noto que es casi igual de alto, musculoso y rubio que Christian, pero obviamente no es ni la mitad de guapo. Lo único que delata su origen como hijo adoptivo son sus ojos, azules. Tiene un aire a Ryan de Brothers & Sisters, con la personalidad de un mal imitador de Matthew McConaughey.

Kate se viste rápidamente al ver que estoy acompañada ni más ni menos que de Christian Grey. A pesar de la vergüenza, lleva en su rostro una sonrisa ridícula muy poco... Kate-esca (¿está bien dicho?), y a pesar de las ojeras provocadas por la falta de sueño, el alcohol y el sexo desenfrenado con un desconocido, luce muy atractiva.

—¡Hola, Ana! —me saluda Kate, pero aún bajo su sonrisa sé que no está nada contenta de verme con Christian.

Pero, ¿por qué? Me mira como si tuviera el síndrome de Estocolmo o algo así. Christian tampoco está muy contento de ver a Kate.

Señorita Kavanagh.
—Christian, viejo, se llama Kate —repone Elliot, mientras le da una nalgada a Kate y enciende un cigarrillo con un aroma bastante herbal y penetrante.
Kate —corrige con falsa amabilidad.

Noto que se le hincha una vena en la frente.

—¡Hola, Ana! —me saluda Elliot con una sonrisa mientras se viste. Sus ojos azules brillan bajo el adormecimiento provocado por el extraño cigarrillo que fuma.
—Hola, Elliot —le sonrío, mientras muerdo mi labio.

Christian se ve molesto, casi como si no quisiera que hablara con otras personas.

Elliot, vámonos —ordena Christian, dando media vuelta de regreso a la limo.
—Seguro, viejo.

Elliot toma a Kate de la cintura y le da el beso más húmedo y apasionado que he visto en mi vida, metiéndole la lengua incluso en la nariz.

Laters, baby —le dice a Kate, guiñando el ojo y sonriendo. El brillo de sus dientes me ciega por un momento.
¡Elliot!

Cuando por fin se van, Kate se queda pegada a la ventana, llenándola de vaho, viendo cómo se aleja la limusina gris más cargada de testosterona de la historia.

—Oh... por... Dios. ¡Ana! —chilla, aplaudiendo y saltando como una niña pequeña.
—No quiero escucharlo, Kate. Debo arreglarme para trabajar —digo, y me encierro en mi cuarto dando un portazo.

Maldita Kate. ¿Por qué ella sí se pudo acostar con un Grey? Bueno, sí, yo también me acosté con uno, pero no tuvimos sexo. Ardo en envidia, pero soy demasiado orgullosa para... no, la verdad es que no soy orgullosa. Ni siquiera tengo personalidad. Pero aún así, jamás le diría a Kate que no pasó nada entre Christian y yo más allá de una violación bucal con su lengua. Esa perra. Sólo porque es más hermosa, sexy, simpática e interesante que yo.

Te recogeré en Clayton's a las 8 en punto y te llevaré en helicóptero a Seattle. Las palabras de Christian resuenan en el hueco vacío de mi cabeza. Son muchas emociones a la vez, considerando lo ridículamente aburrida que había sido mi vida hasta ahora. ¡Mierda ultraputísima! ¡Firmaré un contrato con Christian Grey!

Te recogeré en Clayton's a las 8 en punto.
Te recogeré en Clayton's.
Te recogeré.
Te cogeré.

Capítulo 18

Clayton's. Día sábado, la pesadilla de todo trab... Vaya, tengo una especie de déjà vu.

El día se ha prolongado demasiado, a pesar de que he estado ocupada durante horas engrasando los martillos tal y como la señora Clayton me lo ordenó. Miro el reloj y compruebo que son las 7:12. Hace un momento eran las 7:35.

Estoy tan emocionada por lo de Christian que he decidido depilarme las piernas y las axilas por primera vez en mi vida. Él mencionó algo de un contrato, pero no estoy segura si hablaba en serio o sólo estaba jugando, con lo bromista que es. Apenas puedo controlar los nervios. ¡Hoy es la noche! Mi Diosa Interior mira su reloj impaciente, mientras cruza los brazos y golpea el piso con su pequeño pie. Se muere de ganas tanto como yo. Pongo los ojos en blanco.

Salgo de la tienda exactamente a las 8:01 y lo primero que siento es que alguien respira sobre mi nuca.

Te dije a las 8 en punto. ¿Qué estabas haciendo?

Sin darme tiempo de decir nada, me toma del brazo y me empuja dentro de su limusina. Ni siquiera he podido terminar de limpiarme la grasa de las manos.

¿Cómo estuvo el trabajo? ¿Te divertiste con el tal Paul?
—¿Por qué dices eso? Ya te dije que sólo somos amigos. Pues... la verdad fue un día largo y agotador —digo, frunciendo el ceño.
Ajá. Sí, también fue un día largo y agotador para mí.
—¿Qué hiciste?
Fui a escalar con Elliot.

La estresante vida del hombre de negocios norteamericano.

Llegamos al helipuerto. Allí se encuentra estacionado Charlie Tango, un helicóptero gris con el nombre Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co. escrito en letras también grises.

Sube. Siéntate y no toques nada —me ordena.

Hago lo que me dice. Luego ordena que me ponga el cinturón y los auriculares. Muerdo mi labio por la impaciencia. Nunca había subido a un helicóptero en mi vida.

Asegurada. Ahora no tienes escapatoria.
—Esta es la primera vez que vuelo.
Tranquila. Soy piloto calificado desde hace cuatro años y tengo mucha experiencia. Estarás segura conmigo. Al menos mientras estemos en el aire...
—¿Hay algo que no sepas hacer?
Mmm... No. Soy perfecto.
—¿Haces esto con todas las mujeres que quieres impresionar? "Ven, nena, te mostraré mi helicóptero"...
No, también es mi primera vez —dice con acento casi arjonesco. Claro, si Arjona fuera un abusador de mujeres.

Se acomoda en el asiento del piloto. Empieza a realizar el procedimiento de rutina, moviendo interruptores y oprimiendo botones de colores y cosas así.

OK, torre. PDX. Este es Charlie Tango, Golf Romeo Echo Yankee. Foxtrot Uniform Charlie Kilo Yankee Oscar Uniform libre para despegar. Confirme, cambio.
Bah, usted no tiene que pedir permiso para despegar, Sr. Grey. ¡Adelante! —dice una voz por el radio.

El helicóptero despega lentamente y dejamos Portland varios metros más abajo. Los autos parecen hormigas, si las hormigas tuvieran luces y ruedas en lugar de patas. ¡Wow! Una vez que abandonamos el área iluminada por las luces de la ciudad, todo se ve tan negro como la conciencia de un abogado. ¿Cómo puede Christian ver por dónde vamos?

—¿Cómo sabes que este es el camino correcto?
Sólo lo sé.

Todo se aclara de nuevo. Estamos llegando a Seattle tan rápido como dejamos Portland.

¿Ves la terraza de aquel rascacielos? Allí es donde aterrizaremos.

No estoy pendiente del paisaje. Me empapo en su rostro. Tiene un perfil hermoso. La nariz recta, la mandíbula cuadrada. No se ha afeitado y su barba de vagabundo alcohólico hace que se vea más tentador. Mmm... me gustaría pasar mi lengua por toda su mandíbula y sentir la aspereza de esa barba y las células muertas de sus mejillas...

Sujétate —dice, interrumpiendo mi sueño erótico.

Descendemos poco a poco hasta que aterrizamos sin problemas sobre el rascacielos. Christian apaga el motor, se desabrocha el cinturón y baja, pero vuelve a subir para desabrochar el mío también.

Nos veremos en mi apartamento. Es en aquel edificio de enfrente —dice señalando una torre gris con una "G" en la punta.
—¿Qué? ¡Pensé que este era tu apartamento!
No. Sólo lo uso como pista de aterrizaje. Bueno, nos vemos. No te tardes.

Capítulo 19

Llego jadeando, por fin, al último piso del edificio de apartamentos donde me espera mi amado Christian Grey. Antes que golpee la puerta, ésta se abre y una mano me arrastra hacia adentro. Es Christian. Estamos en un vestíbulo gris. En el centro hay una mesa gris con flores grises. Más allá hay un pasillo gris que conduce a otra habitación, gris. Dios mío. "Enorme" es una palabra demasiado pequeña para esto.

¿Quieres algo de beber?

¡Ugh! La última vez que bebí estuve a punto de ser besada por un mojado. Pero no tengo valor para rechazar su oferta.

Voy a beber un poco de vino blanco. ¿Quieres acompañarme?
—Sí, por favor.
¿Pouilly Fumé está bien?
—Este... claro, es mi favorito —digo, frunciendo el ceño.

Abre una enorme cava y saca una botella que dice "1756". Me sirve su contenido en una copa de cristal que vibra al acercar los labios.

Toma. ¿Tienes hambre?

¡No otra vez con la comida! Niego con la cabeza. En eso, noto que un elegante piano gris de cola adorna el vestíbulo.

—¿Tocas?
Sí.
—¿Bien?
Soy el mejor intérprete contemporáneo de Schubert, Brahms y Liszt en toda la Costa Oeste. Me lo dijo una vez el presidente de la Academia Juillard, con lágrimas en sus ojos.
—Oh.
Bébete toda la copa.

Obedezco. Apuro mis sorbos y siento el alcohol quemando mi garganta. Veo estrellas y empiezo a perder un poco el equilibrio. Estoy entonada. Muerdo mi labio.

Ana, deja de morderte el labio. Es muy distractor. Dame un segundo.

Desaparece por una puerta y en exactamente un segundo vuelve a aparecer con un documento en la mano.

Bien. Basta de estupideces. Estamos aquí para firmar un contrato. Eso es lo que el lector quiere y eso es lo que haremos.
—¿Qué es eso?
Es un acuerdo de confidencialidad. Mi abogado insiste en ello. Por si terminas inválida o algo peor.
—¿Qué? ¿Por qué?
Lo sabrás en su momento. Firma.
—¿Y si no quiero firmar?
Entonces digamos que el muro de Berlín que tienes entre las piernas seguirá en pie.
—Está bien, firmaré.
¿No vas a leer primero?
—Nah, estoy ebria y veo todo borroso.

Me da una pluma. Firmo donde dice "He leído y acepto los términos y condiciones de uso".

Anastasia, siempre deberías leer lo que firmas. Especialmente con tipos como yo.
—Christian, no hablaría de ti ni con Kate. Claro, le he contado todo lo nuestro hasta ahora pero las cosas serán distintas a partir de este momento. Después de todo, tan sólo perderé la virginidad con el hombre más rico, poderoso y guapo de Seattle. No es algo como para gritarlo a los cuatro vientos, ¿o sí? Confía en mí.
Punto bien planteado, señorita Steele.

Le devuelvo el documento ya firmado.

—¿Significa que ahora por fin haremos el amor? —pregunto, mordiendo mi labio.
Yo no... "hago el amor". Yo follo. Duro. No. Todavía debes firmar otros papeles. Además aún no tienes ni idea de lo que te espera.

Yo follo. Duro. ¡Triple mierda!

Ven, quiero mostrarte mi... sala de juegos.

Me lleva de la mano al pasillo. Mueve un libro de la pequeña biblioteca que lo adorna y la pared se abre. Hay una puerta de titanio con un tablero. Christian introduce un código de 10 dígitos. Se abre otra puerta con analizador de retina. Pone su ojo izquierdo y, al terminar de leerlo, la compuerta se abre, mostrando otro pasillo casi interminable. Giramos a la derecha. Luego a la izquierda. Subimos. Bajamos. Finalmente, llegamos a una puerta blanca. Muerdo mi labio.

Puedes irte en cualquier momento. El helicóptero está listo para llevarte cuando quieras irte, puedes pasar la noche aquí y volver a tu casa por la mañana. Lo que decidas está bien.
—Sólo abre la puta puerta, Christian.

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Capítulo 20

Estoy estupefacta.

Y eso que aún no has visto mi cuarto de torturas.
—¿Torturas?
Claro. Soy sadomasoquista.
—¿Qué? ¿Qué es eso?
Significa que me gusta golpear mujeres por placer.
—¿Como Chris Brown?

Tiene sentido, ambos se llaman "Chris" y tienen apellidos de colores en inglés.

No, no lo entiendes porque eres virgen, así que empezaremos por rectificar primero esa situación.
—Pero dijiste que aún debo firmar otros pap-

Me interrumpe con un beso que me deja fuera de guardia de inmediato. Se arranca el traje completo, zapatos incluidos, de un solo tirón. Me arroja violentamente a la cama. ¡Mierda! Mi Diosa Interior está bailando merengue con algunos pasos de salsa, mientras el inconmensurable miembro motumbesco de Christian me embiste, desgarrándome, haciendo mil pedazos mi virginidad. ¡Mierda excrementicia! Grito como cerdo en el matadero, atragantándome con la punta de su verga, que entra por mi cosa de abajo y sale por mi boca cada vez que gimo o jadeo. ¡Es tan bueno el jodido que casi le puedo perdonar que tenga un espejo de motel barato en el techo sobre la cama!

Caigo al suelo retorciéndome de placer después de mi decimoséptimo orgasmo. ¡Santo Moisés! Él se pone de pie, vestido con su traje gris.

Levántante, debes firmar el último documento.
—¿Pa-para qué, si ya tuvimos sexo?
Sí, pero esto no cuenta. Demasiado normal para mi gusto. Levántate.

Estamos de vuelta en la mesa de negociaciones. Está llena de quesos azules, por alguna razón.

¿Por qué cada uno es como es? Es muy difícil saberlo. ¿Por qué a unos les gusta el queso y otros lo odian? ¿Te gusta el queso? Come tu queso.
—Realmente no tengo hambre.
Comerás. ¿Más vino?
—S-sí, por f...

Antes de poder terminar la frase ya tengo la copa llena otra vez. Santa mierda, ¿qué ha sido todo eso? ¿Estoy soñando o sólo soy la protagonista de un fanfic glorificado?

Bien. No quiero abrumarte con detalles. Básicamente este contrato me autoriza a golpearte, darte órdenes, obligarte a seguir una serie de reglas arbitrarias y castigarte físicamente si no sigues alguna de dichas reglas. Y será doloroso.
—¿Hay mujeres que aceptan este tipo de "tratos"?
Te sorprendería la cantidad de mujeres que fantasean con estar en tu situación.
—¿Cuántas?
15.
—¿Heriste alguna?
Sí.
—¿Gravemente?
Oh, sí.
—¿Y por qué yo?
Es una buena pregunta.
—¿Cuáles son las reglas?
Deberás comer lo que te ordene comer y seguir un riguroso programa de ejercicios para que no engordes como vaca con tanta comida. Deberás usar sólo la ropa que te ordene usar, vestidos, nada de jeans ni esos trajes de profesora de lenguaje que tanto te gustan. No beberás, ni fumarás, ni te drogarás. Te depilarás. No te acostarás con nadie más que conmigo. No matarás. No darás falso testimonio. Honrarás a tu Amo y Dominante. Me llamarás "Sr. Grey" y nunca me mirarás a los ojos. ¿Entendido?
—Sí.

Se levanta y me da un latigazo en la mano.

¡Ayyy!
¡"Sí, Sr. Grey"!
—¡Oye, aún no he firmado ningún puto contrato!
Lo sé, sólo te estaba probando. Come.

Capítulo 21

¿Depilarme? Uff... Todavía me arden las piernas.

—¿Qué ganaré si firmo este contrato, aparte de un par de hematomas?
A mí —responde con humildad.
—¿Puedo poner mis... límites?
Por supuesto. Te regalo esta Mac® para que busques sobre el tema y te informes mejor.
—¿Una MacBook®? ¡Nunca había tenido una computadora en mi vida!
¿Qué? ¿Y cómo lo hiciste con la Universidad?
Haciendo trampa —digo, mordiendo mi labio.
Aquí tienes una hoja. Cuando termines, quiero que escribas una lista de tus límites. Sólo procura que no sean demasiados o te perderás toda la diversión.

Frunzo el ceño y empiezo mi investigación.

Veamos. "Sadomasoquismo"...


Sadomasoquismo

En el sadomasoquismo, es práctica común el alternar lugares.
El sadomasoquismo (de ¡zas!, ruido de látigo, y ¡más!, grito del que recibe el latigazo) es una divertida variante de las relaciones sexuales practicada por gente aburrida de la posición del misionero (la única postura aceptada por la Iglesia Católica), en la que un miembro goza haciendo sufrir al otro miembro que goza sufriendo. La persona que se lo pasa bien haciendo sufrir es llamada sádica, mientras que el sufridor es llamado masoquista.


Umm... okey. A ver, qué más... "Tortura de senos"... ¡Ugh! Eso no suena bien.

"Caning"...

Oh, Dios. "Lluvia dorada"... ¡Oh, por Dios! "Lluvia marrón"... ¡Oh, Dios mío!

—¡No pienso cagar sobre tu pecho, Christian Grey!

