Heródoto
| Nacimiento Defunción | 484 a.C. – 425 a.C. (aunque algunos dicen que sigue corrigiendo bibliotecas desde el más allá) |
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| Origen | Hijo de Lyxes, nieto de Pigres, bisnieto de Melas, y tataranieto de un adivino etíope que vio nacer a Apolo (según él mismo) |
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| Sobrenombres | El Padre de la Historia™️, El Abuelo Cebolleta, El Cronista de las Cosas Que Me Contaron |
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| Lugar de residencia | Halicarnaso, Samos, Atenas, Turios y cualquier plaza pública con buena acústica |
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| Se dedica a | Historiador, geógrafo, cuentista profesional, lector callejero y coleccionista de anécdotas dudosas |
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| Estado actual | Retirado (por la Parca), soltero (pero con muchas musas) |
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| Hazañas logradas | Escribió *Historias*, la primera obra histórica que mezcla guerras, chismes, zoología y recetas de cocina egipcia |
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| Relaciones | Sófocles (le prestaba tinta), Pericles (le prestaba atención), Protágoras (le prestaba confusión) |
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| Enemigos | Los escépticos, los persas, los que no creen que las hormigas excavan oro, y Tucídides (que lo llamaba “el padre de las mentiras”) |
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| Poderes especiales | Memoria elefántica, oído selectivo, capacidad de convertir rumores en capítulos, y habilidad para narrar batallas que no presenció |
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| Objetos | Rollos de papiro, pluma de ganso viajero, sandalias con kilometraje épico, y una maqueta de la Gran Pirámide (por fascículos) |
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Heródoto de Halicarnaso (en gringo antiguo, Ἡρόδοτος [Herodotus del Hali-Ganso, 484 AC-Turios, 425 también AC o quizá DC) fue un historiador, geógrafo, cuentista y viajero griego. Se le considera el padre de la Historia en la tradición occidental (en la oriental el padre era un eunuco, por lo que se cuestiona su legitimidad [1]), así que si se te atraganta esta disciplina, acuérdate de él y de sus muertos. Fue el primero en componer un relato razonado y estructurado -es un decir- de las cosas que habían hecho las personas (reales o imaginarias pero que decía que todas eran reales).
En lugar de conseguir un trabajo de verdad, y con la excusa de dedicarse a investigar las historias que se contaban en diferentes lugares, se dedicó a pegarse la vida padre viajando por ahí para obtener información (léase entre comillas), materiales y, sobre todo, cultura gastronómica [2]. Todas estas cosas le permitieron escribir una obra que resultó muy atractiva a sus contemporáneos por su valor histórico, literario y humorístico involuntario. Algunos quisquillosos le granjeraon críticas por detenerse en digresiones y anécdotas de abuelo cebolleta que nada tenían que ver con aquello de lo que se estaba tratando [3], pero Heródoto siempre se defendía diciendo que eran divertidas, y que dado que era él quien escribía contaba lo que le salía de los cojones, y a quien no le gustara que leyera otro libro de Historia (sabedor de que en esa época antigua, el suyo era el único que estaba en circulación) [4].
Biografía
Heródoto nació en Halicarnaso (actualmente Bodrum, dado que es un bodrio de ciudad, en Turquía). Halicarnaso era una colonia dórica, y con todas las columnas dóricas que allí hubiera estaba gobernada por el tirano Ligdamis, que no lidgaba mucho. Aunque la familia de Heródoto era súbdita del imperio persa, ellos eran griegos, lo cual explica que a Heródoto le diera más adelante por contar las guerras y chanchullos entre estos pueblos. Se da por hecho que su familia pertenecía a la aristocracia del lugar, pues si no... ¿de dónde le venía lo de dedicarse a viajar regaladamente para luego escribir tontadas?
Cuando todavía era un niño hubo una revuelta contra Lidgamis, y como la familia de Heródoto se contaba entre los palmeros de este último, tuvieron que salir por piernas y dirigirse a Samos. Pues ya que samos aquí, aprendamos cómo funciona la cultura jonia, debió decirse el joven Heródoto quién se sameó y se jonió todo lo humanamente sameable y joniable posible.
