Islandia
‘‘Lýðveldið Ísland’’
(Bandera) | (Escudo) |
Lema | El hielo y el fuego nos hacen fuertes. |
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Himno | ‘‘Oh, tierra de ovejas y volcanes’’ |
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Capital | Reikiavik |
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Mayor ciudad | Reikiavik |
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Lenguas oficiales | Islandés y danés. |
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Gobierno | República |
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Líder | Guðni Th. Jóhannesson ‘’‘Primer ministro’‘’: Katrín Jakobsdóttir. ‘’‘Presidente’‘’ |
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Área | Una cosa redonda, casi como esta pero más pequeña. |
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Población | 366 425 habitantes, sin contar a las ovejas. |
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Moneda | Corona islandesa. |
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Gentilicio |
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Zona horaria | La rara, -1 en invierno. |
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Dominio de internet | .is |
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Código telefónico | 354 |
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Islandia (nombre completo: República Helada de Islandia, o como la llaman sus habitantes: “El país que nadie visita”) es un país frío y solitario del norte de Leropa. Está completamente rodeado de agua; por el océano Atlántico al sur y oeste, donde nadan las ballenas y los tiburones; y por el mar de Groenlandia al norte y este, donde flotan los icebergs y los pingüinos. Es el único país del mundo que tiene más ovejas que personas, y más volcanes que árboles. Su nombre significa “tierra de hielo”, lo que es una descripción bastante acertada, ya que la mayor parte del año hace un frío que pela y apenas hay luz solar
No es un continente, no es un país, ni siquiera debería llamarse isla, se especula que es un mero iceberg atrapado entre volcanes. La mayor parte de la isla está cubierta de hielo y nieve, excepto por algunas zonas verdes donde se cultivan ovejas y caballos. La población es muy escasa y todos son parientes entre sí, lo que dificulta encontrar pareja. La capital del país es Reykjavik, que significa “bahía humeante” en islandés, porque está llena de géiseres y fumarolas. Básicamente, Islandia es conocida por ser el lugar de origen de cierta cantante excéntrica.
Es un país muy orgulloso de su cultura y tradiciones. Tiene una de las lenguas más antiguas y complejas del mundo, que no se entiende y nadie más habla. Su literatura es muy rica y variada, destacando las sagas islandesas, que narran las aventuras y desventuras de los antiguos vikingos que colonizaron la isla y como fueron sintiéndose más tristes por su decisión. Su gastronomía es muy peculiar y exótica, basada en productos locales como el tiburón podrido, el cordero ahumado y el yogur agrio. Su deporte nacional es el ajedrez, porque no pueden lastimar a nadie con él. Su religión oficial es el luteranismo, pero también hay una minoría que cree en los elfos y los trolls que habitan en las rocas y las cuevas. Su moneda es la corona islandesa, que vale muy poco y nadie acepta fuera del país.
Historia
Establecimiento y Mancomunidad Islandesa (874-1262)
Un día típico en la granja: Te levantas al amanecer y te pones tu abrigo de piel de oveja. Sales a alimentar a tus animales: vacas, ovejas, cabras, ovejas, cerdos, ovejas y caballos. Luego te diriges al campo a sembrar o cosechar tu segundo mejor cultivo: el heno. Después de unas horas de trabajo duro, vuelves a casa a almorzar. Te sientas en el banco junto al fuego y disfrutas de una sopa caliente de bacalao (tu mejor cultivo) y pan. Luego te preparas para salir de nuevo, esta vez a pescar centeno en el fiordo o a cazar focas en el mar que amenazan a tus ovejas. Antes de irte, le pides a tu esposa que vigile el volcán que hay cerca, por si acaso. No vaya a ser que te quedes sin casa, sin comida y sin cejas.
Un día típico en el Althing: Te levantas al amanecer y te pones tu mejor traje de lana. Montas en tu caballo y te diriges al Thingvellir, el lugar donde se reúne el Althing cada verano. Te encuentras algunos trolls en el camino. Al llegar te encuentras con otros jefes y campesinos de toda la isla. Finges escuchar atentamente los discursos de los goðar, los líderes políticos y religiosos. Luego participas en las votaciones y debates sobre las leyes y los juicios. También aprovechas para hacer negocios, intercambiar noticias sobre cómo va el hielo en tu granja y buscar esposa o esposo para tus hijos. Después de unos días de intensa actividad política y social, vuelves a casa satisfecho con tu papel en la república. Y con un par de duelos mortales menos en tu lista.