Después de definir mis límites (que básicamente excluían el fuego, los hierros candentes, los piercings en el clítoris, la mierda, la orina, el vómito, los animales, los niños y pisar legos descalza), finalmente considero tomar en serio la oferta. Estoy por firmar un contrato que me convierte, de forma oficial, en la esclava... perdón, en la "Sumisa", de Christian Gre... perdón, del Sr. Grey. Y pensar que hasta hace unas horas era virgen. ¡Ni Belladonna, oiga!

Ahora, hay algo que no entiendo. No eres gorda, ni estás desfigurada, ni tienes dientes en la vagina. ¿Por qué no habías perdido la virginidad antes? —pregunta, aproximándose a mí. Trato de evitar hacer contacto visual.
—N-no lo sé, Sr. Grey.
¿Nunca has tenido novio? ¿Nunca te habían besado? —dice, poniéndose detrás mío.
—N-no, Sr. Grey.
¿Por qué? Dime —pregunta, mientras me venda los ojos.
—Supongo que nadie había estado realmente a la altura de mis expectativas... Sr. Grey.
¿Me estás tratando de decir que una chica sin personalidad, de pocos amigos, sin tema de conversación, no demasiado atractiva, torpe para caminar y que no sabe vestirse, esperó 21 años para perder la virginidad con... bueno, con el hombre más perfecto que ha pisado la Tierra? —oigo el sonido de una fusta cortando el aire con sus movimientos.
—S-sí, Sr. Grey —jadeo y muerdo mi labio.
¿Qué fue eso de "nadie ha estado realmente a la altura de mis expectativas"? ¿A tu altura? ¿Te estás comparando conmigo, mujer? —dice, pasando la fusta por mi muslo.
—S-s-sí... Sr... Grey...
Ya veo. ¿Sabes qué? Estoy cansado y me duele la cabeza. Te mostraré tu habitación.

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Capítulo 22

Aquí dormirás de ahora en adelante.

La habitación es minúscula comparada con el resto de la casa. En la cama apenas entro yo, y sólo si duermo de costado.

—¿Y... usted dónde dormirá esta noche, Sr. Grey? —pregunto con un dejo de decepción.
En mi cuarto, obviamente. Te dije que no duermo con nadie. Excepto con él.

Me muestra su osito de peluche.

Trato de dormir, pero mil imágenes pasan por mi mente, como una película porno pretenciosa. Ojos grises y penes. Muchos penes. Oigo música, una melodía muy triste en piano. Suena como Bach. Me incorporo para comprobar que no es mi imaginación. Me levanto de la cama, salgo de mi celda y veo a Christian tocando el piano del vestíbulo, completamente desnudo. De hecho, no está usando las manos para tocar.

—Es bellísimo. ¿Bach? —pregunto, interrumpiéndolo.
No. Elton John. ¿No deberías estar en la cama?
—No puedo dormir si no está conmigo, Sr. Grey. La melodía es hermosa, pero algo triste.
Cama —ordena.
—¿Desde qué edad toca? Toca usted maravi-
¡Cama!

Vuelvo resignada a mi cama manchada de sangre, evidencia muda de que Christian Grey estuvo dentro de mí.

O sea, no él, pero sí su pene.

En mi vagina.

Cuando por fin me estoy quedando dormida, escucho que la puerta se abre violentamente.

¿Recuerdas cuando dije que si fueras mía no te podrías sentar en una semana?

Tiene un tubo de vaselina en la mano.

Un momento... ¿Qué está...? Ohhhh.... ¡Ayyyy, reputas! ¡No sabía que también se podía follar por... ahí!

Adiós, esfínteres.

La luz llena la habitación a la mañana siguiente. Me asombro al ver que Christian Grey duerme plácidamente a mi lado. Dios, ¿cómo alguien puede verse tan bien durmiendo? Yo parezco un zombie. Su hermoso rostro parece más joven y relajado en el sueño. Sus esculpidos labios carnosos están separados un poco, dejando entrever sus blancos dientes, y su cabello brillante y claro es un desastre glorioso. Podría quedarme como boba observándolo toda la mañana, pero tengo cosas que atender en privado. Efectos secundarios de la porculación de anoche.

Estoy en el trono del rey del mundo, contemplando los azulejos. ¡Ayy, creo que tengo hemorroides!

De repente oigo la voz de Christian en un altavoz en el baño, oculto tras un querubín de bronce. Momento: ¿Un altavoz?

¡Anastasia! No recuerdo haberte dado permiso para saciar tus necesidades fisiológicas. ¡Vuelve a la cama ahora o yo mismo iré a buscarte!
—Pero...
¡Se acabó! ¡Dime en cuál de mis 300 baños con plomería de oro y muebles de mármol te encuentras en este momento!
—Un s-segundo...

Tomo el rollo de papel higiénico, pero en ese preciso instante llega él, derribando la puerta a golpes. ¡Por Dios, qué sexy se ve con esa mirada de odio!

Sin darme tiempo siquiera de limpiarme, me toma en sus enormes brazos tipo Arnold Schwarzecomoseescriba y me lleva por el pasillo, no precisamente de vuelta a la cama.

Me desobedeciste. Por ello, serás castigada brutalmente.
—Me duele el trasero, Sr. Grey. ¿No podríamos posponer los azotes y jugar X-Box o algo así? ¡Me dejaré perder si usted lo desea!
¡Calla, mujer!

Abre una puerta con llave y me deja caer adentro. Oh... por... Dios...

Bienvenida al Cuarto Rojo del Dolor.

Mierda.

Capítulo 23

Estoy impactada. Siento como si hubiese viajado en el tiempo al siglo XVI y a la Inquisición española. Nadie espera a la Inquisición española.

La habitación está muy oscura, pero aún así, por alguna extraña razón, puedo ver que es de un rojo intenso. Huele a cuero y a citrus, me imagino que es porque usa limpiapisos con aroma a naranja para trapear los fluidos corporales. En las vitrinas y en las paredes hay toda clase de látigos, fustas, porras, consoladores con clavos, matamoscas y cuanto instrumento hay para hacer pupita... Como único mobiliario hay un par de cepos medievales, una cosa para colgar con ganchos y otra cosa rara en forma de cruz o algo. ¿Será que tiene fetiches bíblicos? Ah, y también hay cuerdas, cinta adhesiva, unos overoles manchados de rojo y botes de pintura roja. Los ojos me arden al ver por fin otro color aparte del gris.

¿Lista para complacerme?

Me acuesta en una especie de caballete que me deja inmovilizada de brazos y piernas. Estoy a la merced del inmisericorde Christian Grey.

Ahora verás lo que es bueno, Sumisa. La palabra de seguridad es "Rojo".
—¿Palabra de seguridad, Sr. Grey?
Cuando ya no puedas soportar el dolor, usarás la palabra de seguridad y yo me detendré. Si se me antoja.
—¿Pero no se supone que los azotes son precisamente para provocar dolor?
Placer, Ana. Placer... para mí.

Dicho esto, me cubre los ojos con su corbata de seda gris. ¡Qué bien se siente al tacto! Aunque... me gustaba más la primera venda que usó, la de anoche. Aquella venda era de género, así que se podían ver pequeños agujeritos de luz entre las costuras que parecían burbujas, y cuando entornaba los ojos, mis pestañas parecían pequeñas arañas tratando de comérselas...

¡Toma! ¡Toma! ¿Te gusta eso, mujer?

¿Eh?

De repente me doy cuenta de que Christian ya lleva un buen rato golpeándome. Tiene algo en la mano que no puedo ver, pero se siente como un flagelo con tiras de cuero. ¡Pero si más parece que estuviera acariciándome con un plumero!

—Ummm... Ay. Sí. Cómo duele, Sr. Grey...

Mi Diosa Interior me recrimina lo poco convincente que he estado.

¡Si vas a ser la esclava sexual de un hombre que no te ama, al menos hazlo bien!
—Lo siento, Diosa Interior.
No, el problema es que no lo sientes. ¡Vamos, actúa un poco más! ¡Quiero ver sufrimiento!

Frunzo el ceño y pongo los ojos en blanco.

—¡Ayy! ¡Ayyy, cuádruple mierda! ¡Uy, cómo duele, Sr. Grey! ¡Por favor pare, Sr. Grey! —grito, mientras jadeo como perro.
¿Qué dices? Ya no te estaba azotando, fui a buscar un poco de agua.
—Este... sí, lo sé. Es que sus golpes son tan, eh, duros, que me duelen más cuando no me está castigando —miento, mordiendo mi labio.
No te muerdas el labio aquí. Este es mi Cuarto del Dolor.
—Cuarto Rojo del Dolor —completo, sin saber por qué.
¿"Rojo"? Está bien, suficiente castigo por hoy, Sumisa.

¿Qué?

¿Eso fue todo? ¿Y para eso tuve que leer un contrato como de 1.268 cláusulas antes de poder follar con él? Caramba, tanto músculo de modelo de Calvin Klein para terminar golpeando como un marica. Hasta me siento decepcionada por no estar chillando de dolor.

Golpearte estuvo agotador, Anastasia. Apuesto que ahora sí que no podrás sentarte en un mes. Iré a preparar el baño y quiero que tú hagas de patito de goma porque no encuentro el mío.

Suena mi teléfono.

—¿Hola?
—¡Ana! ¿Dónde diablos estabas? ¿Por qué no me enviaste un mensaje de texto anoche?
—Lo siento, Kate. Fui sobrepasada por los acontecimientos.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy con Christian —digo, rompiendo el acuerdo de confidencialidad y mordiendo mi labio.
—Ohhhh... ¿Entonces lo hicieron?
—Kate, no puedo hablar de...
—¡Lo hicieron! ¡Oh, por Dios!
—Kate...
—¿Fue doloroso?
—¡Kate!
—¡Uyyyyyy! ¡Apuesto que chillaste como mariachi quebrado! ¡No lo puedo creer, por fin te lo...!

Cuelgo.

¿Cómo se atreve? El que me acueste o no con un multimillonario es asunto mío. Esa perra. Seguramente estuvo toda la noche haciendo la bestia de dos espaldas con el hermano de Christian, y eso que apenas se conocen. Pero eso es típico de ella: basta con que se le cruce un tipo guapo y adinerado para que se le revolucionen las hormonas y arroje sus principios por la ventana...

Capítulo 24

¡Que ya no te muerdas el puto labio!

La tina es una piedra gris, profunda, de forma ovoide, muy diseñada. Nunca había visto una tina tan hermosa en mi vida. Christian se inclina y abre la llave, de la cual sale un chorro de agua que comienza a llenar la tina. Vierte un aceite de baño con aspecto caro dentro del agua de la tina. Hace espuma mientras la tina se llena de agua, huele a cloro y a dulce y sensual jazmín. Christian se pone de pie, me observa con ojos oscurecidos, como si quisiera ahogarme en la tina, desgarra su bata gris de un tirón y se introduce.

Ven —me ordena.

Hago lo que me dice. Es una oferta que no puedo rechazar. Estoy de pie en la entrada del baño. Camino hacia delante mientras disimuladamente contemplo su físico. ¡Mierda! Él es simplemente delicioso. Mi Diosa Interior se desvanece y se desmaya en algún lugar de la parte posterior de mi cabeza. El agua está seductoramente caliente.

Sé que ese labio es delicioso, puedo dar fe de ello, pero ¿podrías dejar de morderlo? Me hace querer follarte, por alguna extraña razón, y debes estar dolorida después de la brutal paliza que te he dado.

¡Dolorida las pelotas! ¿Acaso no entiende que es precisamente lo que quiero? Me sonrojo y muerdo mi labio aún más fuerte, hasta que...

Tu boca está sangrando.

Me rindo. Jadeo, automáticamente liberando mi labio, y frunzo el ceño. Me inclino hacia atrás, apoyándome en su musculoso pecho, y creo sentir su creciente erección en la espalda...

Oh, olvidaba que tenía una de estas aquí.

Lo miro, sorprendida, mientras despega de mi espalda una paleta.

Te dije que mis gustos eran variados. Debo ser el único multimillonario del mundo que acostumbra chupar paletas en la tina.

¿Eh?

Le quita el envoltorio y la acerca muy sensualmente a mi boca.

Quiero que te familiarices bien con estas paletas. Son de mi marca preferida. Estoy muy unido a ellas.

¡Oh, por Dios! Abro la boca sorprendida al descubrir que es de mi sabor favorito: uva.

Quiero que la chupes por mí.

Se ve deliciosa. Me encuentro cara a cara con su sonrisa maliciosa. Está disfrutando de mi expresión de asombro. Me doy cuenta que estoy mirándolo a los ojos. Trago saliva, me sonrojo y muerdo mi labio. Él quiere que chupe su paleta. Umm... de acuerdo, aquí vamos.

Humedezco mis labios con la lengua. Deslizo la punta de la paleta suavemente hacia el interior de mi boca, entibiándola con mi jadeo. Es suave y dura, no muy pegajosa. Pongo los ojos en blanco. Mi respiración es irregular. Mis papilas explotan al asimilar el gusto artificial a uva de la paleta. Veo que Christian cierra los ojos. Está extasiado.

Ohhh, sí, así se hace. Chupa esa paleta.

Su mirada de placer me hace chupar aún más duro. Estoy comenzando a sentir la áspera textura del chicle del centro de la paleta. Toma la paleta por el palito y la empuja hasta mi campanilla. ¡Aghhh!

¡Por Dios, me ahogo! Siento cómo la paleta baja y se queda atascada en mi garganta. ¡Mierda! ¡Me estoy poniendo del mismo color morado de la puta paleta! Christian no parece darse cuenta de ello hasta que abre los ojos.

¡Oh, mierda!

Me toma con firmeza por detrás y me hace la maniobra de Heimlich hasta que la paleta sale eyectada por mi boca, pero al mismo tiempo dejo escapar también un sonoro pedo que resuena en las frías paredes del baño.

Nos quedamos mudos e inmóviles por largos minutos.

—Yo...
Creo que realmente ha sido suficiente por hoy...

Capítulo 25

Me visto avergonzada y en silencio en su habitación. Christian ya está completamente vestido en su traje gris, aun antes de salir de la tina.

Ana, si firmas ese contrato, si te entregas a mí, podré llevarte a lugares que ni siquiera sabías que existen. Como Little Rock. ¿Has estado en Little Rock?
—No, nunca —digo, sonrojándome.

Muerdo mi labio.

Deja de morder tu labio. Mira, ya me provocaste otra erección.

Christian Grey, el dios griego, el modelo de ropa interior, el tipo que salió en una temporada de Once Upon a Time, me desea.

Anastasia, te deseo.

Muerdo mi labio.

Anastasia, te lo advierto. Si vuelves a morderte el labio, tendré que castigarte.

Muerdo mi labio.

Christian finalmente se pone fuera de sí. Y se lanza sobre mí, como un tigre de Bengala. En su alocado frenesí me estrella contra la pared, golpeando mi cabeza, pero no me importa porque con un simple jadeo estamos desnudos otra vez. ¡Mierda sesquipedálica! Ata mis manos con su corbata y me toma con sus musculosos brazos, embistiendo mi cosa de abajo rítmicamente con su miembro. En eso, su segundo pene invade mi recto, perforándome el colon. ¡Pitufos en vinagre! Mi Diosa Interior está bailando la danza de los 7 velos.

De repente, oímos unas voces en el pasillo.

Pero si está en la cama a esta hora es porque está enfermo. Christian nunca está en la cama a esta hora. De hecho, Christian NUNCA duerme. Casi parece un vampiro...
Señora Grey, por favor.
Taylor, he venido a ver a mi hijo.
Pero, señora Grey, el Sr. Grey no está solo.
Oh... bueno, mientras su amante no sea negro o puertorriqueño a mí me vale.
No, señora Grey, es una dama.
¡Una mujer! ¡No me lo puedo creer! ¡Y yo comprándole CDs de Kylie Minogue! Nunca pensé que viviría para ver a mi hijo con una novia.

Christian me observa con una mirada de horror, sin parpadear, como si quisiera asesinar a alguien.

¡Mierda, es mi madre!

Me aleja de un golpe y ordena que me vista. Caigo al suelo y no logro amortiguar la caída por estar atada de manos. Noto que él ya está vestido, otra vez.

—No... puedo... moverme...

Desata la corbata y noto que el patrón del tejido ha dejado profundas marcas rojas en mis muñecas. Mis manos están moradas y adormecidas por la falta de sangre. De hecho, el maltrato me ha dejado llena de moretones y heridas abiertas. Es... sexy.

—No tengo ropa limpia. No puedo conocer a tu madre con la misma ropa llena de grasa de ferretería y fluídos corporales con la que llegué.
Puedes usar algo mío. Vístete. Iré a calmar a mi madre y te espero en el vestíbulo en 5 minutos. Si no sales, vendré y te arrastraré yo mismo sea lo que sea que estés usando.

Santa mierda. La madre de Christian.

Capítulo 26

Estoy usando uno de los trajes grises de Christian Grey. Odio usar ropa interior sucia, pero no podría andar a lo gringo, así que he decidido ponerme uno de sus boxers Calvin Klein. He tenido que rellenarlos con tres pares de calcetines para que no se me cayeran.