Ya adulto, Heródoto, apostando por el caballo ganador como sus padres le habían enseñado cuando criaban caballos para unos y tranquilizante de caballo para otros, regresó a Halicarnaso para participar en el definitivo derrocamiento de Ligdamis. No era algo personal, solo se trataba de estar bajo el sol que más calienta. Lo siguiente que hizo fue darse garbeos por varias ciudades griegas donde se paraba en las plazas públicas a leer a grito pelado las cosas que inventaba documentaba. Se dice que tuvo tan buena acogida que al pasar la gorra le dieron medio bocata mordisqueado y una botella de anís casi llena. Su estancia en la Atenas de Pericles le permitió conocer a un montón de gente guay (y también guay sin u, porque era Grecia Clásica y era obvio) , como al sofista Protágonas, a su rival Antitágoras y al poeta trágico Sófocles que tanto le influyó a la hora de concebir su obra histórica como una tragicomedia. No se sabe si en este tiempo formó parte del ejército hoplita, pero sus escritos en todo caso hacen pensar que conocía de forma muy íntima los detalles de la vida de la soldadesca.
Habiéndole cogido afición a lo de viajar por ahí y darse a la holganza, amplió horizontes e hizo los viajes esos que nos cuenta en sus obras. Estuvo en Egipto caminando de perfil mientras miraba de frente a las pirámides y más tarde fue a Fenicia y a Mesopotamia. También visitó el país de los escitas, pensando que estarían siempre excitados. Fue una decepción comprobar que no.
No obstante, y contento por el éxito de sus viajes, se animó a participar en la fundación de la colonia de Turios, junto a las ruinas de Síbaris, por lo que pudo presumir de ser sibarita además de ser sodomita (esto último siendo griego, se daba por supuesto). Así fue que obtuvo la ciudadanía en esta nueva colonia sin necesidad de trabajar demasiado. En esta, la última etapa de su vida, se dedicó a buscarse alguien que editara sus escritos, lo cual solo logró vendiéndolos por fascículos regalando con cada uno de ellos una pieza de una maqueta de cartón de la Gran Pirámide de Giza. Los expertos piensan que en algún momento pudo regresar a Atenas y tal vez llevar allí la plaga que mató al estadista Pericles, al que había conocido en su anterior etapa. Que se joda, debió pensar. Tal era su fama que ciudades diferentes reclamaron ser el lugar elegido para su funeral y tumba y no quedó más remedio que desmembrar el cadaver para que pudieran erigirse numerosos monumentos en su honor. Como en sus viajes que había puesto gordo como un gorrino hubo Heródoto de sobra y todos quedaron satisfechos.
Autobiografía
YO, HERÓDOTO DE HALICARNASO (hijo de Lyxes, que era hijo de Pigres, que a su vez era hijo de Melas, cuyo tío abuelo según un adivino etíope había visto nacer a Apolo), he decidido grabar en rollos de papiro imperecedero —o al menos hasta que llueva— los hechos de mi vida. Y como testigos, cito al mercader fenicio Sostratos (hombre que vendía nieve en el desierto), a la pitonisa Glauce (quien predijo que un día el mundo usaría tangas bajo las togas), y al perro Cerbero (no ese Cerbero, uno de calle que me seguía en Susa) [5].
Nací en Halicarnaso, ciudad de aguas turquesas y gobernantes con más tiranía que un nudo marinero, en el tiempo en que las águilas de Caria volaban hacia el este llevando en el pico higos podridos (los eruditos lo llaman año 484 a.C., pero yo lo calculé contando las arrugas de mi abuela). Mi primer grito, según mi nodriza Téspis (mujer que hablaba con las cabras), fue un verso en hexámetro: "¡Oh musas! ¡Traedme leche... y un imperio que narrar!" No hay dejo de duda.