Un día típico en la expedición: Te levantas al amanecer y te pones tu casco de cuerno y tu armadura de cuero. Subes a tu barco y te unes a tus compañeros vikingos. Navegas por el océano Atlántico en busca de nuevas tierras, riquezas y bacalao. Llegas a una costa desconocida y desembarcas con tu espada y tu hacha. Te enfrentas a los nativos que te atacan con flechas y lanzas. Los vences y saqueas sus aldeas. Te llevas sus joyas, sus pieles y sus esclavos. También exploras el territorio y descubres maravillas naturales como géiseres, glaciares y auroras boreales. Después de unas semanas de aventura y conquista, vuelves a casa orgulloso de tu hazaña. Y con un nombre nuevo: Leif el Afortunado porque sobreviviste a un oso polar que intentó comerte pero que sólo se quedó con tu piel de oveja.
Un día típico en el viaje: Te levantas al amanecer y te pones tu abrigo de piel de oso. Sales a la cubierta y te encuentras con tus compañeros vikingos. Navegas por el océano Atlántico Norte en busca de Islandia. Llevas varios días sin ver tierra ni señales de vida. El viento sopla fuerte y las olas golpean tu barco. El frío te cala los huesos y el hambre te atormenta. Te preguntas si habrás tomado la dirección correcta o si te habrás perdido en el mar. Luego recuerdas que tienes un método infalible para orientarte: los pinzones de madera que llevas contigo. Los sueltas al aire y esperas a ver hacia dónde vuelan. Si vuelan hacia atrás, es que hay tierra detrás. Si vuelan hacia adelante, es que hay tierra delante. Si vuelan hacia arriba, es que hay tierra arriba. Y si vuelan hacia abajo, es que hay tierra abajo.
Un día típico en la llegada: Te levantas al amanecer y te pones tu abrigo de piel de oso. Sales a la cubierta y te encuentras con tus compañeros vikingos. Navegas por el océano Atlántico Norte en busca de Islandia. De repente, ves una silueta en el horizonte. Es una isla verde y montañosa, con humo saliendo de algunos puntos. Te emocionas y gritas: "¡Islandia! ¡Hemos llegado a Islandia!" Te preparas para desembarcar y reclamar tu parcela de tierra. Bajas del barco y pisas la arena. Te sientes feliz y orgulloso. Luego miras a tu alrededor y ves que no estás solo. Hay otros barcos y otros vikingos que han llegado antes que tú. Algunos te saludan amistosamente, otros te miran con recelo. Te das cuenta de que tendrás que competir con ellos por los mejores lugares para vivir. Pero no te preocupas demasiado. Tienes un plan infalible para conseguir la mejor tierra: lanzar dos trozos de madera al aire y ver dónde caen. Según la tradición vikinga, ese será tu lugar asignado por los dioses.
Un día típico en el asentamiento: Te levantas al amanecer y te pones tu abrigo de piel de oso. Sales a alimentar a tus animales: vacas, ovejas, cabras, ovejas, cerdos, ovejas y caballos. Luego te diriges al campo a sembrar o cosechar tu cultivo principal: el heno. Después de unas horas de trabajo duro, vuelves a casa a almorzar. Te sientas en el banco junto al fuego y disfrutas de una sopa caliente de cordero y pan de cebada. Luego te preparas para salir de nuevo, esta vez a explorar la isla o a visitar a tus vecinos. Antes de irte, le pides a tu esposa que vigile el volcán que hay cerca, por si acaso. No vaya a ser que te quedes sin casa, sin comida y sin cejas. Pero resulta que tu esposa no está muy atenta al volcán. Está más interesada en el poeta que vive al lado, que le recita versos románticos y le regala flores silvestres.
Movimiento de independencia (1814-1918)
Un día típico en la oficina: Te levantas al amanecer y te pones tu traje de tweed. Vas al trabajo en bicicleta o en tranvía. Te sientas en tu escritorio y empiezas a escribir cartas y artículos en islandés, el idioma que has recuperado gracias a los esfuerzos de los poetas y eruditos. Y también gracias a que los daneses no entienden ni papa. Reclamas la autonomía y la soberanía de tu país frente al dominio danés. También protestas por los impuestos abusivos, la pesca extranjera y la falta de infraestructuras. Y por el frío, el viento y la nieve. Después de unas horas de trabajo intelectual, haces una pausa para el café. Te tomas una taza humeante y un trozo de skyr, un queso fresco típico. Y también un poco de aguardiente para entrar en calor. Luego vuelves a tu labor patriótica y pacífica. Y a rezar para que no haya una erupción volcánica.
