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Lagarto (cómic)

De Inciclopedia
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The Lizard
Raptorjesus2.jpg
El Profesor Connors enseñando religión en un jardín de infantes.
Publicado por Marvel Comics
Primera aparición (Año y lugar de su primera actuación/aparición)
Creado por (Quién lo ha engendrado)
Datos
Nombre real Curt Connors
Estado Lagarteando por ahí, supuestamente casado y con hijo
Afiliaciones actuales Ninguna
Afiliaciones anteriores Ninguna
Alias conocidos El Lagarto, Dr. Connors, Reptile
Familiares Una esposa e hijo (sólo en su forma humana)
Poderes destacados Es un lagarto gigante, qué más esperabas
Otros Una bata de laboratorio que no se saca ni para dormir
Cita3.pngLo siento maestra. El profesor Connors se comió mi tarea.Cita4.png
Peter Parker sobre perder los papeles.
Cita3.pngEs un tipo despreciable. Una vez se me acercó, pero me negué a darle la mano.Cita4.png
Miguel de Cervantes sobre la envidia.

El Lagarto (conocido también como Dinosauroide por los criptozoólogos, y como George Bush por David Icke) es un profesor de universidad despreciado por el sector académico por tener las uñas cuidaditas y su lengua viperina. Además se ser el único manco con dos brazos que usa el estacionamiento para discapacitados.

En su curriculum figura como Dr. Curt Connors, usando una foto de un tipo con nariz que no se le parece. Esto ha llevado a presumir que se avergüenza de su origen, quizás en los Everglades, o teme que la gente se entere que es primo hermano del velociraptor de Harvard.

Historia ficticia

¡¡Te odio, Perry el ornitorrinco!!

Curt Connors era un humilde lagarto que servía como enfermero en la guerra de Vietnam, que ante la falta de recursos curaba a los heridos con saliva. Esto nunca fue muy efectivo ya que aceleraba la infección, pero le valió una medalla al valor de parte del enemigo. Producto de la carestía, se vio obligado a donar su suculenta cola reptilesca para el rancho de la tropa, quedándole el recuerdo de la mutilación como trauma de guerra.

Enloquecido, de regreso a Nueva York, se dedicó a enseñar en la universidad en lugar de ocupar un alto cargo gubernamental como los reptilianos decentes. Se casó, y tuvo un hijo cuto y sin escamas, lo que le hizo sospechar que su esposa lo engañaba. Deprimido, se dedicó a ver viejas películas de Godzilla y quiso ahogar su pena en alcohol, pero las penas sabían nadar. Curt Lagarto se valió de las instalaciones de la universidad en que enseñaba para preparar un suero regenerativo que le hiciera recuperar el honor perdido en batalla. Diversos menjunjes derivaron de sus experimentos, como el aceite de castor y la leche de burro.

Producto de esos experimentos llegó a cambiar de forma, como una suerte de Dr Jeckill y Mr Hyde, o un Bruce Banner y Hulk. Perdía sus destrezas, se volvía humano, y peor, blanco. Además de sumarse otras discapaciddes, como quedar manco de una mano, tener cataratas en un ojo, uñero en el pie, hiperhidrosis en las axilas y gonorrea. Para su suerte, el efecto fue temporal. Al recuperar su sexy forma reptilesca la cola le había vuelto a crecer, lo que lo animó; llamando a aquel descubrimiento "el efecto Piccoro". Sus traumas y su alcoholismo lo orillaron a buscar satisfacción por medio de los placeres del solarium y la comida indonesa base de bichos. Esto se volvió locura cuando conoció a Spider-Man, al Escorpión, a la Wasp y al Hombre Hormiga. Desde entonces ha tratado de devorarlos cada vez que ha podido, sin éxito, a pesar de usar lo mejor de la tecnología que proveen las trampas ACME. Su mejores amigos son el Camaleón y la Iguana; a quienes conoció en el solarium del spa que frecuenta.

Comer bichos ha sido uno de los mayores placeres de sus predecesores. Incluso se rumorea que el profesor Connors quiso comerle la arañita a Laura León. Como sea. El caso es que ver arañas tamaño familiar —nos referimos a Spidey, Venom, y sus clones— despertó sus apetitos de forma descontrolada, pero fallando cada vez. Uno de sus sueños frustrados es comerse a la Wasp y a Jessica Drew juntas. Sin guarnición ni lubricante condimentos. Una bestia de tipo sin duda.

Su lucha contra Spider-Man

El profesor felicitando a un desprevenido alumno por su trasero firme

La rivalidad entre el Lagarto y Spider-Man podría resumirse como una tragicomedia shakespeariana, si Shakespeare hubiese escrito obras sobre un reptil gigante que intenta comerse a un adolescente en mallas mientras intercambian chistes de nivel open mic.

Todo comenzó cuando Connors, en un arranque de hambre post-experimento, confundió al trepamuros con un buffet ambulante. «¡Eres literalmente un insecto de dos metros!», rugió, ignorando a propósito que las arañas son arácnidos. Spidey, fiel a su estilo, respondió: «Oye, ¡al menos yo no uso la misma bata desde la Guerra Fría!». La pelea terminó con el Lagarto enredado en sus propias trampas pegajosas —una mezcla de saliva regenerativa y chicle de feria—, jurando venganza entre hipos de cólera.

Con los años, sus encuentros se volvieron rutina: Connors planeaba un plan maquiavélico (usualmente involucrando robos de termostatos para crear un «paraíso tropical» en Queens), Spider-Man lo interrumpía con un chiste sobre reptiles en terapia, y todo culminaba con el Lagarto cayendo a un contenedor de basura o siendo noqueado por un bidón de insecticida. En una ocasión, intentó reclutar a Kingpin como aliado, pero el mafioso se negó, argumentando: «Prefiero lidiar con Daredevil. Al menos él no babea sobre mis alfombras persas».