Y luego, siendo yo un mozo de cejas pobladas como bosques tracios, el tirano Lygedamis (alias "El de la diadema torcida") me expulsó de la patria. Porque revelé que su sudor olía a vinagre chipriota, según se me reveló en sueños... o quizás fue que conté cómo su cocinero escondía mensajes en las aceitunas. La verdad, como el vino añejo, se enturbia con los años.
Y luego, en mis viajes, llegué a Egipto, donde los sacerdotes de Menfis, hombres de barbas postizas y palabras más largas que el Nilo, me juraron bajo juramento (y tres jarras de cerveza de cebada) que la Esfinge había recitado un poema a Ramsés. Lo escribí. Y luego, en Babilonia, medí los jardines colgantes con mis propios pasos —dando 327 zancadas y tropezando siete veces—, y un anciano calvo me aseguró que Nabucodonosor plantó rosas azules por amor a un asirio. También lo escribí.
Y luego, entre los escitas, bebí kumis hasta que el cielo se pobló de caballos alados y los enemigos hablaban en verso. No fue el licor, eran vapores sagrados de la estepa. Y luego, en Atenas, Pericles, hombre de frente despejada y puños cerrados (o quizá de puños despejados y frente cerrada) [6], me escuchó narrar la batalla de Maratón y gritó: "¡Heródoto, si dices que los persas lloraban, yo te hago llorar a ti!". Por eso en mi obra final, los bárbaros derraman "lágrimas de admiración ante el valor griego" (traducción: "berreaban como terneros sacrificados").
Y luego, al final de mis días, en la colonia de Thurii, enseñé a los jóvenes el arte de la historia: "Recordad: un dato sin tres testigos es como un barco sin remos... pero si los testigos son un borracho, un poeta y una gaviota, ¡mejor aún!". Y luego, cuando la Parca vino por mí, susurré: "Que mi lápida diga: Aquí yace el que contó el mundo y lo que no cupo, lo inventó con elegancia jónica".
Y luego, dicen que mi espíritu vaga por las bibliotecas, corrigiendo a los historiadores que olvidan mencionar los colores de las sandalias en la batalla de Salamina... [7]
Obra
Lengua y estilo
Como la Historia es el primer mamotreto griego en prosa que nadie se atrevió a tirar a la hoguera, lógicamente su estilo rezuma simplicidad primitiva y arcaísmo del bueno, de esos que huelen a naftalina. El señor Aristóteles, con toda su caradura, lo disfrazó de "estilo ordenadito como collar de perlas" (λέξις εἰρομένη, o sea, "frases encadenadas como eslabones de una bicicleta oxidada"). Heródoto escribía como si las abstracciones le mordiesen, así que se agarraba a lo tangible: "¡Un carro persa tiene DOS ruedas, por Apolo! ¡Apúntalo, que eso es Historia!". Su prosa, tan clara y sencilla que hasta un campesino tracio la entendería (si supiera leer), dejó boquiabiertos a los antiguos... principalmente por lo mucho que se repetía. Eso sí, era un avanzado comparado con el pobre Hecateo, a quien solo se le ocurría amontonar frases como troncos en una cabaña. Los discursos de sus últimos tres libros, aunque retratan a oradores con la profundidad psicológica de un ladrillo, destacan por su tensión dramática (gritaban mucho) y porque seguían el manual de retórica: "Hable usted como si le hubiese picado una avispa".
Por otro lado, su estilo es un refrito de saldo. Longino, en su panfleto Lo Sublime, le soltó lo de ὁμηρικώτατος ("imitador de Homero", pero en plan niño disfrazado con una sábana). Las reminiscencias épicas son tan sutiles como un ariete: frases hechas robadas, repeticiones hasta la náusea, patronímicos para dar empaque ("Jerjes, hijo de Darío, hijo de Hystaspes, hijo de... ¿quién trae la merienda?"), tópicos más vistos que un asno en Megara, y trucos como sustituir el drama por contar lo mismo tres veces. Su estructura favorita no era la composición anular (demasiado elegante), sino la anafórica: "Y luego pasó esto... Y luego pasó esto otro... Y luego un persa estornudó...".