Un día típico en el parlamento: Te levantas al amanecer y te pones tu traje nacional. Vas al Althingi, el parlamento más antiguo del mundo. Y también el más pequeño y el más frío. Te encuentras con otros diputados y ministros de diferentes partidos políticos. Discutes con pasión y respeto sobre los asuntos que afectan a tu nación. Apoyas las propuestas que favorecen la autonomía y la independencia de Islandia. También defiendes los intereses de los agricultores, los pescadores y los trabajadores. Y de las ovejas, que son más que los habitantes. Después de unas horas de debate democrático, haces una pausa para el almuerzo. Te sirven una sopa de cordero y verduras, un plato tradicional. Y también un poco de tiburón podrido, una delicatessen local. Luego vuelves a tu tarea legislativa y diplomática. Y a esperar que los daneses no se enteren de lo que estás tramando.
Un día típico en la revolución: Te levantas al amanecer y te pones tu gorro de lana y tu abrigo de piel. Te unes a tus compañeros islandeses en las calles y las plazas. Gritas consignas y cantas himnos en favor de la independencia de Islandia. Lanzas piedras y huevos podridos a las autoridades danesas y a los colaboracionistas. También haces huelgas, boicots y sabotajes contra los intereses extranjeros. Y contra los elfos, que son unos traidores. Después de unas horas de lucha popular, haces una pausa para el té. Te tomas una taza caliente y un trozo de pastel de ruibarbo, una fruta ácida. Y también un poco de chocolate, que es lo único bueno que han traído los daneses. Luego vuelves a tu acción revolucionaria y heroica. Y a cruzar los dedos para que no haya una invasión británica.
Reino de Islandia (1918-1944)
Un día típico en el reino: Te levantas al amanecer y te pones tu corona y tu manto. Vas al palacio en coche o en caballo. Te reciben tus ministros y tus consejeros. Les agradeces su trabajo, su lealtad y también les agradeces por no ser daneses, o por lo menos, por fingir muy bien que no lo son. Revisas las leyes y los tratados que afectan a tu reino. También apruebas los presupuestos y los planes de desarrollo. Por supuesto, firmas las cartas y los documentos que te envían tus súbditos. Algunos te piden favores, otros te hacen regalos y otros te mandan fotos de sus ovejas. Después de unas horas de trabajo real, haces una pausa para el almuerzo. Te sirven un banquete con los mejores productos de tu tierra. Y también un poco de cerveza para brindar por tu salud. Y por la de los daneses, que no se enteren de nada.
Un día típico en el campo: Te levantas al amanecer y te pones tu ropa de lana y tu abrigo de piel. Sales a la granja y te encuentras con tus animales: vacas, ovejas, cabras, ovejas, cerdos, ovejas y caballos. Les das de comer y les cuidas. Luego te diriges al invernadero a regar o podar tus plantas: tomates, lechugas, zanahorias, patatas y fresas. Sí, has leído bien: fresas. Gracias a la geotermia, puedes cultivar frutas y verduras todo el año. Después de unas horas de trabajo verde, vuelves a casa a almorzar. Te sientas en el banco junto al fuego y disfrutas de una ensalada de fresas y pan. Luego te preparas para salir de nuevo, esta vez a vender tus productos en el mercado o a intercambiarlos por otros bienes. Antes de irte, le pides a tu esposa que vigile el volcán que hay cerca, por si acaso. No vaya a ser que te quedes sin casa, sin comida y sin cejas, o peor aún, sin fresas.
Un día típico en la guerra: Te levantas al amanecer y te pones tu uniforme y tu casco. Vas al cuartel o al puerto. Te encuentras con tus compañeros soldados o marineros. Les haces alguna broma sobre los daneses y sobre los nazis. Te asignan una misión o una patrulla que debes cumplir con honor y valentía mientras se te congela el cerebro en el mar, simplemente viendo a las ballenas pasar, sospechando que son alemanas. Y por supuesto, te entregan una bandera o un escudo que debes defender con orgullo y lealtad, pero que no sabes diferenciar de los escudos suecos, al fin, son muy parcidos. Después de unas horas de servicio militar, haces una pausa para el café. Te tomas una taza fuerte y un poco de tiburón podrido que te reaviva el patriotismo.
