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Metrópolis (película)
Dirección | Fritz Lang |
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Producción | RUFA |
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Intérpretes | Frigitte Helm, Gustav Ränich, Alfred J. Kwak, Rudolf Klein-Ruge, la madre de C3P0 |
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Guión | Thea von |
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Música |
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País | Alemania. |
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Fecha de estreno | Hace mucho, mucho tiempo. |
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Género | Retrofuturismo-inverso |
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Calificación | Acojonante. |
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Premios | De consolación. |
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Metrópolis (Metropolis) es un filme alemán realizado por la productora RUFA y estrenado en 1927. Se trata de la primera y única película de ciencia ficción retrofuturista-inversa[1] de la historia. Se considera como uno de los máximos exponentes del cine expansionista alemán.
Argumento
Advertencia: Esta sección contiene detalles de la trama y el argumento; si eres tan rarito que prefieres leer el libro o ver la película antes, no te recomiendo que leas esto.
La acción se sitúa en una megalópolis del futuro, una ciudad de la hostia. Allí vemos como una clase social, los obreros, vive en el subsuelo de la ciudad y trabaja en unas máquinas que echan vapor y que causan accidentes laborales cada dos por tres para mantener bien engrasado el funcionamiento de todos los servicios de la esplendorosa ciudad. Mientras tanto vemos cómo viven los privilegiados, los hijos de los diseñadores de la ciudad: hacen carreras de atletismo en estadios y realizan estúpidos juegos en abigarrados jardines que culminan en el arrime de cebolleta a alguna de las putucas que por ahí pululan engalanadas con estrafalarios disfraces. Ahí es donde conocemos a Freder Fredersen, hijo del alcalde, el presidente, el jefe, el capo de la ciudad Joh Fredersen (quien además tiene un extraño sentido del humor al ponerle ese nombre a su hijo, es como si a uno le llaman Fernando Fernández de la Fernandera o Gonzalo González de la Gonzalera). El tal Freder es un niñato que alterna con las rameras de los susodichos jardines mientras viste con unos horteras pantalones abombachados a la altura de la rodilla que nos confirman su identidad de mamarracho.
En esto, sin que medie lógica ni nadie se pregunte por qué los gorilas de seguridad no han hecho nada para impedirlo, cruza la puerta de los jardines una pacata y mojigata mujer a la que acompañan unos críos desharrapados. Ahí están vuestros hermanos, les dice, mientras los gorilas antidisturbios por fin hacen su trabajo y les echan de allí con cajas destempladas. Freder suelta a la furcia que estaba agarrando y se queda prendado de la monja, prometiéndose volver a verla. Total, que siguiendo a los desharrapados accede al submundo de los obreros donde pilla a estos últimos en el tajo, ahí dándolo todo. Como las medidas de Higiene y Seguridad en el Trabajo en la ciudad dejan mucho que desear, tal vez por falta de inspectores que no estén sobornados que metan en cintura a Joh Fredersen y su cuadrilla, asiste a unos cuantos accidentes laborales graves y tiene una alucinación en la cual ve a una de las máquinas como Moloch, una especie de monstruo babilónico que engulle gentes que caen en su gaznate.
Una vez se recupera del viaje (del físico, a la ciudad de los obreros, y del alucinatorio) Freder va a ver a su padre y le recrimina las condiciones de vida de los operarios. El padre le mira con cara de decirle "pero hijo mío, tú eres tonto", le da cincuenta euros para que vaya al cine (como vemos son pudientes) y le dice que le deje en paz. Sin que se de cuenta, eso sí, le pone un espía (un tipo con pinta cura) para vigilar que al zascandil no le de por buscar lío. No le falta razón, porque Freder por su parte decide volver inmediatamente a la ciudad de los obreros, a ver si encuentra esta vez a la fláccida esa.