Me meto al baño y estoy encantada de haber sobrevivido a la noche anterior. Y a esta mañana. Compruebo mi cara ruborizada en el espejo y, ceñifruncida, llego a la conclusión de que la expresión de "recién follada" no es la mejor para encarar a mi sueg... a la madre de Christian. Tengo miles de reparos y me siento nerviosa. Pero he tomado una decisión. Quizás si conozco a su madre, podré descubrir la razón por la que Christian es como es. Rarito, se entiende. Tomo aire lentamente para calmar mis jadeos de perra en celo.

Salgo al vestíbulo

Aquí está, madre. Anastasia, ella es la Dra. Grace Trevelyan-Grey, mi madre. Madre, esta es Anastasia Steele.
—Es un placer conocerla... Dra. Trevelyan-Grey.
—Oh, por favor, querida, sólo llámame Dra. Grace T. Grey —dice apenas tocando con sus dedos enguantados mi mano extendida.

Se ve bastante joven para su edad. Debe tener pocas cirugías plásticas, a juzgar por su facilidad para arquear las cejas. Me recuerda muchísimo a Marcia Gay Harden (Nota para el director de casting de la película: guiño, guiño). Está impecablemente vestida con un traje de falda color marrón con zapatos a juego. Se ve arreglada, elegante, hermosa, y yo muero un poco por dentro sabiendo que me veo tan horrible como siempre.

—Eres la primera chica que Christian me presenta. Ya habíamos empezado a pensar cosas de él, si sabes a lo que me refiero —ríe, mientras enciende un cigarrillo.

Agacho la cabeza, ruborizada, y muerdo mi labio.

—¿De... veras?

Ella no me oye pero se detiene a observarme detenidamente.

—No veo cicatrices de metanfetamina en su cara, así que no es una prostituta. Y usa muy poco maquillaje para ser una escort. ¿Es tu novia o sólo tu follamiga, querido? —interroga, fumando su cigarrillo y dándole un sorbo a su martini.

Estoy helada. Christian tampoco sabe qué decir.

Suena mi teléfono. Debe ser Kate.

Justo a tiempo.

—Disculpen.

Me escabullo a la cocina y contesto sin verificar el número.

—¡Kate! ¡Gracias a...!
—¡Señorita Ana!

Oh, mierda, es José. Suena desesperado.

—¡Señorita Ana, no cuelgues, por favor! ¡Me han secuestrado Los Zetas! ¡Me van a chingar, señorita Ana!
—Jacob... digo, José, no es buen momento ahora.
—¡No, escucha, señorita Ana, te lo ruego! ¡Me han permitido llamarte sólo porque les dije que tú conocías al Sr. Grey y, pos, que ese pinche güero podía pagar el rescate!
—Te llamaré más tarde.
—¡No, por favor! ¡Tienen un machete, señorita Ana! ¡Ave María purísima! ¡Tengo miedo, señorita Ana! ¡Por favor, no dejes que me maten!

Cuelgo.

Vuelvo al vestíbulo para oír a la Dra. Trevelyan-Grey en plena diatriba.

—...y Elliot llamó para decir que estabas aquí. No te he visto en 9 semanas y media, querido.
¿Lo hizo? Elliot, ese chismoso hijo de p... perdón, madre.
—No, no, no, descuida. Seguramente su madre biológica era una puta adicta al crack, igual que la tuya.
¡Madre!
—¡Ay, lo siento, querido! Humor de madre adoptiva —me dice, riéndose y tosiendo a causa del humo de su cigarrillo.

¿Christian también es adoptado? ¿Qué se creen estas personas? ¿Brangelina? ¿Los Cullen?

—En fin, tengo curiosidad por saber cómo se conocieron. Es evidente que no fue en un set porno, a pesar de tu nombre, querida —pregunta la bruja de mierda.
Anastasia me entrevistó para el periódico de la Universidad de Washington porque estaré entregando los títulos esta semana.

Doble mierda, había olvidado la graduación.

—Bueno, querido. Pensaba invitarte a almorzar, pero veo que tienes... otros planes —dice, guiñando el ojo maliciosamente.
Debo llevar a Anastasia a Portland.
—Claro, por supuesto, querido. Nos veremos en otra ocasión. Espero que no sea para mi funeral.

De la nada aparece Taylor.

—¿Señora Grey?
—Gracias, Taylor —dice, mientras él la escolta afuera.

En serio. ¿Acaso Taylor estuvo todo el tiempo en la habitación? ¿Y qué pasa si también anoche...?

Entonces, ¿el fotógrafo te llamó?

Capítulo 27

Mierda. ¿Cómo lo supo? Es como si fuera un vampiro que puede leer mis pensamientos. Pongo los ojos en blanco.

—Sí...
¿Qué quería?
—S-sólo... sólo me dijo algo de un secuestro y que lo iban a decapitar Los Petazeta, o algo así. No hablamos mucho.

Christian entrecierra los ojos y su mandíbula se marca.

Taylor reaparece de la nada, otra vez.

—Sr. Grey.
Taylor, ¿qué te he dicho sobre interrumpirme cuando...?
—Lo siento, Sr. Grey, pero me temo que esto es urgente.
¡Sea lo que sea, no me interesa!
—Pero, Sr. Grey, hay un problema con el envío a Djibouti.
¿Por qué no lo dijiste antes? ¡Mierda!

Toma su BlackBerry gris y marca un número sin tocar la pantalla.

Ros, ¿qué pasa?

Mientras escucha, sus ojos grises se clavan en los míos, como si quisiera hacer explotar mi cabeza con su mente. Frunzo el ceño.

Cuelga. Parece distraído.

—¿Ocurre algo? —pregunto.
No es de tu incumbencia, pero unos piratas somalíes han secuestrado al capitán del barco que llevaba a Djibouti la cura contra el SIDA que inventó mi madre. Tom Hanks.
—¿Tom Hanks, el actor? ¿Él es la cura contra el SIDA? —digo, sorprendida, al recordar que de hecho Tom Hanks había muerto de SIDA en aquella película vieja con ese actor negro... ¿cómo se llama? ¿Denzel Lincoln?
No. Es que tengo tanto dinero que contraté a Tom Hanks como capitán de mi flota mercante privada. Pero para que nadie lo reconozca, lleva una barba y se hace llamar Richard Phillips.

Vaya, es la primera vez que lo veo hacer algo vagamente relacionado con su trabajo en días.

Me extiende un sobre.

Este es el contrato. Léelo de nuevo. Investiga al respecto para que estés al tanto de lo que está en juego.
—¿Investigar? Pensé que ya habíamos pasado por esto.
¡Hazlo, maldita sea! Eso, claro, si estás de acuerdo y es tu voluntad hacerlo. Pero hazlo.
—Está bien.
Ahora, volveremos a Portland.
—¿Pero no tienes... trabajo que atender?
No. Mi único trabajo es contestar llamadas y usar traje. La mayoría del tiempo me la paso azotando mujeres o tocando el piano desnudo.

No hay duda que he sucumbido a los encantos del Sr. Grey. Más bien, a sus retocidos hábitos sexuales. O puede que así sea el sexo normalmente, no lo sé. Jamás he visto una película pornográfica en mi vida. Frunzo el ceño. No tengo ninguna comparación y no estoy segura si puedo preguntarle a Kate o a mi Diosa Interior al respecto. Esto es algo que sólo debo tratar con Christian. Pero, ¿cómo puedo hablar con naturalidad con él, como toda pareja normal, si es tan distante conmigo? Quizás me termine acostumbrando a los golpes, quién sabe. Muerdo mi labio.

Deja de morderte el labio o te follaré en el ascensor y no me importa si justo entra Taylor con Bree Olsen y Jenna Jameson y los cinco nos montamos una orgía con consoladores de goma y un doble cumshot facial simultáneo.

Me sonrojo.

—Christian, tengo un problema.
¿Eres alérgica a los consoladores de goma?
—No. Bueno, no lo sé. Es que...
Escúpelo.

Escupo un vello púbico que espero sea de Christian.

Tomo aire y lo digo:

—Tengo que hablar con Kate. Tengo muchas preguntas sobre sexo y ella es la persona más... calificada que conozco para hablar sobre el tema. Simplemente no tengo más términos de referencia. No puedo hablar de estas cosas contigo y mucho menos consultar en Yahoo! Respuestas. La última vez pasé tres semanas creyendo que me había embarazado del gato de mi mamá por acariciarlo demasiado.
Habla con ella si crees que es lo más adecuado. Pero asegúrate de que no le mencione nada a Elliot —dice, con tono exasperado.

Me enfada la insinuación. Kate es una chismosa, sí, pero jamás le andaría revelando a todo el mundo los secretos y extraños gustos sexuales de uno de los hombres más ricos, poderosos, respetados y enigmáticos del planeta.

—Kate no haría eso. Y yo tampoco te comentaría a ti sobre las parafilias de Elliot, si ella fuera a contarme alguna.
¿Y crees que me interesa la vida sexual de mi hermano? ¿Acaso soy un pervertido? ¿O un obseso del control que se mete en la vida de otras personas?
—Pues...
Elliot es un bastardo entrometido. Y tu amiga me arrancaría las bolas si supiera lo que hago contigo. Habla con ella, pero no le des detalles. ¿Entendido?
—Entendido —acepto con facilidad.

La idea de Kate con las bolas de Christian es algo en lo que no quiero pensar.

Capítulo 28

Bajamos por el elevador hasta llegar a un colosal estacionamiento subterráneo. ¡Santa mierda! Hay literalmente cientos, quizás miles, de automóviles. Todos muy caros y elegantes, por supuesto. Puedo distinguir unos cuantos Volvos, Porsches, Ferraris, Mercedes y BMWs, pero la mayoría parecen sacados de una película de ciencia ficción.

—¿Qué automóvil es ese? —pregunto, frunciendo el ceño y señalando un extraño coche gris oscuro que más parece un tanque estilizado.
Es un modelo personalizado diseñado especialmente para mí por mis socios de Wayne Enterprises. Sólo existen dos de estos en el mundo.

Pongo los ojos en blanco y trato de reprimir una sonrisa mordiendo mi labio. Parece un niño mostrándome su colección de juguetes no sexuales.

—¿Qué automóvil se va a llevar, Sr. Grey? ¿El Greymóvil? —pregunta Taylor.
¿A plena luz del día, Taylor? Creo que necesitaremos algo más discreto.
—El R8 entonces, mucho más discreto.

Nos subimos al Audi R8 Spyder. Christian reproduce un CD de Bruce Springsteen que en realidad es un loop de "I'm on Fire" y "Born in the USA" (Nota de la autora: Lo siento, son las únicas canciones suyas que conozco). Partimos a toda velocidad de vuelta a Portland. Christian parece estar absorto en sus pensamientos, pero lleva puestas sus Ray-Bans, así que no puedo leer lo que está pensando.

¿Tienes hambre?
—No realmente.
Tienes que comer, Anastasia. Pararemos en el primer restaurante que tenga un letrero de "No se admite gente de color".

El restaurante es pequeño e íntimo. Una cabaña de madera en medio del bosque. La decoración es rústica: floreros con flores silvestres, mesas con manteles de cuadritos y retratos de hombres disfrazados de fantasmas en las paredes.

Deja de morderte el labio o te violaré aquí mismo —gruñe.

Bajo la mirada.

—Nunca antes había perdido la virginidad en mi vida.

Su dura inexpresividad de torturador de la Gestapo se suaviza un poco al oír esto.

Pues este también ha sido un fin de semana de novedades para mí, Anastasia. Nunca había dormido con nadie, nunca había tenido sexo vainilla, nunca había volado con alguien en el Charlie Tango, nunca le había presentado una mujer a mi madre, nunca había llamado a una chica por su nombre, nunca había compartido una paleta en la tina... Oh, Anastasia, ¿qué voy a hacer contigo?

Me ruborizo.

—¿Qué es el "sexo vainilla"?
Sexo normal. Sin juguetes, ni azotes, ni coprofagia. Sólo sexo sencillo, ya sabes. Penetración, caricias, abrazos, contacto visual, palabras dulces... ¡puaj!
—Oh.

Pensaba que el sexo que tuvimos fue más bien un brownie con cobertura de chocolate y una cereza, pero qué se yo de metáforas.

La camarera nos trae sopa de ortiga y dos copas de Pinot Grigio. Yo quería una Coca-Cola dietética, pero Christian insistió en alcoholizarme a esta hora. Noto que la camarera se sonroja y que sus pezones se ponen duros debajo de la blusa al ver el hermoso rostro de Christian. Después se va corriendo al baño.

Come.

Pruebo tentativamente. Está delicioso. Sabe a ortiga.

—¿Por qué nunca habías tenido sexo vainilla antes? ¿Siempre has hecho... eso que tú haces?

Frunce el ceño por un momento y parece estar involucrado en algún tipo de lucha interna. Casi parece estar a punto de saltar sobre mí y romperme el cuello. Luego, asiente lentamente.

Sí. Una de las amigas de mi madre me sedujo cuando tenía 15 años.
—Oh.

Mierda. ¿Lo "sedujo"? ¿No querrá decir: Una vieja degenerada me violó a los 15?

Tenía gustos particulares. Fui su sumiso durante seis años.
—Oh.

Mi cerebro se ha congelado hasta la inactividad por esta información. Pero quiero saber más.

—¿Qué edad tenía ella?
Era toda una MILF.
—Oh.
Podría decirse que fue mi "señora Robinson".

¿Eh?

—¿"Señora Robinson"?
Ya sabes: "Señora Robinson, ¿está tratando de seducirme?"
—Yo...
¿Qué? ¿Nunca viste El graduado? ¿Anne Bancroft, Dustin Hoffman? ¿Al menos conoces la canción de Simon & Garfunkel?
—¿Quién?
Al diablo. Termina tu sopa.
—¿Aún la sigues viendo? Si es que aún sigue viva, claro.
Sí.
—Oh. ¿Y ustedes... todavía...?
No. Ahora parece la abuela de Tutankamón, pero si algo aprendí con ella, es que si alguien te mete un consolador de 30 centímetros por el culo, sabes que esa persona será tu amiga para toda la vida.
—Oh. ¿Lo sabe tu madre?

Me da una mirada de "no seas estúpida".

—Oh.

Decido terminar mi sopa en silencio.

Capítulo 29

Otra camarera, también ruborizada al ver a Christian, nos trae un plato de carne de venado. Después se retira igualmente al baño con un pepino en la mano.

Come, Anastasia.
—En realidad no tengo hambre.
Come —me ordena susurrando en voz baja, muy baja.

Frunzo el ceño y empiezo a comer.

—¿Así será nuestra... eh... "relación", si firmo el contrato? ¿Tú, ordenándome? —murmuro.
—susurra.
—Ya veo —murmuro.
Y te gustará —susurra.

Pero claro. ¿A qué mujer no le gusta ser golpeada y sometida por un hombre?

Anastasia, tienes que seguir tus instintos. En el fondo, tu sueño es ser mi sumisa, pero te estoy dando la oportunidad única de tomar una decisión por tu cuenta antes de firmar el contrato que arruinará tu vida. Haz la investigación, lee el contrato y discutiremos cualquier aspecto que no te guste. Estaré en Portland hasta el viernes. Llámame. Cenaremos el miércoles. Realmente quiero que esto funcione, y golpearte mucho.

¿Por qué yo? ¿Por qué no contrata una prostituta, o a alguna lectora de este libro? O mejor, a una de sus 15 sumisas anteriores... ¡Oh, no! ¿Eso seré yo para él? ¿Un simple número? ¿La 16 de 15?

—¿Qué pasó con las otras 15 chicas?
¿Has oído hablar del asesino de Green River? Bueno, ese no fui yo porque en ese entonces era muy pequeño, pero se entiende la idea, ¿no? Cuando te dije que no me gustaba la necrofilia, hablaba en serio. Por eso estoy en busca de una nueva sumisa. Tú.

Mierda.

Bajo mi cuchillo y tenedor. No puedo comer más. Mi estómago está agitándose con toda esta nueva información y estoy mareada por el vino.

¿Eso es todo? ¿Es todo lo que vas a comer?

Asiento con la cabeza mientras mastico mi último bocado. Él frunce el ceño y le hace gestos a la única camarera que no se está dedeando en el baño, aún.

Señorita, empaque las sobras de ella para llevar.

Lo que al principio sería un suspiro de alivio se convierte en un eructo de frustración. ¿Cuál es su manía por obligarme a comer? Sólo porque él come como caballo no significa que todos seamos como él. Debe hacer ejercicio para mantenerse en tan buena forma. Mmmm... La imagen es distractora. Me sonrojo y muerdo mi labio.

Estás pensando en mi cuerpo, ¿no? Claro, en qué si no.

Puede leer mi mente.

El resto del viaje hacia Portland transcurre en silencio. Llegamos a mi apartamento a las 5 de la tarde. Las luces están encendidas, por lo que presumo que Kate está empacando para mudarnos a Seattle, o se está follando a Elliot. O ambas cosas.

—¿Quieres entrar? —le pregunto a Christian. No quiero que se vaya aún.
No. De repente recordé que soy el CEO de una importante empresa multinacional, así que se supone que tengo trabajo que hacer. Te recogeré el miércoles en tu trabajo, o donde sea que te encuentre. ¿De acuerdo? Y gracias por este fin de semana, Anastasia. Nunca me había divertido tanto sin pagar.