República de Islandia (1944-presente)
Un día típico en la guerra del bacalao: Te levantas al amanecer y te pones tu abrigo de pescador. Sales a la cubierta y te encuentras con tus compañeros ex-vikingos. Navegas por el océano Atlántico Norte en busca de Bacalao. El frío te cala los huesos y el hambre te atormenta. Te preguntas si habrás tomado la dirección correcta o si te habrás perdido en el mar. Luego recuerdas que tienes un método infalible para orientarte: el GPS y el radar que llevas contigo. Lo pones a funcionar en espera que te muestre los bacalaos, pero lo que te encuentras es un barco militar británico que te dice que estás en sus aguas. Lo arponeas con tu rudimentario instrumento de pesca y en represalia te torpedea y te rompe las redes. Lanzas el insulto más fuerte que te sabes "¡piratas del té! ". Después de unas horas de guerra naval, haces una pausa para el desayuno. Te sirven un plato de bacalao seco con mantequilla, una comida típica. Y también un poco de cerveza, para calmar tus nervios o celebrar tus logros. Luego vuelves a tu batalla pesquera y patriótica. Y a rezar para que no haya una mina o un submarino.
Un día típico de un ciudadano del siglo XXI: Te levantas al amanecer y te pones tu ropa térmica. No importa la estación del año, siempre hace frío. Vas al trabajo en coche o en autobús. O en trineo tirado por ovejas, si te sientes aventurero. Tienes un trabajo que te hace feliz, desde esquilador de ovejas hasta Björk, porque no importa lo que hagas, eres de Islandia, y eso te hace feliz. Después de unas horas de trabajo, haces una pausa para el almuerzo. Te sirven una ensalada de quinoa y aguacate, una comida saludable. Y también un poco de tiburón podrido, para recordar tus raíces. Luego vuelves a tu trabajo innovador y productivo. Y a esperar que no haya una pandemia o una erupción volcánica. Y a saludar a tus compañeros por su nombre de pila, porque no tienes apellido. Porque eres de Islandia, y eso te hace especial.
Un día típico de un científico: Te levantas al amanecer y te pones tu bata blanca. Vas al laboratorio y te encuentras con tus colegas científicos. Estás trabajando en un proyecto revolucionario: crear un híbrido entre una oveja y un bacalao. Es el animal perfecto para Islandia: puede vivir en la tierra y en el mar, puede producir lana y carne, y puede resistir el frío y el salitre. Estás convencido de que tu invento cambiará el mundo, o al menos tu isla. Te sientas en tu ordenador y empiezas a analizar los datos. Usas la ingeniería genética, la biotecnología y la magia negra para combinar el ADN de los dos animales. También usas tu imaginación para diseñar el aspecto del híbrido. Después de unas horas de trabajo científico, haces una pausa para el almuerzo. Te sirven una sopa de cordero y bacalao, una comida típica. Y también un poco de tiburón podrido, para recordar tus raíces. Luego vuelves a tu trabajo creativo y visionario. Y a esperar que no haya una erupción volcánica o una invasión de elfos. Y a soñar con el día en que puedas presentar al mundo tu obra maestra: el ovacalao.
Un día típico de un danés infiltrado: Te levantas al amanecer y te pones tu disfraz de islandés. Vas al trabajo en bicicleta o en autobús, o en kayak, si te sientes aventurero. Tienes un trabajo que te hace infeliz, desde limpiador de géiseres hasta cantante de Björk, porque no importa lo que hagas, eres un danés, y eso te hace infeliz. Después de unas horas de trabajo, haces una pausa para el almuerzo. Te sirven una ensalada de quinoa y aguacate, una comida saludable. Y también un poco de tiburón podrido, para no levantar sospechas. Luego vuelves a tu trabajo aburrido y monótono. Y a esperar que haya una erupción volcánica o una invasión de elfos. Y a planear tu venganza por la independencia de Islandia.