Respecto al idioma, Heródoto usó el dialecto jónico, salpicado con algún aticismo de postín, para que los atenienses no dijeran que escribía como un pastor con aires. Total, si iba a contar batallas inventadas... ¿qué más daba la lengua?
Estructura y método
Al igual que siglos después Tolkien con su "Historia de la Tercera Edad del Mundo", a la que llamó El Señor de los Anillos para hacerse el interesante, Heródoto concibió su Historia como una sola unidad.
Un contundente pliego de pergamino que podría utilizarse como arma defensiva para hundir el cráneo de los asaltantes en caso de que te entraran en casa. Sin embargo, al igual que le pasara a Tolkien, su editor decidió fragmentarlo para que los potenciales lectores pudieran levantarlo del suelo por sí mismos, sin necesitar la ayuda de dos esclavos [8] (por que tanto Heródoto como Tolkien, creían en la esclavitud).
Así su obra fue separada en nueve fascículos, a cada uno de los cuales se le asignó el nombre de una musa, grabando una imagen de la musa correspondiente desnuda en la portada, como publicidad engañosa. Los seis primeros tratan sobre los diversos pueblos del mundo antiguo. En ellos Heródoto mira por encima del hombro sus costumbres, leyendas, historia y tradiciones, las cuales ha investigado con un muy particular concepto de rigor, que viene ser que, alguien se lo contó y el lo casca, si bien dice que la mayor parte de las cosas no se las acaba de creer del todo [9].
Los tres últimos versan sobre las guerras entre Grecia y Persia, tema que le tocaba muy de cerca como persa de origen griego o griego nacido en Persia (o como se llamaba él mismo y nadie le siguió el juego porque era muy estúpido: Griersa), de tal manera que le preocupaba mucho que la persiana se cerrara para que no quedaran expuestas las grecas. Estas guerras se han venido a llamar Guerras Médicas debido a que por su intensidad los galenos se lo pasaron pipa poniendo torniquetes (en el cuello cuando la herida era en la cabeza), serruchando miembros y abriendo abdómenes para extraer de ellos metales variados [10].
La metodología histórica de Heródoto se considera un precedente de lo que hoy llamaríamos Cuñadismo Ilustrado, con una aproximación un tanto particular al concepto de "verosimilitud". Cuenta las cosas no como son, sino como a él le parece que son en base a sus paranoias personales y tropiezos mentales (lo que si no le tienes paciencia, puedes llamar sesgos y prejuicios si lo quieres ver llorar) y siempre tras un vistazo relámpago (lo que no es malo del todo porque así no te duele la cabeza). Cuando habla de costumbres y culturas extrañas de pueblos que no conoce bien, recurre a la payasada sistemática de los mismos y a desternillarse de la risa con lo estrafalariamente chiflados que son [11]. Igualmente te explica la táctica y estrategia militar en las batallas con un desconocimiento tal que hace buenos a los guionistas de las últimas temporadas Game of Thrones y hasta se permite opinar sobre zoología: "Si hay pocos leones respecto a la cantidad de otros animales que hay, será que los leones follan poco", razona [12]. Y, como no podía ser de otra manera, cuando algún acontecimiento no le cuadra en la lógica del relato pues, será que "algún dios lo quiso así".
Pensamiento
Pues sí, pensaba[Cita requerida] . Partiendo de un plagio de la forma que tenía Esquilo de ver la relación entre lo humano y lo divino. Heródoto plantea que el destino es una fuerza anterior a la moral que se impone por sus cojones, sin que el ser humano pueda hacer nada. Así que, dado que no se puede hacer nada contra el destino, y el ser humano es impotente frente a los designios divinos pues... ¿por qué no dedicarse a beber vino? Por esta razón, Heródoto desarrolla su investigación lo mismo por ciudades pequeñas que grandes, porque lo que era grande luego es pequeño y al revés (codazo, codazo, guiño, guiño, mordida, mordida). Y además hay buena comida tanto en las grandes ciudades como en las pequeñas, no solo son los buenos restaurantes los que la sirven, sino también la más inesperada tasca de pueblo donde uno puede degustar la mejor cocina tradicional y escapar sin pagar bajo la toga de otro griego amigo tuyo. Esto es lo que viene a concluirse de la teoría del ciclo épico.