Total que ahí lo vemos de nuevo. Entre accidente laboral y accidente laboral se cambia de ropa con un obrero y le da a él los cincuenta euros del cine, para que se haga pasar por él y así despistar al jodío espía. El obrero dice que sí a todo pero en vez de ir al cine se va de putas a un antro llamado Yoshiwara, mientras el cura sigue sus pasos. Fredersen padre, mientras esto sucede, se va a ver a Rotwang, el inventor.
Y en estas es cuando conocemos la historia más extraña y bizarra de la película. El tal Rotwang este estaba enamoriscado de la madre de Freder y a la sazón esposa de Fredersen, una chica con el delicioso nombre de Hell (Infierno), que se conoce que debía ser heavy o algo así. Como esta moza murió al dar a luz a Freder, Rotwang no tiene mejor idea que fabricarse una muñeca que se le asemeje para no añorarla (y zumbársela), pero al muy animal no se le ocurre otra cosa mejor que hacerla con planchas de metal, razón por la que tal vez se haya visto obligado a abusar de su actividad manual, al punto que parece que una mano se le ha quedado medio tonta y la lleva enguantada. Le muestra su invento a Joh Fredersen, el cual se queda con el culo torcido y le pregunta que esta mierda a él para qué le vale, el otro por toda respuesta le baja por una trmpilla que tiene en el sótano hasta una cuevica que da a un ventanuco desde el cual pueden espiar las actividades de María (así se llama la gazmoña).
María tiene por costumbre reunir tras la salida del curro a los obreros para arengarles en un acto a medio camino entre aquelarre, asamblea del 15-M y convivencia de los kikos. Les compara la ciudad de Metrópolis con la Babilonia bíblica y les dice que aunque vivan en un estado miserable mientras los de arriba se tocan la hueva que ni se les ocurra rebelarse, que tienen que esperar buenecitos a la llegada de un mediador, el corazón que reconcilie a la cabeza (los de arriba) con las manos (ellos), con lo cual poco menos que a los de arriba les está llamando inútiles y a los obreros imbéciles. Algo imbéciles deben ser porque la aplauden y vitorean, hasta que uno de ellos reconoce entre la masa del proletariado al infiltrado Freder e intenta matarlo. Justo a tiempo para interceptar el puñal llega el que se había ido de putas, que ya ha vuelto, y como lo intercepta con el quinto espacio intercostal es él quien se lleva el navajazo. Se muere, pero así se nos redime de su disoluta conducta. En el ventanuco Rotwang le dice a Fredersen que le deje a él hacer y cuando éste y los obreros se marchan, rapta a María tras asustarla tirándose pedos a contraluz de una linterna, para que no se le vea.
Rotwang, ante la mirada del ojiplático Fredersen, utiliza un montón de máquinas de esas que hacen "ping" para, a partir de la desmayada María, más meliflua todavía en este estado de lo que ya es de natural, trasladar su apariencia a la de la robot, en un alarde de efectos especiales viejunos, que consisten en transparencias (ni CGI ni tonterías de esas). María según descubrimos resulta ser la doble perfecta de Hell, la heavy, lo cual da una vuelta sórdida a la relación que mantiene tanto con Rotwang como con Fredersen y el propio Freder, quien se quiere cepillar nada menos que al doppelgänger de su madre ¡qué diría el doctor Freud!. Cuando poco después María despierta se descubre encerrada en una habitación y se pone a pegar berridos a través de la ventana enrejada, ante lo cual Freder, quien casualmente pasaba por ahí, entra en la casa de Rotwang para rescatarla. ¡Cual será su sorpresa cuando se tope allí con la que piensa María (en realidad el robot) en actitud putanesca con Fredersen, su propio padre!. El impacto es tal que se desmaya cuan nenaza y cae presa de fiebres y alucinaciones (a las cuales, como vemos, es sospechosamente propenso).