Sin esperar mi respuesta, cierra la puerta del auto en mi cara y acelera.

Capítulo 30

Me dirijo al apartamento temiendo encontrarme con Kate. ¿Cómo podría explicarle lo del contrato? He firmado un documento legal que me prohíbe hablar al respecto. Y con lo tenaz, persistente y francamente tocapelotas que es Kate, no es una mezcla saludable.

Diosa Interior.

Entonces recuerdo que, además del traje de negocios gris de Christian, estoy llevando puesta su ropa interior. Mi humor cambia rápidamente y mi Diosa Interior está encantada.

Creo que es un buen momento para hablar de mi Diosa Interior. No tiene nada que ver con la Wicca y esas mierdas. Es simplemente una voz interior que puede ser mi vagi... uhh... mi... "cosa de abajo", o bien puede ser mi conciencia subconsciente. No sé bien lo que es, pero me habla y yo le hablo de vuelta. Es mi mejor amiga después de Kate (quien es mi única amiga).

Kate está en la sala empacando sus libros. Tiene la ropa desordenada, el cabello despeinado y un chupetón en el cuello. Parece que Elliot no se fue hace mucho.

Apenas me ve, me toma de los hombros y me sacude. Sin siquiera decir "hola", comienza el interrogatorio:

—¡Ana! Maldición, tienes que contármelo TODO. ¿Dónde está Christian? ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Usaron condón? ¿Te duele algo abajo? ¿La tiene grande?

Me ruborizo y no se me ocurre qué decir.

—¡Vamos, di algo!
¿Por qué casi todas nuestras conversaciones giran en torno a Christian Grey? —pregunto, intentando evadir el tema.
—Porque no todos los días tu mejor amiga se tira a un millonario joven y guapo.
—Tú te estás tirando a Elliot. Él también es un Grey.
—Sí, pero él es el premio de consuelo, ¿entiendes? Tú pescaste al pez gordo, Ana.
—Kate... pero pensé que ya no te agradaba el control que Christian ejerce sobre mí. ¿Por qué ahora estás tan interes...?
—Ana, ¿realmente esperas una caracterización consistente? Soy un personaje secundario en un fanfic de Crepúsculo, por el amor de Dios. ¡Ahora escupe!

Me empuja al sofá y se dispone a escucharme con una sonrisa muy maliciosa.

—Estuvo... bien, para ser la primera vez —respondo con modestia. Me ruborizo y muerdo mi labio.
—¿Tú crees?
—Supongo. No sé con qué lo podría comparar.
—¿Te hizo acabar? —pregunta, poniendo cara de maniática.
—Unas... 25 veces, creo.
—¿¡QUÉ!? ¡Ese hijo de puta realmente sabe lo que hace!

Oh, Kate, no tienes ni idea.

Mi Diosa Interior está sentada en la posición del loto pareciendo serena, pero con una sonrisa felina de autosatisfacción.

—Mi primera vez fue horrible —dice Kate con una envidia mal disimulada.
—¿Sí?
—Sí. De hecho me tomó un año llegar al orgasmo por primera vez, y eso que a los 8 años tenía la vagina más estrecha que la mente de un evangélico.

Mierda. ¿8 años? ¿Cuál es el problema con la gente que conozco?

—Ana, ¿por qué estás usando la ropa de Christian? ¡Oh, Dios mío! ¡No me digas que el Sr. Grey tiene fantasías perversas con otros ejecutivos! Aunque... mmm... eso sería sexy.

Me sonrojo.

—¿Qué es eso? —pregunto, señalando unos sobres encima de la mesa del comedor. Muerdo mi labio.
—Ah, eso. Te llegaron un par de cartas de las dos editoriales a las que postulaste para hacer tu práctica profesional... esto ya parece la Dimensión Desconocida.
—Oh.
—Ana, hay algo que no me estás diciendo. Puedo sentirlo.

Me sonrojo.

Suena mi teléfono y otra vez me libro de dar explicaciones.

—¿Hola?
—¿Señorita Anestesia Stalin? Soy el agente Edgar Cullen del departamento de policía de El Paso. Necesitamos que identifique los posibles restos del señor José Luis Rodríguez Jr.
—Lo siento, número equivocado.

Cuelgo y, justo cuando intento escabullirme del resto del interrogatorio, Kate me ataja del brazo.

—Momento... ¿Qué es eso que llevas en la mano?
—Es una MacBook Pro®. Regalo de Christian. La necesito para investigar sobre algo que se suponía que no debería estar contándote.
¡Idiota! —me grita mi Diosa Interior.

Capítulo 31

—¡Sabía que había algo que no me querías contar! —exclama Kate victoriosa y a la vez intrigada. Su voz se eleva en varias octavas.
—Kate...
—¡Dímelo ya! ¿De qué se trata tu "investigación"? ¿Qué está pasando?

¿Qué hago? ¿Qué le digo? No soy buena para mentir, aunque... vamos, cualquier excusa es más creíble que "debo investigar sobre el sadomasoquismo porque un millonario quiere hacerme su esclava sexual". Pero si le cuento la verdad, Christian lo sabrá. Él siempre lo sabe todo. Puede que incluso esté espiándome ahora mismo. Entonces, ¿qué podría pasarme? ¿Y si me quita todo mi dinero en la Corte? O peor, ¿Y si se enoja conmigo? ¿No más paseos en helicóptero ni paletas en la tina? Debo recordar googlear "penalizaciones por romper un acuerdo de no divulgación" mientras hago el resto de mi "tarea"... ¡Eso es!

—Hagamos un trato, Kate —articulo al fin.
—¿Un trato?
—Sí. Tú sabes que nunca en mi vida he tenido una computadora, así que no tengo idea de cómo usarla. Si me enseñas, te lo contaré todo.

Bien jugado, Steele. Mi Diosa Interior sonríe y me da palmaditas en la espalda.

—Trato hecho —dice Kate con un dejo de frustración, como si tuviera que enseñarle física cuántica a un mono.

Oh, Dios... Engañé a Katherine Kavanagh por primera vez.

La MacBook® es delgada, plateada y grande. Tiene una pantalla grande. A Christian le gusta lo grande... y supongo que a mí también. Sobre todo las billeteras.

—Esta es la última generación en tecnología, Ana. La mayoría de las mujeres sólo reciben flores y joyería.
—Sólo es un préstamo —digo, poniendo los ojos en blanco.
—Tiene el último sistema operativo y todos los programas, incluyendo Buscaminas, más un disco duro de 1,5 teras, así que tienes mucho espacio y 32 GB de RAM.
—Ajá —asiento sin entender un carajo.
—¿Ahora me dirás para qué quieres usarla?
—Espera... ¿puedo enviar correos y navegar por las internets por aquí? —pregunto, frunciendo el ceño.

Se ríe.

Kate continúa explicándome cómo funciona mi laptop y mi nueva cuenta de correo electrónico, pero para mí es sonido de fondo. No entiendo ni una palabra de su techno-babble y francamente no me interesa. Sólo quiero aprender a encenderla, comunicarme con Christian y apagarla.

—Gracias, Kate.
—Ahora es tu turno, Ana. Te escucho.

No tengo escapatoria. Debo inventar algo rápido.

—Pues... yo...

Suena el teléfono del apartamento.

—¡Debe ser Elliot! —chilla Kate, luego da un brinco y se va haciendo piruetas hasta llegar al teléfono.

Suspiro aliviada. Mierda, eso estuvo cerca.

Recojo el contrato y la Mac® y me encierro en mi cuarto.

Abro el programa de correo y ahí está, esperándome, un correo de Christian. Mi corazón salta desbocadamente. Tengo un correo de Christian Grey. Nerviosa, lo abro.


De: Christian Grey
Asunto: VIАGRA&CIALIS
Fecha: 22 Mayo 2011 23:15
Para: Anastasia Steele

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Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Capítulo 32

Tecleo mi respuesta.


De: Anastasia Steele
Asunto: RE:VIАGRA&CIALIS
Fecha: 22 Mayo 2011 23:20
Para: Christian Grey

Eh?


Ana

Casi al instante hay una respuesta.


De: Christian Grey
Asunto: Tu Nueva Computadora
Fecha: 22 Mayo 2011 23:21
Para: Anastasia Steele

Querida señorita Steele:
Confío en que le des un buen uso a esta laptop.
Espero con ansiedad la cena del miércoles.


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

No puedo evitar morderme el labio.


De: Anastasia Steele
Asunto: Su Nueva Computadora (en prestamo)
Fecha: 22 Mayo 2011 23:25
Para: Christian Grey

Entiendo q esta compu es un prestamo x lo tanto no es mia..... señor


Ana

Su respuesta es inmediata una vez más y eso me hace casi sonreír.


De: Christian Grey
Asunto: Tu Nueva Computadora (nuevamente en préstamo)
Fecha: 22 Mayo 2011 23:26
Para: Anastasia Steele

La computadora es un préstamo por tiempo indefinido, señorita Steele.
¿Has leído la documentación que te di?


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Empiezo a teclear, pero me llega otro correo.


De: Christian Grey
Asunto: Tu Nueva Computadora (nuevamente en préstamo)
Fecha: 22 Mayo 2011 23:27
Para: Anastasia Steele

Te estás tardando mucho en responder, señorita Steele.
¿Leíste el contrato?


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Y otro.


De: Christian Grey
Asunto: Tu Nueva Computadora (nuevamente en préstamo)
Fecha: 22 Mayo 2011 23:28
Para: Anastasia Steele

Percibo, por tu actitud, que no has leído el contrato, señorita Steele.
¿Tienes alguna pregunta hasta ahora? Respóndeme.


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Finalmente consigo terminar de redactar mi respuesta.


De: Anastasia Steele
Asunto: Mentes curiosas
Fecha: 22 Mayo 2011 23:30
Para: Christian Grey

Tengo muxas preguntas pero creo q no son apropiadas para aserlas x email y algunos tenemos q trabajar pa ganarnos la vida jiji
No kiero ni nesesito una compu x tiempo indefinido
Bnas noches sr.Grey


Ana

Su respuesta, cómo no, no se hace esperar.


De: Christian Grey
Asunto: Tu Nueva Computadora (nuevamente en préstamo)
Fecha: 22 Mayo 2011 23:30
Para: Anastasia Steele

Laters, baby.
PD: Lee el contrato.


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Decido jugarle una última broma antes de dormir.


De: Anastasia Steele
Asunto: Conmocionada
Fecha: 22 Mayo 2011 23:33
Para: Christian Grey

Bueno eh visto suficiente ^^U
Fue un placer conoserte xD


Ana

Presiono "Enviar", abrazándome a mí misma, riéndome de mi pequeña broma. ¿Le resultará divertido? Oh, mierda... probablemente no. Christian Grey no es famoso por su sentido del humor. Pero es evidente que es sólo una broma.

Es decir, he visto y experimentado parte de las cosas que quiere hacer conmigo. Me hace sentir mareada y francamente impactada. ¿Realmente quiero abarrotar mi cabecita con estas cosas? Una parte de mí, una parte muy húmeda y peluda, se ve bastante emocionada con la idea. Pero, ¿es esto para mí? Santa mierda, ¿podré hacerlo? ¿Cómo puedo resistirme al travieso Christian? Necesito hacer algo que casi nunca hago: pensar.

Pero no esta noche. Estoy muy cansada por estar todo el día sin hacer nada. Apago la computadora sonriendo como una idiota y caigo muerta de cansancio, sin siquiera cambiarme la ropa o quitarme los Converse.

Esa noche sueño con ojos grises que me espían. Sueño que Christian Grey entra volando por la ventana y me observa mientras duermo, como Edward lo hacía con Bella. Después de correrme como 7 veces, se enciende la luz. No es un sueño.

Mierda.

Buenas noches, Anastasia. Sentí que tu correo electrónico justificaba una respuesta en persona.

Capítulo 33

Su voz es fría, su falta de expresión completamente resguardada y difícil de leer. La capacidad de hablar me abandona. Maldita Kate por no instalar una alarma. Soy consciente de que estoy sin bañarme y asquerosa, y él está gloriosamente delicioso, con esos ojos de psicópata y sus pantalones grises haciendo eso cuando cuelgan de sus caderas. Y lo que es más, está aquí, en mi habitación.

Echo un vistazo, trazando una vía de escape. No, no la hay. Sólo está la puerta y la ventana. Finalmente mi bulbo raquídeo recuerda su propósito: respiro.

—¿Cómo...?
¿Así que "fue un placer conocerme"?
—Pensé que responderías por correo electrónico... como la gente normal.
¿Estás mordiéndote el labio deliberadamente?

Jadeo, liberando mi labio. Frunzo el ceño.

¿Decidiste que fue un placer conocerme? ¿Te referías a conocerme en el sentido bíblico?

Oh, mierda. Me sonrojo.

—No pensé que estuvieras familiarizado con la Biblia.
Fui a la escuela dominical, Anastasia. Me enseñó muchas cosas.
—No recuerdo haber leído sobre pinzas para pezones en la Biblia. Tal vez aprendiste a partir de una traducción moderna.

Se arranca los pantalones. Yo estoy boquiabierta. Mis ojos son atraídos por su colosal miembro. Mierda, se ve el triple de grande de lo que recordaba.

Tal vez así podrás recordar cuánto placer fue conocerme.

Saca del bolsillo de su chaqueta una corbata gris y ata mis manos. Cualquier intento por luchar, por lanzarme contra él, por llamar a la policía, muere ante la belleza de aquel hombre tan hermoso y adinerado. Me empuja a la cama de una bofetada y empieza a quitarme los zapatos. Oh, no... no... ¡mis pies no! De verdad no querrá tener su nariz tan cerca de ellos.

—¡No! —protesto, tratando de patearlo.
¡Si forcejeas, ataré tus pies también! ¡Si haces ruido, Anastasia, te amordazaré! ¡Cierra la puta boca! ¡Katherine está probablemente afuera escuchando en este momento!

Me callo. No puedo permitir que Kate se entere de que un millonario chantajeable está a punto de violarme.

Estás mordiéndote ese labio, Anastasia. Ya sabes qué efecto produce en mí. Mejor iré a conseguir algo de beber.

Se arranca el resto de la ropa y sale, desnudo, de la habitación. ¡Dios mío!

Vuelve con una botella de vino.

Nota: Esta no es una novela de terror.[cita requerida]

Separa un poco sus duras y depiladas nalgas y extrae de su ano otra corbata gris, que usa para vendarme los ojos.

¿Tienes sed?

Asiento, petrificada.

Oh, Anastasia, ¿qué voy a hacer contigo?

Siento que sus labios se acercan a los míos. De repente, un sorbo de vino blanco tibio y ensalivado cae dentro de mi boca desde la suya. ¡Oh, Dios! Mi reflejo nauseoso se activa para evitar ahogarme y le escupo todo el vino de vuelta a su boca.

¡Agh! ¡Mierda!

Puedo sentir a Christian tosiendo y dando tumbos por la habitación hasta que, de pronto, oigo que la ventana se quiebra y que algo cae a la calle. Después, silencio.

—¿Christian...? ¿S-señor?

Mierda. ¡Mierda!

Alguien golpea la puerta de mi habitación.

—¿Ana? ¿Estás bien? ¿Qué fue ese ruido?
—¡Por favor, Kate! ¡No entres!

Oigo que la puerta se abre.

—¡Ana! ¡Dios mío!

Quíntuple mierda.

Capítulo 34

—¡Oh, por Dios, Ana! ¿Quién te hizo esto? —exclama Kate al verme maniatada, vendada y notar que la ventana está rota.
—Christian... —susurro con dificultad. Muerdo mi labio.
—¿Grey? ¿Qué te hizo ese guapo y asqueroso bastardo?
—Oh, Kate. Él sólo entró a mi habitación mientras dormía, me ató e intentó violarme. Nada que no quisiera que hiciese —digo, poniendo los ojos en blanco.
—Santo cielo... ¿Quién dijo que el romance estaba muerto? —susurra, horrorizada.

Oh, Kate... Ojalá pudiera contártelo todo sobre este tipo extraño, triste y pervertido, y ojalá tú pudieras decirme que lo olvidara, que dejara de ser una idiota.

Clayton's. Día martes. Mientras la señora Clayton intenta explicarme las diferencias entre un destornillador y un halcón, mi cerebro se va a otra parte para pensar con calma. Desde el incidente en mi habitación no he tenido noticias del Sr. Fanático del Control. A la mañana siguiente a la visita nocturna de Christian, Kate y yo apenas encontramos unos vidrios quebrados y manchas de sangre en el lugar donde mi hermoso Adonis divinamente formado cayó desde mi ventana. En el fondo de mi mente estoy preocupada, ya que quizás se haya tomado todo este asunto a mal. Eso me pone inquieta, nerviosa. Sobre todo porque sé que de alguna u otra forma tendré que encararlo mañana.

Paul ha vuelto de Princeton y no ha dejado de seguirme por toda la tienda como el más hambriento de los buitres.

