Doggerland

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Mucho, mucho antes del Brexit la Gran Bretaña estuvo unida al continente europeo. Literalmente unida. Cuentan oscuros y arcanos libros difundidos por grupúsculos de turbias ideologías (y, aunque es menos relevante en la era del posmodermisno digital, también lo dicen arqueólogos y geólogos de irrelevante ideología) que existió en el pasado una masa de tierra seca (o tal vez medio embarrada) en el sur del mar del Norte, que ya es ser paradójico, que unía esta isla so british con Europa. Se extendía esta extensión tan extensa hasta las costas de los Países Bajos, que entonces no eran ni costas ni países bajos, así como lo que hoy es Alemania y Dinamarca. Hay pruebas de que estaba habitado también por seres humanos, que tenían un nivel de civilización normal para su época y avanzadísimo para la nuestra, como veremos más adelante. Esto fue durante el mensolítico, que luego todo esto se hundió bajo las aguas, como es fácil de deducir, pues donde antes estaba esta tierra ahora hay mar.

Marco Teórico

Ideal para echarse unas partiditas de Warhammer ¿verdad?

Pues un marco incomparable. La palabra Doggerland no quiere decir tierra de los perros, ni se refiere a un antecedente remoto de Disneyland, sino que al parecer tiene algo que ver con el nombre que utilizaban antiguamente los rudos aunque no tan viriles marineros holandeses para pescar bacalaos y salmones. Pero es que resulta que además de bacalaos y salmones empezaron a encontrar otras cosas como antiquísimos arpones de púas (de más de 13000 años), ásperos consoladores (de más de 9000 años) cráneos de mamuts y bolsas del Lidl cuya antigüedad el carbono 14 ha tasado en 7000 años. Es entonces cuando los arqueólogos empezaron a preguntarse si tal vez en esos fangosos bancos de arena y porquería que se encuentran en el no tan profundo fondo del Mar del Norte no habría algo que debiera llamarles poderosamente la atención de cara a emprender investigaciones que les sirvieran como excusa para obtener jugosas subvenciones gubernamentales.

Y así los arqueólogos están sumidos (y en ocasiones sumergidos) en la tarea de hacer un mapa completo de Doggerland. Utilizan los datos sísmicos que a cambio de generosas aportaciones a sus cajas B les han cedido las compañías petroleras, que modelaron la zona en 3D para esquilmarla a conveniencia. A las petroleras no les interesaban las mariconadas arqueológicas de las capas superficiales, por lo que podemos decir que la cosa se ha conservado bastante bien.

Los investigadores, al igual que hicieran Tolkien o George R. R. Martin con sus portentosos mundos de ficción, han conseguido mapear 44.000 kilómetros cuadrados de los terrenos sumergidos, “un país más grande que Holanda, y a la vez mucho más libertino". En sus mapitas han puesto colinas, costas, bosques tenebrosos, lagos, ríos, guaridas de dragones y, cuando es Navidad, añaden un simpático y entrañable Belén. Durante sus últimos 5.000 años de historia, Doggerland vio a sus habitantes cambiar la caza por la agricultura, y, finalmente, la agricultura por el submarinismo. Estudios de ADN en los sedimientos nos permitirán contemplar cómo sucedió todo aquello y tal vez reproducir una atracción para excéntricos millonarios como era Parque Jurásico. Doggerland Park: lo veo.

Un extraño libro

Reproducción de ritual matriarcal en Doggerland, según unas iluminadas que quieren recuperar esa cultura en nuestros días en nuestras mejores playas y chiringuitos

Algunos iluminados dizqueruditos han identificado con Doggerland un extraño libro frisón que, según sus promotores y editores, data de la más subacuática antigüedad. Este libro, denominado el Oera Linda (el tipo que lo sacó a la luz lo denominó así en honor a las hermosas oreas que se desayunaba, el error tipográfico, fruto de lo amateur y chapucero de todo el proceso de edición, propició el título definitivo).

El Oera Linda salió a la luz en el siglo XIX cuando un tal Cornelius Oreo el Lindo (sí, el muy friki se cambió los apellidos para llamarse como el libro) se lo entregó al bibliotecario de su pueblo para que lo tradujese y lo publicara. Ni que decir tiene que al bibliotecario, al ver esta cosa, le cabía una sandía por el culo. Oreo el Lindo aseguraba que había heredado el libro de su tío, el cual a su vez lo había heredado de su abuelo y éste de una prima un poco sorda pero que hacía unas croquetas buenísimas. El texto parece estar escrito en un mal dialecto, pero realmente lo que pasa es que está en holandés con muchas faltas de ortografía.

En el libro se afirma que éste está escrito en la Edad Media pero que la información contenida en el mismo se remonta a dos milenios antes de Cristo. Análisis químicos han demostrado que el papel proviene de la papelería que había en el pueblo del Cornelius éste, que presuntamente era un cachondo que quería descojonarse de quienes leyeran sobre sus mundos ficticios. ¿Pero quién te dice que no es en realidad todo verdad, que ese papel no había viajado mágica y misteriosamente en el tiempo a la época de Doggerland?¿eh? Al menos esto afirman los colectivos que a día de hoy defienden la autenticidad del libro, que vienen siendo en su mayoría grupúsculos de neonazis, feministas ¿feminazis? Y fanáticos de la new age. Y es que la temática del mismo es de traca.