Sin embargo el ser humano tiene alguna que otra responsabilidad, nos dice Heródoto. Cuando uno se viene arriba se pone soberbio (y sobrio en el peor de los casos) y luego la lía desgajando el orden social y su estabilidad, y los dioses se cabrean. Para evitar la ira divina, el ser humano debe intentar practicar la justicia, la piedad y la modestia, y dedicarse a los placeres mundanos de forma bien discreta o bien que no se note demasiado, de preferencia activando el modo incógnito del alma. Para cuando sus personajes se pasan de listos, Heródoto pone consejeros que les dicen ¡Pero donde vas! De esta manera, el practicar la libertad, e incluso el libertinaje de tapadillo, es para Heródoto la diferencia entre griegos y bárbaros, siendo que estos últimos deben ser sumisos. Y ya se sabe lo que puede hacer un buen griego de caderas torneadas a un aguerrido y sumiso bárbaro.
Referencias históricamente precisas
- ↑ Y CUESTIONADA fue, según el filósofo ambulante Ctesias de Cnido (hombre que afirmaba hablar con grifos), quien juraba bajo juramento (y cinco copas de vino resinado) que Sima Qian le había confesado en un sueño que Heródoto, en realidad, era hijo adoptivo de un cronista escita anónimo y una musa con tendencia a la fabulación. "¡Su verdadero padre", gritó Ctesias mientras se caía de un taburete, "fue un pastor de cabras que contaba batallas entre hormigas gigantes para dormir a sus hijos! ¡Y solo tenía un testículo!". Por eso, concluía Ctesias, su filiación histórica es tan dudosa como el pedigrí de un perro callejero en Mileto.
- ↑ Y OBTUVO, según inventario del mercader fenicio Menkare (hombre que perdió la nariz apostando a los dados pero olfateaba mercancías a diez estadios): CIENTO cuarenta y dos tipos de pan (incluido el "pan negro de los escitas, que dobla como ladrillo en caso de asedio"), SETENTA y tres variedades de queso (el más memorable, el "feta de Tracia envinado en orina de caballo", que le provocó visiones de ninfas bailando pírricas), TREINTA y nueve licores destilados en odres de cabra (el kumis escita solo fue el octavo más fuerte), y un saco de lentejas babilónicas que, según un augur etrusco, contenían el alma de un general asirio derrotado. Todo ello, declaró Heródoto ante el magistrado de Samos, era "investigación etnográfica vital". El magistrado, tras probar el queso tracio, le dio la razón entre arcadas.
- ↑ COMO aquella vez, según el poeta cómico Aristófanes el Joven (nieto del otro, y más amargado), que dedicó TRES rollos completos a describir los hábitos de apareamiento de los cocodrilos del Nilo mientras supuestamente narraba la batalla de Platea. O cuando interrumpió el relato de las Termópilas para explicar, durante VEINTICINCO páginas, la genealogía del perro guardián del rey espartano Leónidas (un can llamado Brontes, hijo de Trueno, nieto de Relámpago, que según un adivino tebano había sido amamantado por una loba... que a su vez era hija de un lobo famoso por robar sandalias). "¡Es contexto cultural!", bramaba Heródoto cuando le reprochaban, "¿cómo entenderéis el valor espartano sin saber de qué madera estaba hecho el perro que les ladraba al amanecer?"