—Hola, soy Paul.
—Por última vez, Paul: no me interesas. Eres rubio, alto, atlético y guapo, sí, pero tan sólo eres el pobre encargado de una ferretería. Además ya tengo una cita mañana.
—¿Hola, soy Paul?
—No, no es José. Es Christian Grey.

Al escuchar el nombre, Paul se queda boquiabierto y después se va, derrotado y cabizbajo. Sabe que no tiene ni la más mínima posibilidad de competir con el hombre más perfecto de la historia. Mi Diosa Interior se ríe maléficamente mientras le levanta el dedo del medio.

Llamo a mamá al llegar a casa del trabajo. Ella se lamenta por no poder asistir a mi graduación, ya que mi padrastro Bob se fracturó el pie intentando abrir un frasco de pepinillos y su deber como mujer es cuidar de su marido.

—Ana, cariño, lo lamento tanto —lloriquea por teléfono.
—Está bien, mamá. Ray o algún otro de tus ex esposos estará allí.
—Ana, ¿qué ocurre? Suenas distraída... ¿Conociste a alguien?
—Mamá...
—¿Es adinerado? Más vale que no sea uno de esos perdedores que visten Abercrombie o Lacoste y ya se creen Donald Trump, cariño. Lo mínimo que pido es Dolce & Gabbana, Dior o Versace.
—Adiós, mamá.

Cuelgo, pero al rato me llega un mensaje de texto de un número privado.

QUÉ HACÍAS HABLANDO CON EL TAL PAUL???

Christian. Oh, mierda.

Le respondo.

Ya t dije q solo somos amigos!! El keria una cita pero lo mand a volar.Donde tas?

A los pocos segundos me llega su respuesta.

Te recogeré mañana a las 7.

¿A las 7? ¿Dónde? Le pregunto si en mi casa o en mi trabajo, pero ya no me contesta.

Capítulo 35

Miércoles. Hoy es el gran día. O la gran noche. Kate me presta dos vestidos, uno para esta noche y otro para la graduación, que es mañana. El vestido color ciruela que escojo para esta noche tiene un escote hasta el ombligo y una falda que va apenas dos dedos debajo de mi trasero, pero no me importa. Sé que a Christian le gustará tanto como me disgusta a mí. Complemento mi disfraz de puta con unos tacones de aguja color púrpura, pese a que nunca en mi vida había usado zapatos de tacón.

Me baño, depilo mis piernas, mis axilas, mi bigote y mi entrecejo, lavo mi cabello, me peino, me aplico algo de brillo labial y máscara de pestañas. Nunca antes me había maquillado, me intimida. Mi heroína literaria, Bella Swan, nunca tuvo que lidiar con el maquillaje.

—¿Y bien? —le pregunto a Kate, mordiendo mi labio.
—Luces como toda una zorra —responde sonriendo con aprobación.

Me ruborizo.

—Pero quiero verme recatada y seria.

Kate se parte de la risa.

—Deséame suerte.
—¿Qué? ¿Necesitas suerte para una cita con tu novio? —dice, perpleja.

Oh, Kate. Si supieras...

Son las 6:30. Camino a trompicones hasta Wanda, mi querido Volkswagen verde del '34. Una vez adentro, respiro profundamente y me preparo mentalmente. Planeo llamar a Christian desde allí para saber a dónde dirigirme para que me recoja, pero cuando estoy marcando el número, una mano sale del asiento trasero y me cubre la boca.

¿Por qué no esperaste a que te recogiera? Las mujeres no deberían conducir.

Christian. Lo observo, aterrorizada, por el espejo retrovisor. Está vestido con su tradicional traje gris y su cabello está tan alborotado como siempre. Desde luego luce magnífico, más que hermoso. Incluso con los ojos llenos de ira e inyectados de sangre como en este momento.

¿Así que un vestido, eh? Lo apruebo. Pero, ¿por qué no me esperaste?
—Mmmh mmmhh.
Calla. Conduce hasta el Heathman.
—¿Mhh hmm?
Está bien, pero date prisa.

Me quito los zapatos, perforo el piso y conduzco con mis pies, como si fuera un troncomóvil. Es la única forma de llegar al hotel Heathman antes que el gruñón Christian Grey pierda la paciencia.

Llegamos a las 7 en punto. El aparcador del hotel mira mi auto con incredulidad cuando le entrego las llaves para que lo estacione. Nos dirigimos a la barra del hotel. Christian me toma muy fuerte del antebrazo y me arrastra hacia la mesa que reservó para nosotros. Camina con gracia y elegancia, mientras yo lucho por no fracturarme los tobillos por culpa de los malditos tacos altos. Mantel de lino, copas de cristal, cubiertos de plata. Yo no me puedo sentir más fuera de lugar. Hago un esfuerzo supremo por no morder mi labio.

Ordena una botella de Sancerre y dos porciones de ostras.

¿Tienes hambre?

Ay, no... otra vez con la comida.

—No.
¿Has comido hoy?
—No —susurro.

No le gusta mi respuesta. Me mira con severidad, casi con odio.

Te he dicho que tienes que comer. ¿Te gustan las ostras?
—Nunca antes he probado una.
Come. Podemos comer aquí o en mi suite.
—Prefiero estar en terreno neutral, en público.
¿Crees que eso me detendría si quisiera hacerte algo?

Sonríe sarcásticamente con una cara de pervertido muy sensual e intimidante.

Bien, vamos a lo nuestro. ¿Has leído el contrato?
—Leí las primeras 5 páginas y después me salté al final. Era demasiado denso y tenía palabras que no entiendo... ¿Qué es un butt plug?
Anastasia, quiero que seas mi sumisa. ¿Por qué le das tantas vueltas al asunto? Si no firmas el contrato, no me volverás a ver nunca más.
—La última vez que dijiste eso me secuestraste de un bar...
Esta vez será diferente. Probémoslo durante tres meses.
—¿Tres meses? No sé si podré...
Hay una línea muy fina entre el placer y el dolor, Anastasia. Son caras de la misma moneda, el uno no existe sin el otro. Puedo mostrarte lo placentero para mí que será tu dolor. Ahora no me crees, pero debes confiar en mí. Si no te gusta, adiós al Sr. Grey, adiós a las cenas elegantes, adiós a los paseos en helicóptero...
—¿Por qué no puedo tocarte? ¿Acariciarte? ¿Por qué no podemos ir al cine y subir fotos vergonzosas a Instagram como lo hacen las parejas normales?
¿Te parece poco que te folle y te azote? ¿Qué más contacto físico quieres? Simplemente no me gusta que me toquen y punto.
—¿Entonces por qué no contratas una prostituta?
Eso hago.

Capítulo 36

Hablemos de los límites suaves y duros —insiste.
—No en la cena...
¿Te da asco hablar de inserciones anales mientras comes?
—Algo sí.
No has comido casi nada.
—Ya he tenido suficiente.
3 ostras, 4 mordiscos de bacalao y un tallo de espárragos, nada de papas, ni nueces, ni aceitunas, y no habías comido nada en todo el día. ¿Y así esperas que confíe en ti?

Por Dios, ¡lleva un inventario de lo que como! Estoy jadeando.

Te necesito saludable y en forma para poder golpearte, Anastasia.
—Lo sé.
También quiero quitarte ese vestido. Aquí. Ahora.

Frunzo el ceño y trago saliva. Quiere tener sexo conmigo.

—N-no creo que esa sea una buena idea. No hemos pedido el postre.
Tú podrías ser el postre.

Ahora es un caníbal. Oh, mierda.

¿Qué prefieres: recibir bastonazos en la planta de los pies o ser azotada con un flagelo de púas?
—¿Qué?
Sólo contesta.
—La verdad... ninguna.

Christian frunce el ceño y aprieta los puños.

¿Y si te pusiera una pistola en la cabeza y estuvieras obligada a elegir?

¡Oh, Dios mío! Me sonrojo y muerdo mi labio.

¡Deja de morderte el labio y responde!
—P-pues... su-supongo que... elegiría ser azotada.
Ahora me has dado tu consentimiento para ser azotada con un látigo de púas. Estamos avanzando. ¿Ves que no estuvo difícil?

Mi cabeza está nadando en todas sus palabras. Le estoy dando mi consentimiento para que establezca cómo me visto, lo que como, cómo follo... es demasiado. Por un segundo tengo la idea de salir corriendo, huir en mi auto de vuelta al apartamento, pero sé que eso sería inútil. Incluso si escapara a Alaska, él me encontraría.

Además, en contra de lo que dicta el sentido común, su hostigamiento me seduce.

Si fueras mi sumisa, no tendrías que pensar. Yo lo haría por ti. Tomaría cada una de tus decisiones y te daría en el gusto. Y ambos sabemos que lo único que quieres en la vida es a mí.

Mi ceño se profundiza. ¿Cómo puede saberlo?

Lo sé, porque...

¡Por las cuentas del rosario, está respondiendo a mi monólogo interior!

...tu cuerpo te delata. Estás apretando y juntando los muslos, estás ruborizada, estás mordiendo tu labio y tu respiración es un jadeo.
—¿Cómo... cómo sabes lo de mis muslos? —susurro incrédula.
Sentí el movimiento del mantel.

Me sonrojo y bajo la mirada. Estoy perdiendo este juego de seducción. ¿Qué haría otra mujer en mi situación? Mi única referencia es Kate, y es obvio que ella se lo follaría sin chistar aquí mismo y después presumiría al respecto.

Mi otra referencia es Bella Swan. Ella se debatiría entre Christian y un indio-lobo sin camisa, aceptaría la sobreprotección y el abuso psicológico como algo romántico, se dejaría arrastrar a un mundo que no conoce (y que podría matarla), y abandonaría todos sus sueños y aspiraciones (si es que los tuvo) para complacer a su hombre y casarse con él. Y después se acostaría con el director de Blancanieves.

No tengo la fuerza mental para tomar una decisión. Menos en frente de este atractivo monstruo sexual que sólo piensa en violarme en público. Necesito tiempo. Necesito alejarme. Irme.

¿Te gustaría un poco de postre? Y por "postre" me refiero a follarte hasta que se te caigan los ojos.

Siempre un caballero, pero tengo que luchar contra mis deseos.

—No, gracias. Debo irme.
¿Irte? —exclama, sorprendido ante mi impertinencia.

Aparece el mesero para retirar los platos, pero Christian le lanza una mirada asesina y se va tan rápido como vino.

Capítulo 37

Me pongo de pie y me intento convencer de que es la decisión correcta. Si me quedo aquí, en este comedor con él, me violará.

—Ambos tenemos la graduación mañana.
Me importa una mierda tu graduación. Quédate.
—Por favor... tengo que hacerlo.
¿Por qué?
—Porque necesito espacio. Tengo mucho en qué pensar.
Podría hacer que te quedaras —amenaza.
—No quiero que lo hagas...
Cuando llegaste a mi oficina... mejor dicho, cuando tropezaste con mi oficina, pensé que eras la clásica sumisa que respondía "sí, señor" a todo. Pero veo que ahora estás tratando de desarrollarte como personaje, y eso no me gusta.
—Lo siento.
Quédate.
—No... —repito, cada vez menos segura.
Pasa la noche conmigo.
—¿Y no tocarte? No puedo.
¿Por qué creo que esto es un adiós?
—Pues porque me voy...
Te llevaré a tu coche.
—No es neces-

Se levanta de la mesa. Sin pagar la cuenta, me toma muy fuerte del brazo y me lleva hasta Wanda.

¿Segura que esa chatarra te llevará sin problemas a tu casa?
—Sí. Es vieja, lo sé, pero me gusta. Me la regaló uno de mis padrastros. Ya no recuerdo cuál.
Anastasia, creo que necesitas algo mejor.
—¿Qué quieres decir? No me digas que vas a comprarme un auto...
Ya veremos... —dice en tono de amenaza.

Subo al auto, me quito los zapatos y bajo la ventana. Christian está mirándome. Su expresión es insondable y sus ojos oscuros.

Acelero y mis lágrimas empiezan a caer. Estoy sollozando, pero no entiendo por qué. ¿Es porque dejé plantado a mi posible violador? Estaba defendiéndome. Necesito más tiempo. Pensar es más difícil de lo que creía.

Si hago esto, si firmo el maldito contrato... ¿será mi novio? Me refiero a Christian, no al contrato. ¿Seré capaz de presentarlo a mis amigos, si tuviera? ¿Salir a jugar bolos con él? ¿Estaré condenada a ser azotada y mamarle el miembro las 24 horas del día, los 7 días de la semana? Creo que no lo haré. No me dejará tocarlo. No me dejará dormir con él. Sé que nunca he tenido novio, ni una pareja sexual, ni un hombre adinerado en mi vida, pero no sé si quiero esto para mi futuro.

Al menos le agradezco que haya respetado mi deseo de tener más tiempo para pensarlo. Sorprendentemente no me ha llamado ni me ha enviado mensajes de texto presionándome. ¿Será que mi amor por él ha comenzado a cambiar su personalidad controladora?

Enciendo mi laptop. Hay un correo de Christian.


De: Christian Grey
Asunto: Esta Noche
Fecha: 25 Mayo 2011 22:01
Para: Anastasia Steele

No entiendo por qué huiste esta noche. ¿Acaso no confías en mí? Sé que el asunto del CONTRATO es un ACUERDO enorme, pero espero fervientemente que consideres esta OFERTA. Realmente quiero hacer este TRABAJO.


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Su correo me hace llorar aún más: sólo soy una adquisición más para su compañía. Mierda.

¿Será que por fin he empezado a desarrollar algo de amor propio? ¿Realmente deseo ser la esclava sexual de un millonario ridículamente atractivo? ¿Qué voy a hacer? No se pierdan el próximo capítulo de... 50 sombras de Grey.

Capítulo 38

Christian está de pie sobre mí. Sólo lleva puestos unos viejos jeans rasgados como los del vocalista de Nickelback, nada más. Está empuñando una fusta de cuero. Yo estoy atada a la cama, jadeando y mordiendo mi labio. De repente, golpea fuertemente mi clítoris con la fusta y estallo en mil pedazos.

Despierto. Estoy jadeando y cubierta de sudor (espero). Santo infierno, ha sido sólo un sueño. Debí haberlo notado cuando vi que Christian no llevaba puesto su clásico traje gris. Pongo los ojos en blanco. Mierda, no sabía que se pudiera soñar con el sexo. ¿Fue algo que comí? Por lo sudada que estoy, empezaré a llamarlos "sueños húmedos".

Me levanto y me encuentro con Kate en la cocina. Está releyendo el discurso que dará en la graduación.

—Ana, por Dios, te ves terrible. ¿Cómo estuvo la cena con Mr. Perfecto?
—Comimos ostras.
—Uff... odio las ostras, pero no te pregunté por la comida. ¿Cómo era Christian? ¿De qué hablaron?

Trato desesperadamente de pensar en algo que me haya dicho Christian que no tenga que ver con azotes o inserciones anales.

—No le gusta Wanda.
—Ana, a nadie le gusta esa carcacha. Ni en un museo te la recibirían. ¿Pero eso es todo de lo que hablaron?
—Oh, Kate. Sólo hablamos de... umm... negocios. Cosas aburridas.

Kate se da por satisfecha con la respuesta pues sabe que soy aburrida.

Mientras, yo me sonrojo al recordar mi extraño sueño. ¿Qué demonios ha sido eso? ¿Es así como serán las cosas si me someto a Christian Grey? Mi Diosa Interior me dice que sí, mientras da saltitos y me anima agitando pompones de porrista.

Ray, mi padrastro-papá, ha conducido desde Montesano exclusivamente para asistir a la graduación. Llegamos a la Universidad y nos vemos inmersos en una corriente de humanidad punteada con omnipresentes togas negras y rojas que se dirigen al gimnasio.

—Buena suerte, Annie. Pareces nerviosa. ¿Ocurre algo?

Mierda, ¿por qué ha elegido justo este día para ser tan observador?

—No, papá. Es que este es un gran día —digo, mordiendo mi labio.

Hoy voy a ver a Christian.

El auditorio está lleno de gente. Me siento protegida por mi toga negra, anónima. No es que resalte demasiado sin ella. Mi corazón late con fuerza y estoy jadeando. Él está aquí, en algún lugar...

A las 11 aparece el rector, seguido por los vicerrectores y los profesores, todos vestidos de negro y rojo. Los últimos en subir al escenario son Kate, que va a dar el discurso de despedida, y Christian. Christian destaca por sobre todos con su traje gris a la medida y su cabello cobrizo brillando bajo las luces del auditorio. Se ve tan serio. Cuando se sienta, desabrocha su chaqueta y vislumbro su corbata... ¡mierda! ¡Esa corbata es...! Sí, definitivamente es la misma que usó conmigo la primera vez. No puedo quitar mis ojos de él, no sólo porque su belleza distrae tanto como siempre. Es obvio que lleva puesta esa corbata a propósito. Muerdo mi labio.

Dos chicas que están sentadas a mi lado empiezan a comentar sobre él.

—Oh... por... Dios. ¡Es tan sexy!
—Debe ser Christian Grey.
—¿Estará soltero?
Ni idea, pero sólo sé que daría lo que fuera por ser la esclava sexual de ese hombre si tuviese la oportunidad.