A partir de este momento las secuencias se superponen en una miscelánea-fantasía. Vemos simultáneamente las alucinaciones de Freder con la puesta en largo del robot, a quien Rotwang y Fredersen presentan como furcia en el Yoshiwara (que se ve que es el único antro de mala reputación de la ciudad, porque ahí van todos cada vez que quieren echar una cana al aire). Freder ve en su delirio a María, o al robot, no se sabe bien, como la gran prostituta del Apocalipsis -en otra nada sutil alusión bíblica- mientras en el Yoshiwara (o en la alucinación de Freder, tampoco queda claro) se parten la cara por ver quién se la zumba primero. ¡Ay su virginal María, transmutada de esta manera en un zorrón!. Mientras tanto el espía por fin ejerce de cura con todas las de la ley (en la alucinación de Freder) y la muerte con los pecados capitales se ciernen sobre la ciudad, que esto entre terrorífico y meapilas ya parece los ejercicios espirituales de los Jesuitas.
La acción de aquí al final será vertiginosa: el robot toma el lugar de María en la asamblea-aquelarre-convivencia y exhorta a los obreros a destruir las máquinas que dan soporte vital a la ciudad, a sabiendas de que esto traerá como consecuencia la inundación de la ciudad subterránea y la muerte de las familias de los propios obreros. Estos, que ya habíamos dicho que eran imbéciles, se muestran entusiasmados por la idea y se ponen enseguida manos a la obra. María por su parte se ha escapado no se sabe muy bien cómo de casa de Rotwang y Freder ha bajado al mundo de los obreros a denunciar la impostura del robot. Cuando la ciudad subterránea ya se está inundando Freder y María intentan salvar a los chiquillos de los obreros mientras el robot ha vuelto al Yoshiwara para festejar su victoria y prostituirse un poco ya de paso. Es en estas cuando los obreros, un tanto tardos, caen en la cuenta de que han inundado su propia ciudad y -presumiblemente- matado a sus propios retoños. Ven a María -confundiéndola con el robot- y comandados por el gordo barbudo que parece ser su líder, se ponen a perseguirla subiendo tras ella a la superficie de la ciudad. La persecución es digna del mismísimo Benny Hill, produciéndose el equívoco en que al cruzarse con la turba prostibularia que llega del Yoshiwara con el robot, confunden a éste con María y lo agarran, disponiéndose a lincharlo. Freder, que está empanado y no se ha dado cuenta tampoco del cambiazo, protesta y gimotea tratando de impedir que el proletariado queme viva a la mística ¡Que me matan, que me la chamuscan, que me la asan! pero cuando al contacto con las llamas el robot pierde su apariencia humana y se le ven las hojalatas todos se dan cuenta de la engañifla. Freder les dice que María -la buena- ha salvado a sus hijos y todos se alegran mucho "menos mal que nos confundimos, que hace cinco minutos la hubiéramos tostao".
Rotwang por su parte rapta a María (otra vez, sí, la muy estúpida no se cómo hace para que la rapten cada cinco minutos) y no se le ocurre otra que subirla a lo alto de la catedral. Allí se encamina Freder y cuando alguien le dice a Fredersen, que por allí también se aparece, que el que está ahí arriba donde el campanario es su hijo por poco le da un jamacuco. Freder y Rotwang se pegan como dos mariquitas y éste último se cae contrafuerte abajo y se mata. María dice que Freder es el mediador y éste hace que el obeso barbudo de los obreros y su padre (el de Freder, o lo que es lo mismo, Fredersen) se den la mano. Y todos ya tan amigos y aquí no ha pasado nada, pelillos a la mar.
Los efectos visuales
Tanto en el momento de su estreno, como todavía hoy, los espectadores de Metrópolis quedan literalmente acojonados ante la magnificencia de sus escenarios y su potencia visual. Y todavía este acojonamiento se incrementa cuando uno mira los extras del DVD y ve cómo está hecho todo esto: maquetitas, espejitos, animaciones stop-motion, y un diseño de decorados en el que el modernismo abigarrado se da la mano con el expresionismo gonadal y el neoclasicismo fascista. Esto, así como poner en verano el DVD en el frigorífico, ha hecho que la película se mantenga fresca durante casi un siglo.