Gobierno y política
Islandia es una república parlamentaria que se rige por una constitución que se escribió en una servilleta. El jefe de estado es el presidente, que se elige cada cuatro años y que tiene menos poder que un pingüino. El jefe de gobierno es el primer ministro, que se elige cada vez que hay elecciones o que hay una crisis. El poder legislativo lo tiene el Alþingi, el parlamento más antiguo del mundo, que se fundó en el año 930 por unos vikingos que se cansaron de dirimirlo todo a hachazos. El poder judicial lo tiene la Corte Suprema, que se encarga de resolver los conflictos entre los ciudadanos y los volcanes.
Existen varios partidos políticos, que van desde la izquierda a la derecha, pasando por el centro y por el polo norte. Los islandeses votan cada cuatro años o cada vez que hay una erupción. El país es miembro de la OTAN, de la ONU y del Espacio Schengen, pero no de la Unión Europea, porque no quiere compartir su bacalao ni su hielo. Cuenta con una política exterior pacífica y neutral, pero no se lleva bien con los balleneros ni con los daneses. Su ejército es muy pequeño y muy simpático, que se dedica a hacer misiones humanitarias y a jugar al ajedrez. Además tiene una policía muy amable y muy abrigada, que se dedica a proteger a los ciudadanos y a hacer muñecos de nieve.
Naturaleza
Islandia es un país lleno de contrastes, donde conviven el hielo y el fuego, la luz y la oscuridad, el silencio y el ruido. Su superficie es de 103.000 km2, de los cuales el 11% está cubierto por glaciares, el 1% por lagos y el 88% por ovejas. Cuenta con más de 200 volcanes, de los cuales unos 30 están activos y unos 170 están dormidos o con resaca. También tiene más de 10.000 cascadas, de las cuales unas 9.000 están congeladas y unas 1.000 también. No faltan los géiseres, que son más de 600, de los cuales unos 300 son calientes y unos 300 son fríos. Ni los fiordos, que son más de 100, de los cuales unos 50 son profundos y unos 50 son superficiales. Ni las islas, que son más de 60, de las cuales unas 30 son habitadas y unas 30 son desiertas. La flora y la fauna son muy variadas y muy raras, e incluyen renos, zorros árticos, frailecillos, ballenas, focas, algas, musgos, líquenes y trolls. Las estaciones son cuatro: invierno, primavera, verano y otoño. Pero no se nota mucho la diferencia, porque siempre hace frío y siempre hay nieve. Los fenómenos naturales más espectaculares son las auroras boreales y el sol de medianoche. Pero no se ven muy a menudo, porque siempre hay nubes y siempre hay niebla.
Economía
Tiene una economía pequeña pero potente, que se basa en tres pilares: la pesca, la energía y el turismo.
La pesca es la actividad más tradicional y la que más dinero aporta. Los islandeses pescan bacalao, arenque, salmón y ballenas. Sí, has leído bien: ballenas. A los islandeses les encanta comer ballenas, sobre todo con salsa de arándanos y patatas fritas. Y no les importa lo que digan los ecologistas ni los japoneses. La energía es la actividad más moderna y la que más futuro tiene. Aprovechan el calor de los volcanes y el agua de los géiseres para generar electricidad y calefacción. Y no solo eso, sino que también exportan energía a otros países que no tienen volcanes ni géiseres y que les pagan muy bien por ello. El turismo es la actividad más reciente y la que más crece. Los islandeses atraen a millones de visitantes que quieren ver sus paisajes, sus cascadas, sus glaciares y sus volcanes. Y también a sus ovejas, sus frailecillos y sus trolls. Los islandeses les cobran una pasta por todo: por alojarse, por comer, por beber, por respirar. Y los turistas pagan encantados, porque dicen que Islandia es un país único y mágico. Y porque tienen miedo de que les caiga una erupción encima.
Infraestructura
Islandia tiene una infraestructura bastante buena, teniendo en cuenta que es un país aislado, frío y volcánico. Tiene una red de carreteras que cubre todo el territorio, aunque algunas son de grava, otras son de hielo y otras son de lava. Tiene un aeropuerto internacional que conecta con el resto del mundo, aunque a veces se cierra por culpa de las cenizas o de las nubes. Tiene un puerto marítimo que recibe barcos de todo tipo, aunque algunos se hunden por culpa de los icebergs o de las ballenas. Tiene una red de telecomunicaciones que permite acceder a internet, al teléfono y a la televisión, aunque a veces se corta por culpa de las tormentas o de los trolls. Tiene una red de transporte público que incluye autobuses, taxis y bicicletas, aunque algunos no funcionan por culpa de la nieve o de las ovejas. Tiene una red de servicios públicos que incluye agua, luz y gas, aunque algunos no llegan por culpa de los géiseres o de los vikingos.