Por Dios, son irritantes.

—Dicen que es gay —interrumpo, para ver si así se callan de una puta vez.
—Oh. Qué desperdicio... —responde una de ellas.

El rector empieza a recitar su aburrido discurso. Mientras lo hace, noto que Christian comienza a escanear sutilmente la sala en busca de su presa. Me hundo en el asiento, intentando pasar desapercibida, pero fallo miserablemente. Los ojos grises e inexpresivos de Christian Grey se clavan en los míos y comienzo a temblar como jalea. Me retuerzo incómodamente y me ruborizo.

De repente, la sala estalla en aplausos cuando Kate se apodera del escenario. Me siento tan orgullosa de ella que por un momento mis erráticos pensamientos sobre Christian son dejados de lado. Al menos por una fracción de segundo. Presto total atención a pesar de haberla escuchado ensayar mil veces el mismo discurso con anterioridad. Cuando termina, todos se ponen de pie y la ovacionan por más de 10 minutos.

El rector entonces vuelve a tomar la palabra.

—Y ahora, damas y caballeros, es un honor para mí presentar a un hombre que no necesita presentación. Gerente general de su propia compañía de extraordinario éxito. Un hombre auténtico y, sobre todo, un importante benefactor para nuestra Universidad. Por favor, démosle la bienvenida a Christian Grey.

Mierda beatificada, Christian va a dar un discurso.

Capítulo 39

Tengo el corazón en la garganta. Me inclino un poco más adelante, al igual que las chicas que están a mi lado. De hecho, todas las mujeres presentes (y algunos hombres también) se acercan un centímetro más al escenario. Estamos todos expectantes para escuchar el discurso de Grey.

Estoy profundamente agradecido a las autoridades de la Universidad de Washington por concederme hoy una rara oportunidad, justo este año, para deprimirlos con el dato verídico de que actualmente más de un billón de personas, principalmente en estercoleros tercermundistas como el África negra, Asia meridional y América Latina (pero no en los gloriosos Estados Unidos de Norteamérica), viven en el hambre y la pobreza extrema, debido a la no intervención del hombre blanco civilizado. No se dejen engañar, yo mismo he experimentado el hambre. Este es un proyecto muy personal para mí. Es por ello que mi compañía ha malgastado millones de dólares para erradicar el hambre y la pobreza en el mundo. Así que recuerden eso cuando se estén dando un festín esta noche, celebrando su graduación.

Mi mandíbula cae literalmente al suelo. ¿Qué? ¿Christian pasó hambre? ¿Es que ha debido esperar de más en los restaurantes? Si no, no me lo explico. ¿Qué clase de vida tuvo mi pobre 50 Sombras antes que lo adoptaran los Grey? Bueno, supongo que esa debe ser la raíz de su obsesión por sobrealimentarme.

Luego de una ovación que se extiende por más de media hora (incluso Kate aplaude), Christian vuelve a su lugar. Uno de los vicerrectores comienza la tediosa tarea de repartir los diplomas. Son más de 400 títulos, por lo que transcurre más de una hora antes que pronuncie mi nombre. Me abro paso entre dos chicas que ríen tontamente, y es el propio Christian quien me entrega el diploma. Mierda.

Felicidades, señorita Steele —dice, estrechando mi mano.

Siento una corriente eléctrica que me paraliza.

¿Tiene problemas con su laptop?
—¿Qué? N-no...
¿Entonces por qué mierda ignoras mis correos?
—Hablemos de esto más tarde —susurro y me doy cuenta que estoy demorando la fila.

Christian frunce el ceño y después me ignora durante el resto de la ceremonia, que se extiende por otra interminable hora. Mi Diosa Interior no está contenta.

Al finalizar, Kate se me acerca.

—Christian me envió. Quiere hablar contigo —dice.

Nada de "felicitaciones" o algo así. Las dos chicas que estaban al lado mío quedan boquiabiertas.

Antes de poder dirigirme hasta donde está él, Christian aparece de la nada, me sujeta violentamente del codo y me arrastra a un camarín de hombres. Luego de asegurarse de que está vacío, cierra la puerta con seguro. Huele muy mal aquí adentro, pero no es el olor lo que me preocupa.

Mierda mierdal.

¿Por qué no has respondido mis correos? ¿Ni mis mensajes de texto?
—Hoy no he revisado mi...
¿Por qué?
—No he tenido tiempo... fue un gran discurso, por cierto.
Lo sé.

Desliza una mano por su cabello, exasperado.

Anastasia, he estado preocupado por ti —dice, con los ojos desorbitados.
—¿Por qué?
Porque anoche insististe en conducir sola en esa trampa mortal que llamas "auto".
—¿Qué? No es una trampa mortal. José lo revisa periódicamente...
¿El fotógrafo? —ruge mientras sus ojos se entrecierran y su cara se congela.

Oh, remierda.

—Sí... Wanda le perteneció a su madre y...
¿Su madre? ¿No me dijiste que era un regalo de tu padrastro? ¿Por qué me mientes así? —exclama, echando espuma por la boca.

Por Dios...

Anastasia, necesito una respuesta. La espera me está volviendo loco.

No creo que sólo sea la espera.

—Christian, yo... mira, dejé a mi padrastro solo, seguramente me ha de estar buscando para felicitarme por...
Mañana. Quiero la respuesta mañana.
—Bien... te daré la respuesta mañana.
Bien... bien... —dice, paseándose de un lado a otro.

Se aleja, contemplándome fríamente y por fin sus hombros se relajan.

¿Quieres una copa?
—Debo volver con mi...
¿Tu padrastro? Quiero conocerlo.

Oh, no... ¿por qué?

—No creo que sea una buena idea, Christian.
¿Por qué no? ¿Acaso te avergüenzo? —repone severamente mientras le quita el seguro a la puerta.
—¡No! Es sólo que... ¿cómo te presento? "Ray, este es Christian Grey, el multimillonario sádico que me desvirgó y que quiere introducirme al sadomasoquismo".
No es una mala presentación.

Capítulo 40

Salimos del camarín. Christian es atajado por un par de profesores y aprovecho la oportunidad para escapar de él. Vuelvo al auditorio, que está prácticamente vacío pues casi todos se han ido a celebrar. Menos Ray, que sigue sentado en su lugar.

—Oye, Annie, felicitaciones —dice, rodeándome con su brazo.
—¿Te gustaría venir a tomar una copa?
—Claro, es tu día.
—No tienes que hacerlo si no quieres...

Por favor, di que no.

—Annie, he estado más de dos horas y media sentado y escuchando todo tipo de parloteo tras parloteo. Necesito una copa.

Llegamos a donde se está celebrando la bacanal y Ray me entrega una copa de vino blanco barato con gas que pretende ser champagne. A Christian no le va a gustar esto...

Christian Grey, es un placer conocerlo.

¡Por Dios!

Me volteo hacia Ray. Christian le está estrechando la mano. Mi padrastro parece estar ausente, boquiabierto, con los ojos abiertos de par en par, seducido por los encantos de Christian Grey. ¿Pero de dónde ha salido? Mierda.

Decido intervenir.

—Papá, él es...
—¡Hola, señor Steele! —interrumpe Kate.

¿Y ahora de dónde ha salido ella? ¿Es que acaso hay un agujero de gusano en la Universidad?

—Veo que ya ha conocido al novio de Ana —continúa, y me lanza una sonrisa maliciosa.

¡Kate! ¡Oh, mierda! Mi Diosa Interior se demaya.

—¡Debo ir al baño!

Salgo corriendo. Me encierro en mi pequeño cubículo con la cabeza hecha un lío. Oigo que la chica de al lado está llorando y vomitando. Bastante apropiado.

¡Kate, esa perra!

De repente, escucho unos pasos que se detienen justo frente a mí.

Siempre quise saber qué hacían las mujeres en el baño.

¿Christian? ¡Mierda! ¿Qué hace en el baño de mujeres? Empieza a golpear la puerta de mi inodoro.

—¡Está ocupado!
Sal o yo mismo derribaré la puerta.

Abro la puerta y salgo. Estoy temblando.

Me gustaría saber en qué estás pensando, Anastasia —susurra oscuramente, mirándome fijamente con sus fríos ojos grises.
—¿Así que también has cautivado a mi padre?
¿También? —responde arqueando una ceja con falsa modestia.

Jadeo. No puedo respirar.

—Bonita corbata.
¿Te gusta? Creo que se ha convertido en una de mis favoritas. ¿Ves esta pequeña gota de sangre? Es tuya... —susurra, sonriendo maliciosamente.

Me sonrojo hasta volverme escarlata. De repente, es como si estuviéramos solos en aquel baño lleno de compresas usadas y colillas de cigarrillo. Sólo somos tú y yo, Christian. Mi cuerpo entero ha vuelto a la vida, cada terminación nerviosa cantando La Traviata en voz baja, esa electricidad cuando él me mira, cargándonos mutuamente...

Muerdo mi labio.

—Está bien —susurro.
¿Qué?
—Está bien. Lo intentaré.

Mierda, he aceptado ser su sumisa. La chica del baño sigue vomitando.

Capítulo 41

Ray se despide de mí con un abrazo y conduce de regreso a Montesano. Estoy de vuelta en el apartamento y no hay ni rastro de esa perra de Kate. Quizás esté con su hermano, Jasper Ethan, o muy posiblemente con Elliot. En cualquier caso, tendremos una charla muy seria en cuanto la vea.

Lo primero que hago es revisar mi celular y compruebo que tengo 4 llamadas perdidas, un mensaje de voz y 2 mensajes de texto. Todos de Christian. Entonces recuerdo que, cuando salimos del baño, él me dijo que hablaríamos "más tarde". Es decir que se refería a esta noche. Mierda. Leo los mensajes:

Llegaste bien a casa?

LLÁMAME!!!

¿Por qué no llamó al apartamento? Voy a mi habitación y enciendo la Mac®.


De: Christian Grey
Asunto: Esta Noche
Fecha: 25 Mayo 2011 23:58
Para: Anastasia Steele

Hazme saber si llegaste bien en ese "coche" tuyo.


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Por Dios, ¿por qué menosprecia tanto a mi vieja y leal Wanda? Leo el otro correo. Es de hoy.


De: Christian Grey
Asunto: Límites Suaves
Fecha: 26 Mayo 2011 17:22
Para: Anastasia Steele

Estaré encantado de afinar los detalles de tu sumisión en cualquier momento.
Me hice tres pajas pensando en ti y tu vestido.


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Quiero verlo. Tecleo mi respuesta.


De: Anastasia Steele
Asunto: RE:Límites Suaves
Fecha: 26 Mayo 2011 19:23
Para: Christian Grey

Puedo ir esta noxe pra avlar d ello si lo deceas


Ana

Inmediatamente me responde.


De: Christian Grey
Asunto: RE:RE:Límites Suaves
Fecha: 26 Mayo 2011 19:24
Para: Anastasia Steele

Voy en camino.


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Mierda, va a venir ahora. Tengo que preparar algo para él.

Los libros que me regaló. Les he sacado fotocopia pero no puedo quedármelos. Es lo que haría Bella, ¿no? Los tomo apresuradamente. Uno se me resbala de las manos, cae al suelo y se abre. Alcanzo a leer una frase mientras lo recojo:

Cita1.png—¡No es sólo tu compañía lo que anhelo! Nunca lo olvides. Nunca olvides que soy más peligroso para ti de lo que soy para cualquier otra persona.Cita2.png

¿Qué fue eso? ¿Será una señal? Bah, probablemente no signifique nada.

No sé en cuánto tiempo llegará Christian. Estoy nerviosa. Necesito tomar aire. Abro la puerta y...

Hola, Anastasia.
—¡Por Dios, Christian!

Casi me da un infarto al verlo de pie en el porche. Me toma un momento para admirar su belleza. Es tan atractivo...

Traje champagne para celebrar. Nada le gana a un buen Bollinger Grade Année Rosé 1999. ¿Puedo pasar? —pregunta, mientras empuja la puerta y entra.
—S-sólo... sólo tenemos tazas. Las copas están en las cajas.

Me dirijo a la cocina y siento mariposas en el estómago. Debe ser el champagne barato que bebí con Ray. Me siento nerviosa, más bien aterrada. Es como tener una pantera o un león de montaña, un depredador completamente impredecible, en mi sala de estar.

Le entrego los libros y ya veo venir una pelea...

—Christian, no puedo aceptarlos. Es demasiado.
¿Ves? A esto me refería. Me estás desafiando. Quiero que tengas estos libros y fin de la discusión.
—Pero pienso que...
No pienses, Anastasia. Te lo prohíbo. Eres mi sumisa y debes estar agradecida de mis regalos porque yo quiero que lo estés.
—Pero...
¿Cómo va lo de la mudanza?

¿Qué se propone? ¿Cuándo vamos a discutir los límites suaves de mi sumisión?

—Bien.
¿Mañana trabajas?
—Sí, es mi último día en Clayton's.
¿Y qué harás en Seattle?
—Tengo un par de entrevistas con algunas casas editoriales que...
¿Cuándo pensabas decírmelo?
—Umm... te lo estoy diciendo.
¿Qué editoriales, Anastasia?
—Unas editoriales pequeñas —murmuro.
No seas obtusa, Anastasia. ¿Por qué no quieres decírmelo?
—Influencia indebida. Tú eres el obtuso.
¿Cómo te atreves a llamarme obtuso? No importa, lo averiguaré de todas maneras. Bebe. Es hora de discutir los límites.

Por fin...

—Pues... me gustaría eliminar el fisting y la penetración anal.
Acepto lo del fisting, pero realmente me gustaría reclamar tu culo, Anastasia. Pero esperaremos un poco para ello. Tu ano no es algo en lo que podamos simplemente sumergirnos... todavía. Tan sólo necesitas entrenamiento.
—¿Entrenamiento?
¿Has comido algo?

No otra vez.

—Sí, cené con Ray antes de venir —digo, poniendo los ojos en blanco.

Se inclina hacia adelante, hunde sus dedos en mi barbilla y, mirándome intensamente a los ojos, dice:

Si vuelves a ponerme los ojos en blanco, te pondré en mis rodillas y te nalguearé. Bebe otra copa.

¿Eh?

¿Atarte está bien?
—Pues... supongo que sí —digo, y mi cerebro se empieza a oscurecer por el alcohol.

Casi parece que me estuviera emborrachando a propósito para manipular la negociación, aprovechando que no estoy en mis 5 sentidos.

—¿Me atas las manos porque no te gusta que te toque?
Algo así.
—¿Por qué no me dejas tocarte, Christian?
Porque soy 50 sombras de mierda.
—¿Qué?
Lo sé, suena mejor en inglés. 50 shades of fucked up. Como sea, no me gusta que me toquen. Bebe más.

Capítulo 42

A la décimo quinta copa ya no recuerdo ni mi nombre.

No sé por qué le das tantas vueltas al tema. ¿Acaso nunca te golpearon cuando niña?
—No. Mis padres nunca me pusieron atención.
Anastasia, escucha. Si aceptas que te azote y controle tu vida, puede que considere, un día a la semana, salir a ver una película o algo. Lo que sea que hagan los humanos. Pero sólo si aceptas ser mía. ¿Qué te parece?

¡Oh, por Dios! ¡Christian intentará actuar como un novio normal! Trago saliva.

—Creo que...
Bien, suficiente. Toda esta conversación me hace querer follarte hasta la próxima semana.

Mi Diosa Interior salta como una niña inquieta que espera su helado. Muerdo mi labio.

Pero primero, te tengo una sorpresa.

Me toma del brazo y me arrastra afuera del apartamento. Estacionado afuera, hay un Audi rojo último modelo.

Christian me ha comprado un auto.

Feliz graduación, Anastasia. ¿Te gusta? —murmura, estrechándome en sus brazos y mordiendo mi cuello.
—P-pero... ¿y Wanda?
¿Te refieres a la chatarra de mierda que conduces? Taylor la vendió. Con el dinero se compró un sandwich y un café.

¿Que hizo qué?

—Es... demasiado.

Me sujeta de repente y me tira contra él, sosteniendo mi espalda con una mano y con la otra empuñando mi cabello.

Eres una mujer desafiante, Anastasia Steele. Me estoy resistiendo a follarte en el capó de este auto ahora mismo, sólo para mostrarte que eres mía. Soy un millonario, tú eres mi propiedad y si quiero comprarte un puto auto, pues te compro un puto auto. Ahora entra y desnúdate.

Está furioso.

Hago lo que me ordena, pero estoy temblando.

Vas. A. Tener. Que. Aprender. A. Quedarte. Quieta.

Nadie. Habla. Así.

Quiero darte placer, Anastasia. Así que, en vez de tener sexo conmigo, tendrás el honor de chupar mi inmenso miembro. Además, no permitiré que te corras ni que experimentes placer sexual. ¿Entendido?
—S-sí.

Me da una nalgada. Mi Diosa Interior ruge de dolor.

¿Sí qué?
—¡Ay...! Sí, Sr. Grey...
Ahora chupa.