Ahí lo mismo se habla de mitología barata que de pseudohistoria que de religión alucinada. Es el argumento principal que una diosa madre de purísima raza aria (por supuesto) estableció en la Atlántida, ahí al norte de Europa y hace cienes y cienes de años, las bases espirituales, morales y vaginales para construir una gran civilización, que se calcan al contenido de los programas radiofónicos de Federico Jiménez Losantos. Así cuando se les hundió la puta isla (tan perfectitos que eran, esto no lo pudieron preveer) fueron esparciendo esta mierda por toda Europa creando la civilización occidental. En medio del texto se intercalan chistes de gangosos, recetas de cocina y poemas eróticos presuntamente del siglo VI, así como una especie de guía Michelín de las mejores tabernas decimonónicas frisonas que nos da la que probablemente es la mejor pista sobre el origen del libro. Cuando en el mismo se afirma que el dialecto frisón es un antecedente directo de los alfabetos fenicio y griego el despiporre es máximo, tanto que hasta algunos filólogos nazis mostraron sus recelos al libro, para disgusto de Heinrich Himmler, que quería instituirlo como libro de texto en segundo de la ESO (de la ESO nazi, se entiende).

Hoy día cualquier científico que se respete a sí mismo considera que el libro fue hecho por el Cornelius, el biliotecario de su pueblo y otro amigo. No hemos de juzgarles con dureza, cuando uno vive en una localidad aislada se aburre mucho y tiene mucho tiempo libre. Y si además tiene mala hostia congénita pasan estas cosas. Así que si has leído todo este apartado, pues casi podías saltártelo: el Oera Linda es un fraude y una mierda así de grande.

Una cultura avanzadísima

Doggerland se está investigando con la más avanzada tecnología. Esta barquichuela a pedales permite al investigador que vemos sobre ella tanto investigar Doggerland como ejercitarse en el deporte

Las gentes que poblaban Doggerland tenía una cultura avanzadísima, como muestra, baste decir que tenían chancletas. También tenían puntas de lanza, unas tiendas de campaña muy simpáticas y se piensa que levantaban piedras megalíticas de esas, con las cuales erigían estructuras circulares para jugar en ellas al corro de la patata. Debido a esto tanto los británicos como algunos nacionalistas vascos han reclamado su vinculación con esta civilización. Cazaban, para comer, los animales que podían (mamuts, conejos y mapaches prehistóricos) e intentaban a su vez que estos animales no se los comieran a ellos (los mapaches, en particular, tenían bastante mala uva). Recolectaban bayas silvestres y cosas de esas y de vez en cuando se envenenaban y tenían cagalera (según se ha podido demostrar en función de los sedimentos más embarrados). Probablemente follaban entre primos.

Y poco más, realmente. ¿Esperabas otra cosa? Pues todo al cocer mengua.

Desaparición

Doggerland no se fue a la mierda de golpe, sino que fueron así como tres arreones:

  • Fase 1: El deshielo de los últimos grandes bloques de la última glaciación. Aquí una parte importante del territorio ya quedó bajo las aguas y muchos habitantes de Doggerland, ante la imposibilidad de volverse sirenas y tritones, huyeron hacia las tierras circundantes como los conejos que hasta entonces patéticamente cazaban.
  • Fase 2: Lo mismo pero más. Ahora quedó de Doggerland solo una isla ahí en medio del Mar del Norte, los que no huyeron hacia otro sitio perdieron su última oportunidad.
  • Fase 3: Hubo una corrida de tierras que ocasionó su tsunami gigantesco que echó esa isla a tomar pol culo, y en su lugar hoy solo queda un banco arenoso y fangoso del cual, antes los pescadores y hoy los investigadores, extraen basura mesolítica. Los últimos habitantes de Doggerland, de los que podemos elogiar su contumacia y estoicismo al asumir lo inexorable o simplemente deplorar su estupidez, quedaron allí subsumidos.

¿Será esta cosa en realidad la Atlántida?

Pues... al igual que la Atlántida está más allá de las Columnas de Hércules, su hundimiento (definitivo al menos) pasó de la noche al día y el océano quedó impracticable por la arcilla dejada por la isla, la cual está a poca profundidad. Es lo mismo, como vemos, que describía Platón, solo que más cutre. Así que Doggerland tiene sus papeletas para ser identificada como la Atlántida, y está en dura pugna para obtener este reconocimiento por parte de la UNESCO con Marina D'Or ciudad de vacaciones y con Břeclav (pintoresca ciudad sita en la República Checa)

Véase también

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Artículo destacado

Este artículo ha sido destacado en la Portada por decisión popular.

Los rumores sugieren que sus autores fueron instruidos
por el mismísimo Miguel de Cervantes.