Retrofuturismo-Inverso
A falta de un Delorean, Fritz Lang, director de la película y su nazi esposa Thea von Harbou, guionista del engendro, viajaron desde los años veinte hacia el futuro en un Rumpler Tropfenwagen equipado con puertas de ala de gaviota. Una vez allí se dedicaron a plagiar y a fusilar a todo bicho viviente que encontraron:
- Las ciudades de los cómics de Moebius, urbes futuristas llenas de putis, alcohol y humo.
- La ciudad de la película El Quinto Elemento, que a su vez es un plagio de lo anterior.
- La ciudad de Blade Runner, que es igual pero más cochina aun.
- El aspecto del cretino de C3PO
- Al robot bajo Chuache en el Terminator
- El final del primer Batman de Tim Burton, que es clavao, clavaico.
Y muchas otras.
Con todo este material, Lang y von Harbou volvieron otra vez al pasado, a los años 20, y una vez allí pergeñaron Metrópolis. En el futuro (que para nosotros ya es también pasado, aunque menos) Moebius, Luc Besson, Scott, Lucas, Chuache y Tim Burton quedaron maravillados con Metrópolis y la plagiaron descaradamente a su vez para hacer sus películas, creando un bucle temporal paradójico que acojonaría al mismísimo Doc Emett Brown.
Mutilación, desensamblaje, vejación y resurrección de la película
Tras su estreno en Alemania los productores de la RUFA decidieron exportar la película a Estados Unidos. No contaron conque los americanos son gente sencilla que no quiere complicarse la vida con densas nieblas germánicas, a consecuencia de lo cual a los responsables de exhibirla allí la película les pareció un soberano coñazo. No obstante no la desecharon del todo, sino que hicieron lo siguiente: metieron tijera en el metraje reduciéndolo de las veinticinco horas originales a la longitud de un capítulo de Friends de tal manera que de la historia original no se entendía una mierda, y sustituyeron la wagneriana y abigarrada música original por un fondo de música country. De esta manera se presentó en los cines americanos constituyendo un fracaso tal que no fue a ver la película ni la bola de paja que sale en los Simpson.
La película yacería en el olvido hasta que en los años ochenta Giorgio Moroder, un hortera italiano que lo mismo te diseñaba un coche que te hacía música disco de chiringuito con un Mini-Moog, decidió hacer su restauración personal con el objetivo de devolver la película al lugar que se merecía. Pegó de cualquier manera varios pedazos del metraje original coloreando los fotogramas con pinturas de cera (para hacerlo más chic) e insertó en los huecos que faltaban fotografías de Cicciolina y Carmen de Mairena, además realizó en colaboración de artistas como Freddy Mercury, El Fary, Leonardo Dantés y Bonnie Tyler una banda sonora disco-electrónica a la altura de los tiempos. En un principio la cosa tuvo bastante éxito pero hoy día los puristas del cine, y los no tan puristas, consideran esta versión de la película una aberración y una blasfemia, amén de una horterada.
Ya en el siglo XXI la prestigiosa sociedad cinematográfica Nosferatu Stiftung realiza una nueva restauración tratando de recuperar el metraje y banda sonora original, aunque faltan algunos trozos que se consideran perdidos para siempre, dando por buena la teoría de que alguien los había usado para prender la calefacción. Total, que comercializan esta lustrosa versión y a los pocos días de que <inserta tu nombre aquí> se la comprara van y descubren en el sótano de un bazar chino en Argentina el metraje que falta, aunque está rayado y con indelebles manchas de chorizo. Así que, dos años después, sacan una nueva versión, ya casi, casi completa, de Metrópolis tal y como debio ser en todo su esplendor, y <inserta tu nombre aquí> se la volvió a comprar, usando desde ese momento el DVD de la anterior restauración como posavasos.
Referencias
- ↑ Bueno, nos hemos inventado el término, luego explicamos qué es
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