Lentamente el mundo interior invade mis sentidos y me encuento acostada sobre él, con mi cabeza en su pecho. Huele divino, fresco, limpio y a alguna clase de gel de baño muy costoso y la mejor y más seductora fragancia del mundo mundial... sudor de Christian. No quiero moverme, quiero oler este elixir por toda la eternidad. Estiro mi mano para acariciar sus nudillos pero de repente despierta, me toma por la muñeca y me hala del cabello para despegarme de su pecho.

¡No!
—¿Por qué?
Porque mi vida ha sido muy dura.

Efectivamente, ser un multimillonario que no trabaja nunca debe ser muy duro. No había pensado en eso. Oh, mi pobre 50 Sombras...

No quiero abrumarte con detalles, pero mi madre era una puta adicta al crack que se parecía mucho a ti. Murió cuando yo tenía 5 años y fui apartado de su cadáver por una policía rubia. Desde entonces quiero que todas mis secretarias sean rubias, y que todas mis sumisas se parezcan a mi madre para poder golpearlas y tener sexo duro con ellas. Pero no quiero hablar de eso.

Mierda. Eso explica algunas cosas...

Capítulo 43

¿Cuándo te llega el periodo? —pregunta repentinamente mientras se viste.
—¿P-por qué me lo preguntas?
Porque, como te habrás dado cuenta, nunca uso condón. Y no quiero que te embaraces de tantas veces que me he corrido en tu boca. ¿Quién es tu ginecólogo?
—Nunca he ido al ginecólogo en mi vida.
Bien, porque mañana tienes cita con la doctora Greene. Tu nueva ginecóloga.
—¿Qué?
Ahora me voy.
—No... por favor, quédate.
Taylor me recogerá.
—Puedo llevarte en mi nuevo auto.
Me encantaría, pero las mujeres no deben conducir. Además bebiste demasiado.
—¿Me emborrachaste a propósito?
Sí.
—¿Por qué?
Porque puedo. Porque no me gusta que pienses. Quiero que seas honesta conmigo, y sólo si te emborracho podremos tener una relación honesta. In vino veritas, Anastasia.
—No hablo portugués.
Te veré el domingo para que firmes el contrato. Si no lo haces, esto se pondrá feo.
—¿Feo? ¿Cómo?
Oh, ya sabes: explosiones, choques de autos, secuestro...
—¿Me secuestrarías?
Oh, sí. Ya lo he hecho, ¿recuerdas? —sonríe maliciosamente.

Pongo los ojos en blanco.

Anastasia... ¿acabas de ponerme los ojos en blanco?

Doble mierda.

—Yo...
Ven aquí.
—Aún no he firmado...
¡Ven!

Me toma del cabello y me apoya sobre sus rodillas.

Esto te dolerá más a ti que a mí.

Y me lanza dos nalgadas. Sus huellas digitales quedan marcadas a fuego en mi trasero. Grito.

¡Sí, grita! ¡Grita más fuerte! ¡Nadie te oirá!

Y me golpea de nuevo, una y otra vez. Mierda, golpea más duro con las manos que con el látigo.

Ya es suficiente. Ponte de pie.

Obedezco, temblando.

¿Por qué he hecho esto, Anastasia?
—Porque puse los ojos en blanco —respondo jadeando y mordiendo mi labio.
¿Crees que es educado?
—No... Sr. Grey.
¿Volverás a hacerlo?
—No, Sr. Grey.
Bien, porque te golpearé cada vez que lo hagas. ¿Entendido?
—Sí, Sr. Grey.
Ahora sí me voy. ¿Estás bien?

Mi culo está hinchado pero sólo atino a asentir.

—¿No tienes que llamar a Taylor?
Taylor siempre estuvo en esta habitación.
—Su limusina lo espera, Sr. Grey —dice Taylor.
Laters, baby. Te veré el domingo —dice, y se despide de mí con una nalgada como Elliot lo hizo con Kate.
—¡Ay!

Capítulo 44

Empiezo a llorar, una vez más. En eso aparece Kate con una sonrisa que se borra apenas nota mi cara hinchada y llena de lágimas y mocos.

—Ana, ¿qué ocurre? No me digas: ¿Fue ese cabrón bien parecido, verdad?
—No es nada, Kate. Ya se me pasará. Soy mujer y las mujeres lloramos por todo.
—¿Por qué te acaricias tanto el trasero, Ana? ¿Te golpeó?
—No... me caí. Ya sabes cómo soy de distraída —miento, mordiendo mi labio.
—Sí, lo sé. Ay, no me gusta verte así. ¿Qué tal si bebemos un poco de vino? ¡Anímate, hay que celebrar!

¿Vino? Ugh...

Después de beber con Kate (y de vomitar media hora en el baño), vuelvo a mi habitación. Estoy tan... sé que es tarde, pero decido llamar a mi madre.

—¡Ana, cariño! Ray me lo contó todo. ¿Por qué no me habías dicho que tenías novio? ¿Y que encima era Christian Grey?
—Lo siento, mamá.
—Cariño, tienes que contarme todos los detalles. ¿Por qué no me vienes a visitar?

¿Viajar a Georgia? Sé que a Christian no le gustará la idea, pero no me haría mal huir a Georgia por unos días. Tomar el sol, algunos cócteles, los fríos abrazos de mi madre...

—Creo que... sí, sería lo mejor. Aunque nos conocimos hace apenas 3 semanas, estoy muy enamorada de este hombre... pero creo que no conectamos. No tenemos nada en común, su mundo es tan diferente al mío y me obliga a hacer cosas que no quiero por...
—Pero tiene dinero, cariño. Mucho dinero. Es Christian Grey, por el amor de Dios. Y yo algo de experiencia tengo con los hombres exitosos. ¿Sabías que tu padre biológico inventó el rascaespaldas de plástico? Bueno, no él, pero sí le dio la idea al sujeto que lo inventó.
—Lo sé, mamá.
—Además necesitas un descanso. Has estado trabajando muy duro, cariño.

En ese momento me llega un correo de Christian.

—Mamá, debo colgar.
—Está bien, cariño. Entonces, ¿vienes?
—Creo que sí.
—¡Qué maravilla! Entonces nos vemos pronto. Descansa, te quie-

Cuelgo y abro el correo.


De: Christian Grey
Asunto:
Fecha: 26 Mayo 2011 23:14
Para: Anastasia Steele

Duerme. Mañana tienes cita con la doctora Greene. Si no lo haces, estoy tentado a conducir de vuelta hasta tu casa para asegurarme de que no te sientes durante toda una semana, en vez de sólo una tarde.


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Ni siquiera me pregunto cómo sabe que no estoy durmiendo. Me limito a obedecer. Apago la luz de la mesa de noche y miro hacia el techo. Ha sido un día largo, un dolor emocional tras otro. Dios, cómo me duele el culo. Debo dormir de lado. ¿En qué estaba pensando Christian? Nunca me habían dado nalgadas en mi vida. ¿En qué me he metido? Me he enamorado de un sádico. Decido no darle más vueltas e intento dormir, pero...

¿Qué mierda haces aquí? ¡Desde que te conoció llora todo el tiempo! ¿Qué le has hecho ahora? ¡Lárgate, no puedes entrar!

Es Kate. Parece estar discutiendo con alguien. ¿Con quién? ¿Elliot?

De repente, Christian irrumpe en mi habitación echando la puerta abajo.

—¿Christian? ¿Qué estás haciendo aquí? —jadeo entre sollozos y frunciendo el ceño.
—¿Quieres que eche a este imbécil hijo de puta? —pregunta Kate irradiando hostilidad termonuclear.

Christian se voltea hacia Kate, totalmente fuera de sí, al oír que lo ha llamado así. Yo niego con la cabeza y ella pone los ojos en blanco en plan "really, nigga?". Mierda, yo no haría eso en su lugar...

—Sólo grita si me necesitas —dice mientras me deja a solas con el Sr. G.

Estoy paralizada. Mis lágrimas dejan de caer por el terror que siento.

—¿Qué haces aquí, Christian?
Dijiste que querías que me quedara, así que aquí estoy.
—Eso fue hace 2 horas.
Y ahora te encuentro así, llorando como si te hubieran golpeado. ¿Es porque te golpeé?
—Pensé que estaría bien...
Pensar. Pensar. Te dije que no me gusta que pienses, Anastasia. ¿Cómo te sentiste mientras te golpeaba?

Lo miro de reojo y está con el ceño fruncido, con una expresión sombría en los ojos.

—No estoy segura de que me guste ser fustigada, azotada o castigada físicamente todas las noches.
No se supone que te deba gustar, Anastasia.
—¿Y por qué te gusta? ¿Por qué te gusta golpearme?
¿Realmente quieres saber?

Frunce el ceño severamente, como advirtiéndome que estoy preguntando demasiado.

—¿Vas a pegarme otra vez?
No esta noche.

Mi Diosa Interior da un suspiro de alivio.

Te golpeo porque me gusta el control que me da. Disfruto castigándote. He querido azotarte desde que entraste a mi oficina. Me excita arruinarte la piel y sacarte sangre. Me excita muchísimo tu sufrimiento —murmura con dulzura.

Frunzo el ceño y me retuerzo bajo su mirada siniestra. Me seduce.

Ahora duérmete. Si vas a llorar, llora frente a mí —dice, mientras se lleva una mano a la entrepierna.

Capítulo 45

Abro los ojos y me encuentro en una cama familiarmente ajena. Mierda. Estoy en el apartamento de Christian. En mi calabozo-habitación de sumisa.

Levántate. La doctora Greene está aquí.

Christian está al pie de la cama, tan bello como siempre.

—¿Qué hago aquí, Christian?
Te traje porque tu amiga amenazó toda la noche con llamar a la policía. Pero con el pequeño incentivo económico que le dí, dudo que hable.

Taylor aparece de la nada.

—La doctora Greene está aquí, Sr. Grey.
Tráela a la habitación de la señorita Steele.

¡La habitación de la señorita Steele!

Estoy tan feliz que estés aquí. No puedo esperar a tenerte desnuda.

Doctora Greene.

Entonces aparece la ginecóloga, acompañada de Taylor. La doctora Greene es alta, rubia e impecablemente vestida con un traje azul marino. Me recuerda a las mujeres que trabajan en la oficina de Christian. Debe tener unos 40 años.

—Sr. Grey —dice, sacudiendo firmemente la mano de Christian.
Gracias por venir en tan poco tiempo, doctora. Esta es...
—Anastasia Steele. Vaya. Es un placer conocerla —interrumpe, mirándome fijamente y sonriendo.
—Hola —saludo tímidamente, mordiendo mi labio.

Nos damos la mano y noto que es una de esas mujeres que no toleran a los hombres... tontos. Me recuerda un poco a Kate. Me gusta de inmediato. Le da una mirada mordaz a Christian, pero él parece impasible.

—Puede esperar afuera, Sr. Grey —dice, al ver que no ha pillado la indirecta.
Pagaría mucho dinero por mirar.
—Estoy segura que sí, Sr. Grey, pero este es un asunto estrictamente femenino.

¿Qué? ¿Una mujer ha rechazado a Christian?

Voy a estar abajo —gruñe frunciendo el ceño y se marcha dando un portazo.

La doctora Greene parece satisfecha y su mirada se clava en la mía por varios segundos.

—Tiene bonitos ojos, señorita Steele.

Me sonrojo y muerdo mi labio.

—Bueno. El Sr. Grey me está pagando una pequeña fortuna para atenderla. ¿Qué puedo hacer por usted, señorita Steele?
—N-no... no lo sé. Nunca me había atendido un ginecólogo.
—Oh, ¿así que es su primera vez? Tranquila, seré suave. Por favor, desvístase.

Nunca me había desnudado para nadie más que para Christian. Me quito el pantalón y la ropa interior. Estoy temblando.

—Oh, y la blusa también. Este es un examen completo —dice.

¿Qué? Me parece algo extraño, pero no puedo opinar nada. Es mi primera vez con una ginecóloga.

—Ahora separe las piernas —dice, acercando sus manos a mi... cosa de abajo.
—¿No va a usar... guantes?
—Me temo que se ha quedado en el siglo XX, cariño. Ya no usamos guantes. Así podemos, eh, sentir mejor...

Capítulo 46

Me ruborizo mientras ella se chupa los dedos y escribe la receta de las píldoras anticonceptivas que deberé empezar a tomar. Se despide de mí con un beso en los labios (es "una tradición francesa", dice) y cuando abre la puerta, Christian cae adentro de la habitación. ¿Estaba escuchando nuestra conversación? Oh, Dios mío.

Yo estaba... buscando el baño. ¿Ya terminaste? —me pregunta ansioso.
—Sí, Sr. Grey —se adelanta en responder la doctora Greene.

Christian se sorprende al ver la seguridad que irradia esta mujer.

—Noté que Anas... ejem, la señorita Steele, tenía un par de moretones en glúteos y espalda. Ella dice que es porque es demasiado distraída, así que mi consejo es que cuide de ella. Es una mujer hermosa, joven, brillante y sobre todo hermosa.

¿Está dándole algún tipo de advertencia no tan sutil? Christian se recupera del primer golpe.

Eso hago —murmura algo molesto.
—Le enviaré mi cuenta, Sr. Grey —responde secamente estrechándole la mano.

La doctora Greene se voltea hacia mí, me guiña el ojo y se retira acompañada de Taylor, que una vez más no sé de dónde ha salido.

¿Y bien? —me pregunta sacudiendo mis hombros.
—Dijo que tenía que abstenerme de toda actividad sexual durante las próximas 4 semanas.

El estupefacto rostro de Christian se pone rojo de ira. Yo no aguanto más y finalmente le sonrío como una idiota.

—¡Caíste! Era broma.

Me derriba de un puñetazo en la cara.

Oh, mierda. Mi Diosa Interior se acobarda y huye a un rincón, temblando. Mi nariz está rota. Creo que no le ha gustado mi pequeña broma, como tampoco le gustó la anterior.

Eres incorregible, Anastasia. Una de las razones por las que la gente como yo practica el BDSM es porque nos gusta. A ti no te gusta, así que pasé mucho tiempo anoche considerando nuestra situación.
—¿Y a qué c-conclusión llegaste? —pregunto, escupiendo un diente.
A ninguna, y ahora mismo te llevaré al Cuarto Rojo para golpearte sin sentido todo el día. Pero antes quiero que comas.

Me levanta del cabello y me arrastra al Cuarto Rojo del Dolor. De repente, recuerdo que no he ido a mi último día de trabajo. Bah, ¿qué sería lo peor que podrían hacerme? ¿Despedirme? Nada de lo que me podría pasar se compara a lo que me espera a manos de Christian Grey.

Christian cierra la puerta detrás de nosotros y baja unos grilletes del techo. Es una especie de instrumento de tortura medieval para suspenderme en el aire como Superman. Me ata fuerte de pies y manos y me venda los ojos. ¡Mierda!

Debes comer, Anastasia. ¿Te gusta el pollo? ¡Come! ¡Come! ¡Come! —grita mientras me mete una pierna de pollo por el culo.

Yo grito aún más fuerte, pero él no se detiene. ¡Mierda paralelepípeda! ¿Cuál era la palabra? ¿"Verde"? ¿"Amarillo"? ¿"Gris"? ¿"Magenta"? Muerdo mi labio.

¿Estás mordiendo tu labio, Anastasia? Sabes lo que me provoca eso —dice sombríamente.

Mi venda cae un poco, descubriéndome los ojos, justo a tiempo para ver a Christian dándome con con un palo en la cabeza y dejándome inconsciente.

Oh, Anastasia, ¿qué voy a hacer contigo?

Capítulo 47

Suaves labios rozan mi oreja y mi sien. Me duele la cabeza. Todo se mueve, pero no soy sólo yo.

Hueles tan divino como siempre, Anastasia —dice Christian hundiendo su nariz en mi cabello.

¿Dónde estoy ahora? Parece el interior de una limusina. Mi mente tarda en reaccionar.

Despierta, dormilona. Estamos llegando a casa de mis padres.

¿Los padres de Christian?

No vuelvas a perder el conocimiento o estarás en problemas —amenaza.

Abro mis ojos lentamente. Estoy en la limusina de Christian mientras Taylor conduce.

Me duele todo el cuerpo pero de repente me pongo nerviosa. ¡Santo cielo, voy a conocer a sus padres!

—¿Tus p... tus padres, Christian?
Sí. Era lo menos que podía hacer después de noquearte. Taylor te compró un buen vestido para que te veas presentable.

Es realmente hermoso. Para ser un tipo tan recio, Taylor tiene un buen ojo para escoger vestidos, pero... ¿dónde está mi ropa interior? Mi Diosa Interior se sonroja y yo también.

¿Buscas esto? —pregunta burlonamente mientras arroja mis bragas por la ventana de la limo.

Oh, por Dios. Lo ha hecho a propósito, estoy segura.

Son casi las 8 cuando llegamos a la entrada de una mansión estilo colonial. Es impresionante.

¿Estás lista para esto?
—Yo...
Es mi primera vez también, Anastasia. Apuesto a que desearías estar usando tu ropa interior ahora.