Demografía
Islandia tiene una población muy pequeña y muy homogénea, que se compone de unos 360.000 habitantes, de los cuales el 99% son islandeses y el 1% son extranjeros. Bueno, en realidad hay más ovejas que personas, pero no se las cuenta porque no pagan impuestos. Los islandeses son descendientes de los vikingos y de las mujeres que se trajeron de otros países, como Irlanda, Escocia o Groenlandia. Por eso son rubios, pelirrojos o morenos, pero siempre con cara de frío. Los extranjeros son principalmente europeos, americanos o asiáticos que vinieron a trabajar, a estudiar o a casarse con islandeses. O que se perdieron en el aeropuerto y no supieron cómo salir.
El idioma oficial es el islandés, muy difícil y muy antiguo, que se parece al que hablaban los vikingos. Tiene tantas letras raras y tantas consonantes juntas que solo lo pueden pronunciar ellos mismos. Y a veces ni eso. El sistema de nombres es muy curioso y muy complicado, que se basa en el nombre del padre o de la madre y en el sufijo -son o -dóttir. Por ejemplo, si tu padre se llama Jón y eres un chico, te llamas Jónsson. Y si eres una chica, te llamas Jónsdóttir. Y si tu madre se llama Sigríður y eres un chico, te llamas Sigríðurson. Y si eres una chica, te llamas Sigríðurdóttir. Y así sucesivamente. La religión predominante es el luteranismo, una religión muy tolerante y muy flexible, que les permite creer en Dios o en los elfos. O en ambos. O en ninguno. O en lo que les dé la gana.
Cultura
Islandia tiene una cultura muy rica y muy variada, que se basa en su historia, su lengua y su naturaleza. Los islandeses son muy cultos, creativos y les encanta leer, escribir y cantar. Y también comer ballenas, abrazar ovejas y ver volcanes, no se puede tener todo. Tienen una literatura muy antigua y muy famosa, que incluye las sagas, unas historias épicas sobre los vikingos y sus aventuras. Las sagas son tan importantes que se celebran cada año en el Festival de la Saga, donde se leen en voz alta, se disfrazan de vikingos, se pelean con hachas, se emborrachan con hidromiel y se casan entre primos.
Tienen una literatura moderna muy exitosa, que incluye novelas policíacas, de ciencia ficción y de humor. Los escritores más conocidos son Halldór Laxness, que ganó el premio Nobel de literatura en 1955 por una novela sobre unos campesinos pobres y aburridos, Arnaldur Indriðason, que escribe sobre crímenes y misterios en un país donde nunca pasa nada, y Yrsa Sigurðardóttir, que escribe sobre fantasmas y zombies en un país donde hay más muertos que vivos.
La música es otra de las pasiones de los islandeses, que tienen una gran variedad de estilos y de artistas. Los cantantes más famosos son Björk, una artista excéntrica y original que mezcla sonidos naturales y electrónicos, como el viento, el agua o las ovejas, Sigur Rós, una banda de rock atmosférico que canta en un idioma inventado llamado hopelandés, que significa "el idioma de la esperanza", pero que suena más bien a "el idioma de la depresión", y Daði Freyr, un músico divertido y carismático que casi gana el festival de Eurovisión con una canción sobre su hija, pero que perdió por culpa de los italianos y sus abdominales.
El cine es otra de las expresiones artísticas de los islandeses, que tienen una industria pequeña pero potente. Sus películas suelen ser realistas, dramáticas y con un toque de humor negro. Tratan temas como la familia, la sociedad, la naturaleza y los volcanes. Y también el alcoholismo, el incesto, el suicidio y los trolls. Los directores más destacados son Friðrik Þór Friðriksson, que fue nominado al Óscar a la mejor película extranjera en 1992 por Children of Nature, una película sobre unos viejos que se escapan de un asilo y se van a vivir al campo, Baltasar Kormákur, que ha dirigido películas tanto en Islandia como en Hollywood, como Contraband o Everest, pero que siempre acaban mal para los protagonistas, y Grímur Hákonarson, que ganó el premio Un certain regard en el Festival de Cannes en 2015 por Rams
Véase también
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