El punto más bajo —o alto, según el humor— llegó cuando el Lagarto secuestró a la tía May, creyendo que era una «hembra alfa» capaz de domar a su némesis. Spider-Man llegó vestido de chef, ofreciendo un soufflé de grillos como rescate. «¡Es orgánico!», declaró, mientras Connors, distraído por el aroma a saltamontes caramelizados, olvidó por completo su rehén. La tía May, por su parte, le regaló una receta de galletas de chispas sin arañas, «para que deje de sidequestear y vuelva a ser un lagarto decente».

Hoy, su dinámica persiste: el Lagarto jura que la próxima vez será diferente, Spider-Man practica nuevos puns sobre escamas, y Nueva York sigue preguntándose cómo un profesor de bioquímica no ha inventado aún un suero anti-caras-palma. Eso sí, ambos comparten un acuerdo tácito: si algún día Connors recupera su humanidad, jamás mencionarán lo de aquella vez que quedó atascado en un tubo de drenaje… con un letrero de «¡Cuidado: Cocodrilo del metro!» pegado en la cola.

Asociaciones con otros villanos

El mejor cómic del personaje, no lo busques.

Si algo define al Lagarto como villano, además de su aliento a cucaracha ahumada, es su talento para elegir compañías tan cuestionables como su ética profesional. A lo largo de sus años reptando por el bajo mundo criminal, Connors ha intentado aliarse con otros villanos, aunque sus esfuerzos suelen terminar como un documental de National Geographic: con alguien mordiendo a alguien sexualmente o no. Su primera incursión en el trabajo en equipo fue con El Camaleón, quien, irónicamente, lo traicionó al tercer día disfrazándose de exterminador de plagas. «¡Era una metáfora!», alegó el Camaleón, mientras Connors intentaba comerse su peluca postiza.

No menos desastroso fue su breve romance con El Escorpión, cuyo aguijón venenoso y tendencias megalómanas prometían sinergia. Juntos planearon dominar Nueva York convirtiéndola en un sauna gigante, pero la alianza se desintegró cuando Connors usó el tanque de agua de su socio para hibernar. «¡Eso era para mis spa days!», rugió el Escorpión, encontrando al Lagarto enrollado en el depósito, roncando como un motor diesel. Aún así, su amistad perduró… hasta que Connors confesó que prefería a Rhino porque «al menos él entiende lo que es mudar la piel cada seis meses», cosa que no es cierto, pero Connors es doctor en bioquímica no en rinocerontes.

Su cénit como team player llegó con la formación temporal de Reptiles Anónimos, un grupo de apoyo para villanos con crisis existenciales y escamas. Junto a Iguana y Kraven el Cazador —que asistió por error, creyendo que era un taller de taxidermia—, organizaron un golpe para robar el acuario de Central Park. El plan fracasó cuando Kraven intentó «cazar» a Connors para añadirlo a su colección, e Iguana se distrajo admirando su reflejo en los tanques de tiburones. «Esto no es lo mío», admitió el Lagarto, retirándose a su guarida bajo el metro, donde solo se asocia con cucarachas mutantes y su colección de termómetros rotos.

Incluso los Seis Siniestros lo rechazaron tras descubrir que su idea de «estrategia» era lamer los visores de los drones de Octopus. «Necesitamos profesionalismo, no un saurio con síndrome de Peter Pan», declaró Doctor Octopus, mientras Connors masticaba un cable de alta tensión como si fuera regaliz. Hoy, el Lagarto prefiere su soledad reptiliana, aunque ocasionalmente intercambia recetas de grillos caramelizados con Mysterio, quien, según rumores, una vez le vendió un suero «anti-arañas» que resultó ser jugo de naranja con brillantina. Eso sí: si hay algo que aprendió, es que en el mundo del crimen organizado, la única lealtad verdadera es la de las cucarachas… y ni eso.

El lagarto en el cine

La película más impresionante que ha existido de estos dos.

En The Amazing Spider-Man 1 (2012), el Lagarto logró lo imposible: convertir a un científico con doctorado en el villano más niche desde el Hombre de Arena haciendo castillos en Queens. Interpretado por Rhys Ifans —actor que pasó de protagonizar Notting Hill a morder telarañas en spandex—, Curt Connors aquí era un erudito obsesionado con regenerar su brazo perdido. ¿El resultado? Un suero que lo convirtió en un reptil gigante con acento británico.

Su plan maestro: rociar Nueva York con un aerosol que convirtiera a todos en lagartos, porque «la humanidad sería mejor con colas y escamas». Un guion que, según rumores, fue escrito durante una sobremesa entre James Cameron y un loro borracho (no solo borracho, muy borracho).

La película evitó mostrar su icónica bata de laboratorio (¡herejía!), optando por un look de «dinosaurio con MBA» que mezclaba CGI de PlayStation 2 y la expresión facial de alguien que olvidó pagar el gas. En su escena cumbre, Connors enfrentó a Spider-Man en una escuela, destruyendo aulas como si fuera un adolescente rebelde en Glee.

Lo más memorable, sin embargo, fue su cameo en la poscréditos: un mensaje críptico a Stan Lee («¡No toques mi suero!»), quien, por supuesto, seguía sin entender por qué le daban roles mudos. Pese a todo, el Lagarto dejó una lección: incluso un reptil mutante puede ser derrotado… si lo distraes con un espejo.

Véase también

  • Potter ícono.png Personaje ficticio (ver todos aquí).