Me sonrojo. Entramos y comienzo a temblar. Jadeo. Mi cosa de abajo se congela y mi sangre se hace más y más espesa. Realmente no quiero estar aquí. Frunzo el ceño.

La Dra. Grace Trevelyan-Grey está en los escalones de la puerta, esperándonos con un martini en la mano. Luce elegantemente sofisticada con un sofisticadamente elegante vestido de seda azul claro. Detrás de ella, está de pie el papá de Christian, alto, rubio y guapo a su manera.

Christian procede a presentarme a la tribu Cullen Grey:

Anastasia, él es mi padre, Carlisle Carrick.
—Un placer, Sr. Grey —saludo, mordiendo mi labio.
—Por favor, llámame Sr. Carrick Grey —sonríe con sus encantadores ojos azules.

Mia Grey.

Esta es mi hermana menor, Alice Mia —dice con irritación.
—¡Anastasia! ¡He oído tanto sobre ti! ¡Vi tu película! ¡Oh, por Dios, fue tan triste cuando los bolcheviques asesinaron a tu familia! —dice, abrazándome y llorando.
¡Mia, cálmate! No es esa Anastasia.

De repente deja de llorar.

—Oh... lo siento, Ana. Es que Christian nunca trae novias a casa. Ya pensábamos que bateaba con la zurda, pero tú sabrás mejor que nadie que no es así, ¿eh? ¿eh? —me dice guiñándome el ojo y dándome codazos.

Me ruborizo.

Y ya conoces a Emmett Elliot.
—¡Hey, Ana! —me saluda, abrazándome.
—Hola, Elliot.

Es tan agradable ver una cara conocida que...

Noto que ha venido con Kate. Oh, mierda. Esto no podría ser más incómodo.

—Ana, ¿por qué no traes puesta ropa interior? —pregunta Mia.

Capítulo 48

—¿Sabían que esta especie de caribú que estamos cenando está extinta? Bueno, o al menos ahora sí lo está —dice el padre de Christian.

Todos ríen excepto Christian. Muerdo mi labio.

De repente, pone su mano en mi rodilla. Luego la desliza por mi muslo, subiendo hasta mi "cosa de abajo".

Doy un respingo. Mierda.

—Christian... aquí no, por favor... —susurro.
Calla —ordena. Su mandíbula se tensa.
—¡Debo ir al baño! —anuncio.

Me levanto de la mesa, pero Christian me sigue.

Te acompaño.

¿Cómo te atreves a no dejarte tocar en tus partes íntimas por un multimillonario machista mientras estás en la mesa con su familia? me reprende mi Diosa Interior. Quizás tenga razón, pero no me siento cómoda.

Salgo al jardín. Debo escapar, de alguna manera. Necesito tiempo para mí.

¿Qué mierda crees que haces, Anastasia?
—Necesito tiempo, Christian. Iré a Georgia a visitar a mi madre por un par de días. No la he visto hace tiempo, además necesito pensar y...
¿Georgia? ¿Me estás desafiando, Anastasia? No me obligues a azotarte y follarte aquí mismo.
—Yo no quería venir a cenar con tu familia. ¿Por qué no puedo visitar a mi propia madre?
Porque te lo prohíbo. No me provoques, Anastasia. Eres mía —amenaza empuñando su mano.
—Adiós, Christian. Te veré el viernes cuando vuelva.

Le hago señas a un taxi y le suplico al conductor que me lleve de vuelta a casa. No, mejor al aeropuerto. Mi 50 Sombras corre detrás del taxi, pero desiste a los pocos kilómetros. ¿Qué estoy haciendo?

Apenas bajo del avión, escribo un mensaje de texto a Ray, Kate y Christian:

Llege sana y salva a sábana.Ana Flipao.png

Siempre olvido lo jodidamente caluroso que es Savannah, Georgia. La mirada inquisitiva de mi madre no lo hace más llevadero. Estamos sentadas en la mesa de un restaurante al aire libre frente a la playa, tomando sol y Cosmopolitans.

—Francamente no sé qué hacer, mamá —digo sollozando cuando termino de contarle mi historia con Christian, omitiendo el sexo y la violencia verbal y física. Sólo me tomó 10 segundos.
—Cariño, los hombres no son complicados. Son criaturas muy simples, literales. Generalmente quieren decir lo que dicen, no como nosotras. Además tu novio es guapo y rico, ¿de qué te quejas?
—Oh, mamá... si supieras...

Abro mi MacBook® y veo que tengo un nuevo correo de Christian. Lo leeré más tarde. Ahora no. El calor, los mosquitos y mi madre no me dejarán pensar con...

Hola, señora Adams. Es un placer conocerla.

Christian. Está aquí. Doble, triple, cuádruple, múltiple mierda.

¿Y cómo sabe el nombre de mi madre?

—¿Christian Grey? ¡Oh, qué casualidad, justamente Ana y yo estábamos hablando de ti! ¿Verdad, cariño?
—...
Ya lo creo que sí.

Estoy paralizada. Se acerca lentamente a mí y deja la dirección de un hotel y un número de habitación sobre la mesa.

Ven, o te arrepentirás —susurra.

Cuando se va, abro el correo.


De: Christian Grey
Asunto: Cuidado...
Fecha: 1 Junio 2011 14:50
Para: Anastasia Steele

Hablo en serio. VEN.


Christian Grey
Gerente General, Grey's Multinational Corporate Enterprises Holdings, Inc., Co.

Maldita sea.

—¡Pero qué hombre más romántico! —suspira mi madre sosteniendo el papel.
—Mamá...
—Anastasia, cariño: nuestra felicidad... digo, tu felicidad está en la habitación 612 de aquel hotel. Anda, ve. Y si van a usar condón, asegúrate de perforarlo con un alfiler. Si el jodido te embaraza, estará obligado a casarse contigo.
—Jesús, mamá...
—Ve, Ana. Si no vas tú, me lo follaré yo. Y hablo en serio.

Capítulo 49

Muerdo mi labio. Estoy de pie frente a la puerta de la habitación 612 del hotel más exclusivo de Savannah (Nota: Averiguar el nombre del hotel más exclusivo de Savannah). Desde luego que extrañé a Christian las pocas horas que estuve sin él, pero no sé qué puedo esperar de él, o qué espera de mí. ¿Soy sólo un juguete para él? ¿Su juguete favorito que no quiere compartir con nadie más? No estoy segura de que me ame. Pero me compra cosas. Maldito monstruo controlador, bastardo.

Golpeo tímidamente la puerta. Christian abre. Está en camisa, corbata y chaqueta, sin pantalones, con las medias grises hasta las pantorrillas, y hablando por teléfono. Me ofrece un gin tonic y acepto, aunque mi Diosa Interior ya está viendo doble a causa de los Cosmopolitans. Miro alrededor, la habitación es hermosa, como la suite del Heathman, con minibar y muebles ultramodernos.

Cuelga.

—Christian...
¿Vienes a hablar o a follar?

Antes de poder responder, me arranca el vestido y me empuja contra un sofá. Me golpeo la parte posterior de la cabeza contra la pared.

Quiero ver cómo te das placer a ti misma, Anastasia.
—¿Eh?
No me jodas. ¿Nunca te has... masturbado... en tu vida?
—No... —digo, sonrojándome.
Oh, Anastasia, ¿qué voy a hacer contigo?

Me empuja hacia atrás y pone su rostro entre mis piernas, mientras su lengua recorre mi... ¡Ahhhhhhh! Mi Diosa Interior está haciendo el salto con pértiga.

Cuando termina, veo mi tampón colgando de su boca.

¿Qué pasa? ¿Tengo espinaca entre los dientes?

Eso fue... dulce. Mierda, debe haber sido el mejor orgasmo de mi vida. Y sin azotes ni nada por el estilo. ¿Será que por fin mi amor por Christian ha...?

Aún no hemos terminado —dice, mientras sujeta bolas chinas en una mano y un látigo de cuero o flogger en la otra.
—Por favor, no me pegues... —le susurro, suplicante.
Si te dejas golpear brutalmente hoy, mañana te llevaré de paseo en aeroplano. Ahora date vuelta.

Christian nos conduce de vuelta a Seattle en su Audi. Está más callado (y hermoso) que de costumbre.

—¿Por qué viniste a Georgia, Christian? Te dije que volvería —murmuro, mirándolo ansiosamente.
Anoche estuve cenando con una vieja amiga que me sugirió que viniera a buscarte —responde sin despegar sus ojos del camino.
—¿La señora Robinson?
Claro. Por eso dije VIEJA amiga.
—¿Cenaste con esa vieja pederasta después de haber cenado con tu familia?
Soy un hombre de negocios, Anastasia. Las cenas y almuerzos de negocios son mi especialidad. Sí, la señora Robinson y yo somos socios.

¿"Amigos" y encima socios? Frunzo el ceño.

—¿Por qué tú sí puedes cenar con la señora Robinson y yo ni siquiera puedo saludar a José, a Paul, a...? Bueno, esos son todos.
Porque sólo somos amigos. El fotógrafo intentó aprovecharse de ti, ¿recuerdas?
—Sí, pero ella se aprovechó de ti...
Tenía 15 años. A esa edad uno se mata a pajas, así que no diría que se "aprovechó" de mí.
—Pero...
No sigas hablando del tema o te golpearé cuando lleguemos a mi apartamento.
—Me golpearás de todas maneras.
Exacto.

Capítulo 50

Claramente este es el rostro de una mujer enamorada.

A la mañana siguiente estoy en la cocina de Christian, desayunando a regañadientes como siempre. Él me observa como un sicario que tiene su objetivo en la mira.

—Quieres azotarme otra vez —digo, mordiendo mi labio.
Y tú te estás mordiendo el labio, o sea que lo deseas.
—Nah, estoy algo cansada. Si quieres puedes golpearme en las partes en las que mataste mis terminaciones nerviosas. Así no me dolerá.
No lo haré. Te golpearé precisamente donde más te duele y te haré llorar sangre. Quiero hacerte daño, Anastasia. ¿Me vas a parar?
—Puedo llamar a la policía —digo, levantando el teléfono, pero él me lo quita de las manos.

Pongo mi mano en su cuerpo hercúleo.

¿Qué estás haciendo?
—Quiero tocarte...
¡No! Ya sabes que no me gusta.
—¿Y acaso tú piensas que me gusta ser azotada y latigueada todas las noches en vez de follar como la gente normal?
¿De qué hablas? Pensé que te gustaba.
—No. Me siento igual que tú cuando trato de convencerte de ver Postdata: te amo en Netflix.
Oye, oye, espera. No exageres, yo no te golpeo tan fuerte.
—¿Ah, no? Pues enséñame.
¿Enseñarte qué?
—Enséñame lo mucho que puedes dañarme. Castígame.
¿Qué?
—Quiero saber de una vez de qué eres capaz. Quiero saber qué esperas de mí.
No creo que sea una buena idea.
—Hace un minuto querías hacerme llorar sangre, ¿no? Insisto.
No, ya sabes lo que soy. Estoy jodido de la cabeza.
—No me importa. Quiero que me muestres. Tienes mi plena autorización.

Miro su hermoso rostro, Mantiene sus ojos en los míos, sin parpadear. Oh, es increíblemente guapo.

Que conste que tengo tu total consentimiento, Anastasia.

Me lleva a otra habitación. Siento que mi Diosa Interior se quita los tacones y se pone sus Nikes para salir huyendo de mi cuerpo.

Inclínate sobre el banco.

Obedezco. Tengo un mal presentimiento, aunque ya es tarde para arrepentirse. No, en realidad no lo es. Podría gritar "¡Rojo!" y ya, él se detendría, pero mi curiosidad hace años que venció a mi sentido común.

Ahora, voy a golpearte 6 veces con este cinturón, y vas a contar conmigo.
—Ehh... ¿eso es todo? No sé si lo notaste, pero llevas días golpeándome.
Sí, pero esta vez es diferente porque tendrás que contar los golpes, como el romano ese de La Pasión de Cristo.
—Oh. Bueno, dale.

Asumo posición. Pongo los ojos en blanco sabiendo que no puede verme (eso creo). Tomo aire y espero q... ¡Ahhhhhhh!

No oí venir el primer golpe.

¡Cuenta, Anastasia!

—¡Un-no!

Me golpea de nuevo, como hombre. Como nunca se había atrevido antes. ¡Mierda, cómo duele!

—¡D-dos!

Su respiración es irregular y dura. Lo está disfrutando el muy hijo de...

—¡Ayyyyy! ¡Tres!

—¡Cuat-tro!

—¡Ci-ci-cinco!

Mi culo está en llamas.

—S-seis...

Noto que tiene una erección enorme y trata de abrazarme, pero yo no quiero nada con él.

—¡Déjame ir!
Pero si sólo hice lo que me pediste.
—¿Esto es lo que realmente te gusta? ¿Yo, de esta manera? ¡Eres un jodido hijo de puta!
Pues... sí. Se supone que yo soy el sádico y tú la masoquista, ¿no? Ana...
—¡No te atrevas a decirme Ana, Grey! ¡No te atrevas a decirme Ana! ¡Estás jodido de la puta cabeza y yo de mi maldito culo por tu culpa! ¡Ayyyyy!

Corro cuan rápido el trasero me lo permite a mi habitación. Guardo mis cosas (un par de consoladores y lencería comestible) y me apresuro en huir del manicomio.

Él me persigue hasta el elevador. Entro y él se queda afuera, acercándose lentamente, observándome con sus grises ojos desorbitados.

No puedo permitir que te vayas viva.
—No puedo quedarme. Sé lo que quiero y no puedes dármelo y yo no puedo darte... lo que sea que tú necesites. Maldito loco de mierda.

Avanza otro paso.

—¡"Rojo"! ¡Digo, alto!

No puedo permitir que me toque ahora. Me mataría, y no en sentido figurado.

Mis ojos se llenan de lágrimas. Tal vez cuando se pase la hinchazón echaré de menos los golpes de mi 50 Sombras. Pero mientras tanto no puedo ser tan estúpida. Aunque el dolor de mi corazón sea mayor que el de mis moradas nalgas, debo alejarme.

—Christian.
Anastasia.

La puerta del elevador se cierra y me-

¡Khaaaaaaaaaan!

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Mike de Luca, productor de Universal Pictures, tarda un momento en digerir la mierda que acaba de leer.

A pesar de tener experiencia con esta clase de subproductos (sin ir más lejos, él fue el encargado de leer y aprobar el guión de la película de Perdidos en el espacio, esa en la que actúa Joey de Friends), nada le había preparado para... esto. Claro, él sabía que no se podía esperar Guerra y paz o algo así cuando decidió comprar los derechos para adaptar al cine la última gran moda literaria que venía a llenar el hueco de Harry Potter y Crepúsculo.

New Line Cinema puede quedarse con sus putos hobbits maricones, esta, caballeros, es la verdadera mina de oro, recuerda haber dicho. Puede que tuviera razón, pero a qué precio. Dios...

La secretaria lo encuentra mirando fijamente la pared de la oficina.

—Sr. De Luca, ¿está usted bien?
—Sí... eso creo, Vicky. ¿Qué ocurre? —responde frotándose los ojos con la yema de los dedos.
—Tiene una llamada urgente.
—Si no es mi psiquiatra no me interesa.
—Es Ariana Grande.
—¿Quién?
—Ya sabe, la actriz y cantante.
—Ahh... otro de esos productos juveniles Made in Disney/Nickelodeon. Gracias, Vicky, puedes tomarte el resto de la tarde libre.
—Sr. De Luca... son las 6:30 a.m. Significa que debo volver a trabajar en media hora más. Me quedé trabajando toda la noche porque usted me pidió que...
—Sí, sí, puedes retirarte. Te espero a las 7 en punto.

La secretaria se marcha dando un portazo. De Luca atiende el teléfono.

—De Luca —suspira.
—Hola, Sr. De Luca, habla con Ariana Grande —dice una voz de niña del otro lado de la línea.
—¿La que twerkea y saca la lengua?
—No, esa es Miley. Como sea, supe que usted está produciendo la película de 50 sombras de Grey.
—Así es.

Y desearía no haberlo hecho, murmura para sus adentros.

—Pues adivine qué, Sr. De Luca. He grabado con The Weeknd una canción que casualmente habla de placer, dolor y de una chica que se muerde el labio y que desea que su novio la folle ame más fuerte... ¿no le suena familiar?
—¿No estás muy niña para cantar sobre este tipo de cosas? —dice él, sorprendido.
—¡Soy mayor de edad!
—¿Eres la que canta "Let It Go", no?
—¡No! ¡Esa es Demi Lovato!
—¿Por qué no llamas a Disney? Tal vez necesiten a alguien para la banda sonora de Beverly Hills Chihuahua 4.
—¡SOY UNA CANTANTE SERIA Y MADURA! ¡QUIERO EXPRESAR MI SEXUALIDAD LIBREMENTE! ¡GRAAAAAGHAAFGGGH!

Cuelga.

—Las mujeres están como una puta cabra —suspira De Luca, mientras bebe un trago de whisky.


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Artículo destacado

Este artículo ha sido destacado en la Portada por decisión popular.

Los rumores sugieren que sus autores fueron instruidos
por el mismísimo Miguel de Cervantes.