- ↑ Y CIRCULABA, según el librero Gorgias de Corinto (hombre con estrabismo y manos rápidas), en exactamente SETENTA Y TRES copias en todo el mundo griego, todas ellas prestadas, subrayadas con vino tinto o manchadas con grasa de cordero. Cuando el filósofo Zenón de Elea le espetó: "¡Heródoto, tu obra tiene más relleno que un cojín de barcaza!", él replicó, mientras ajustaba su túnica: "Querido, si los dioses hubieran querido historias sin digresiones, habrían creado el mundo plano, aburrido y sin hormigas gigantes de oro en la India. ¡Y a ti sin cojines donde sentarte!". Acto seguido, le prestó un rollo... el que describía las hormigas gigantes durante CUATRO capítulos.
- ↑ Y CERBERO, según juramento del estibador babilónico Nabû-ahhe-iddina (hombre tuerto pero de vista aguda para los perros), nació en las afueras de Sardes, fruto del ayuntamiento entre un mastín lidio de tres patas (la cuarta la perdió en un altercado con un carro de enanos frigios) y una loba escita que aullaba versos de Hesíodo. Tuvo CINCO hermanos: Argos (devorado por una grulla), Bruto (que ladraba solo en dialecto dórico), Ladra (muda como una piedra), Fidelio (que seguía a todo aquel que portara queso) y Sombra (invisible hasta para sí mismo). Vivió DIECISIETE años, siete meses y tres días, tiempo durante el cual mordió a un sátrapa en el tobillo (y por ello recibió un collar de plata), bebió del río Tigris hasta hincharse como odre, y una vez se comió un rollo de leyes asirias que yo intentaba traducir, acto que los sacerdotes de Nínive interpretaron como augurio de que la justicia humana es digerible.
- ↑ Y PERICLES, aquella mañana misma, según testimonio de su cocinero Filémon (hombre sordo pero que leía los pensamientos en las migas de pan), había desayunado: TRES higos de Ática (bendecidos por una sacerdotisa de Afrodita), un pan de centeno amasado con agua del Eridano (que prometía elocuencia), y leche de cabra mezclada con miel del Himeto y una pizca de polvo de mármol del Partenón (para la firmeza de carácter). Mientras masticaba, pensaba, según las migas que formaban un delfín y una espada: "¡Por Atenea! Hoy estrangularé a ese jonio narrador si insiste en que los persas en Maratón lloraban de emoción... ¿Acaso no sabe que los bárbaros solo lagrimean si les cortas la bolsa del oro? ¡Le haré comerse su propio rollo de papiro!".
- ↑ Y LUEGO, en mi deambular espectral, según el vigilante nocturno de la Gran Biblioteca de Alejandría (hombre dado a visiones por comer queso pasado), he dictado correcciones a treinta y dos rollos: añadí que el general Temístocles llevaba sandalias verdes con hebillas de plata (regalo de un mercader fenicio que le debía favores), que el viento de Salamina olía a calamar frito porque los remeros atenienses habían desayunado tal manjar, y que un delfín llamado Esporo guió la nave almirante tras ser sobornado con cinco arenques ahumados. Estos detalles, ¡oh mortales!, son el alma de la Historia.
- ↑ Y LUEGO, según el copista Menandro de Mileto (hombre con hernia confirmada por tanto cargar rollos), la decisión de dividirla en NUEVE partes se tomó tras una noche de vino tinto y dados cargados: el editor, Lisímaco el Calvo, tiró los dados contra un mosaico de las Musas y gritó: "¡Donde caiga el seis, esa musa nombra el libro primero!". Clío, musa de la Historia, salió en el dado TRES veces, pero Lisímaco dijo: "Bah, repetir da suerte, como las anécdotas de Heródoto". Y LUEGO, para elegir el orden, usaron una cabra: la cabra mordisqueó los nombres de las musas escritos en hojas de lechuga (Talía, la de la comedia, fue la segunda, pues la lechuga estaba más tierna).
- ↑ Y SU "RIGOR", según el traductor egipcio Petamón (hombre que hablaba siete dialectos de cabra), consistía en: 1) Ofrecer al testigo una moneda de plata si la historia era sangrienta, dos si incluía un dios disfrazado de animal, y tres si había incesto real; 2) Si el testigo titubeaba, Heródoto gritaba: "¡Por Zeus, que veo tu aura mentirosa!" (truco aprendido de un adivino tracio que era tuerto); 3) Anotaba TODO, pero luego añadía un "según dicen..." o "quizás esto sea fábula", como quien tira migajas a los dioses de la credibilidad. Y LUEGO, en Escitia, un pastor le juró que las mujeres locales orinaban de pie: lo escribió, pero añadió: "Yo no lo vi, mas si ellas lo afirman, ¿quién soy yo para dudar? Aunque fisiológicamente suena a cuento de borracho".
- ↑ Y EL MÉDICO Filipo de Corinto (que perdió tres dedos en Platea), atestiguó bajo juramento (y cuatro copas de absenta) que en la batalla de Maratón extrajo de un hoplita ateniense: UNA flecha persa, DOS dracmas falsos, un dado cargado, y un amuleto con la inscripción "Ártemis, protégeme... sobre todo del cirujano". "¡Por Asclepio!", dijo Filipo, "los griegos eran como alcancías andantes para los persas". Heródoto, al oírlo, apuntó: "¿Ves? Hasta el vientre de un guerrero es fuente histórica".
- ↑ Y LUEGO, en Libia, según el guía nomada Nefar (expulsado de su tribu por comer lagartijas sagradas), Heródoto preguntó: "¿Por qué vuestras mujeres llevan el pelo como nido de avispa?". Y al responderle "Es tradición", él anotó: "Creen que así espantan a los demonios de la calvicie, ¡qué gente más simple!". Y LUEGO, en Tracia, vio a unos hombres llorar en un funeral y escribió: "Los bárbaros derraman lágrimas por los muertos... pero yo vi a uno frotarse cebolla en los ojos para llorar más. Conclusión: su duelo es teatro, como sus bigotes postizos".
- ↑ Y SU TEORÍA LEONINA, según el cazador maságeta Borís (que sobrevivió a un zarpazo gracias a su armadura de queso seco), se basó en esto: Observó DOS leones en tres días en África. "¡Por Dioniso!", exclamó, "¡deben ser perezosos en el amor!". Y LUEGO, un pastor nubio le contó que los leones se apareaban en cuevas para no "asustar a las gacelas con sus rugidos de pasión". Heródoto lo anotó como: "Confirmado: su intimidad es tímida, como la de un ateniense en un burdel nuevo".
Véase también
En general: 300 - Batalla de las Termópilas - Batalla de Maratón - Faro de Alejandría - Gran Biblioteca de Alejandría - Imperio bizantino - Partenón - Oráculo - Oráculo de Delfos
Griegos: Alcibíades - Alejandro Magno - Anaximandro - Aristófanes - Aristóteles - Arquímedes - Bucéfalo - Cadrón de Stamos - Demóstenes - Diógenes de Sinope - Empédocles - Fidias - Herodoto - Hesíodo - Hipatia - Hipócrates - Homero - Jenofonte - Leónidas I - Pericles - Pitágoras - Platón - Presocráticos - Safo de Lesbos - San Agustín - Sócrates - Sófocles - Tales de Mileto
Geografía: Atenas - Esparta
Comida: Olivo
Inventos: Democracia - Discóbolo - Filosofía griega - Juegos Olímpicos Antiguos
Literatura: La Iliada - La Odisea
Mitología: Afrodita - Ananké - Apolo - Aquiles - Ares - Artemisa - Atenea - Caos - Cronos - Deméter - Dionisio - Eneas - Érebo - Eris - Eros - Filoctetes - Gea - Guerra de Troya - Hades - Hefesto - Hera - Heracles - Hermes - Hestia - Hipnos - Jasón y los Argonautas - La caída de Ícaro - Medusa - Minos - Minotauro - Morfeo - Nix - Océano - Odiseo - Orfeo - Perséfone - Polifemo -Poseidón - Prometeo - Rea - Tártaro - Teseo - Tifón - Titanomaquia - Urano - Zeus